[Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Trama de Maya, Gonax, Lune y Jeanne + Ragun

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor GonaxHS » Vie Jun 06, 2014 6:31 pm

El camino por el que me adentraba mas y mas en el bosque estaba poblado por algunos sincorazón desorientados, que daban la vuelta desorientados lejos del bosque. Tanto, que no hicieron ademán ni siquiera de acercarse a mi, que estaba bastante asustado porque aún no me había enfrentado a ninguno de ellos con mi llave espada, después de lo ocurrido en Ciudad de Paso. Además, por mas que caminaba no veía a Shinju por ningún lado.
<<¿Dónde se habrá metido?>> Por desgracia, era imposible saber en que estaba ocupada entonces. Quizás la encontraría avanzando un poco mas.

Pero no fue así. Aunque al avanzar no encontró a Shinju, si llegó a lo que parecía la pared trasera de una casa, donde había unos jardines. Y desde allí se podía oír el sonido amortiguado de un llanto. ¡Había una mujer! Estaba arrodilla en el suelo, con la cabeza apoyada sobre un banco, llorando. Y la escena era tan cautivadora que me quedé a observarla llorar unos minutos. Casi, podía sentir yo mismo la tristeza que a ella le hacía llorar. Su vestido estaba destrozado, y por el camino que iba hacia la casa había jirones de tela rosa. Quería hablar con ella y preguntarle que le sucedía, por que lloraba, pero tenía una misión. Y no solo eso, sino que también, le habían instado desde que entró a Bastión Hueco a no entrometerse en ningún asunto de otros mundos.

Y sin embargo, quizás solo para convencerme a mi mismo de que tenía que no había ningún problema para hablar con ella, llegué a la conclusión de que podría estar relacionada con el miedo de los sincorazón a adentrase hasta allí.
—¿Qué sucede? ¿Por que lloras? —pregunté agachándome hasta su altura, apoyando una rodilla. Intenté sonar cálido y protector —¿Hay algo que pueda hacer?
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu! - Ronda #3

Notapor Zodiark » Dom Jun 08, 2014 1:21 am

Me tapé la cara, muerta de vergüenza, cuando aquel hombre anunció, a gritos, que estaba a punto de entrar en el salón del baile. Todas las miradas se posaron en mí y en mi horrendo estilismo, haciendo que me ruborizara tanto que me diera vergüenza incluso mostrar mi rostro. No obstante, aquello de "Lady Maya" sonaba realmente bien. Me hacía sentir importante, como si fuese parte de la nobleza.

Comencé a adentrarme en la sala mientras me retiraba las manos de la cara lentamente. Cabizbaja, miraba a los lados, sólo para comprobar si ya habían dejado de mirarme y cuchichear, pero no era así. Hasta que, poco después de mí, el hombre de la puerta anunció el nombre de otra "lady", y aunque no le presté mucha atención, pude ver que todas las miradas que segundos antes se habían clavado en mí estaban ahora observando a la nueva invitada del baile.

Entré por fin en el corazón de la fiesta, y lo primero que hice fue recorrer de arriba a abajo la gran sala con la mirada. Era muy lujosa, totalmente a la altura del aspecto del exterior del palacio, y muy digno de una familia noble. Era muy diferente al Castillo Disney, que tenía un diseño más bien infantil y colorido, y éste se trataba de un palacio sobrio y elegante. No me extrañaba que se llamase Castillo de los sueños, porque cualquier chica desearía ser una princesa en un lugar como aquél.

Seguí adentrándome en el gentío, esquivando señoras estiradas y engreídas que miraban a los demás por encima del hombro, y hombres que intentaban ligar con las jovencitas sin mucho éxito. Apenas podía ver por dónde andaba, había perdido de vista la puerta de entrada e iba sin rumbo moviéndome entre los asistentes del baile. Ser bajita en aquel lugar era una total desventaja. Cansada de andar en círculos sin ser capaz de salir de aquella compacta masa de gente, decidí ir en línea recta hasta encontrar un rinconcito vacío, y pudiendo ver la sala por completo de nuevo, dirigirme a algún lugar en concreto.

Finalmente, logré salir de aquel infierno de vestidos elegantes y mujeres sudorosas y me apoyé en una pared, recuperando la respiración y estirando un poco los brazos.

Libertad... —murmuré.

Recorrí una vez más el salón con la mirada, esta vez prestando especial atención a las mujeres y sus vestidos. Como anteriormente había estado andando sin parar no me había fijado, pero en ese momento me di cuenta de que mi vestido no era el único atuendo hortera de la fiesta. Había mujeres con vestidos más horrorosos que el mío, y con unos rostros más... difíciles de mirar. Me alivió saber que yo no era el monstruo oficial del baile.

Pero todavía no lo había visto todo... Junto a mi, oí unas sonoras y estridentes carcajadas bastante irritantes. Al dirigir mi mirada hacia el lugar del que provenían, vi a dos mujeres que eran, sin duda, las que peor pinta tenían de todo el baile. No sólo sus voces eran horribles y chirriantes y sus vestidos pomposos y extravagantes, su fisionomía tampoco ayudaba en absoluto.

¡Es increíble que de verdad intentara venir con nosotras! ¡Y robándonos nuestras joyas y lazos, la muy embustera! ―las oí decir― ¿Qué se pensaba, que con la suciedad de sus manos no iba a estropear ese traje, que horroroso ya era? ¡Le hemos hecho un enorme favor! ¿Verdad, Anastasia?

Al oír sus palabras, decidí cotillear su conversación y acerqué un poco la oreja para escucharlas bien. Me preguntaba de quién estaban hablando, aunque por la manera en que hablaban de aquella persona parecía ser más horrible incluso que ellas, lo cual me asustaba bastante.

¡Por supuesto! ¿Quién se cree que es para venir a ver al Príncipe? ¡No es más que una criada!¡Y con la competencia que hay, Drizella! ¡Habría sido el hazmerreír de todo el reino! ¡Ojalá que se la comieran los animales del bosque!

¡Calla, calla! ¿Entonces quién nos limpiaría la casa?

¡Pobre, pobre Cenicienta! —dijeron finalmente al unísono, chocando sus copas, tras lo cual se alejaron hacia la gran masa de gente.

Vaya unas brujas... —pensé en voz alta.

Al principio pensé que la persona de la que hablaban sería peor que ellas dos juntas, pero tras escucharlas, comprendí que era todo lo contrario. Seguramente tenían a la pobre muchacha anulada, obligada a limpiarles la casa sin dejarla ir a la fiesta. ¿Tenía menos derecho por ser una criada? Aunque claro, quizá había hecho algo malo y por eso la habían castigado sin ir al baile... Después de todo, ellas dijeron que les había robado... La curiosidad me había asaltado: ¿cómo sería aquella tal Cenicienta?

En cualquier caso, no era momento de pensar en ello, pues el Príncipe estaba a punto de llegar al baile y tenía muchas ganas de saber qué clase de persona era. Seguro que era un hombre alto, guapo y gentil, que iba prácticamente a juego con aquel palacio. Un príncipe como el que describían los cuentos de hadas y princesas. Me acerqué un poco al fondo de la sala, donde parecía estar la crême de la crême, ya que allí sería seguramente donde aparecería él, manteniéndome siempre alejada del gentío para no perderme. Si me metía en medio de la marabunta de gente, seguramente acabaría por no ver nada, tapada de nuevo por las altas mujeres que pululaban por allí.
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[Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu! - Ronda #4

Notapor EspeYuna » Vie Jun 13, 2014 10:02 pm

Ragun


Es un bonito nombre ―Ragun no tenía el cuerpo para esfuerzos, por mínimos que fueran. Lenessia se acercó a él y esperó paciente que se presentara―. Yo soy Alexander Fürst Von Winderinnerung, con solo Alex está bien.

>> Fui atacado por una manada de animales salvajes mientras me dirigía al castillo. Siento mi indiscreción, Lady Lenessia, pero por su vestimenta puedo imaginar que ustedes también van hacia allí, ¿cierto?

¿Von...? ―se escuchó decir fuera del carruaje, con tono de sorpresa― ¿Acaso es usted un noble, señor Winderinnerung?

La persona que había dejado clara su opinión sobre él, de pronto, pareció usar unas formas más amables y formales para referirse a Ragun.

¿Un n-noble? ¡Un noble! ―exclamó Lenessia, con el pañuelo ensangrentado en su mano, delatando su repentino nerviosismo al temblarle la misma― Entonces, Lord Windironn... Wendir... ¡oh, discúlpeme!

Su cara tornó rojita y desde fuera se escuchó una risa. Lenessia hinchó los mofletes e intentó mirar de nuevo al muchacho malherido.

Perdone, me pongo muy nerviosa cuando...

No tiene por qué, mi Lady ―le interrumpió el hombre que dirigía el carruaje―. Recuerde que es la hija del Duque de Cegusluja. No es muy conocido por estas tierras porque hemos recorrido un largo camino, pero... no se deje intimidar.

Crusty... ―musitó la joven, colocándose el vestido y dirigiéndose entonces a Ragun con mayor formalidad, aunque todavía se le notaba nerviosa― Cierto, vengo desde las tierras de mi padre para representarle en su nombre. El príncipe de este reino tan próspero busca esposa, y creo que tengo las cualidades necesarias para desposarme con él.

>> ¿Y usted, Lord Alexander, qué es lo que le ha incitado a venir? Q-Quiero decir, sabiendo que habrá tantas mujeres esperando la aprobación del príncipe... ¡oh!

Lenessia chocó las palmas de sus manos, como si hubiera hecho un gran descubrimiento.

¿Busca también encontrar pareja con la cual desposarse también?

Lenessia...

¿Q-Qué? Es una gran oportunidad para los mach... varones, ¿no? ―se corrigió, sonrojada― Vendrán mujeres de todos los reinos vecinos. Reunirlas a todas es una gran ventaja, ¿no crees?

Crusty suspiró, alertando a Lenessia, que miró por la ventana con el ceño fruncido.

¿Qué pasa?

Nada... oh. Mi Lady, mi Lord, estamos a punto de llegar.

Y era cierto, estaban a pocos metros de las puertas que daban a los jardines del castillo. Pero, si bien Lenessia brillaba con luz propia con aquel flamante vestido y su bien cuidado aspecto, el supuesto Lord que la acompañaba estaba hecho un desastre.

