Enok 7
Publicado: Mar Jun 24, 2014 12:47 am
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El pequeño primate observó a Enok mientras emitía su interpretación de los gestos. Lentamente y al igual que había hecho anteriormente, el animal acercó su índice y rozó la nariz del muchacho para apartarla al instante y centrar su atención en la otra humana, Yami.
Pronto Enok calló en la cuenta de que el animal no podría entenderles por mucho que se esforzasen, quedando sus actos como una mera reflexión en voz alta que habría resultado casi ridículo para cualquier persona que le estuviese escuchando. Excepto para ella. Yami continuaba atenta y divertida, frente al gorila, el cual progresivamente se mostraba más cercano y confiado.
—Hmm, no, mi pequeñito, no, no, no cazador —informó la Maestra. Enok la miró durante unos segundos y aún de rodillas agachó la mirada un tanto avergonzado—. ¿Verdad que no, bonita?— añadió en una muestra de cariño hacia el animal. La gorila se deshizo en una serie de juguetones gestos con la imponente joven.
El aprendiz terminó por caer hacia el suelo, quedando sentado y con sus piernas cruzadas. Las observaba, con el rostro empapado en una línea tenue de indiferencia. Aún continuaba enfrascado en aquella reflexión sobre los movimientos del primate.
Un pequeño gemido se escapó de la boca de la Maestra Yami. Enok levantó la mirada alertado. Sus ojos se encontraron de pronto con la amplia sonrisa de la Maestra. Su tez resplandecía bajo los rayos de aquel sol, rayos modulados por el verde espesor de la jungla. Había sido la gorila la encargada de provocar aquella tierna reacción en la portadora al haber sustraído la fotografía envejecida que había estado sosteniendo durante todo aquel tiempo.
Sin previo aviso, el animal se revolvió en si mismo agitando el marco de la fotografía. Parecía haber encontrado lo que buscaba. Y estaba dispuesto a ir hacia él. O al menos es lo que parecía tras haber salido corriendo de la cabaña.
—¡Sí, sí, espéranos! —exclamó Yami con una renovada sed de aventura mientras echaba a correr tras el gorila.
La más que palpable excitación en el ambiente fue transmitida directamente hacia Enok, quien en un rápido movimiento se incorporó. Miró hacia todos los lados. Nada había de mayor interés en aquel lugar. Quedarse sería correr el riesgo. Si un gorila de aquel tamaño podía haber accedido a la cabaña no sería de extrañar que animales mucho más grandes pudiesen entrar y Enok no estaba dispuesto a enfrentarse con un ser vivo fuese quien o lo que fuese.
Aún en caliente, Enok abandonó el recinto siguiendo a su Maestra y a la gorila. De nuevo podía ver aquella selva inyectada en los profundos y puros pigmentos verdes y marrones. Quizás fuese un pedazo de su nostalgia la que se desprendiera en el instante en la que la sed de aventuras le invadió. Aunque solo fuese durante el más ínfimo segundo de su vida. Y solo en aquel instante se percató de que tan solo era un cúmulo de emociones desbordadas.