Salió de su habitación, apoyando una mano en la pared y avanzando a ras de esta, de modo que la oscuridad de Tierra de Partida no la estorbase en el camino. Se guiaba por el oído, ya que la vista no le servía, para elegir las bifurcaciones oportunas hacia la sala del trono. Pero, más importante, hacia el culpable de su desvelo.
A pesar de la tozuda curiosidad por averiguar quién estaba detrás de todo aquello, Hana pronto lamentó no haber sido más previsora. Tenía los pies desnudos, al dejarse las zapatillas en la habitación, y el frío contacto del suelo provocaba que fuera dando pequeños saltitos, a fin de no tocarlo en exceso. Además, no tenía nada, salvo su concha y su Llave Espada, siempre dispuesta en la
nada donde se encontraría, como Hana imaginaba, cuando no la invocaba. Sin embargo, no podía retroceder, porque la persona que la había perturbado podía escaparse. Y eso sí que no lo pensaba permitir.
Avanzando poco a poco, Hana pudo escuchar a la persona, porque se negaba a creer que era un fantasma, molestando a más gente por su camino, golpeando a las puertas y a quién sabe qué más. Comenzó a preguntarse si sólo lo escucharía ella. ¿Por qué nadie más se había levantado? ¿Es que estaban meados de puro terror en la cama por esas estúpidas leyendas, o tenían tapones en los oídos?
Estaba meditando seriamente la posibilidad de que Tierra de Partida albergase más cobardes de lo que imaginaba cuando discernió a alguien en la oscuridad. Pensando que se trataba del culpable, corrió hacia él y lo agarró del brazo, discerniendo todo lo que podía en la oscuridad la figura del muchacho.
—
¿¡Quién te has creído que eres para incordiar tanto, capullo!? —le grité. Casi pude escuchar el eco de la voz resonando entre los pasillos—.
La próxima vez que me despiertes te dejaré la cara echa papilla. Pero, ahora… —se le ocurrió algo mejor—.
¡Vacía tus bolsillos si no quieres una zurra en directo!Mientras se desahogaba gritándole al muchacho, Hana fue forzando más la vista, hasta distinguir ciertos detalles en la figura que le resultaban familiares. ¿Le conocía de algo? Sí, probablemente sí. No habría llamado a su puerta de casualidad. A pesar de no conocer a muchos aprendices, quizá a alguno no le caía bien, así que no era de extrañar la bromita.
Se escuchó entonces una nueva voz. A Hana se le pusieron los pelos de punta, sobre todo ante la palabra
fantasmita. ¿Quién…?
—
¿Has sido tú? —preguntó al que tenía agarrado.
Entonces, un rayo cercano iluminó durante unos breves instantes la estancia, aclarando las dudas que Hana albergaba. En primer lugar, no estaban solos, sino que había alguien más allí, una aprendiza, a juzgar por su edad. En segundo, a quien estaba sujetando del brazo era a Edge, ese chico de Port Royal con el que había llegado, y con quien había estado a punto de morir asfixiada o quemada. Menos mal que no había sido así.
Soltó a Edge, puesto que había pasado de ser su nueva víctima de robo al chaval de siempre, tan educado y refinado que, en ocasiones, o le daba extrema sensación de desagrado, o le ponía los pelos más de punta que cualquier fantasma. En conclusión, era imposible que el señorito gastase semejante broma.
—
¿Por qué diablos suenan tanto las voces en este castillo? —preguntó a, nadie en particular. Sin esperar respuesta, claro, se giró hacia donde había visto a la otra chica y empezó a avanzar, sospechando que quizá eran los pasos a los cuales había estado siguiendo, puesto que ellos llevaban allí más tiempo, quietos. Por el camino, iba murmurando, contrariada—.
Nadie… nunca más… pienso poner una trampa… un cubo de agua… o un pomo que electrocute… o que un moguri lo vigile… pero nunca más…Cada vez tenía más ganas de bronca con quienquiera que fuese el culpable. Edge, un fantasma, o la chica nueva. Le daba igual.
He editado porque entendí mal y creí que había dos personas más aparte de Edge y Hana, no que se trataba sólo de Adelaida. Cualquier cosa, tengo el post original guardado =S