Próxima fecha límite: 3 de Febrero
^¿Creen poder hacerlo? Así, con suerte, podremos terminar la Trama antes de que se alargue más. A partir de aquí, me parece, no queda mucho.
Si no, puedo devolver los plazos a su duración normal.
¿Era buena idea? Conforme Light y Kairi avanzaban por la galería, resultaba evidente que moverse a sus anchas por allí no sería nada sencillo. No sabrían precisar si era una coincidencia, o si los enanos tenían experiencia al caminar en terrenos inestables, pero a los Aprendices no les era tan fácil correr en línea recta en aquellas condiciones.
El temblor no se había detenido. Sí había disminuido su fuerza, lo cual era un alivio hasta cierto punto, pero aún seguía sacudiendo la caverna. De vez en cuando, cataratas de polvo caían desde el techo, algunas veces acompañadas por una roca o por alguna gema brillante. No era nada peligroso en comparación con la sacudida que los había obligado a apoyarse en la pared, afortunadamente.
Para su sorpresa, la mina era más pequeña de lo que habían pensado. Los "pilares" de piedra no eran más que una columna que sostenía a la galería entera. No era ningún laberinto, para su alivio, simplemente un pasillo en forma de círculo. El resto de formaciones no parecían llevar a ningún lado, sino que creaban pequeños túneles o curvas que seguramente los mineros usaban para excavar. Aquello les había hecho pensar que era una sala extensa: los engañosos recovecos que convertían aquella galería en una estancia bastante irregular.
Entonces, explorar sería sencillo.
Los dos Aprendices continuaron su camino. Siguieron presurosos el túnel por el que los enanos habían llegado: el de la derecha. Veloces y determinados a cumplir su misión, llegarían pronto a su destino. Si las condiciones se los permitían, claro: no sólo el temblor era suficientemente fuerte para desequilibrarlos, sino que una vez un montón de tierra (y algunas rocas también) le cayó a Light en la cabeza, llenándole los ojos y la boca de polvo; mientras que a Kairi se le fue el pie en el interior de un hoyo que, aunque no era tan profundo como para lastimarla, sí debió de meterle un buen susto.
No obstante, al final lograron llegar a una zona que parecía servir de almacén. Varias cajas, algunas destruidas por los desprendimientos, y algunas extrañamente sanas y salvas, se hallaban adornando el suelo sin ningún orden en particular. Aquel sitio parecía ser donde los enanos habían estado, pues al final podían ver un carrito minero bastante familiar: el mismo que se había salido de las vías. La salida no estaba tan lejos, entonces.
Un hoyo era lo único fuera de lo común. Uno que no parecía haber sido excavado por expertos mineros, sino por alguien menos conocedor, alguien que no tenía problemas en dejar un completo desastre detrás de sí. El túnel era tan pequeño, irregular y lleno de escombro que parecía que, en realidad, alguien había arrancado toda la roca en lugar de cavar un hoyo.
¿Recuerdan esta zona? Más o menos donde está el cofre es donde imagino se encuentra el túnel.
Pero los Aprendices cabrían por allí. Y sabían que por allí debían ir. En cuanto se acercaron, notaron un curioso sonido llegando de las profundidades: un rugido. Familiar a uno que habían escuchado antes, pero algo diferente. Éste era apenas audible y constante tanto en tono como en volumen. Y lo acompañaba el sonido de la tierra estremeciéndose.
Ya podían imaginarse qué había allá abajo. Y si no, les bastó seguir el túnel para darse cuenta.
Se adentraron de inmediato, pues ya se habían decidido a cumplir su misión a toda costa. Con los pies por delante, como si bajaran por una resbaladilla, puesto que el agujero no dejaba espacio para nada más. Si no se les había ocurrido prepararse de alguna manera o preguntar a los enanitos qué había ocurrido, ya no era importante. No había vuelta atrás. El túnel sólo descendía, y era demasiado empinado como para subir a gatas.
La oscuridad y la claustrofobia los acompañaría por no pocos minutos. El aire empezaba a faltarles, debido a la presión que había allá abajo y a que, obviamente, no había salidas al exterior. Lentamente, la temperatura comenzó a subir. Si alguna vez habían llevado ciencia en sus viejas escuelas, antes de saber la existencia de otros mundos, sabrían que la temperatura aumentaba un centígrado cada treinta metros.
El rugido se hacía cada vez más fuerte. Comenzaba a oler a gas, también.
¿Había sido, realmente una buena idea? ¿Y si el túnel no tenía salida?
¿Y si morían allí abajo y nadie los encontraba...?
Finalmente, cuando tal vez comenzaran a pensar en las peores posibles situaciones, el pasaje se abrió a una nueva galería. Light y Kairi terminaron en el suelo de... ¿Otro túnel?
Éste era bastante extenso. Parecía más una nueva estancia que un pasaje más. Era tan alto como las cavernas que habían visitado anteriormente, y era tan largo que la vista no les alcanzaba para ver el final, antes de que se perdiera en la oscuridad... por un lado, por lo menos.
Por el otro, había algo que iluminaba. Y no eran lámparas de aceite o velas: eran farolas. Luz eléctrica. Y no sólo eso: no estaban estáticas. Se movían.
Se movían conforme la máquina avanzaba, lentamente cortando la roca frente a sí con sus poderosos taladros, provocando un terrible rugido que los Aprendices seguramente reconocerían. Medía por lo menos tres metros de altura, y desde su posición les era imposible saber cuánto de largo, pero con aquellos taladros superaría, seguramente, los cuatro. Bajo el polvo que había ido acumulándose bajo el chasis, podía distinguirse una pintura de azul métalico, con algunos detalles en carmesí que no alcanzaron a comprender. Sus garras estaban encendidas al rojo vivo por la fricción. Varios tubos de escape llenaban el túnel de un apestoso humo negro que, por alguna razón, no escapaba por el hoyo por el que habían llegado, sino por el pasaje que se perdía en la oscuridad.
No puedo creer que no haya Arts de esto ;_;
Como si estuviese viva y hubiese notado su presencia, aquella pieza de maquinaria detuvo su trabajo. Los taladros dejaron de girar lentamente, y conforme comenzaron a enfriarse, el color rojo del metal desapareció. Amenazante, la máquina comenzó a dar una media vuelta, girando sobre su propio eje.
Aquél era el "Sincorazón" que habían estado buscando. Y su misión era vencerlo.