Llamaría demasiado la atención, y salir del carruaje ensangrentado le delataría y no podría moverse por el castillo con tranquilidad. ¿Qué podía hacer? Quizás Lenessia le ayudara, o puede que sus destinos se separaran en cuanto bajaran del carruaje. Tenía todavía la opción de volver al bosque cuando se detuvieran, aunque su estado no le llevaría a ninguna parte... a no ser que llevara una poción encima.

¿Realmente el castillo le interesaba tanto como para arriesgarse a llamar tanto la atención? ¿O merecería la pena si encontraba rastro de la musa que le había dejado en aquel estado? También cabía recordar que tenía una misión que cumplir junto a sus compañeros más allá de las profundidades del bosque...

Jeanne


¡Su Majestad, por favor!

Jeanne no vio venir un tintero que pudo esquivar a tiempo. Tras otro estrecho pasillo que atravesó sin tener indicios de que la siguieran, comprobó que había una larga habitación, con una mesa de escritorio, muchas estanterías... y poco más le había dado tiempo de ver, pero gracias a esquivarlo también pudo esconderse a tiempo tras una estatua del rey, que si bien su cuerpo la mantenía bien oculta. Al otro lado, un hombre alto, delgado y con una lente, esquivaba un par de libros que cayeron cerca de donde se encontraba Jeanne, a la entrada de los aposentos de Su Majestad.

Porque él era quien le estaba lanzando objetos al pobre servidor, que intentaba razonar con él, sin obtener indicios de que fuera a detenerse.

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¿No lo entiendes? ¡Estoy ya muy viejo! ¡Mi hijo debe tomar la responsabilidad de su reino!―el rey, idéntico a los retratos que había visto Jeanne en los pasillos, se sentó frente a su escritorio, jugando con dos figuras de porcelana, representando a una risueña pareja campesina― ¡Y-Yo quiero ver a mis nietos crecer! ―a medida que hablaba, el rey mostraba cierto ápice de tristeza en su voz― Me siento muy solo en este castillo, ¿sabes lo que es ver a tu hijo crecer, crecer... y crecer? Hasta alejarse de ti... ¡Yo sólo quiero escuchar los pasitos de unos pies chiquititos correteando por aquí...!

Sollozando, se abrazó a su acompañante y éste dejó que lo hiciera, dándole unas palmaditas en el hombro.

Pero debe entender, Su Majestad, que es mejor dejarle solo y que encuentre el amor y...

¿Amor? ¿¡Amor!? ―exaltó el soberano, asustando tanto al pobre hombre que cayó al suelo― ¡Paparruchas! ¡Sólo se necesita dar las condiciones necesarias para un ambiente especial...! ¡Y ya está! ¿¡Por qué crees que he movido cielo y tierra para traer a todas las doncellas del reino!?

P-Pero mi señor, ¿el príncipe no sospechará...?

¡Mi hijo vuelve de muy lejos y lo primero que se encontrará será una fiesta para celebrar su regreso! ¡Sólo hay que darle un empujoncito!

P-Pero...

¿¡Qué!?

Sé que el tema de desposar a su hijo es muy importante, pero... ¿qué hay de esos monstruos que están atacando al reino?

Oh, también eso ―se sentó de nuevo, rendido en su sillón aterciopelado―. Si es que no doy a basto con tanto problema... ¡si mi hijo me sucediera seguro que no habría más penurias en nuestro reino! ¡Pero ya no tengo edad ni para dirigir a mis hombres...!

Tú.

Y tan ensimismada podía estar Jeanne escuchando la conversación, que no notaría que alguien se acercaba a su espalda. Un guarda del castillo la agarró por el hombro y la hizo girarse.

¿Qué haces aqu...? Oh, disculpe mis modales, señorita. Pero no debería estar por aquí, ¿se ha perdido, quizás?

El guarda se puso algo nervioso, recorriendo con su mirada a Jeanne. Esta tenía dos formas de salir del embrollo: saliendo por patas, o seguir la corriente como si se hubiera perdido inocentemente por los pasillos del castillo. Sin embargo, quizás le interesara aprovechar que el muchacho uniformado había bajado la guardia para presentarse a Su Majestad, si tenía motivos para ello.

Puede que fuera la última oportunidad para hablar con él. Pero también, la única antes de que, posiblemente, la echaran a patadas del castillo.

Gonax


Al escuchar las palabras del joven, la muchacha que lloraba en soledad apoyada en aquel banco de piedra entornó la mirada en dirección a su voz. La chica, que tendría unos años más que él, era bella aun entornando un ambiente triste. Sus ojos llenos de lágrimas también mostraron sorpresa al encontrarse con Gonax. Su pelo estaba desaliñado, pero no por ello había que negar que era bonito. Y llevaba un atuendo hecho pedazos, con tela blanca y rosa que colgaba de su falda y cayéndole por la espalda.

Lo siento, yo... ―la muchacha comenzó a restregarse con las manos sus ojos, limpiándose las lágrimas― No pasa nada, es sólo que... pensaba que un sueño era un deseo. Un deseo que va haciéndose cada vez más fuerte en tu corazón... hasta que logra hacerse realidad.

>> Pero hoy me he dado cuenta de que los esfuerzos no sirven para nada.

Cabizbaja, la muchacha se levantó con algo de esfuerzo e invitó a que el muchacho se sentara a su lado en el banco. En medio del jardín había una gran fuente, con dos ángeles jugando en silencio en el centro de la misma con el agua que goteaba de sus flechas.

¿Qué te trae por aquí? Es... peligroso a estas horas de la noche por aquí. ¿Estás muy lejos de casa? ¿Cómo te llamas? ¡Oh!

>> Perdona, mi nombre es Cenicienta. Soy la criada de esta casa. Aunque, si has venido a ver a mi mad... a la señora y a sus hijas, hoy han ido al baile que se celebra en el castillo. No creo que vuelvan hasta bien entrada la madrugada. Siento si tenías pensado citarte con ellas, es tan tarde...

Maya y Lune


Tanto Lune como Maya se encontraban en puntos diferentes del salón de baile, puede que curioseando todavía a la multitud de chicas que esperaban ansiosas la llegada del príncipe, o quizás devorando pastelitos o canapés que les ofrecían los sirvientes de palacio con una sonrisa... cuando sonó de nuevo aquel ruidoso bastón sobre el suelo de mármol, para avisar de la llegada de una nueva persona. Lune había pasado por ello minutos antes y Maya también. No paraba de sonar cada cinco, diez, o quince minutos. Aunque, según los rumores, el príncipe sólo llegaría cuando las trompetas reales sonaran para avisar de su regreso.

Cual sería la sorpresa de Maya al reconocer perfectamente aquella figura que se asomaba a la altura de las empinadas escaleras, sonriente a todos los presentes.

Y su nombre, al fin, fue anunciado:

Lady Dianalesca Thorne I.

La chica descendió con elegancia aquellos peligrosos escalones, pero sin ningún tipo de problema. Llevaba puesto un traje de color azul celeste, sencillo, pero que resaltaba toda su figura y la hacía llamar bastante la atención. Su belleza, en sí, era inigualable a todo lo que podrían encontrarse Maya y Lune aquella noche.

El caso es, ¿qué hacía ella allí? O lo que era más importante, ¿por qué Lune no había corrido tras ella para profesar su amor?

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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu! - Ronda #4

Notapor Sombra » Lun Jun 16, 2014 3:09 am



¿Von...? ―el hombre que estaba llevando el carruaje intervino con un tono que denotaba cierta sorpresa― ¿Acaso es usted un noble, señor Winderinnerung?

Sí, bueno... ―afirmé no del todo seguro si podía considerarme tal cosa.

Era cierto que pertenecía a la familia real o así parecían considerarme los Cats, pero era la nobleza de mi mundo e incluso así yo no era el verdadero Alexander pese a tener su corazón, aunque bien era cierto que su identidad me pertenecía en aquel momento.

¿Un n-noble? ¡Un noble! ―exclamó la joven dejando entrever nerviosismo― Entonces, Lord Windironn... Wendir... ¡oh, discúlpeme!

No se fuerce a aprender mi apellido, con Alex es suficiente ―resté importancia, aunque aquello no evitó que su blanca piel enrojeciese muerta de vergüenza.

La risa del conductor provocó un simpático gesto en la muchacha que hinchó sus mofletes algo molesta antes de dirigir su mirada hacia mí.

Perdone, me pongo muy nerviosa cuando...

No tiene por qué, mi Lady ―interrumpió la persona que estaba fuera―. Recuerde que es la hija del Duque de Cegusluja. No es muy conocido por estas tierras porque hemos recorrido un largo camino, pero... no se deje intimidar.

Crusty... ―murmuró para acto seguido colocarse el vestido con un deje de nerviosismo― . Cierto, vengo desde las tierras de mi padre para representarle en su nombre. El príncipe de este reino tan próspero busca esposa, y creo que tengo las cualidades necesarias para desposarme con él.

<<Vamos, un matrimonio concertado. Típico. Los nobles son como buitres>>

Aquel tipo de acuerdos no eran más que molestias, yo mismo lo sabía puesto que Blackcat era mi supuesta prometida, aunque por mi parte nunca tendría nada con una persona como ella. Se mostraba amable, pero no era difícil percibir que era una máscara.

¿Y usted, Lord Alexander, qué es lo que le ha incitado a venir? Q-Quiero decir, sabiendo que habrá tantas mujeres esperando la aprobación del príncipe... ¡oh!

La observé interrogante.

¿Busca también encontrar pareja con la cual desposarse también? ―arqueé una ceja ante su pregunta.

Puede ser, aunque no lo había pensado. Quizás fuese buena idea ―sopesé siguiendo la corriente a la conversación tratando de meterme en el papel de un noble de aquel mundo.

Lenessia...

¿Q-Qué? Es una gran oportunidad para los mach... varones, ¿no? ―me fue imposible no dejar salir una risa por lo bajini―. Vendrán mujeres de todos los reinos vecinos. Reunirlas a todas es una gran ventaja, ¿no crees?

