Ragun―
¿Cómo puedes saberlo…?―
¡Crusty! ¡Esa gente está en peligro! ―le insistió Leinessia.
Hubo un breve cruce de miradas entre ambos, que acabó con Crusty cediendo y asintiendo a la petición de la señorita.
―
Venga conmigo, señor Winderinnerung. Le llevaré a su destino ―anduvo a paso rápido hasta la puerta de la habitación―.
No tenemos mucho tiempo, he de suponer, así que apresurémonos.Y cuando ambos estuvieron fuera, Crusty cerró de golpe la puerta con llave. Leinessia, que había tratado de seguirlos, se quedó dentro con cara de sorpresa, y comenzó a aporrear la puerta de inmediato.
―
¿Qué estás haciendo, Crusty? ¡Ábreme!―
Lo lamento, mi Lady. Es por su seguridad.La dolor por la traición de dejarla encerrada, fuera de la acción, era palpable en el rostro del guardaespaldas. Se alejó unos pasos de la puerta, para poner distancia al deseo de cumplir la orden de la persona a la que más quería proteger, y a la que había tenido que engañar para hacerlo. Sabía que, de habérselo dicho, se habría negado y les hubiese obligado a llevarla con ellos.
Incapaz de permanecer más tiempo frente a la puerta, y con prisa, Crusty hizo una seña a Ragun para que le siguiera y comenzó a correr por el pasillo.
―
¡No, Crusty, no me hagas esto! ¡Sabes que este baile era mi sueño! ―cambió de táctica―.
¡Ayúdeme, Lord Alexander! ¡Os seré de utilidad!Estaba en su mano liberarla o no.
Cuando se pusiera a la altura de Crusty, con Leinessia o sin ella, este le explicaría:
―
Me temo que nunca antes he estado en este castillo. Sin embargo, tengo unos parientes lejanos que me han explicado concienzudamente cómo es y cómo moverme por él. Sabré guiaros hasta el salón de baile. Allí, avisaré a los guardias de que evacúen la sala, aunque he de advertirle de que tal petición no se llevará a cabo hasta que no sea visible el peligro. Nadie nos creerá sin pruebas, ni interrumpirán una ocasión tan especial por un par de desconocidos ―no lo dijo con intenciones ocultas, sino ciñéndose a la verdad.
Fue una buena decisión contar con Crusty para guiarle, en vez de marcharse y buscar el camino por sí mismo. El caballero se movía con rapidez entre los cientos de pasillos, por los que pronto se perdió Ragun al intentar conectar unos y otros.
El salón del baileCuando Crusty y Ragun alcanzaron el salón, aún no habían llegado los sincorazón. Había cierto revuelo en la entrada principal que conectaba a la calle, pero entre varios soldados estaban poniendo paz. Al parecer, varios hombres se habían peleado en mitad del baile.
―
Encárguese de ellos, señor Winderinnerung. Y tenga cuidado ―se separó de él y se encaminó a uno de los guardias más cercanos, el único que llevaba una gran medalla dorada en el pecho―.
Señor, mi dama ha sido atacada en su habitación, y sospecho que el culpable se dirigía hacia aquí.Acto seguido, se enzarzaron en una discusión por la incredulidad del jefe de la guardia, que Ragun no alcanzó a escuchar al abrirse paso hacia el centro de la sala.
Se hallaba a pocos pasos cuando la primera mujer chilló. Todos los presentes se giraron a mirar y se sucedieron varios gritos más. A los pies de la señora, había aparecido del suelo una criatura negra, agazapada y de ojos amarillos, vacía de conciencia tras ellos. El susto hizo que se bloqueara y se quedase inmóvil.
Entonces, Ragun usó
Miedo. Todos los invitados se echaron a temblar, olvidándose de la sorpresa que les había provocado la repentina aparición del sincorazón. La mujer a la que acechaba echó a correr, junto a otros muchos de su alrededor. Y si bien la mayoría de estos se encaminaban hacia las salidas, hubo quien se limitó a buscar una pared lejana o a esconderse tras las cortinas o las plantas. El resto, en cambio, se quedó aún más paralizado de terror.
Los únicos que se vieron menos afectados fueron los guardias. Si bien alguno escapó junto a quienes había jurado proteger, los que resistieron se quedaron, confusos y desorientados, pero dispuestos. El capitán, que había sido advertido por Crusty, entendió el peligro (aunque no ese inusitado miedo que les había invadido a todos de golpe) y ordenó a gritos que evacuaran a los rezagados.
Mientras tanto, más sincorazón fueron apareciendo. Eran solo Sombras, contra las que Ragun luchó sin dificultades y a las que atraía con polillas con
Señuelo.
En estas instancias, Jeanne alcanzó el salón. Había escuchado los gritos y se había cruzado por el camino con los invitados que huían despavoridos, pero gracias a su pequeño tamaño y a haberse echado a un lado, a tiempo de ser pisoteada por la manada, pudo escurrirse entre ellos y continuar. A ambos lados de la muchacha aparecieron dos Sombras y se abalanzaron sobre ella.
