[Tierra de Dragones] Haré todo un hombre de ti

por **Soul Artist** » Jue Nov 01, 2012 10:55 pm

El Sincorazón al que Fátima había atacado fue eliminado, quedando solo la amenaza del Noctámbulo restante, que pese a haber recibido una bala de Hiro seguía en pie.

—¡No puedes estar aquí, Hiro Inukai!

A espaldas de los aprendices de la Llave Espada había llegado, a unos diez metros de ellos, el payaso asesino montado en su corcel al que habían abandonado en el bosque mientras ardía. Y el fuego había hecho estragos en él: quitando el hecho de que su propio rostro tenía ligeros restos de ceniza y el maquillaje se le había derretido un poco, Kefka había tenido que quitarse su ropa para mostrar otras más coloridas y brillantes... Pero con indicios de quemado también.

El payaso se colocó de pie sobre el asiento del caballo, demostrando un equilibrio perfecto, y señaló con una de sus largas uñas rojas hacia Hiro. No parecía estar muy contento de verle.

—¡Me retas a un duelo, me prendes fuego y huyes cobardemente! ¡Eres un perro malo, muy malo! ¡Y tú! —señaló hacia Fátima, entrecerrando los ojos—. ¡No sé quién eres, pero ya me caes mal!

Kefka echó a reír y dio un salto hacia adelante, dando una voltereta en el aire y aterrizando sobre la punta de sus pies. Dedicó una amplia sonrisa a ambos y extendió su brazo hacia ellos.

—¡Adelante, mis Sincorazón! ¡Acabad con ellos!

Nadie acudió. El único apoyo que el payaso tenía era, por supuesto, el Noctámbulo restante... Y bastante debilitado.

Aquello sacó de quicio a Kefka. El hombre gruñió y pataleó el suelo con los puños apretados, imitando a un niño pequeño con una pataleta. Frustrado, se giró hacia su caballo y comenzó a chillarle, ignorando por completo a los jóvenes.

—¡Es culpa tuya! ¡Debería haberte abandonado y haberme traído un ejército mayor de Sincorazón! ¡Tantos, que ningún ejército de China podría detenerme! ¿Cómo me lo piensas compensar, eh? ¿Cómo piensas hacerlo?

El caballo, por supuesto, no se dio por aludido. Bufó y se giró, buscando una pequeña montaña de paja a unos metros de allí, hambriento.

—¡No me gustas, caballo! ¡Nunca me gustaste! ¡Estoy harto de ti, harto de tus métodos, de tus malos modales! —Kefka se mordió el puño, con los ojos abiertos como platos, mientras el animal agachaba la cabeza para comer—. ¡No me ignores mientras te hablo, maleducado!

El payaso se lanzó a por el caballo, finalmente furioso. Pero no para seguir protestándole mientras hacía el tonto: esta vez iba completamente en serio. Clavó sus uñas en su piel y le tiró al suelo, mientras el animal relinchaba de dolor ante el castigo de su amo.

—¡Me debes mucho, caballo! ¡Pienso tomarme mi premio!

Kefka comenzó a pegar patadas al corcel, riéndose en alto mientras lo hacía, disfrutando de la tortura. En aquel momento, para prevenir cualquier ataque imprevisto, el Noctámbulo atacó por sorpresa a los jóvenes girando sobre sí mismo de nuevo con el objetivo de tirarles al suelo.

No se perdieron ni un ápice de la escena. El loco se agachó al caballo y, con sus propias manos, comenzó a desgarrar el estómago del animal. La sangre no dejaba de salir, y el corcel ya había dejado de relinchar de sufrimiento. Se podían ver incluso las propias tripas del desgraciado animal, que ya debía haber perdido la vida... Y todo mientras Kefka reía maniáticamente.

El hombre, con el rostro cubierto de sangre, se volvió a levantar del suelo y se giró hacia los muchachos, agarrando con las dos manos algo aparentemente muy preciado. El cuerpo del caballo comenzó a desvanecerse a su espalda, y el payaso extendió ambos brazos para que viesen bien lo que tenía: un brillante y rojizo corazón.

—¡Contemplad! ¡El secreto de los Sincorazón!

El corazón comenzó a verse tragado por unas sombras que aparecían de la nada, tomando forma propia. Kefka caminó de espaldas mientras contemplaba cómo se creaba una nueva y poderosa criatura a sus órdenes: un monstruo de dos metros y medio de alto, cuya mitad baja todavía conservaba el aspecto de un caballo... Y no tardó nada en agacharse a tomar una de las varas con las que se habían estado entrenando minutos antes los soldados, la cual se transformó en una lanza de acero al contacto.

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—¡Sufrid ante un centauro fatal!

Una barrera mágica se levanto entre Kefka y el Sincorazón, encerrando en el campo de batalla a Fátima, Hiro y el desmayado Axel. El payaso echó a reír mientras se sentaba en el suelo para disfrutar de la matanza que estaba a punto de darse en el campo de batalla...

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por **Suzume Mizuno** » Mar Nov 06, 2012 12:48 am

Fátima no contuvo un gesto de alegría, apretando un puño, cuando el Sincorazón se disolvió y el corazón fue liberado. Se volvió para comprobar de que sólo quedaba uno y se dirigió contra él, dispuesta a terminar de una vez con la pelea.

Pero entonces…

—¡No puedes estar aquí, Hiro Inukai!

Fátima se volvió para ver, montado sobre su corcel negro, al payaso loco. Estaba quemado, con la piel irritada y parte de su ropa se había calcinado. Se puso de pie sobre la silla y señaló a Hiro con un dedo terminado en una uña larga, afilada, de color carmesí:

—¡Me retas a un duelo, me prendes fuego y huyes cobardemente! ¡Eres un perro malo, muy malo! ¡Y tú! —Fátima pegó un respingo cuando la atención se desvió súbitamente hacia ella. El payaso entrecerró los ojos, hostil—. ¡No sé quién eres, pero ya me caes mal!

Y estalló en carcajadas histéricas, dando una pirueta hacia atrás y saltando a tierra.

—¡Adelante, mis Sincorazón! ¡Acabad con ellos!

Fátima alzó la Llave Espada, en tensión, preparada para que una horda de Sincorazón se abalanzara sobre ella de entre las tiendas de campaña.

Y, sin embargo…

No ocurrió nada. Sólo estaba aquel Sincorazón que no habían conseguido eliminar.

Kefka comenzó a patalear, rabioso, y dirigió su rabia contra su caballo.