Entre los recuerdos que había recobrado había varios de aquella clase de eventos en los que se reunía la gente importante y si mal no recordaba era normal que los cabezas de las familias más poderosas comprometiesen a sus hijos como una forma de mantenerse sus riquezas, aunque también había otro tipo de uniones ya que muchos otros hacían tratos comerciales y negocios de todo tipo.

Tienes razón ―aunque en realidad no me interesaba mucho el tema, estaba más centrado en cumplir mi misión.

¿Qué pasa? ―preguntó de golpe la bella joven en cuanto Crusty soltó un largo suspiro.

Nada... oh. Mi Lady, mi Lord, estamos a punto de llegar.

¿Llegar? Ah, lo olvidaba ―dije mientras rebuscaba en mi bolsillo en busca de un frasquito con un líquido verde que observé unos instantes. Por si Leinessia no sabía lo que era me adelanté a explicar―: Es una poción curativa, mi reino es una productora de medicamentos de este tipo ―mentí.

Descorché con mis dientes la pequeña botella de cristal y agarré el tapón con dos de los dedos con los que sostenía el objeto, aproximé el ungüento a mis labios y bebí todo aquel mejunge de sabor dulzón de un solo trago. Algunas de mis heridas, junto a una pequeña parte de mi fatiga sanaron. Volví a guardar en mi bolsillo el objeto para no dejarlo tirado en el interior del carruaje.

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Ragun utiliza una poción


Al menos podría moverme libremente, incluso si seguía teniendo heridas. Si no hacía movimientos muy bruscos no se abrirían, o eso esperaba.

Me asomé un poco por uno de los ventanucos del carruaje y contemplé las ya muy cercanas puertas que daban acceso a los preciosos jardines del palacio.

Lord Crusty, Lady Leinessia ―llamé a ambos con cortesía―. ¿Saben dónde podría adquirir un atuendo nuevo? He tenido muy mala suerte a lo largo de mi viaje y como pueden ver mis ropas están hechas jirones y manchadas por mi propia sangre. Odiaría que el reino del que vengo ganase una mala imagen por culpa de mi propia incompetencia. Mi reino y yo estaríamos en deuda con vos si me brindasen vuestra ayuda una vez más.

Por supuesto, podían deducir que aquella deuda de la que hablaba significaba que podrían establecer algún tipo de relación de amistad con el reino del que venía y que por supuesto no existía (no en este mundo al menos) y si era cierto que el lugar del que ellos dos provenían era poco conocido significaba también que era un país humilde y sin demasiadas riquezas, un lugar poco importante. De alguna forma acababa de meterles presión ya que ayudarme significaba tener como aliado a todo un reino que acababa de inventarme y en el posible caso de que ella no pudiese casarse con el príncipe significaba ganar un poco más de poder.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor 15nuxalxv » Mié Jun 18, 2014 8:30 pm

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Había tenido suerte hasta ahora. Después de dejar sola a Yami con aquella estirada mujer, aparecí en un angosto corredor, que tras recorrer, me llevó hasta una larga habitación, adornada con múltiples estantes en las paredes y con un escritorio. Nadie me había visto, o al menos, eso esperaba.

¡Su Majestad, por favor!

Aquellas palabras me alertaron de un objeto que volaba raudo hacia mí. Un tintero, parecía. Afortunadamente, lo esquivé, moviéndome hacia un lado y terminando tras una ancha estatua (del Rey, sin duda). Desde mi improvisado escondite, pude ver quien me había prevenido del proyectil: era un hombre alto y enjuto, con un monóculo en uno de sus ojos. Al parecer, él también estaba esquivando objetos voladores, en su caso unos libros que terminaron cerca de mí. Seguí inspeccionando con la mirada aquella habitación, y al fin lo vi: el Rey. Era exacto al que había visto en los cuadros, aunque esta vez no parecía tan feliz: no paraba de arrojar objetos contra el otro hombre, que por su modo de dirigirse al menudo hombre, supuse que era un siervo suyo. El pobre hombre rogaba a su señor que se detuviera, sin obtener demasiado éxito.

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¿No lo entiendes? ¡Estoy ya muy viejo! ¡Mi hijo debe tomar la responsabilidad de su reino!el monarca parecía algo más tranquilo cuando se sentó frente al escritorio de los que debían ser sus aposentos. Mientras se lamentaba, se puso a juguetear con dos preciosas figurillas de porcelana, que encarnaban a dos felices campesinos¡Y-Yo quiero ver a mis nietos crecer!  Me siento muy solo en este castillo, ¿sabes lo que es ver a tu hijo crecer, crecer... y crecer? Hasta alejarse de ti... ¡Yo sólo quiero escuchar los pasitos de unos pies chiquititos correteando por aquí...!

Sus sollozos me llegaron al corazón. Yo misma acababa de abandonar a mi padre en Port Royal. Pensé en él, en cómo debería de estar ahora, si se sentiría como el soberano... Ya había perdido a mi madre hacía doce años, y ahora su hija se había ido, y estaba sólo. Me percaté de aquel punto en común entre mi padre y el Rey, asombrada. Esto sin duda, demostraba que el dinero y el poder no traían la felicidad, que el soberano de un mundo podía ser tan desgraciado como un humilde panadero.

Pero debe entender, Su Majestad, que es mejor dejarle solo y que encuentre el amor y...

La voz del sirviente me trajo de nuevo a la realidad. Éste se encontraba consolando a su amo con unas palmaditas en la espalda. Me extrañó un tanto el modo que tenían de comportarse entre ellos, tratándose del monarca de aquel mundo y de uno de sus siervos, así que lo más lógico era pensar que el último llevaba mucho tiempo en aquel castillo.

¿Amor? ¿¡Amor!?el Rey volvió a enfurecerse, tan repentinamente que el vasallo cayó al suelo¡Paparruchas! ¡Sólo se necesita dar las condiciones necesarias para un ambiente especial...! ¡Y ya está! ¿¡Por qué crees que he movido cielo y tierra para traer a todas las doncellas del reino!?

P-Pero mi señor, ¿el príncipe no sospechará...?

¡Mi hijo vuelve de muy lejos y lo primero que se encontrará será una fiesta para celebrar su regreso! ¡Sólo hay que darle un empujoncito!

Así que para esto había montado esta fiesta... Para encontrarle una princesa al príncipe. Pero no buscando la felicidad de su hijo, sino la suya propia. Pese a su egoísmo más que latente, lo compadecí: no debía ser fácil dedicar tu vida a tu hijo para que después creciera y ya no se interesara en viejo padre. Pero el Rey debía comprenderlo, era parte del ciclo de la vida: los hijos crecen. No podía aferrarse al pasado, pretender volver a los días de juegos y diversión en los que su hijo no superaba el metro y medio de altura.

P-Pero...

¿¡Qué!?

Sé que el tema de desposar a su hijo es muy importante, pero... ¿qué hay de esos monstruos que están atacando al reino?

En cuanto oí al siervo, no tuve ninguna duda: los monstruos de los que hablaba sólo podían ser los sincorazón. Nosotros éramos miembro de la Orden, ¿no deberíamos estar dándoles caza, en lugar de celebrando una fiesta? Aunque si lo pensaba, tal vez fuera recomendable quedarse en el castillo, por si se les ocurría aparecerse por aquí. Tantos corazones congregados en una sola habitación... los sincorazón tendrían que estar verdaderamente deseosos de “ser invitados” al baile.

Oh, también eso ―me dejó atónita que estuviese más preocupado por tener nietos que por el peligro que corrían las gentes de aquel mundo―. Si es que no doy a basto con tanto problema... ¡si mi hijo me sucediera seguro que no habría más penurias en nuestro reino! ¡Pero ya no tengo edad ni para dirigir a mis hombres...!

―Tú.

Di un respingo. Una voz poco conciliadora se había acercado sigilosamente hasta mi espalda mientras yo estaba distraída oyendo la conversación entre los dos varones. Se me había olvidado completamente que no debería estar aquí. El centinela me hizo girar poniendo una mano en mi hombro. Era hora de ponerlo en práctica el plan que había ideado anteriormente, y rápido.

―¿Qué haces aqu...? Oh, disculpe mis modales, señorita. Pero no debería estar por aquí, ¿se ha perdido, quizás?

Parecía que el guardia me había confundido con otra persona, una no muy bien recibida, parecía ser. Eso le había descolocado, lo que aproveché para echarle un último vistazo al Rey: estaba sentado en su aterciopelado asiento, notablemente cansado. Pensé en decirle algo, pero desistí: una de las normas de la Orden era no intervenir en los asuntos de otros mundos, si no tenían que ver directamente con los sincorazón. Una auténtica pena, me habría gustado echarle una mano. Aunque después de todo, no sabría muy bien cómo. Además, si mi conselo resultara "impertinente y descarado", seguramente acabaría, en el mejor de los casos, en la calle; y en el peor, en un calabozo.

Volví la cabeza de nuevo hacia el centinela. Intenté parecer aliviada de haber encontrado ayuda.

Sí, gracias a Dios. Iba con mi acompañante hacia el salón, y lo perdí de vista. ¿Podría ayudarme a llegar a la salida?

Si encontrábamos a la Maestra Yami de camino, o en su defecto (si llegábamos hasta el salón) a Maya o a Lune, la señalaría como mi “acompañante”. Me dispuse a dejarme guiar por el hombre, y a alejarme del solitario monarca.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor GonaxHS » Jue Jun 19, 2014 6:06 pm

Cuando me miró, se mostró sorprendida y, si se fijó en mi rostro, se dio cuenta de que yo también estaba sorprendido. Porque, a pesar de la cara todavía húmeda por las lágrimas, el pelo alborotado y los andrajos, era una joven extremadamente bella.

Lo siento, yo... No pasa nada, es sólo que... pensaba que un sueño era un deseo. Un deseo que va haciéndose cada vez más fuerte en tu corazón... hasta que logra hacerse realidad.

<<¿Y no es así?>>

>>Pero hoy me he dado cuenta de que los esfuerzos no sirven para nada.

Me gustaría decirle que los esfuerzos si sirven para algo. Me gustaría contarle como con esfuerzo entré en la orden de los caballeros, y que así uno de mis sueños se cumplió. Pero no tenía permitido decirle algo como eso. Entonces, levantó la cabeza del banco y se sentó en el, invitándome a hacer lo mismo, y me preguntó como si no hubiese dicho eso sobre los sueños.