Quedaban pocas personas en la sala (los guardias se iban junto a los rezagados que se llevaban y los que se quedaban, con Crusty, protegían las salidas que conectaban directamente con palacio), cuando hicieron acto de aparición los verdaderos peligros. Uno de los soldados señaló con un gritó al techo, donde contemplarían que aparecían, surgidos de la oscuridad, seres alados, de color morado, y terribles garras en manos y pies:
Y así mismo, desde el techo, hacían lo mismo otro tipo de criaturas, que se ponían a caminar inocentemente por el recinto, sin prestar atención a nadie en particular, como si no hubieran acudido al ataque:
Tenían a su alrededor numerosos enemigos, tal y como había predicho la habilidad de Ragun. Por el techo, volaban ocho Gárgolas; por el suelo, paseaban cinco Hongos Negros; y además de ellos, quedaban cinco Sombras (dos de las cuales atacaban a Jeanne).
Las Gárgolas fueron las más feroces. Todas ellas, atraídas por el
Señuelo de Ragun, se arrojaron sobre él, y dos consiguieron dañarle en la cabeza y arañársela con las garras de los pies; las otras seis no se atrevieron por el peligro que representaba la llave. Pero eso no duraría para siempre, acorralado como estaba por tantas de ellas.
VIT de Ragun: 76/82
PH de Ragun: 20/44
VIT de Jeanne: 8/8
PH de Jeanne: 6/6
Maya y LuneDespués de rechazar el ofrecimiento de su compañera a volver dentro, el galán recogió el zapatito del suelo y se arrodilló ante ella para colocárselo. Maya, que ya conocía a Diana y esperaba con diversión el momento en el que la cruel aprendiza de Bastión Hueco pusiera a Lune en su lugar, se llevó una grata sorpresa cuando esta extendió el pie para que el caballero le colocara la prenda.
No dijo nada. Se limitó a dejarle hacer, bajar después el pie y quedarse sentada en el mismo lugar. Solo respondió cuando el proceso finalizó.
―
¿Triste? Sí, supongo que lo estoy.Le miró de reojo, suspirando, y puso su mano en el hueco vacío que había junto a ella, como seña para que se sentara a su lado. Volvió a suspirar y a mirar al cielo. Toda la furia se había evaporado para dar paso a esa tristeza que había intuido Lune. Y algo de melancolía.
―
Vivimos una guerra ―comenzó a relatar Dianalesca, sin mirarle en ningún momento, como si no hablara para nadie más que ella misma―.
Provengo de un reino muy, muy lejano. Posiblemente nunca llegues a saber de ella, ni te afecte jamás. Serás felizmente ignorante. Qué envidia.»
Ni siquiera sabría explicarte cómo demonios llegué a meterme en esto. Nunca he querido una guerra, y de la noche a la mañana, estoy de repente dentro de una. Si hubiera sabido que esto iba a pasar… no hubiese aceptado su oferta. Ya no sé qué pensar… Ni en quién creer…»
Bah, ¡qué importa! Escucharías hasta la perorata más estúpida que saliera de mis labios, embriagado por mi esencia. Me habría gustado poder evadirme de todo con el baile, y resulta que ni soy capaz de…Entonces, escucharon los gritos. Dianalesca se puso inmediatamente en pie, mirando en dirección al castillo. Parecía haber recordado algo, porque no dudó en correr de nuevo al interior, hacia el ruido que provenía de la sala del baile, olvidándose de su caballero.
Y en el marco de la puerta, se topó con una escondida Maya.
―
¡Tú! ―exclamó furiosa, frenando su carrera.
Extendió sus brazos hacia ella y las enredaderas brotaron con naturalidad en dirección a la aprendiza. En apenas unos segundos, estaba atada por completo entre las zarzas, elevándose desde el suelo. Las plantas iban oprimiéndola cada vez más y Diana la observaba con rabia, sabedora de que había escuchado toda su conversación. Y se estaba vengando por ello.
Tanto si Lune la había seguido como si no, Dianalesca se dirigiría a él, sin apartar la vista de Maya:
―
¡Vete de aquí! ¡Esto no es asunto tuyo!Pero sí lo era. El hechizo hipnotizador aun emborronaba su mente con Dianalesca tan cerca. Sin embargo, la agonía de su compañera, unida posiblemente a sus gritos, hicieron que se encendiera algo de luz en su cerebro. Y que comprendiera que tenía intención de matar a Maya.
Los gritos se hacían cada vez más fuertes. Si algo había ocurrido en el salón de baile, los invitados correrían hacia la salida, lo que significaba que no tardarían en llegar hasta donde estaban ellos.
Fecha límite: 29 de julio.
(Gonax ha avisado de su ausencia).