Lo que ocurrió a continuación fue una de las escenas más grotescas y desagradables que Fátima había contemplado nunca: armado con sus propias uñas, y mientras lo torturaba arremetiendo a base de patadas, el payaso abrió el estómago del animal. La sangre se vertió y en seguida se extendió bajo el agónico cuerpo del corcel un charco de sangre. Entre espasmos de sufrimiento, el animal intentaba moverse, escapar, con los intestinos asomando por su inmensa herida.

Fátima se mareó y habría vomitado de no ser porque aquel desgraciado se volvió repentinamente hacia ellos y el miedo se apoderó de su cuerpo, poniéndola en guardia:

—¡Contemplad! ¡El secreto de los Sincorazón! —chilló, empapado de sangre , sosteniendo en alto el corazón… del caballo.

Las sombras surgieron de la nada y cubrieron el corazón, hambrientas, arremolinándose en torno a él con una rapidez impresionante. La oscuridad cobró forma, se materializó en… ¿un caballo?

“No. Eso es… ¡un centauro! ¡Y es enorme!” Fátima sintió que se le desorbitaban los ojos de la sorpresa y el miedo al ver que una simple vara de madera que alguno de los soldados había abandonado en el suelo se convirtió ante su roce en una terrible lanza de acero.

—¡Sufrid ante un centauro fatal! —reía Kefka, desquiciado.

Entonces se alzó una barrera que rodeó a Hiro, Axel y Fátima… y al Sincorazón.

“No, no, no, no”

—¡Mierda!

No necesitaba pensar mucho para darse cuenta de que por mucho que arremetieran contra la barrera no podrían romperla. Al menos no sin antes debilitar a ese gigantesco Sincorazón.

“¡Rápido, antes de que nos ataque!”

—¡Hiro! —gritó, con la voz algo temblorosa—. ¡Tenemos que evitar que se acerque a Axel! —miró hacia el chico inconsciente y continuó hablando—. ¡Intenta despertarle mientras yo distraigo al Sincorazón! ¡Y en cuanto puedas atácale desde lejos, por la espalda a ser posible!

Una bestia como aquella, sin duda, podría matarles con un par de golpes. No, tenían que moverse con cuidado y rapidez, desde lejos.

Así que, procurando situarse a una distancia suficiente para poder acertar el tiro, Fátima echó a correr hasta situarse a la espalda del Sincorazón, alzó su Llave Espada y gritó:

—¡Hielo!

Esperó acertar. Si no lo conseguía, al menos atraería la atención del centauro y lo alejaría como pudiese de Hiro y Axel. Sólo esperaba que éste último se despertara cuanto antes y que Hiro no la dejara en la estacada si veía que el Sincorazón estaba demasiado cerca de ella.

Echó a correr de nuevo para ganar distancia, consciente de que aunque su ataque le hubiese hecho algo de daño a su enemigo, estaba muy lejos de acabar con él. En una situación así, lo peor que podía hacer era quedarse quieta. Así que se movió tan rápido como fue capaz para alejarse del Sincorazón y, en cuanto pudiera, dispararle otra vez.

por **RedXIII** » Mar Nov 06, 2012 2:19 am

—Joder, si que son resistentes con las balas — Comentó Hiro al ver que el único Sincorazón que quedaba en pie era al que acababa de disparar.

—¡No puedes estar aquí, Hiro Inukai!

—Oh, mierda — Susurró, ya que conocía bien de quien era aquella voz.

Kefka había aparecido, a una prudente distancia de ellos, y parecía que se había cambiado la ropa, seguramente la otra se le habría chamuscado, por suerte para el, a diferencia de Hiro, tenía ropa que ponerse por encima, hacia algo de fresco sin camisa.

Demostrado una vez más su equilibrio impecable, volvió a levantarse y a poner los pies sobre su corcel y a su vez señaló a Hiro, parecía bastante enfadado.

—¡Me retas a un duelo, me prendes fuego y huyes cobardemente! ¡Eres un perro malo, muy malo! —

—Hombre, no pensé en que tu propio caballo pudiera matarme casi de un golpe — Se excuso.

—¡Y tú! — A continuación señaló a Fátima, sin motivo aparente, la verdad—. ¡No sé quién eres, pero ya me caes mal!

Echo a reír como de costumbre, algo bastante molesto ya, y dio un salto, cayendo de pies sobre el suelo y mostrando una amplia sonrisa a Hiro y a Fatima mientras extendía su brazo hacia ellos.

—¡Adelante, mis Sincorazón! ¡Acabad con ellos!

Unos segundos incómodos acompañaron el momento, mientras el aire soplaba y a Hiro le entró repelús por estar sin la camisa.

—Oh, dios mio, quieres resfriarme con este viento y que me muera de una gripe — Dijo, y no parecía decirlo de broma.

Desgraciadamente, la presencia del único sicorazón que estaba con ellos, y encima debilitado, frustro a Kefka, pataleando y chillando como u niño pequeño. Ignorando a Fátima y Hiro empezó a chillarle a su corcel.

—¡Es culpa tuya! ¡Debería haberte abandonado y haberme traído un ejército mayor de Sincorazón! ¡Tantos, que ningún ejército de China podría detenerme! ¿Cómo me lo piensas compensar, eh? ¿Cómo piensas hacerlo?

Pareció que lo ignoró completamente, como si el tema no tuviera que ver con el.

—¡No me gustas, caballo! ¡Nunca me gustaste! ¡Estoy harto de ti, harto de tus métodos, de tus malos modales! —Rabioso, Kefka se mordió el puño, mientras el caballo seguía ignorándolo y se puso a comer —. ¡No me ignores mientras te hablo, maleducado!

De golpe se pego al pobre animal y le atravesó la piel con sus uñas, una imagen demasiado desagradable para los presentes. Lo tiro al suelo y empezó a pegarle, sin importarle nada el sufrimiento de aquel pobre corcel, empezó a destriparlo, Hiro no pudo evitar desviar la mirada, incluso su estomago se revolvió y vomito un poco, era una escena tan agradable que solo quería que terminara, no podía evitar sentir lastima por el animal aunque estuviera apunto de matarlo.

Con la cara y el cuerpo cubiertos de sangre, se levanto, con algo en las manos.

—¡Contemplad! ¡El secreto de los Sincorazón!

Al parecer era el corazón del pobre animal, el cual comenzó a ser engullido por unas sombras, de ellas empezó a esbozarse una gran criatura, mientras, Kefka retrocedía y le dio una lanza de entrenamiento que se convirtió en una peligrosa y afilada lanza de metal.

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—¡Sufrid ante un centauro fatal!

Una barrera se formo alrededor de ellos, seguramente era una medida para evitar una posible huida, lo cual solo podía significar una cosa, que en aquel combate era obligatorio ganar.