¿Qué te trae por aquí? Es... peligroso a estas horas de la noche por aquí. ¿Estás muy lejos de casa? ¿Cómo te llamas? ¡Oh!

>> Perdona, mi nombre es Cenicienta. Soy la criada de esta casa. Aunque, si has venido a ver a mi mad... a la señora y a sus hijas, hoy han ido al baile que se celebra en el castillo. No creo que vuelvan hasta bien entrada la madrugada. Siento si tenías pensado citarte con ellas, es tan tarde...

<<Hay un baile en el castillo... así que eso es lo que sucedía para que estuviese tan iluminado.>>

Mi nombre es Gonax. Lo cierto es que no conozco sobre la señora. Tampoco sabía que este lugar fuese peligroso durante la noche. ¿Podría hacerte algunas preguntas?¿Por que es peligroso estar aquí de noche? ¿Quizás anda alguna bestia suelta?

Quizás fui un poco desconsiderado haciendo preguntas como si ella no hubiese estado llorando y lamentándose. Así que le pregunte solo una cosa mas.

—Y si hay un baile... ¿Por que no has ido tu también?
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor Luneshine » Jue Jun 19, 2014 11:10 pm

Cuando entre al salón de baile me quedé estupefacto con la cantidad de gente que había allí. En seguida un hombre que estaba cerca de mí dio dos golpes al suelo con un bastón y me pregunto mi nombre por lo bajo, para luego anunciarlo a todos como Sir Lune. Sonreí al instante, ¿yo, un Sir? Ojala fuera de la nobleza, y no perdería esta oportunidad para fingir ser parte de ella, ya de paso, me quite el abrigo y se lo di al hombre con una amable sonrisa.

Fui andando por el salón alborotado de mujeres con vestidos de todas las formas y colores en busca de Maya, y de vez en cuando cogía algún que otro pastelillo que los camareros me ofrecían de buen agrado. Jamás nadie me había tratado tan bien, y eso me gustaba. Lo único que no era de mi agrado era el hecho de que a cada cinco minutos pararan la música para anunciar otra Lady vestido pomposo, y de vez en cuando un Sir padre gordinflón, hasta que en un momento dado se anunció a una Lady bastante peculiar.

Lady Dianalesca Thorne I.

Una hermosa mujer de vestido azul celeste que le daba un toque elegante y al mismo tiempo bastante atrayente. Sin duda, todas las mujeres del salón se morían de envidia ante tal belleza, y los hombres seguramente estarían babeando por ella, incluso yo. Me pegué una bofetada en la cara al momento de pensar tal tontería, no podía permitirme pensar en nadie de esa forma, solo había aceptado la propuesta de Ronin para tener más oportunidades de encontrar a Alice, la persona de la que estaba enamorado.

Sin darle más importancia a la recién llegada, decidí seguir con la búsqueda de Maya, la única persona de este baile con un poco de sentido en la cabeza.
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[Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu! - Ronda #5

Notapor EspeYuna » Sab Jun 21, 2014 1:16 pm

Ragun


A duras penas, Ragun consiguió sacar de entre sus ropas, completamente destrozadas por la ira de Diana, un frasco que contenía líquido verde en su interior. Se lo llevó a los labios y en cuanto la bebida comenzó a descender por su garganta, sintió aliviado como el dolor y el cansancio se esfumaban, y las heridas más graves cicatrizaban por arte de magia. Ahora tan sólo tenía algunas magulladuras sin importancia, aunque una poción no le arreglaría las ropas ni le asearía de la sangre seca que tenía pegada a la piel.

Antes de que Leinessia pudiera contestar, balbuceando como un pez ante la sorpresa de verlo curarse con una pócima, Ragun les pidió un favor. En un principio, Leinessia se encontraba algo perdida, quizás por ver por primera vez algo parecido a la magia. ¿De qué reino tan lejano y maravilloso vendría Lord Alexander?

He visto alguna vez esas pociones en mis viajes, mi Lady. Su reino es muy afortunado de tener tales avances en la medicina ―Crusty pidió entonces a los pasajeros que se agarraran porque estaba entrando en los jardines del castillo con el carruaje con cierta brusquedad. Si Ragun y Leinessia se asomaban, verían que el motivo era porque todos los jardines estaban a reventar de carros y caballos― Hemos llegado, ya pueden bajar.

Cuando salieran del carruaje, un hombre robusto, de pelo corto y con lentes cuadradas se acercaría a la puerta de donde saldría Lady Leinessia. Llevaba una armadura que bien podría caber otro cuerpo dentro de la misma.

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Con una sonrisa sólo dirigida a su señora, el caballero ofreció su mano para que Leinessia se apoyara en la misma y bajara con elegancia el carruaje. Éste le regaló una sonrisa, a lo que ella reaccionó desviando la mirada e hinchando sus mofletes, molesta... pero con las mejillas encendidas.

Yo también debería cambiarme para la ocasión, una armadura de guerra no está bien vista en una celebración tan recatada ―dijo el servidor de Leinessia, señalando su vestimenta― No creo que haya problemas, Lord Alexander. Preguntemos a los guardias de la entrada. Explicándole lo sucedido no veo que quieran dejarlo fuera, y más con su renombre de noble.

Y cierto fue. No tardaron en llamar a un par de sirvientes del castillo para que se ocuparan de Ragun, ofreciéndole unos aposentos tanto a él como a Crusty y Leinessia antes de bajar al baile. Por lo que se veía, el príncipe estaba tardando en llegar a la fiesta y Leinessia podía descansar del largo viaje en su habitación, aunque Crusty comentó a Ragun, reuniéndose con él por los pasillos una vez se asearon y vistieron para la ocasión, que seguramente estaría acicalándose por enésima vez sin mostrarse convencida de su tocado.

Mi Lady es una ratita presumida, y lo digo con todo el respeto y aprecio que le tengo ―dijo, esperando junto a Lord Alexander que su señora saliera del cuarto para llevarla al salón―. Llevo con ella toda la vida, mi Lord. Le agradezco mucho a su padre que me dejara ser su protector y acompañante. Y sé que hoy está muy feliz por asistir a su primer baile... y nerviosa.

Crusty se cruzó de brazos, apoyándose en la pared mientras dos muchachas pasaban a su lado mirando de reojo a éste, y luego a Ragun, quien tras recibir un atuendo propio para la ocasión y haberse quitado la sangre de encima, sí que parecía un noble de verdad.

Quiero que sea feliz ―dijo de pronto, ocultando sus ojos bajo el brillo de las lentes―. Pero yo...

Y entonces, la tranquilidad de la noche se vio interrumpida por un grito de auxilio. Un chillido proveniente de una voz familiar para Ragun y, por supuesto, para Crusty, quien con espada en mano gritó el nombre de Leinessia y entró de un portazo a los aposentos de la misma.

La joven se encontraba agachada en uno de los rincones de la habitación, y el tocador de la habitación se había caído al suelo. El espejo estaba hecho añicos y de la mano de Leinessia brotaba un pequeño hilo de sangre, seguramente habiéndose cortado con el cristal.

Crusty enseguida fue a socorrerla, con la cara desencajada, pero logró tranquilizarse cuando vio que no había sido un corte profundo. Cogió un pañuelo y agarró la mano de Leinessia, quien miraba hacia la ventana de la habitación, abierta de par en par, asustada.

¡Ha... Había algo ahí! ―consiguió pronunciar, a punto de sollozar― ¡Un monstruo!

Jeanne, Maya y Lune


Jeanne decidió no meterse en más problemas y disfrutar de su estancia en el castillo, siendo guiada por el guardia quien no parecía querer apartar la mirada de ella. Cuando Jeanne lo mirara, éste desviaría la mirada, avergonzado. Parecía un guardia joven e inexperto... tanto en su oficio, como tratando con chicas.

Ambos se despidieron en un cruce, y el muchacho, con una tímida sonrisa, le deseó que se lo pasara bien durante su estancia en el castillo.

Jeanne pasó por lo mismo que Maya y Lune, pero todas las féminas parecían cada vez más nerviosas y apenas prestaban atención a los anunciamientos. Si las trompetas no sonaban, es que el príncipe aún no había llegado. Y aquel era su objetivo aquella noche, más que hincharse a canapés y bailar hasta reventar sus torturados pies.

Pasó un rato largo y aún no había noticias del príncipe. La tensión comenzaba a hacerse palpable en el ambiente. Las más tímidas, agachando la cabeza y esperando aún con algo de paciencia. Las más extrovertidas, preguntando una y otra vez a los sirvientes y al propio hombre que se encontraba al pie de las escaleras. Había pasado más de una hora, y tras la impaciencia, comenzaba el cansancio de las féminas.

Y un buen ejemplo de ello no se hizo esperar. De pronto, una de ellas cayó al suelo, manchando su bonito traje del ponche que se había estado sirviendo ella misma. Su rostro estaba empapado en sudor frío y parecía como si estuviera padeciendo anemia.

Pero entonces, aquel rostro enfermo resultó convertirse en el más deseado por los hombres del baile, quienes de pronto dejaron todo cuanto hacían: ya fuera beber, bailar o cortejar a otra mujer. Las dejarían plantadas y se acercarían peligrosamente a la muchacha, quien, al ver que todos se acercaban a ella, intentó levantarse. Pero uno de los más jóvenes la ayudó, con los ojos abiertos de par en par, hipnotizado por aquella esbelta figura, aquel pelo que brillaba como la luz del sol, esa mirada que le robaba el aliento, ese dulce aroma que inhalaba al estar tan cerca de ella al recogerla... quería que fuera para él.

Y todos esos sentimientos, placenteros y locos, comenzaron a atormentar también la cordura de Lune. La había visto guapa y peculiar hacía lo menos de una hora, pero en aquel momento, no había un mujer más hermosa que ella en el mundo. El nombre de Alice se alejaba de su cabeza poco a poco y pasaba a tener a Lady Dianalesca como la única en su corazón. Quería estar cerca de ella, abrazarla... probar esos labios carnosos. Comenzó a sentir un odio indescriptible por todos los que osaban acercarse más a su diosa... ¿qué haría en una situación así?

