—¡No, por favor!
Un pequeño niño corría a través de la selva torpemente, debido en parte a su gran cantidad de masa corporal y al mullido disfraz de osezno que llevaba puesto. Estaba huyendo de algo, aterrorizado. Corrió y corrió, mucho más de lo que se podría imaginar por su complexión física. Al final, sin embargo, una pared de roca impidió que continuase. Se dio la vuelta, con los ojos como platos debido al miedo.
Una silueta se le acercó lentamente, saliendo de entre los árboles. No parecía haber tenido ningún problema para alcanzar al niño.
—Crecerás —musitó, con voz fría.
—¡No, no quiero, no...! —replicó el niño, desesperado.
—El miedo te ayudará a hacerlo —continuó la figura, como si no hubiese oído nada.
—¡No, no!
Una gran cantidad de figuras negras de ojos brillantes y amarillos parecieron emerger del suelo de repente, rodeando al atrapado niño sin que éste pudiese hacer nada por evitarlo.
Exuy, Hikaru y Zeix esperaban en la plazoleta a los pies de las escaleras que llevaban a la entrada del castillo de Tierra de Partida. Era una tarde soleada, habían dormido bien y comido estupendamente. Un buen día, sí señor.
La Maestra Nanashi los había citado a los tres en aquel lugar. Aunque todavía no sabían los detalles, sabían que iban a viajar a otro mundo con ella. Ya los había avisado de que podría llegar tarde a la cita debido a ciertos asuntos en los que se requería su presencia en el castillo, así que tenían tiempo para hablar entre ellos mientras tanto.