—¡Mierda!

—Yo diría más bien que estamos jodidos — le dijo a Fátima mientras observaba aquel enorme enemigo.

—¡Hiro, tenemos que evitar que se acerque a Axel! — Podía ver sus intenciones perfectamente con aquella frase —. ¡Intenta despertarle mientras yo distraigo al Sincorazón! ¡Y en cuanto puedas atácale desde lejos, por la espalda a ser posible!

—¡¿Y como coño lo reanimo?! — Hiro no tenía ni idea de como hacerlo, nunca había reanimado a nadie...

Intentando de que el Sincorazón lo viera lo más mínimo, se pego a Axel y se agacho hacia el —¡Vamos, levanta jodido dormilón! — Dijo mientras le abofeteaba la cara, en el caso de que no despertara se lo llevaría a cuestas para evitar un ataque sin defensa hacia el —¡Va, joder, que hay una damisela en apuros! —

por **Axelpower** » Mié Nov 07, 2012 11:38 pm

Tosí con fuerza, intentando quitarme aquel amargo sabor de la boca. ¿Qué podía saber tan mal? Escupí, pero en mi saliva sólo había polvo. Abrí los ojos, pero seguí sin encontrar respuestas: lo único que veía era tierra. Tierra seca. Me encontraba tumbado en el suelo.

Intenté levantarme, y entonces noté un pequeño pinchazo en el pecho. Hice memoria, pero no recordé más que una figura negra acercándose a mí mientras daba vueltas.

De pronto, noté como alguien me daba una sucesión de golpes en los dos lados de la cara. Alertado ante aquella amenaza, me levanté de un salto y desenvainé mi Llave Espada, que aún no había desmaterializado desde el encuentro con el contrabandista. Y frente a mí, vi a Hiro con una mano en alto y la palma bien abierta. ¿Me estaba abofeteando? ¿Eso eran los golpes? ¿Qué demonios pretendía con ello?

Miré a mi alrededor, dispuesto de una vez por todas a encontrar respuestas. Pero desgraciadamente, sólo conseguí crear más incógnitas, y una de ellas era mucho más grande que yo.

Una criatura que casi duplicaba mi tamaño se alzaba frente a mí. A pesar de que su torso se parecía al de un corpulento ser humano, como los que participaban en los torneos del Coliseo, su mitad inferior era la de un negro caballo. ¡Un centauro! ¡Se trataba de un centauro!

No pude evitar pensar en todas las leyendas que había oído en mi infancia: ¡realmente existían! ¡Y tenía uno frente a mis propios ojos!

"Cosas como esta hacen que conocer las culturas y la fauna de otros mundos sea una de las cosas que más aprecio de las misiones"

Pero de pronto la felicidad y la emoción se desvanecieron cuando vi cómo Fátima conjuraba un hechizo, intentando darle al Centauro. Y caí en la cuenta de que, para mi desgracia, aquello no tenía pinta de ser un centauro normal y corriente. Su furiosa expresión y sus amarillos ojos no dejaban lugar a dudas: era un Sincorazón.

Mire a Hiro, preocupado. Y, a pesar de que suponía que sus intenciones eran buenas, no pude evitar gritarle:

— ¡No te quedes ahí parado mirándome! ¡Tenemos que ayudar a Fátima!

Examiné el campo de batalla: los únicos enemigos que había a la vista eran aquel enorme Sincorazón y uno más pequeño y con cara de mareado.

No me cabía duda alguna de que el objetivo principal era el centauro, pero el otro podía ser un incordio si no nos encargábamos de él pronto. Así que sin ni siquiera avisar a mis compañeros de mis intenciones, di un salto en su dirección y le propiné una estocada vertical, intentando que fuera suficiente para eliminarlo.

Inmediatamente, buscando protección de un posible contraataque, coloqué mi escudo frente a mí y me coloqué mirando hacia el, si todo había salido bien, único enemigo que quedaba. Había que actuar rápido, así que no habría tiempo para trazar un plan, al menos no antes del primer golpe: si el centauro me había oído y estaba mirándome, me cubriría con el escudo e intentaría saltar hacia un lado si veía que tenía intención de embestirme. Y, si lo esquivaba con tiempo suficiente, apartaría el escudo y buscaría golpearlo con mi Llave Espada.

Si, por el contrario, estaba de espaldas a mí, me acercaría sigilosamente por detrás hasta situarme al lado de sus patas traseras. Una vez allí, le propinaría un fuerte tajo horizontal a la altura de las rodillas, buscando romperle las piernas: si funcionaba, estaría prácticamente fuera de combate. Pero tendría que estar alerta y apartarme inmediatamente, o el contraataque podría ser letal.

por **Soul Artist** » Dom Nov 11, 2012 9:33 pm

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Los tres aprendices reaccionaron rápidamente a la presencia del Sincorazón, sabiendo el peligro que representaba. Fátima fue la primera en moverse, colocándose a espaldas de este y atacando con un Hielo que le golpeó. Sin embargo, para su desagradable sorpresa... El monstruo apenas lo notó. Era realmente resistente. La chica echó a correr igualmente, preocupada de un nuevo posible ataque.

Hiro despertó a Axel y este, tras analizar la situación, atacó al Sincorazón más pequeño, eliminándolo de un solo golpe. El Centauro clavó su mirada en él, por lo que el chico procedió a defenderse con su escudo, pero no fue capaz de detener el bestial ataque que ejecutó la bestia.

El monstruo agarró su gigantesca lanza y comenzó a girarla a velocidad atronadora, primero arrancando la protección de Axel de sus manos y enviándola a metros de distancia, lejos de sus manos: y después, golpeando al mismo aprendiz de la Llave Espada, se se vio repelido por el ataque y salió volando hacia atrás hasta golpearse con la barrera creada por Kefka.

Axel cayó al suelo, malherido, pero el Sincorazón no se dio por contento todavia. Retiró la lanza hacia su espalda y echó a correr hacia el aprendiz, al cual alcanzó y aplastó con su cuerpo contra la barrera, casi dejándole sin respiración. Aquel monstruo no estaba para tonterías, desde luego: nunca se habían enfrentado a un Sincorazón como aquel. Su fuerza era brutal, y su determinación mayor.

El monstruo dejó de aplastar al aprendiz cuando un nuevo Hielo alcanzó su espalda, de nuevo invocado por Fátima. El híbrido ignoró al joven y clavó su mirada en la aprendiza, la cual de nuevo echó a correr para evitar posibles ataques. Se había ganado su atención por completo, preparándose para atacarla... Pero quizás Axel y Hiro ahora tuviesen un plan en su contra.