Por otro lado, las mujeres contemplaban absortas lo que estaba sucediendo. De pronto, un hombre agarró al joven que había ayudado a Diana para asestarle un puñetazo que lo mandó al suelo. Otro agarró a Diana por la muñeca, pero entonces surgió un viejo carcamal para morder el brazo del "acosador" que pretendía robarle a su joya más preciada. Diana, entre tanto, no era capaz de defenderse. Jeanne y Maya, contemplando el espectáculo, se darían cuenta de que la joven estaba completamente pálida y apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie.

A... Alejaos... de mí...

Se estaba empezando a montar un buen follón en el salón de baile, ¿qué ocurriría cuando llegara el príncipe? ¿Acaso todas las mujeres se convertirían en animales salvajes peleándose por él?

Qué locura.

Gonax


Cenicienta entrelazó los dedos de sus manos, exhaló aire y, todavía un poco nerviosa por los sollozos, contestó:

Encantado de conocerte, Gonax. Verás, desde hace un tiempo el reino ha comenzado a ser invadido por unos animales muy peligrosos provenientes de este mismo bosque. No sé por qué, pero esta casa permanece a salvo. Quizás hemos tenido mucha suerte hasta ahora... o que realmente mis padres siguen protegiendo su hogar desde el cielo...

En cuanto Gonax pronunció la segunda pregunta, Cenicienta sonrió, pero con amargura.

Éste era mi traje ―señaló los harapos que llevaba puestos―. Mi mad... las dueñas de este lugar no querían que asistiera hoy al baile. Me dijeron que si terminaba el traje a tiempo y todas mis tareas, podría ir, pero... lo rompieron, decían que les había robado los lazos y las joyas. Y yo...

Cenicienta se llevó las manos al rostro, sin poder evitar reprimir las lágrimas de frustración y dolor.

Mi niña, no llores más.

A Gonax podría haberle dado un infarto allí mismo, cuando una estela de luz azulada comenzó a concentrarse al otro lado del banco, justo al lado contrario al que estaba sentado con la compañía de Cenicienta. De pronto, esa luz azulada comenzó a tomar forma hasta que se materializó en una persona. Una persona que vestía atuendos de seda azul, con un gran lazo rosa adornando su cuello. Los atuendos azules tapaban parte de su cabeza como si se tratara de una capucha, y de debajo de la misma asomaba un rostro de una mujer que podía llegar en nada a la tercera edad, con el pelo canoso y un rostro dulce y amable. Como el de una abuelita.

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Cenicienta, igual de sorprendida que Gonax quizás, miró absorta a la mujer y preguntó:

¿Quién... quién eres?

Querida mía, soy tu Hada Madrina.

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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor 15nuxalxv » Lun Jun 23, 2014 5:56 pm

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Mi plan había funcionado, pensé, aliviada. El guarda había creído totalmente mis palabras y me estaba ayudando a llegar al salón de baile. Comencé a caminar a su lado por los lujosos pasillos, observando el voluminoso decorado, el espléndido mobiliario...

Pero no me podía concentrar en tal panorama, ya que sentía la mirada de mi guía atravesándome. ¿Acaso pensaba que era terrorista, o algo así? ¿Esperaba que sacara un cuchillo de la bota y que lo atacara en el momento menos esperado? Algo abochornada, le miré, pero él desvió la mirada hacia otro lugar, algo que imité, mientras notaba cómo mis mejillas se sonrojaban. Pasados un par de minutos, lo volví a mirar, esta vez de soslayo: era joven, podía suponer que de mi edad, más o menos. Un novel en el palacio, sin duda. ¿Mostraba aquella timidez por ser la primera vez que se enfrentaba a algo así... o por otra razón? Me obligué a mi misma a pensar en otra cosa; no podía creer que me pudiera haber puesto tan nerviosa por aquella tontería. Me pregunté cómo sería el baile: me imaginé una gran sala, con paredes infinitas y techos altísimos, llena de gente rica y emperifollada que charlaba de asuntos triviales, mientras sirvientes les servía canapés u otros entremeses del tamaño de un dedo meñique, pero que costaban una fortuna. Jamás habría podido creer que iba a estar en una celebración así; ni siquiera me lo creía ahora que me dirigía a ella.

Cuando el joven guarda y yo llegamos a un cruce, él se despidió de mí con una pequeña sonrisa enternecedora (que yo le devolví, aún más sonrojada) y deseándome una feliz estancia. Yo le agradecí haberme llevado hasta allí y le dije adiós levantando la mano. Después, me alejé del chico que seguramente jamás volvería a ver, mirándolo por última vez antes de partir.

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Al llegar a la entrada del baile, me encontré con unas escaleras, que bajé afortunadamente sin problemas (ya me había acostumbrado a mi calzado, más o menos). Un hombre con un bastón me detuvo y me preguntó mi nombre. Tras responderle, dio unos golpes con el cayado en el suelo y anunció mi nombre a todos los invitados: <<Lady Jeanne Mars>>. Tras captar la atención de todos durante unos instantes que me parecieron eternos, todos volvieron a sus “quehaceres”. Pasando por alto la vergüenza que había sentido, me alegré de ello: si Maya o Lune habían oído al caballero, sabrían que estaba en el salón.

Me interné entre la multitud de nobles, buscando una cara conocida. Tal y como había sospechado, unos lacayos del castillo me sirvieron tentempiés que acepté con mucha educación. Tasté sabores que mis papilas gustativas jamás habían conocido, deleitándome con ellos, pero sin abusar. No quería mostrar malos modales, ni nada por el estilo.

Mientras disfrutaba de aquel festival de manjares y de la buena música, noté que el gentío se estaba impacientando por un príncipe que no aparecía, sobretodo la parte femenina: unas se mostraban inseguras y se intentaban esconder bajo sus mantos y faldas; pero otras estaban desatadas: se quejaban de la tardanza, torturando a los camareros y al hombre del bastón con sus incesantes preguntas. La paciencia no era su virtud, pensé. Afortunadamente, aquel asunto me traía sin cuidado, había disentido en ayudar al rey y sólo me preocupaba por disfrutar de la fiesta.

Me acerqué a una mesa donde servían una bebida que jamás había visto. Me serví un poco, no mucho por si me desagradaba, ya que no quería entrar en ridículo preguntando qué era aquello. Había pasado bastante tiempo desde que había entrado, y la impaciencia se había transformado en desesperación, y la desesperación en agotamiento. Sí aquel príncipe era tan maleducado, no me gustaría ser la “dichosa” señorita que acabara desposándose con él.

Me llevé el líquido a los labios. No estaba del todo mal; aunque no era mi sabor favorito de todos los que había probado aquella noche, de todos modos. Mientras me preguntaba si servirme un poco más o dejarlo, ocurrió la desgracia: una joven de pelo rubio bastante atractiva, que se estaba sirviendo lo mismo que yo había bebido, se desplomó en el suelo. La bebida se esparció pos su bonito vestido. Estaba pálida y sudorosa.

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Antes de poder pensar siquiera en ir a socorrerla, o si había algo raro en la bebida que le había hecho desvanecerse; una masa me atropelló, literalmente. Eran caballeros que acudían a salvar a la muchacha. Algo normal, pensé, sino fuera porque absolutamente todos se habían dirigido hacia ella. Mientras me recomponía de la avalancha, pensé si Lune (o el joven guardia) estaría entre ellos.

Las damiselas debían de estar boquiabiertas, como mínimo; e indignadas, sin duda: más de una había sido abandonada por los hombres que las estaban cortejando. La chica intentó alzarse por sí misma. Un joven le ofreció la mano, como hipnotizado. Porque eso parecían todos, muertos vivientes. Y ella, su única salvación.

El delirio comenzó cuando alguien atacó al que le había ofrecido la mano a la muchacha. Entonces, un hombre la agarró del brazo, como si quisiera quedársela para sí. Pero no tuvo ocasión, ya que un anciano le mordió. Ella, mientras tanto, farfullaba:

A... Alejaos... de mí...

No podía dejarla en manos de aquellas bestias, me dije. Pero, ¿cómo llegar hasta ella, estando rodeada de varones? Necesitaba un arma, pero no podía sacar la llave espada allí en medio...

Mientras pensaba que utilizar, me dirigí hacia ella. Entonces, tropecé y caí de rodillas. Malditos tacones... ¡Claro!, reflexioné. Había encontrado una forma, aunque era una locura. Aunque después de todo, todo aquello lo era. Me senté y me arranqué los tacones de los pies. Luego, tras levantarme y asiendo uno en cada mano, me zambullí en la muchedumbre, asestando golpes con los zapatos a cualquiera que se cruzara en mi camino. Seguramente me llevara pisotones o arañazos, pero cuando llegara hasta ella, le tendería mi mano izquierda (habiendo puesto el par de zapatos en la diestra) y diría:

Vamos, te sacaré de aquí. Confía en mí.

En el caso que me diera la mano, intentaría que huyéramos de allí. Probablemente aquello enfureciera a los “caballeros”, así que necesitaría ser rápida. Me abriría camino con la mano que portaba mis improvisadas y (esperaba) eficientes armas mientras con la otra arrastraba a la chica. No era muy gentil ni muy adecuado tratar a una persona enferma de esa manera, pero en este caso podía decir que el fin justificaba los medios. Y el fin era sacarla del salón de baile y darles esquinazo a aquellos dementes.

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Espero no acabar como Neru en 626... No quiero que Diana me pegue, sería patético si encima está mareada D=
Sorry por el edit, se me había quedado una canción sin spoiler
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor Luneshine » Vie Jun 27, 2014 1:32 am

Ya no tenía intención de buscar a Maya entre la multitud, y ahora solo me dedicaba a disfrutar de la fiesta y de los delicioso pastelitos y las bebidas que me iban ofreciendo los sirvientes, siempre con una sonrisa en los labios. Cada cosa que probaba tenía un sabor diferente al anterior, unas veces eran mucho más sabrosos, y otras, no llegaba a la misma calidad, pero sin dejar de ser bueno y danzar en mi boca.

La fiesta siguió normalmente, o casi. Poco a poco las mujeres se fueron impacientando por un príncipe que no llegaba, y que según lo visto, no pretendía llegar tan temprano. Al poco rato, se anunció otra Lady, que en realidad no era ninguna noble, sino que se trataba de otra farsante como Maya y yo: Jeanne. No le presté mucha atención, no iba a estar persiguiendo por todo el salón a alguien casi no conocía. Lo único que me pareció raro fue que la maestra Yami no acompañara a la aprendiz, ¿se habría marchado?

