Edge y Exuy [Pichu e Ilana]Las hostilidades, como dijo Edge, no cesaron, sino que los juguetes continuaron con su acometida infructuosa, ignorando las palabras del muchacho. Alguno que sí hizo caso, en vez de alzar la bandera blanca o parar, interpretó lo que había dicho a su manera, como llevaban haciendo los diminutos desde que habían despertado:
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¿La ama les dejó entrar? ¡Pues claro! ¡Ella confía en nosotros! ¡En que os daremos el castigo que merecéis!Tenían a su ama Shinju en un pedestal. Probablemente no cupiera en sus corazoncitos duda alguna hacia ella, de ninguna de las maneras, incluso tomando en cuenta el estado en el que se encontraban. Eran juguetes rotos, desechados, malgastados…. en definitiva, muy poco cuidados. A quienes apenas se les había dado cariño.
Ante la insistencia de los juguetes, a Edge no le quedó otra que alejarlos nuevamente. Volvieron a caer, atraídos por la fuerza magnética que los alejaba de los chicos, y se debatían por regresar a la batalla. Aparecieron nuevos heridos, pero también revivieron camaradas que deseaban continuar la guerra. Parecía que era imparable.
Exuy probó con otro intento, que trataba de infiltrar a Pichu e Ilana como aliados de los juguetes. No dio resultado positivo ni negativo, porque entre ellos no se decidieron en si aceptarlas o no.
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A mí no me suenan…―
¡Tonto! Son los peluches de edición limitada. Esos que se pavonean siempre.―
¡Te digo que no los recuerdo!―
¿Cómo se llamaban…?―
Parecen estar hechos de… ¿¡carne!?―
¿…Porom y Palom?―
Son demasiado diferentes a nosotros.―
Sí, sí, ¡esos!En cualquier caso, que las hubieran llevado hasta allí no cambiaba su pecado de ser humanos arrogantes y maltratadores. Los juguetes iban a continuar, haciendo caso omiso de Pichu e Ilana, como había pasado hasta el momento.
Y entonces, de repente, la muñeca de trapo que había estado cuidando a su abuela se levantó, dejando las atenciones de la anciana.
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¿¡Qué!? ¿¡Ya está aquí!? ¡Debo huir!Todos, al mismo son, dejaron de prestar atención a Edge y Exuy, y se dirigieron hacia la puerta cerrada, con la muñeca de trapo en cabeza, y más de uno arrastrándose. No se movían con rapidez, sino más bien como zombies, avanzando sin pausa hacia un lugar sin salida, donde todos comenzaron a apelotonarse, y cada uno decía una cosa.
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¡Váyase, señora!―
No… no nos deje aquí…―
Está en peligro…―
¡Cúreme antes…!―
Llévanos, ama…―
No nos abandone de nuevo…―
¡Sálvese!―
… ¡prometemos ser mejores!―
Ama… Ama… Ama…Y, de uno en uno, parecieron fallar sus fuerzas. Tal y como se habían levantado milagrosamente, cayeron inertes al suelo, convirtiéndose de nuevo en meros juguetes sin vida propia. El último soldadito de plomo intentó alcanzar la cerradura a partir de la montaña de juguetes, susurrando palabras de alabanza hacia Shinju, antes de precipitarse desde la cima.
En caso de llegar Alec, para entonces, sólo quedarían montañas de juguetes inanimados.
Los juguetes bloqueaban ahora la puerta, pero con paciencia, podrían retirarlos poco a poco para despejarla de nuevo. Y, entonces, comprobaría que se hallaba abierta. Dispuesta para avanzar, por las últimas escaleras, hasta la última habitación.
Una vez subidas, la puerta se abriría con facilidad, revelando una habitación diferente a todas las que habían pasado: un despacho. Tenía forma redonda y estaba decorado con estanterías llenas de libros, y en el centro, una mesa de madera tras la cual se sentaba un anciano de larga barba, vestido de azul y con un gracioso sombrero en pico del mismo color.
El anciano estaba dormido, sobre su mesa, mientras en la habitación sonaba una bella melodía.
Si se fijaban bien, verían que tras él había un atril, sobre el que descansaba una partitura. A juzgar por el sonido, de él salía la música. También podían echarle un vistazo a la habitación contigua de la derecha, pero no tenía nada raro, sólo varios espejos tapados con mantas.
Y, por supuesto, ni rastro de Shinju. ¿Qué habría sido de ella?
AlecLa lluvia tuvo el efecto deseado, puesto que el fuego del dragón no era lo suficiente potente como para combatir semejante chaparrón. Sorprendido, no pudo hacer otra cosa que esperar el final, el cual le llegó rápido gracias a la acertada maniobra de Alec. El cuello del sincorazón se separó del resto del cuerpo, pero antes de convertirse en una visión demasiado grotesca, éste se desvaneció en la oscuridad sin más.
Finalmente, la flor estaba a salvo. Y, encima, regada.
Una vez la lluvia artificial hubo acabado, la flor volvió a abrirse en todo su esplendor. Sin embargo, al otro lado de ella, había aparecido alguien. Una joven de edad similar, que contemplaba la planta, mientras ignoraba al aprendiz, y sonreía como si la viera crecer.
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Es precioso. No me hubiese importado nacer aquí. Incluso si eso me privara de la misma música alrededor de la cual hubiese crecido.Levantó la cabeza, aún sin mirar a Alec, y éste pudo verla por completo:
Entonces, el aprendiz se desvaneció de aquel mundo musical, para volver a la habitación en la cual estaba antes. Al mundo real. Ahora, ¿qué haría?
Fecha límite: 28 de noviembre.