—¿A qué esperas, Wedge? ¡Acaba con él! —ordenó Kefka, lleno de entusiasmo y observando cómo la chica pasaba por delante de él a través de la barrera—. ¡Jo, jo, jo, esto es genial!

El payaso se vio interrumpido cuando un joven apareció entre las tiendas de campaña, portando una espada. Estaba temblando de puro nerviosismo, pero tenía claro su objetivo. Levantó su arma contra el villano y este le contestó mirándole de reojo. Sólo Fátima pudo reconocerle: era Mulan, que había vuelto tras ayudar al general Li.

—¿Oh, me mandan ya mi primer esclavo? —preguntó Kefka, analizando al soldado de arriba a abajo—. ¡Muy bien, mi primera orden como gobernador de este lugar será histórica, así que espero que un escriba lo apunte!

—Vete de aquí... —murmuró la joven con voz temblorosa. El payaso contestó colocando su mano en el oído para intentar oír mejor.

—¿Perdona? Con tu voz de nena no te escucho bien, muchacho.

Mulan se estaba viendo realmente intimidada con aquel sujeto, pero no huyó. Nadie podría decir si fue por valentía, pura estupidez o parálisis provocada por el miedo.

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por **RedXIII** » Sab Nov 17, 2012 12:20 am

— ¡No te quedes ahí parado mirándome! ¡Tenemos que ayudar a Fátima!

Al parecer había conseguido despertar a su compañero.

—¡Pero vaya morro! — Exclamó Hiro enfadado —¡Que te acabo de despertar! —

El gigantesco ser que se alzaba ante ellos comenzó a girarla su gran lanza, arremetió de forma brutal contra Axel, arrancando, primero, el escudo de sus manos, y posteriormente golpeándolo y salió volando hasta colisionar contra la barrera que había creado el maldito payaso que ya tenía más que mosqueado a Hiro.

Sin dejar responder al pobre y malherido Axel, lo arrollo y lo aplasto contra la barrera ¿En serio tenían que luchar solos contra eso? Sin duda Ronin es muy irresponsable.

De golpe, Fátima invoco un nuevo Hielo y gracias a eso, el enemigo dejó de aplastar a Axel, desgraciadamente se fijo en la persona que lanzo aquel ataque contra el. Fátima se puso a correr ¿Podía aprovechar aquello contra el monstruo?

—¿A qué esperas, Wedge? ¡Acaba con él! ¡Jo, jo, jo, esto es genial!

—¡Deja de reírte, es molesto! — Exclamó ante la idea de volverla a escuchar reír, ya estaba bastante cansado de escucharle.

De golpe calló, parecía que uno de los soldados que habían acompañado al general había vuelto, alzo su espada contra Kefka, parecía desafiarle.

—¿Oh, me mandan ya mi primer esclavo? ¡Muy bien, mi primera orden como gobernador de este lugar será histórica, así que espero que un escriba lo apunte! — ¿Gobernador? Que gran ego tenía, aunque no le extrañaba, después de lo que había visto.

—Vete de aquí... —murmuró aquel soldado, parecía estar dispuesto a luchar contra el payaso, el cual acerco el oído.

—¿Perdona? Con tu voz de nena no te escucho bien, muchacho.

—¡Corre, es demasiado peligroso enfrentarte tu solo contra el! — Exclamó, la experiencia y los golpes propinados por el aun se podían notar por el cuerpo de Hiro, aun con el torso al descubierto.

Pero no podía permitirse estar distraído, tenían que vencer a ese monstruo, posiblemente la oportunidad ocasionada por Fátima era la mejor para Hiro, ya que cuanto más lejos estuviera el enemigo de el, más fácil era esquivar cualquier golpe.

—Tengo que aprovechar esta oportunidad ¡Voy a usar ataques a distancia, intentad de que se mueva lo minimo posible y que no se me acerque! — Exclamó, sabía que aquella idea era difícil, pero actualmente era su única posibilidad.

Hiro recargó el cargador de su revólver y se quedo quieto —No puedes escapar de mi ¡Blanco Fijado! — Empezó a apuntar al Sincorazón, su puntería parecía aumentar considerablemente —Suzaku, fuerza indomable y protector de la luz, elimina a mis enemigos... ¡Disparo Akai! — Del revólver de Hiro apareció un disparo que parecía potente, rodeado por llamas que fue en dirección al Sincorazón a gran velocidad. Sin desaprovechar al oportunidad, disparo otras tres balas en dirección al enemigo.

aunque estuviera inmóvil para usar la habilidad, no dudaría en romperla y apartarse si el enemigo se acercaba peligrosamente a el.

por **Suzume Mizuno** » Sab Nov 17, 2012 1:27 am

Al ver cómo el centauro arremetía contra Axel, Fátima se quedó horrorizada y, casi sin detenerse a pensar, apuntó contra el monstruo y arrojó un ataque de hielo. Para su alivio, surtió efecto y dejó de aplastar al pobre Axel contra la barrera.

Sin embargo, en el momento que el Sincorazón se volvió hacia ella, Fátima sintió un inmenso vacío en el estómago y perdió el aliento, comprendiendo que se acaba de condenar.

Salió escopetada con un grito atascado en la garganta y el corazón aporreándole el pecho. Pasó como un rayo por delante de Kefka, que reía desquiciado, disfrutando con el espectáculo. Tan asustada estaba que ni se molestó por su presencia. El terror le daba fuerzas a sus piernas para correr, pero no iba a ser suficiente si el Sincorazón iba a por ella, por algo tenía cuatro patas y un tamaño inmenso…

Entonces captó por el rabillo del ojo un resplandor rojizo y vio cómo una serie de balas se abalanzaba contra el Sincorazón.

No sabía si Hiro conseguiría eliminar al Sincorazón, pero si ella también atacaba y luego Axel se les unía quizás podrían dejarlo muy debilitado.

Pero Axel también había sufrido una buena tunda y no debía de estar en condiciones para moverse. Fátima sabía que con los siguientes movimientos se quedaría sin mucha magia y que entonces resultaría inútil, porque ella mucha fuerza física no tenía. Pero parecía que Axel sí, le había visto eliminar Sincorazones con mucha rapidez.

—¡Cura! —exclamó, alzando la Llave Espada y dirigiendo el hechizo sanador en dirección al maltrecho Axel.

Después vigiló con atención al centauro, para ver si seguía cargando contra ella a pesar de todo o si se volvía hacia Hiro. En ese caso, volvería a disparar un hielo, aunque no sabía si iba a tener demasiado efecto…

—¡Rápido, Axel! —gritó en dirección al joven, que ya debía haberse recuperado lo suficiente—. ¡Hay que ayudar a Hiro!