Fue pasando el tiempo, y las mujeres se ponían cada vez más nerviosas y preguntaban todo el si el príncipe iba a llegar o si faltaba mucho. En resumen, la fiesta se estaba volviendo un aburrimiento. Cogí un último pastelito de limón, que era el que más me gustaba, pensé en que hacer después, ya estaba con la barriga llena y no había nada más que hacer en el salón del baile, a lo mejor podría dar un paseo por el jardín. Pero antes de que pudiera moverme siquiera, ocurrió algo inesperado.

Lady Dianalesca, una de las más guapas de la fiesta, yacía en el suelo, con su bonito vestido manchado de algún tipo de bebida, con un rostro tan pálido que parecía leche y tenía su hermosa frente empapada de sudor. No podía dejar de mirar aquella hermosa mujer, sentí un calor dentro de mí que solo había sentido una cuantas veces en mi vida. Quería tocarla, quería oler su hermoso pelo, quería sentir su boca junto a la mía… Aquella mujer era la más preciosa del mundo, y era mía. Fui aproximándome de ella, al igual que otros lo hacían. Uno se atrevió a tocarla, pero luego llevó un buen puñetazo a manos de un hombre mayor que él. Y poco a poco, aquello se fue convirtiendo en una carnicería, y yo estaba en ella.

Pegaba puñetazos a diestro y siniestro intentando abrirme camino hacia mi diosa, lo que no me privó de recibir varios golpes en todo el cuerpo. Intenté lo máximo posible adentrarme en la multitud de varones que luchaban a muerte por Lady Dianalesca, algunos hasta estaban tumbados en el suelo tras recibir un fuerte golpe en la cara, y yo, me enfrentaba a un tipo mucho más grande que yo, que me empujo con tanta fuerza que salí volando lejos de mi dama, y consecuentemente, de la multitud. Al estar fuera de la pelea por unos momentos, pude ver que una curiosa muchacha intentaba adentrarse en la pelea con unos tacones en la mano, dando taconazos a todo aquel que se ponía delante de ella, ¿y quién sería tan estúpida de hacer eso?, Jeanne.

No dejaría que ella me robase a mí diosa, pero tampoco podría enfrentarme de nuevo a aquellos bárbaros que podrían llegar a matarme. Así que esperaría a que Jeanne rescatara a mí hermosa dama de la multitud, y las seguiría a cualquier lugar que fueran, pero lo haría con mucho cuidado, para que no me vieran.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu! - Ronda #5

Notapor Sombra » Vie Jun 27, 2014 1:36 am

Aunque mis heridas más graves habían sanado eso no evitó que me siguiese encontrando algo débil e incluso notaba mi cuerpo entumecido todavía. Podría tomarme la otra poción que aún guardaba y recuperar aún más fuerzas, sin embargo decidí no hacerlo tan solo por si la necesitaba en un futuro próximo. Estando de misión nunca se sabía si los sincorazón u otros enemigos podían aparecer. Esperar lo inesperado era lo mejor que un caballero de la llave espada podía hacer, éramos imanes para los problemas por así decirlo.

He visto alguna vez esas pociones en mis viajes, mi Lady. Su reino es muy afortunado de tener tales avances en la medicina ―halagó Crusty antes de advertirnos por el gran número de carros y personas que circulaban por los jardines― Hemos llegado, ya pueden bajar.

Salí del carruaje tras Leinessia siendo recibido por un enorme hombre de lentes y con cabello corto de tono castaño claro. Me sorprendió ver que pese a su aspecto intelectual (que me recordó levemente a Ivan Kit) portase una armadura tan grande, solo alguien muy fuerte podría vestir algo así. Un pensamiento amargo surcó mi mente al recordar otra persona que vestía una armadura tan grande. Era imposible no recordarlo teniendo en cuenta todo lo que había hecho.

<<Gárland...>>

La joven agarró la mano que su caballero le ofreció con una deslumbrante sonrisa consiguiendo que ésta se avergonzara y desviase la mirada roja de vergüenza y tan roja que los tomates podrían tenerle envidia a su color. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que algo pasaba entre ellos.

Yo también debería cambiarme para la ocasión, una armadura de guerra no está bien vista en una celebración tan recatada ―comentó el hombre tras lo cual se dirigió a mí respondiendo a la petición que había hecho con anterioridad―: No creo que haya problemas, Lord Alexander. Preguntemos a los guardias de la entrada. Explicándole lo sucedido no veo que quieran dejarlo fuera, y más con su renombre de noble.

Perfecto pues ―afirmé siguiendo a Crusty hacia un guardia que no tardó ni un instante en salir disparado en busca de un par de sirvientes que no dudaron en guiarnos hasta unos aposentos donde cambiarnos.

Había sido insultantemente fácil meterse allí dentro. Mi suerte estaba siendo muy grande aquel día sin contar lo de Diana, aunque eso me lo había ganado a pulso.

<<Tal vez debería disculparme si la veo luego, me he pasado de la raya con ella>>

Ya en la habitación que me habían prestado me di un baño por el que me sentí realmente agradecido, todo por lo que había pasado en lo poco que llevaba allí me daba la sensación de no haberme bañado en días y sinceramente, disfrutar de un largo y relajado baño era algo que me gustaba. En aquel mismo lugar también había un armario lleno de atuendos de todo tipo aunque de aspecto lujoso. Observé durante unos minutos los conjuntos disponibles y escogí uno cuyo aspecto dejase movilidad suficiente como para permitirme pelear si la ocasión lo requería aunque que no llegase a ser algo que pareciese hecho para la batalla.

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Imagen*Sin sombrero*


En cuanto estuve listo tomé un pequeño descanso para revisar mi teléfono móvil que guardé con cuidado. No creía que fuese muy buena idea dejar ver a los habitantes de aquel mundo la tecnología que había en las estrellas que tanto admiraban por las noches.

Abandoné los aposentos hasta donde Crusty y yo habíamos quedado en encontrarnos.

Mi Lady es una ratita presumida, y lo digo con todo el respeto y aprecio que le tengo ―dijo mientras esperábamos fuera de la habitación que le habían cedido.

Se nota que le tenéis mucho aprecio, Lord Crusty ―le di la razón instantáneamente―. ¿La conocéis desde hace mucho?

Llevo con ella toda la vida, mi Lord. Le agradezco mucho a su padre que me dejara ser su protector y acompañante. Y sé que hoy está muy feliz por asistir a su primer baile... y nerviosa.

Sí... sé lo que es eso ―tuve que reconocer, como noble que era me había visto obligado a participar en eventos con la clase alta, aunque como era demasiado pequeño en aquel entonces nunca había llegado a participar realmente en los bailes incluso si estaba presente allí.

El guardaespaldas de Leinessia se apoyó en la pared con los brazos cruzados, en ese mismo instante dos chicas pasaron cerca de nosotros mirándonos con cierta curiosidad, seguramente se preguntaban quienes éramos o cosas así.

Quiero que sea feliz ―soltó de golpe tras unos instantes de silencio mientras las dos chicas se perdían por el pasillo―. Pero yo...

<<Pero sientes algo por ella, ¿no?>>

Un agudo chillido pidiendo auxilio vino desde el cuarto en el que estaba Leinessia acicalándose para la ocasión. Crusty y yo intercambiamos una rápida mirada y abrimos de un fuerte portazo la puerta entrando en el cuarto.

La chica estaba en uno de las esquinas de aquel aposento asustada y prácticamente al borde del llanto. Crusty no dudó en socorrerla al ver que en su mano tenía una herida, sin embargo yo me detuve más a observar la situación en busca de cualquier posible atacante. Al ver el tocador tirado en el suelo con el espejo completamente roto y con trozos del cristal desperdigados por toda la habitación supuse que tan solo había sido un accidente pero en cuanto observé la cara de la chica me di cuenta de que no había error, algo la había atacado.


¡Ha... Había algo ahí! ―señaló llena de espanto― ¡Un monstruo!

¿Monstruo? ―me puse inmediatamente en guardia invocando mi llave espada a sabiendas de que normalmente el sinónimo "monstruo" se aplicaba para los sincorazón―. Quedaos atrás ―ordené tratando de concentrarme.

<<Vamos, mi Instinto de Sincorazón. Muéstrame donde está>>

Solo esperaba poder actuar a tiempo si fuese lo que fuese trataba de atacar otra vez, al menos si estaba dentro de la habitación no podría escapar de mí, eso estaba seguro. Lo detendría.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor GonaxHS » Sab Jun 28, 2014 1:34 am

Cenicienta respondió a mis dos preguntas casi sollozando. Había encontrado algo importante: al parecer solo esa casa estaba a salvo del peligro. Pretendía pedirle permiso a Cenicienta para pasar al interior de la casa, cuando algo fuera de lo común sucedió.

Mi niña, no llores más.

Casi invoqué mi llave espada mientras una viejecita se materializaba entre volutas de luz cian. Con un vestido e ese color y un lazo rosa. Su pelo era blanco y estaba un poco rellena. En conjunto, su presencia era tranquilizadora, a pesar de su repentina aparición. No parecía una amenaza, ni tampoco agresiva ¿Tendría algo que decirle a Cenicienta? Supuse que sí, por lo que di un paso atrás para dejarles espacio para conversar. Aunque prestando mucha atención a todo lo que dijeran.
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Thankiu Aru
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor Zodiark » Sab Jul 12, 2014 2:13 am

Aguardando la llegada del príncipe, el tiempo seguía pasando. El bastón del elegante hombre que daba la bienvenida a las mujeres de la fiesta seguía sonando, una y otra vez, chocando contra el suelo, acompañado por las presentaciones de cada una de las damas que acudían al evento. Al comienzo, miraba a cada una de ellas cada vez que el "toc toc" del bastón sonaba, para ver sus vestidos y comprobar si eran más horteras que el mío. Pero, al cabo del rato, me aburrí de ello y dejé de prestar atención.

"¿Cuándo leches piensa llegar ese príncipe? ¿Tan importante se cree como para hacer esperar a los invitados de su propia fiesta...? Seguro que es un engreído...", pensé, aunque luego recordé que la maestra Yami había ido a hacerle una visita en calidad de "amiga", así que era más que probable que estuviera entreteniéndole con sus típicas tonterías."