Sólo entonces se fijó en Mulan. La chica había desenvainado su espada y se estaba encarando a Kefka. Fátima había pensado que la situación no podía ir a peor, pero al ver aquello comprendió que sí.

“¡No! ¡Tendría que haberse quedado lejos de esto!”

—¡¡Vete!! —chilló, haciendo aspavientos y alegrándose de no estar demasiado lejos de donde se encontraba Kefka, consciente de que así Mulan la escucharía:—. ¡No puedes hacer nada contra él, te matará! ¡Por favor, si mueres aquí tu padre jamás se lo perdonará a sí mismo! ¡Hay otras formas de demostrar valor que lanzarte a un ataque suicida!

por **Axelpower** » Dom Nov 18, 2012 7:37 pm

El sincorazón pequeño desapareció después de que le atravesara con mi Llave Espada. Eliminado él, tan sólo quedaba el problema gordo, aquel gigantesco centauro. Me giré dispuesto a seguir con mi plan y destrozarle las rodillas, pero parecía ser que había un factor con el que no había contado: era bastante más rápido que yo.

Solo pude ver de refilón como empezaba a girar su lanza en el aire antes de que me golpeara con ella, lanzando mi escudo por los aires y dejándome desprotegido. Intenté saltar hacia un lado, buscando alejarme todo lo posible de él, pero no actué lo suficientemente pronto como para evitar el siguiente impacto. Noté un profundo dolor en mi pecho y salí disparado por los aires hasta estrellarme de espaldas contra una superficie uniforme que no logré ver.

Dolorido y casi sin poder respirar, intenté abrir los ojos para no desconectar del combate, pero hasta para eso me fallaban las fuerzas. El golpe había sido realmente duro. Tan sólo podía ver una enorme silueta dirigiéndose velozmente hacia mí.

Y de pronto, noté un impacto muchísimo más fuerte que los anteriores, que me daba de frente y me arrollaba, aplastándome contra el muro en el que me apoyaba. Sentí un dolor como pocas veces antes había sufrido: fuera lo que fuera aquello, presionaba mi pecho con una fuerza tremenda que estaba consiguiendo cortarme la respiración. Si seguía así mucho tiempo más, habría acabado todo...

Por suerte, tan velozmente como había aparecido, se fue, y yo me desplomé en el suelo. Intenté levantarme, pero el esfuerzo era inútil. Todo el cuerpo me dolía, y a mis músculos les costaba responder. Aquel golpe había sido demasiado fuerte.

Pero entonces, sentí como mi energía volvía como por arte de magia, recuperándome por completo, como si nunca hubiera recibido ningún impacto. Abrí los ojos e intenté moverme, aún incrédulo de lo que acababa de ocurrir, y para mi sorpresa mi cuerpo respondía a la perfección. Cuando más desconcertado me encontraba, vi a Fátima con la Llave Espada en alto y mirando en mi dirección. Sin duda, ella me había curado. Quise gritar y expresar todo el agradecimiento que sentía, pero aquello habría atraído la atención del Centauro, y no podía permitirme otro golpe como el anterior. Tenía que ser mucho más cuidadoso.

Me fijé después en Hiro, que se encontraba fijo e inmóvil mirando al enemigo. No obstante, no parecía paralizado por el miedo, sino todo lo contrario: parecía que iba a enfrentarse al Sincorazón. Centré mi atención en los revólveres que sostenía, uno en cada mano. ¿Le habría disparado? Si así era, muy probablemente el centauro intentaría embestirle como había hecho conmigo.

Me dirigí hacia donde mi compañero Aprendiz se encontraba, pero me detuve a unos metros de él. Si me situaba a su lado, ninguno de los dos podría evitar el golpe. No obstante, manteniéndome una distancia prudencial y si era un poco rápido, cuando el Sincorazón se encontrara en mitad de una carrera, podría acercarme a él por un flanco y golpear con un tajo horizontal sus piernas, de forma similar a como había intentado antes, pero añadiendo la dificultad de que el enemigo se encontraría en carrera. No obstante, esto también significaría que el golpe sería muchísimo más dañino. Además, al golpearle plenamente en la rodilla por la parte delantera, tenía una muy alta probabilidad de romperla.

Desgraciadamente, si no lo conseguía, las cosas se pondrían muy feas para Hiro. Pero tal vez si lanzaba mi Llave espada hacia el enemigo, aunque no le hiciera demasiado daño, podría atraer su atención hacia mí y hacer que desviara su ataque. Y, de forma similar a como Hiro había hecho con el caballo de aquel payaso contrabandista, clavaría mi Llave espada en el suelo y esperaría a que él mismo se golpeara contra ella. Sería fácil si era rápido y, justo después de acertar o fallar al lanzar mi arma, la materializaba en mis manos.

La táctica era peligrosa, pero no tenía tiempo de pensar nada más, así que me quedé clavado en el sitio esperando que llegara el momento de actuar.

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por **Soul Artist** » Lun Nov 19, 2012 6:33 pm

Fátima echó a correr sabiendo lo que había provocado.

El Sincorazón no tardó en perseguir a la aprendiza hasta darle caza, que por mucho que corriese su velocidad no era nada comparada a la del imponente monstruo. Una vez alcanzada, agarró su lanza y golpeó con fuerza el costado de la chica, lanzándola por los aires contra la barrera mágica, en la cual rebotó y cayó directa al suelo. El centauro se acercó a ella, dispuesto a rematarla, cuando algo explotó en su espalda.

El enemigo se giró bruscamente para clavar su mirada en Hiro, el causante de aquel traicionero ataque. Desvió su atención por completo de Fátima y se dirigió hacia él, dando unos lentos pasos que anunciaban sus oscuras intenciones con el futuro del muchacho. Este, desesperado, disparó tres veces más contra el pecho de la bestia, pero las balas parecían apenas hacerle cosquillas: siguió andando hacia él, furioso.

Y tras unos insufribles segundos, aumentó la velocidad con el brazo izquierdo extendido hacia él.