Seguí esperando, comiendo dulces de chocolate, cuando el bastó volvió a sonar. Seguí comiendo aquellos pastelitos, pero entonces, mientras tenía la boca llena, el hombre presentó a la recién llegada:

Lady Dianalesca Thorne I.

¿Eh...? —musité, extrañada, con la boca todavía llena.

¿Por qué aquel largo y extrafalario nombre me resultaba tan familiar? Quise comprobarlo dirigiendo la mirada al portón de la entrada, donde se encontraba la mujer en cuestión. Y cual fue mi sorpresa al ver que allí, de pie, se encontraba ni más ni menos que Diana, la aprendiz de Bastión Hueco, vestida con un hermoso vestido azul que eclipsaba al resto de trajes elegantes de la sala.

¡¿D-Diana?! —exclamé, aunque apenas se podía entender lo que dije ya que seguía teniendo un enorme pastelito en la boca. Pastelito que, de la sorpresa, me tragué de golpe, atragantándome.

Tras correr a beber un poco de ponche para hacer bajar el pastelito que se hallaba atorado en mi esófago, volví a mirar a Diana, al mismo tiempo que recobraba la respiración.

¿Qué hace ella aquí? —pensé en voz alta, murmurando.

Ella era de Bastión Hueco, y en aquel momento nos encontrábamos en guerra con ellos. Lo último que quería era montar alboroto y pelear allí, arruinando la fiesta, así que lo mejor iba a ser que no me viera, al menos no a mí, ya que me podría reconocer. Lune y Jeanne eran muy recientes en Tierra de Partida, así que dudo mucho que les reconociera y les pudiera asociar a nosotros, pero si veía a la maestra Yami... mala cosa.

Decidí pues ocultarme entre la multitud, para que Diana no me viese, y seguir esperando al príncipe. Pero seguía sin venir. La fiesta continuaba sin ninguna novedad, hasta que, de pronto, una gran masa de gente se agrupó en un punto de la sala. Parecía que había pasado algo. Al acercarme, vi a Diana en el suelo, con el rostro totalmente pálido, siendo ayudada por un hombre. Todos los hombres estaban embobados, observándola de forma repulsiva, y de repente uno de ellos agarró por el brazo al hombre que estaba ayudando a Diana y le propinó un puñetazo, tirándolo al suelo, y eso fue sólo el comienzo de una pelea entre los asistentes masculinos de la fiesta en aquel mismo salón.

No, otra vez no... Esta vez se ha pasado de la raya... —murmuré, sabiendo de sobra que el desencadenante de aquella situación habían sido los poderes de Diana, ya que ya había sido testigo anteriormente de ellos.

Me alejé un poco de la pelea para ponerme a salvo y no recibir algún golpe perdido, y fue entonces cuando vi que Jeanne agarró a Diana y se la estaba llevando de allí. Aquello no era nada bueno, si Diana descubría que Jeanne era una aprendiza de Tierra de Partida el asunto podría ponerse aun más feo, aunque la verdad es que la mujer rubia no parecía muy por la labor de ponerse a pelear en aquel momento... Además, vi que Lune, seguramente bajo los efectos de los poderes de Diana, corría hacia ellas.

Mierda —musité, corriendo hacia allí también.

Sospechaba que más de un hombre iría tras ellas, y Jeanne no saldría demasiado bien parada si tenía que quitarse de encima a Lune y a los demás estúpidos hombres cargando con Diana. Así pues, correría detrás de ellos, escondiéndome para que Diana no llegara a verme, y ayudaría a Jeanne en caso de estar en problemas.

Mientras corría hacia Jeanne y Lune, me preguntaba dónde estaba Yami en aquellos momentos... Esperaba que el príncipe, los guardias y ella consiguieran poner orden en la fiesta.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor Nell » Mié Jul 16, 2014 1:50 am

Ragun


Nada más invocar la Llave Espada en su mano, Crusty y Leinessia dieron un respingo, retrocedieron y casi se tropezaron con el tocador caído, en un acto reflejo por la impresión. Fue el guardaespaldas quien dijo en voz alta lo que ambos pensaban:

¿Magia…? ―ahora le miraba con evidente desconfianza.

Leinessia, por otra parte, terminaba burdamente el trabajo de su guardia enrollando el pañuelo alrededor de la mano, sin dejar de mirar a Ragun. Al contrario que en el hombre, no había miedo ni recelo. En sus ojos chispeaba la curiosidad, como cuando le había hecho todas esas preguntas durante el viaje en el carromato.

N-No me digas que tú también…

Por otra parte, el chico tenía asuntos más importantes que atender. Hizo uso de su Instinto Sincorazón para buscar al artífice del susto, y se encontró con que no había uno, sino decenas. Si su magia no durase un suspiro, habría podido contarlos; en su lugar, sólo pudo hacer una aproximación de una veintena o más.

Sincorazones sombra, y otros tipos que no conocía, alojados en aquel castillo, en aquel mismo momento. Estaban dispersos, en solitario o en varios grupos, pero todos tenían algo en común: se movían hacia el mismo objetivo. De hecho, el sincorazón más cercano, presumiblemente el que había sorprendido a Leinessia, había avanzado ya dos habitaciones más, moviéndose entre las sombras hacia abajo.

Y gracias nuevamente a su habilidad, pudo deducir su destino y su por qué: bajo sus pies, en una habitación grande y espaciosa, muchísimas personas se conglomeraban, moviéndose continuamente como si bailaran, lo cual no era descabellado, contando que Ragun ya sabía dónde había acabado.

No era una actitud extraña. Se movían por culpa de su instinto hacia el mayor número de presas reunidas. Y todos a la vez atacarían en cuestión de minutos.

¿Qué ha ocurrido? ―le exigió saber Crusty, poniéndose frente a la dama para protegerla de la nueva amenaza y desenvainando su espada―. ¿Qué es lo que acabas de hacer? ―la habilidad de Ragun no había sido visible. Se refería aún a su arma materializada de la nada.

¡Crusty! ¿Qué haces? ¡Él no es malo!

¿Cómo puede saberlo, mi Lady? Podría haber estado fingiendo todo este tiempo para que le trajéramos a palacio. Las heridas, las ropas... Tal vez ni siquiera se llame Alexander. Y ahora que estamos aquí, él hace… eso, y usted es atacada. ¿Y debe ser todo una coincidencia?

Confío en él. ¿No lo has visto…? Ha sido… mágico ―definió, con una mezcla de emoción, devolviendo la mirada a Ragun para que este confirmara sus sospechas.

Los minutos pasaban y estaba en manos de Ragun ignorar a la pareja o ignorar a los sincorazón. En cualquier caso, su Instinto le había dado la ubicación de las personas reunidas para el baile por si quería ir a por ellas, a unos pisos bajo sus pies, pero no conocía el camino por dentro del castillo.

Y de todas formas, cuando llegara, ¿qué haría? ¿Luchar él sólo contra una veintena de sincorazón? ¿Sacrificar a los civiles? La masacre empezaría y aún habría gente bailando, disfrutando de la noche y la velada, sin percatarse de lo cerca que estaba la muerte.


Jeanne, Maya y Lune


El avance no fue tan terrible como Jeanne esperaba. Los hombres se pegaban entre ellos mismos para deshacerse de rivales, y sólo quedaban dos (el viejo y uno nuevo) que trataban de tirar de cada brazo de Dianalesca como si fuera un juguete que dos críos de guardería se disputaban. Un taconazo en uno y un empujón de la propia dama fue suficiente para liberarla y que Jeanne pudiera ofrecerse a sacarla de aquí.

Vámonos. Ya ―colaboró la muchacha, cuyos ojos mostraban el temor a la masa que había creado de hombres enloquecidos.

Le agarró de la mano y ambas empezaron a empujar la marabunta para abrirse paso al exterior. Los taconazos eran efectivos y, sobre todo, desorientadores, puesto que los caballeros interesados en Dianalesca seguían más preocupados por ganar su batalla contra los demás que por no dejarla marchar. Al final, con su propia distracción, lograron salir del centro de la pelea.

A su alrededor se había formado un corrillo de nobles, sobre todo damas, que observaban con altivez y desaprobación la escena, con toda su atención puesta en Dianalesca. En cada rostro había una expresión diferente (enfado, celos, envidia…) y no pasó desapercibida por ninguna. Aun así, cuando llegaron al círculo exterior, se hicieron a un lado para dejarlas pasar.

Siguieron corriendo fuera de la sala del baile, esquivando a algunos guardias que dejaban sus puestos para dar unos cuantos pasos hacia delante, hacia Dianalesca. Por suerte, pasaron rápido y ninguno tuvo suficiente contacto con ella como para perseguirla.

Llegaron al patio a salvo. Dianalesca le soltó la mano de inmediato y se alejó unos pasos, mientras respiraba con fuerza y apretaba los puños.

Esto no tenía que acabar así ―observó sus propias manos―. No así… No, mierda. Mierda, mierda, mierda…

No era el lenguaje propio de una dama.

Lune les alcanzaría entonces, en su persecución de la Diosa. Aún vería en ella a la bellísima mujer por la que su corazón flotaba y bailaba, pero la limpia brisa le aclaró un poco la cabeza. Lo suficiente para saber que, por muy hermosa que fuera, se estaba dejando llevar demasiado.

Maya, por su parte, se había escurrido entre el populacho para evitar ser vista por Diana. Fue más que suficiente, puesto que la aprendiza tenía toda su atención puesta en su huida, no en la gente de su alrededor. Pero, al llegar al patio solitario al que habían salido Jeanne y Diana, tendría que ocultarse tras el marco si aún no quería ser descubierta y mantenerse al margen de la escena.

Mientras les había seguido, por ir en la cola del grupo, Maya había podido escuchar varias conversaciones sueltas. Todas trataban sobre Diana. Los hombres admitían su admiración hacia ella, o se preguntaban adónde había ido; las mujeres, en cambio, refunfuñaban y se reunían en corrillos para discutir qué hacer contra una competencia a la que ninguna superaba. En uno de ellos, oyó claramente un comentario serio de que tenían que apartarla de en medio literalmente.