Axel intentó detener la carrera del Sincorazón, pero la resistencia de este y su velocidad hicieron imposible frenarle con el simple apoyo de la Llave Espada para hacer una zancadilla. No: si quería tirarle al suelo, necesitaría otra cosa. Algo distinto…

Pero no había tiempo para aquello. Axel, pretendiendo llamar la atención del monstruo, le lanzó su arma para que al menos desviara su atención, pero no le sirvió de mucho. Esta apenas le provocó daños y cayó al suelo en su carrera, por lo que tuvo que volver a invocarla en la mano. Si quería lanzar su Llave Espada de una forma más efectiva y dañina, necesitaría aprender alguna clase de habilidad, por decirlo de algún modo…

El centauro terminó por alcanzar a Hiro, pero no se detuvo en su carrera. Agarró al aprendiz por el cuello y lo arrolló con fuerza, empujándolo contra la barrera mágica y aplastándolo cruelmente contra ella mientras seguía presionando para dejarle sin respiración. En su camino se llevó por delante una tienda de campaña dentro de los límites de la barrera, la cual quedó destrozada detrás de él, con sábanas y telas desperdigadas por el suelo. No había nada más que les sirviera de ayuda en ella, por desgracia.

Fátima, viendo la situación en la que se encontraba su compañero, lanzó una Cura a Axel y un Hielo hacia el Sincorazón, esperando que, igual que antes, dejara de prestar atención a su víctima. Pero desgraciadamente, aquel truco ya se lo conocía. Sencillamente ignoró el ataque mágico y alzó a Hiro contra el muro, preparado para acabar con su vida de una vez por todas. El chico, desde su posición, siempre podía coger sus pertenencias… ¿Aunque le servirían unas balas de nada contra la determinación del Sincorazón?

Desde aquella posición podía ver su rostro, casi riéndose. Sí, incluso podía ver algo parecido a una boca, justo debajo de él…

Mientras tanto, Fátima e Hiro intentaron que el soldado abandonara su posición, pero este se negó. Con más determinación que antes, siguió amenazando a Kefka con la espada en alto.

—Todo lo que hago lo hago mal… No puedo fallar a padre…

—Oh, dramas familiares, ¡mis favoritos! —se burló Kefka, riendo en alto para remarcar la impotencia de Mulan—. ¡Yo puedo ser tu padre! ¡Te castigaré cada noche por ser un niño malo, muy malo!

El soldado se lanzó contra el payaso con un potentoso grito, seguramente para olvidar su miedo hacia él. El resultado no fue el mejor: Kefka saltó por encima de su cabeza y con un rápido movimiento agarró por el cuello al joven, dejándole indefenso ante él e invocando mágicamente una daga que colocó en su piel.

—¡Hora del castigo!

—¡Mushu, ahora!

Nadie, obviando a Fátima, pudo comprender aquella frase. Incluso Kefka se mostró confuso, lo cual aprovechó el soldado para, con un ágil movimiento, librarse de su opresor agachándose bruscamente y robándole la daga de las manos, la cual lanzó hacia el interior del campo de batalla, atravesando la barrera mágica y clavándose en el suelo a unos metros de Fátima.

Aquella situación no hizo a Kefka. Como un bebé malhumorado, comenzó a patear el suelo y levantar los puños, acumulados con ira.

—¡Maldito crío! ¡Voy a hacerte puré, voy a arrancarte las costillas una a una, voy a…!

Calló. Los aprendices pudieron notar un extraño olor a barbacoa que les trajeron recuerdos de aproximadamente una hora antes en el río, cuando el bosque había sido incendiado. Olía exactamente igual.

Y pronto descubrieron el motivo de esto. En la espalda del payaso un humo negro bastante llamativo comenzó a alzarse hacia el cielo, lo que obligó a Kefka a mirarse la espalda. E histérico, no pudo hacer otra cosa que ponerse a gritar:

—¡Ardo! ¡¡Ardo!!

El payaso comenzó a correr en círculos, sin tener claro qué hacer. Probablemente sus movimientos se debieran a una búsqueda desesperada de agua con la que acabar con las llamas, pero desconocía el dato de que, debido a que él mismo había envenenado el río, todo el agua del campamento había sido desechada.

—¡¡Aqua!! ¡¡Que alguien me eche un Aqua encima, no aprendí el hechizo!!

Pero nadie le ayudó. El payaso se vio obligado a abandonar el campamento corriendo, envuelto en llamas y desesperado por no morir de aquella forma tan humillante.

Pero el centauro seguía allí.

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por **Suzume Mizuno** » Sab Nov 24, 2012 3:01 am

Fátima, dolorida y con la impresión de que se le habían machacado todos los huesos del cuerpo, observó con los ojos como platos cómo Kefka brincaba y chillaba, quemándose de nuevo, para al finar alejarse sin haberle puesto un dedo encima a Mulan.

“Lo ha hecho…” pensó, asombrada.

Al principio, cuando intentó atacarlo, Fátima pensó que se le saldría el corazón por la boca, incapaz de moverse, porque tenía la atención puesta en el pobre Hiro pero a la vez en Mulan, sin saber a quién ayudar.

Ahora que un problema había desaparecido por sí solo, sus ojos se clavaron en la daga que Mulan le había lanzado. Casi sin pensarlo la recogió, convencida de que de algo, lo que fuera, debía servirle.

—¡Bien hecho! —le gritó a la chica, con una sonrisa.

Luego se precipitó hacia Axel. Todo su alivio desapareció de un plumazo al comprender que, sin apenas magia, y con el centauro cargando como una maldita bestia contra Hiro, no iba a poder hacer nada. Y por lo que había visto, Axel no parecía tener ninguna habilidad concreta, ni tampoco mucho de magia.

Miró a su alrededor, desesperada. ¡Algo tenía que haber para que…!

Entonces se fijó en la tienda destrozada. Volvió los ojos hacia el Sincorazón y de nuevo hacia la tienda. ¿Y si…?

“¿Pero cómo hago que deje de aplastar a Hiro…?”

Miró entonces al puñal. Y después la Llave-Espada de Axel.

No era un plan perfecto, ni tampoco había posibilidades de que fueran a poder conseguir nada. ¡Pero lo importante era salvar a Hiro!

—¡Axel! —le llamó la atención al llegar a su lado. Se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor y se tomó un único instante para recuperar el aliento—. ¡Tenemos que coger la tienda y tensarla cerca de las patas del centauro! —imaginó que el chico no la entendería y, acelerada, se esforzó por explicarse:— ¡Ya sé que es mucho más fuerte que nosotros, pero a lo mejor conseguimos enredarle las patas! ¡Da igual mientras podamos ayudar a Hiro! Y si conseguimos que se de la vuelta… —le miró con seriedad—. Yo casi no tengo magia, y quiero conservarla para curaros. Así que tendremos que arremeter cuerpo a cuerpo.

“Y rezar para matarlo de una maldita vez”

Con un gesto brusco le indicó que corrieran a por la tienda y sin esperar a ver si obedecía salió disparada en esa dirección.

Cogió un extremo de la tienda y le tendió el otro a Axel.

—¡Lánzale la Llave-Espada a la cabeza para llamarle la atención! —exclamó entonces, acercándose al centauro por la espalda, aterrorizada por si llegaban tarde—. ¡Tiene que venir hacia nosotros!

Tragó saliva. Si no salía bien el plan, el Sincorazón podía dejarla fuera de combate o algo peor. Pero se obligó a no pensar en ello. Hiro dependía de que desviaran de una maldita vez la atención del centauro.

Apretando fuertemente en una mano la daga, y con la otra sujetando la tela y la Llave Espada, tomó impulso y arrojó con toda la precisión que fue capaz la pequeña arma contra la cabeza del Sincorazón.

Miró a Axel: era el turno de la Llave Espada. Con su potencia tenía, por la fuerza, que incordiar al centauro si conseguía acertarle.

Sujetó con fuerza la tienda y, en vilo, con la garganta seca y la boca pastosa, notando cómo un sudor frío le resbalaba por la espalda, se preparó mentalmente. Si conseguían que se diera la vuelta haría lo que pudiera por enredar la tienda entre las patas del centauro. Entonces, si veía la ocasión, atacaría al Sincorazón con la Llave Espada.

Sólo esperaba conseguirlo antes de que volviera a acertarla, porque se encontraba bastante maltrecha y no creía que pudiera seguir el ritmo del combate mucho tiempo.

por **RedXIII** » Sab Nov 24, 2012 1:46 pm

El tiro había impactado de lleno en el Sincorazón, algo que le dio esperanzas a Hiro, pero desgraciadamente este se fijo en el y rápidamente le embistió y le cogió del cuello, estampando su cuerpo contra el muro invisible y cortando la respiración, Hiro empezo a tener miedo y sufrir por su vida, el golpe le había hecho bastante daño, pero el hecho de poder morir en aquel instante era una sensación muy desagradable.

—Mier... da — Apenas podía respirar, el aire que podía absorber sonaba de una forma desagradable al pasar por su cuello, aplastado por aquella gran mano que podía partirlo en cualquier momento como si fuera un palillo ¿Que podía hacer? Había gastado todo su mana en aquella última jugada, y estaba bastante mal de vida ¿ Debía esperar un milagro? No, no era momento de esperar milagros, si no de crearlos.

—Aun... estoy vivo — Rápidamente sacó una poción y como pudo se la tomó, recuperándose de las heridas y los golpes ocasionados en batalla, acto seguido, como pudo, con su revolver, mientras su mano temblaba sin que el pudiera evitarlo, apunto al Sincorazón a los ojos, o lo que parecían serlo, lo más que pudo, y disparo dos tiros a cada uno, esperando que así lo soltara.

por **Axelpower** » Dom Nov 25, 2012 1:12 pm

Golpeé el suelo con mi puño, desesperado. El golpe apenas le había hecho ningún efecto y el Centauro había seguido su carrera, impasible, arrollando a Hiro y empotrándolo contra la barrera como instantes antes había hecho conmigo. Miré la cara de mi compañero, que plasmaba el dolor y el sufrimiento, la sensación de que la muerte podía estar cerca. Había que actuar deprisa.

Fátima apareció entonces a mi lado, con una idea que podía funcionar.

—¡Axel! ¡Tenemos que coger la tienda y tensarla cerca de las patas del centauro! ¡Ya sé que es mucho más fuerte que nosotros, pero a lo mejor conseguimos enredarle las patas! ¡Da igual mientras podamos ayudar a Hiro! Y si conseguimos que se de la vuelta… Yo casi no tengo magia, y quiero conservarla para curaros. Así que tendremos que arremeter cuerpo a cuerpo.

Miré la tienda destrozada que había en mitad del campo de batalla. ¿Desde cuándo estaba allí?

De todas formas, ese no era momento para preguntas. Había que actuar, y había que hacerlo rápido. Corrí detrás de Fátima hasta llegar a la tienda, y cogimos un extremo cada uno.

—¡Lánzale la Llave-Espada a la cabeza para llamarle la atención! ¡Tiene que venir hacia nosotros! —exclamó

Entonces, sentí dentro de mí como una pequeña parte del plan se desmoronaba. ¿Lanzarle la Llave Espada? Lo había intentado segundos antes y no había tenido efecto alguno. De hecho, apenas parecía haber notado el impacto. No iba a servir de nada lanzársela. Eso me dejaba con sólo una opción: mi escudo, que seguía tirado en el suelo desde que el centauro me arrolló.

Había que actuar deprisa. Corrí hacia él tan rápido como pude, mientras le comentaba a Fátima mi idea:

—¡No va a servir de nada impactarle con la Llave Espada, ya lo he intentado! ¡Pero si le lanzo algo más grande y pesado tal vez consiga llamar su atención!

Cogí el escudo y volví al lado de Fátima. Teniendo en cuenta la velocidad de aquella bestia, si me arriesgaba a lanzárselo desde donde lo había cogido corría el riesgo de que no me diera tiempo a volver.

Pensé entonces en las consecuencias que podría tener el plan si salía mal: si el centauro nos arrollaba, era posible que uno de los dos saliera muy mal parado de la situación. Y si a Fátima no le quedaba magia, el daño sería irreversible.

Hurgué en mi bolsillo, buscando algo que podía sernos muy útil en esta situación, pero que yo no iba a necesitar: el éter que, tiempo atrás, compré en la Tienda Moguri. Se lo tendí a Fátima, sabiendo que ella iba a sacarle muchísimo más provecho que yo.

—Es un éter. Según me han dicho, es capaz de recuperar tu magia al instante. Quédatelo y úsalo si lo necesitas.

Después de eso, esta vez sí, cogí mi escudo y apunté a la cabeza del Sincorazón.

—A la de una... a la de dos... y a la de ¡tres! —murmuré, antes de lanzarlo con todas mis fuerzas, deseando tener suerte y poder atinar.

por **Soul Artist** » Mié Nov 28, 2012 12:29 am

Los disparos de Hiro acertaron en el Centauro gracias a su cercanía al rostro del enemigo, aunque los ataques a sus ojos no le cegaron, como probablemente esperaba el chico: su cuerpo estaba hecho de oscuridad, lo cual incluía su rostro. Por mucho que por allí viese, no era un cuerpo físico, por lo que aquel no era un buen método para cegarle. Aunque el daño estaba más que servido.