Las damas que habían asistido al baile, todas ellas, esperaban no regresar nunca a sus casas; esperaban, de hecho, que el príncipe las eligiera entre las demás y quedarse para siempre en el castillo como futuras reinas. La aparición de Diana había convertido su rivalidad en alianza, con un enemigo común. Iban a hacer algo. No le cabría ninguna duda incluso antes de abandonar la sala de baile.

¡MIERDA!

Dianalesca, mientras tanto, había pasado de estar asustada a mostrarse completamente rabiosa. Levantó los bajos de su vestido y pateó el suelo, levantando la tierra y haciendo volar uno de sus propios zapatitos. Lo observó descender a unos metros de ella, sopesando la posibilidad de ir a buscarlo y, en su lugar, se dio por vencida y se dejó caer al suelo de rodillas.

Vete de aquí. AHORA ―le ordenó a Jeanne sin mirarla. Por el rabillo del ojo, captó a Lune―. Llévatelo contigo. No quiero verle. No quiero veros a ninguno de vosotros. A nadie. Dejadme sola. YA.

Cogió un puñado de tierra y lo dejó resbalar por su mano, inmersa en sus pensamientos y esperando que cumplieran su petición.


Gonax


Ante el mutismo del aprendiz, las mujeres continuaron con su conversación:

¿Mi… Mi Hada? No… No puede ser…

Claro que sí, cariño. Si no creyeras en mí, no estaría aquí. Te has esforzado tanto y trabajado tan duro por tus sueños que no puedes abandonarlo todo ahora. Por eso he venido, para ayudarte a conseguir tu deseo. Y este empezaba con un baile.

El baile ―nombró con un tono de anhelo―.Pero ya habrá acabado ―se desanimó de nuevo.

Habrá otros muchos más ―el Hada le sostuvo las manos para darle ánimos―. Este no era el indicado. Asistirás a los siguientes, te lo prometo. De todas formas, la noche no acabará muy bien…

¿A qué te refieres?

Fuerzas oscuras acechan este mundo, mi niña. Cuídate de ellas. Entra en casa y refúgiate en ella. Yo te protegeré ―le prometió de una manera fraternalmente tierna.

Gracias, gracias… ―sonrió de nuevo Cenicienta, limpiándose una lagrimilla y dirigiéndose hacia Gonax―. Ven conmigo dentro. Si dice que existe peligro fuera, la creo ―le invitó, muy convencida.

Hizo un gesto de despedida a la adorable anciana y trotó arremangándose el destrozado vestido hacia la puerta trasera de su casa, por donde había salido. El Hada Madrina la observó alejarse con dulzura, hasta que se percató de algo y agrandó mucho los ojos.

¡Pero niña! ¡Mira cómo estás! ―exclamó, horrorizándose por el estado de sus vestimentas, en las cuales no se había fijado hasta entonces―. ¡Eso tengo que arreglarlo!

Carraspeó, se palpó las mangas y todos los huecos de su túnica hasta encontrar una varita blanca en su caperuza, y cantó, dirigiéndola a su protegida:

Salacadula Chalchicomula
Bibidi Babidi Bu.
Siete palabras de magia que son:
¡Bibidi Babidi Bu!


El vestido de Cenicienta se reparó milagrosamente, volviendo a mostrar el mismo aspecto que tenía antes de ser desgarrado por sus hermanastras. La joven no se dio cuenta, sino que continuó hasta la puerta, entró e hizo señas otra vez a Gonax para que la siguiera.

Por esta noche ya he acabado ―murmuró el Hada para sí, despidiendo también con la mano a Cenicienta, dispuesta a marcharse enseguida.


Fecha límite: 23-24 de julio.
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Re: [Castillo de los Sueños] ¡Bibidi babidi bu!

Notapor 15nuxalxv » Mié Jul 16, 2014 4:38 am

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Todo estaba saliendo a pedir de boca. Los hombres, locos por alcanzar su preciado objetivo, no reparaban en mi avance hacia el centro de la aglomeración: aquella chica. Cuando hube llegado, vi que el anciano que había combatido a fuerza de mandíbula y otro varón estaban estirando a la muchacha cada uno de un brazo, como huérfanos hambrientos por una migaja de pan. Asesté un golpe de tacón a uno de ellos con el fin de aturdirlo y ella empujó al otro.

Vámonos. Yala rubia me miró con unos atemorizados ojos grises; yo también hubiera estado asustada en esa situación.

Juntamos nuestras manos con vigor y iniciamos la huida. Los hombres no se percataban siquiera que su santo grial se marchaba, estaban demasiado ocupados intentando deshacerse de sus rivales en aquel brutal y aciago cortejo. Las pocas veces que fueron necesarias mis improvisadas armas, resultaron la mar de eficientes.

Cuando emergimos de la nube de violencia y codicia, pude ver los demás invitados (en su mayoría damas) habían formado un corrillo alrededor de la pelea. Me recordaron a mis vecinos de Port Royal, cada vez que ocurría algo fuera de lo normal (el caso más usual era peleas entre marineros ebrios) rodeaban a los protagonistas y se dedicaban a cuchichear y observar la pelea hasta que la guardia intervenía. Después de todo, los humildes habitantes de Port Royal no se diferenciaban tanto de estos nobles emperifollados, simplemente los últimos cuidaban más su higiene.

Tiré de la chica en dirección al exterior (esperaba que el aire fresco le sentara bien e hiciera que se recuperara), lo que significaba romper el anillo de ricachones y cruzarlo. Ignoré sus miradas hostiles intentando no sonrojarme (esfuerzo vano) y me dirigí a la salida. En cuanto nos acercamos, abrieron un camino, como si tuviéramos una enfermedad contagiosa. Ellos sí estaban enfermos, me dije. Lo sabía desde que vi un noble por primera vez en mi vida, en Port Royal. Pese a esto, jamás expresaría en voz alta mi repulsión. Estaba en mi naturaleza odiarlos y a la vez temerlos, ya que podían arrebatártelo todo con un chasquido de dedos.

Continuamos nuestra correría por los pasillos. Era un placer correr sin aquel doloroso y poco pragmático calzado, sentía que había estado aprisionada todo este tiempo y que por fin era libre. Los guardas se quedaban mirándonos (mirándola, me corregí) cuando pasábamos a su lado, pero eran momentos tan fugaces que ninguno nos siguió. Quizá el joven centinela estuviera allí. Traté de no pensar mucho en ello.

Al fin, salimos del castillo, sin ningún perseguidor a la vista. En cuanto nos detuvimos, la damisela se zafó de mi agarre y reculó un poco. Escuché su respiración agitada y furiosa mientras apretaba los puños, los mismos que miró mientras decía:

Esto no tenía que acabar así. No así... No, mierda. Mierda, mierda, mierda.

Me sorprendió su poco delicada jerga, aunque entendí lo que le ocurría: tal vez no pudiera volver al baile ni conquistar al príncipe, el objetivo de todas aquellas mujeres, y el suyo. De cualquier manera, pensé que tendría que reorganizar sus prioridades.

Entonces noté que había alguien más en aquel patio. No era otro que Lune. Nos había seguido. Aunque no le presté demasiada atención, estaba demasiado concentrada en ella: había pasado de temblar de miedo a hacerlo de furia.

¡MIERDA!

El alarido me hizo retroceder un poco. No se me ocurría qué hacer para tranquilizarla. Comenzó a patalear como una niña pequeña (hacía ya rato que había dejado atrás al decoro), destrozando el trabajo de los jardineros. En medio de su rabieta, uno de sus zapatos salió despedido con energía aterrizando unos metros más allá. Tras escrutarlo como esperando que volviera mágicamente a su pie, se dejó vencer y cayó de rodillas, ensuciando su delicado vestido. Di unos pasos temiendo que hubiera sufrido otra lipotimia, pero nada más lejos de la realidad.

Vete de aquí. AHORApude notar la ira que había en su interior sin mirarla a la cara siquiera―. Llévatelo contigo. No quiero verle. No quiero veros a ninguno de vosotros. A nadie. Dejadme sola. YA.

Me percaté que se refería a Lune. Evalué la situación: no tenía nada que hacer allí, ya la había ayudado y era obvio que ni quería ni necesitaba más mi atención ni la de nadie. Le vendría bien un poco de soledad para serenarse.

Autoconvencida de ello, me dirigí hasta Lune y le puse la mano en el hombro.

Deberíamos irnos, Lune.

Tiré de su brazo débilmente mientras me alejaba, no podía obligarle a volver conmigo, tenía libre albedrío Simplemente quería que supiera que consideraba yo correcto.

Así, con o sin él, comencé mi regreso al salón, sabiendo que me expondría de nuevo a las miradas y a los cuchicheos. Intenté que no me importara demasiado, no iban a arruinarme la noche. Me apresuré a entrar en el palacio, pero una vez allí, empecé a pasear paulatinamente (pero sin perder la determinación). En algún momento tendría que volver a ponerme los tacones que llevaba en la mano, pero quería retrasarlo un poco, me los pondría en la puerta al salón. Si por casualidad me topaba con alguien en el camino (alguien que nos hubiera seguido a los tres, tal vez Maya, quién sabe) le dedicaría una media sonrisa y continuaría mi trayecto hasta la celebración, ya sea en solitario o en grupo, con esa sensación satisfactoria que tienes cuando has socorrido a una persona (aunque luego no te haya expresado gratitud). Poco a poco, aferrándome a aquello, el optimismo volvería a fluir por mis venas y caminaría más ligero. Era un don que tenía desde pequeña, no dejarme llevar por los malos pensamientos.

Sin embargo, esa dicha no me haría olvidar algunas cosas. Por ejemplo, que no tuviera ni idea de dónde estaba Yami, o que hubiera oído en la conversación del Rey que había sincorazón en el reino. ¿Tendrían relación aquellas dos cosas?

Aparté aquel pensamiento de mi mente, decidida a disfrutar lo que quedara de noche. Tal vez hubiera alguna posibilidad que ocurriera algo, pero la probabilidad era remota. A veces era un poco paranoica, había que admitirlo. Seguramente Yami se hubiera entretenido con cualquier cosa. Conociéndola...

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Los últimos dos párrafos no se consideran metagame, ¿no? Porque no estoy muy segura...
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