Pero no lo necesitó, pues pronto llegaron sus compañeros. El primero en intervenir fue Axel, con una acción un tanto fallida: lanzar su gigantesco escudo, que tal y como había pensado, era realmente pesado. Tanto que, pese a su fuerza, no pudo recorrer la distancia de varios metros hacia el Sincorazón. Ya era un milagro de por sí que hubiese llegado a un par de metros desde donde lo lanzó.

Fátima, sin embargo, pensó las cosas de otro modo: cogió la daga que Mulan había arrebatado a Kefka un par de minutos antes, apuntó al Sincorazón y lanzó con fuerza. La punta del arma, para su suerte, se clavó justo en la nuca del centauro, lo que le hizo girarse de inmediato y liberar a Hiro. Enfurecido, cargó contra ella, pero tenía su propio plan: se alejó de Axel, manteniendo ambos la tienda de campaña como una cuerda, y el monstruo pasó entre ellos. Tiró con fuerza la tela e, inevitablemente, tropezó, lanzándose contra el suelo aturdido. Su lanza cayó a varios metros de él, deslizándose hacia la barrera.

Aquel momento fue aprovechado por el soldado que había derrotado a Kefka, atravesando la barrera y colocándose junto a Hiro para ayudarle a levantarse. Después apuntó con su espada hacia el Sincorazón, decidido, y dirigió una mirada hacia Fátima.

—¡Lucharé!

Estaba decidido. Era la hora de terminar con aquello.

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por **Suzume Mizuno** » Sab Dic 01, 2012 1:54 am

Fátima se quedó mirando el éter con los ojos como platos. Luego lo cogió y le agradeció a Axel el inesperado regalo con una sonrisa deslumbrante: ¡no podía haberle dado nada mejor! Se lo aplicó a sí misma de inmediato y la magia volvió a fluir por su cuerpo. Un estremecimiento de alivio le recorrió la espalda cuando ejerció un cura sobre sí misma, recuperando así casi toda la energía que necesitaba para enfrentarse al Sincorazón.

Se pusieron en posición y se prepararon para llamar la atención del inmenso centauro. Entonces el chico lanzó un escudo… que no llegó ni a rozarlo. Fátima sacudió la cabeza, preguntándose por qué no había usado la Llave Espada, pero no perdió el tiempo; tomó todo el impulso que pudo y arrojó su daga.

Para su sorpresa, se clavó en la nuca del centauro que, furioso, dejó en paz a Hiro y se dirigió contra ella. Fátima consiguió apartarse y al interponer la tienda pasó algo todavía mejor a lo que había esperado: no sólo se enredó con la tela, sino que se fue de bruces al suelo.

Fátima sintió ganas de gritar, eufórica porque por una vez las cosas estuviesen saliendo bien. Pero en vez de ello apuntó a Hiro con su Llave Espada e hizo un Cura.

—La deuda está saldada —dijo, con satisfacción. Se alegraba de poder haberle devuelto el favor.

En ese momento, Mulan, que había aprovechado que la capa del Sincorazón atravesaba la barrera para colarse ella misma, llegó hasta Hiro, al que ayudó a incorporarse, y luego apuntó al centauro con su espada mientras observaba a Fátima con aplomo:

—¡Lucharé!

Fátima asintió y sonrió:

—¡Vamos a acabar con esto de una vez! ¡Mushu, echa una mano también!

Después dirigió su Llave Espada en dirección al Sincorazón y lanzó todos los Hielos que pudo, poco dispuesta a arriesgarse a que el centauro volviera a levantarse.

por **Axelpower** » Sab Dic 01, 2012 2:11 pm

Un enorme estruendo que resonó en todo el campamento fue la prueba de que nuestro plan había dado resultado, mejor de lo que esperábamos incluso: el centauro había caído de bruces al suelo, quedando aturdido. A pesar de que no había conseguido atinarle con mi escudo, sí lo había hecho Fátima con su daga, atrayendo su atención hacia nosotros y provocándole lo suficiente como para que decidiera embestirnos.

En ese momento, sentí como fluía por mi interior la ira y la sed de venganza. No pensaba permitir que, después de atacarnos como lo había hecho, dejando nuestras vidas pendientes de un hilo que pretendía cortar, saliera impune de aquella situación. Tenía que hacerle pagar por todo el dolor que nos había causado, por el sufrimiento que nos había provocado. Ahora era él el que estaba a nuestra merced, e iba a hacer que se arrepintiera de todo.

Lo primero que había que hacer era asegurarnos de que no habría posibilidad de contraataque por su parte: me acerqué a sus piernas delanteras, donde había quedado enganchada la tienda de campaña, y probé a tirar un poco de ella. En caso de que pudiera cogerla sin hacer demasiados esfuerzos, la usaría para atar sus patas delanteras, de forma que no pudiera moverse si recuperaba el conocimiento.

Después de eso me acerqué a donde había caído su lanza. Si no era muy pesada podría cogerla y usarla contra él mismo, puesto que seguro que era muchísimo más fuerte que mi Llave Espada. Aunque si no podía con ella, tampoco habría problema en usar mi arma habitual.

Terminados ya todos los preparativos, llegó la hora de liberar la rabia de mi interior. Me acerqué a sus patas traseras dispuesto a hacer lo que había intentado en vano hasta el momento. Cogí mi arma con las dos manos y la levanté por encima de mi cabeza, con el extremo afilado mirando hacia abajo. Y entonces, con todas mis fuerzas, la hundí con toda tanto como pude en su rodilla, buscando destrozar todos los huesos, articulaciones, músculos o similares que pudiera encontrarme en mi camino. Una vez ya clavada, seguí presionando, seguí haciendo fuerza, buscando llegar hasta lo más hondo y destrozar todo cuanto allí hubiera. Podía sentir la resistencia que su cuerpo ejercía, pero eso no iba a detenerme. Iba a hacerlo sufrir como él nos había hecho sufrir a nosotros.

Pero no era suficiente haber acabado con su movilidad. También iba a acabar con su vida.

Me acerqué a su cabeza, buscando su nuca. El lugar en el que la daga había impactado segundos antes. Una arma que, a pesar de ser pequeña, había conseguido atraer su atención. Sin duda, tenía una gran sensibilidad en la nuca. Y por ello mismo disfrutaría aún más destrozándola.

Levanté mi arma una vez más y la hundí hasta lo más profundo de su cuello, atravesando todo cuanto hallara a mi paso. Pero esta vez no había suficiente. Levanté el arma de nuevo y repetí el proceso. Y una vez más, y otra vez, y otra vez. No iba a detenerme hasta que no oyera sus gritos de clemencia y dolor, hasta que pudiera sentir su sufrimiento. Iba a hacerle pagar por todo aquello hasta que soltara su último suspiro.

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