—¡Niña tonta! ¡Puedo anticiparme a todos tus movimientos!
Mientras las criaturas de oscuridad volaban por sus cabezas, los aprendices y el cocinero se agacharon, temblando de lo que Cagnazzo imaginó que era terror. Levantó sus dos patas delanteras para que su risa fuese escuchada más allá de las estrellas.
—¡Juas, juas, juas! ¡La victoria es mía!
Y entonces... Las burbujas estallaron. No con luz, sino al mínimo contacto con los Sincorazón. Las estrellas se vieron cubiertas por una decena de explosiones acuáticas, cuerpos oscuros deshaciéndose y todos los corazones liberándose para volar hacia el cielo.
Todos los Sincorazón habían sido barridos a poco de comenzar el épico combate que Cagnazzo deseaba.
—¡¡Pero esto qué es!! —se horrorizó la tortuga, dando vueltas sobre sí misma e intentando localizar a cualquier superviviente de sus subordinados; el éxito fue nulo—. ¡Cómo habéis...! ¡¡Gabranth me mata!!
—Eso si no hacemos una sopa contigo antes.
El cocinero se adelantó e invocó dos estacas de barro que se lanzaron contra la bestia, la cual pasó a meterse en su caparazón para bloquear ambos ataques. Salió de este con el rostro lleno de ira y el agua comenzó a acumularse bajo sus pies; un ataque que Saxor, gracias a su habilidad, reconocería como Tsunami.
—¡Sois sólo tres! ¡Mis compañeros llegarán en cualquier momento y os harán puré! ¡Yo mismo lo haré, patéticos...!
Pero no terminó su frase. Una figura montada en monopatín cayó del cielo y aterrizó en su caparazón, rodando directo hasta el cuello de Cagnazzo, interrumpiendo su ataque y su discurso. Pretendió defenderse acumulando agua en su boca, pero un hechizo eléctrico surgió por su espalda, de las puertas que daban al primer distrito, y el monstruo se vio obligado a escupir el líquido.
—¡Se acabaron tus payasadas, yo!
—Ya le has oído. Estás en menor número, bicho: entrégate o sufrirás más daños.
Eran dos jóvenes los que habían acudido a su rescate. Uno, con su monopatín bajo su brazo, resaltaba por su gorro negro con una calavera blanca sobre este, además de su ropa semejante a la de un rapero de calle. El otro era más destacable por su pelo naranja y puntiagudo, además de los enormes cascos morados que tapaban sus orejas.
—Epa... —el de los cascos se dirigió hacia los aprendices—. ¿Vosotros no sois...?
En efecto: ya se conocían. Quizás de otra vida, pero serían capaces de reconocerse los unos a los otros sin problemas: se trataban de Neku y Beat, supervivientes del juego de Andrei.
—¡Saxor, colega!
Beat se adelantó a Neku para lanzarse al cuello de su viejo compañero de juegos, agarrándole con el brazo y revolviéndole el pelo con su puño entre risas. Había estado muy preocupado por él desde que había caído en el Reapers' Game, y finalmente comprobaba que él, o al menos su original, seguía vivo. Debido a una visita anterior de Fátima Laforet al mundo ya sabían que tenían sus recuerdos, por lo que no hacían falta explicaciones.
Neku, por su parte, se acercó cruzado de brazos y observó fijamente a Hana y no dijo nada. Después dirigió su vista hacia el cocinero que custodiaba a los aprendices y lo miró con cierto recelo y rabia, todavía más palpable al hablar:
—Sigues vivo.
—Un buen cocinero siempre vive en sus obras.
—Recuérdame no ir nunca a tu restaurante entonces.
El pelopincho se giró directamente hacia Cagnazzo, el cual volvía a acumular agua para atacar al grupo. Sin embargo, un pequeño rayo recorriendo el brazo de Neku le hizo pensárselo mejor: observó con sus ojos casi salidos de sus órbitas a sus contrincantes.
—¿Qué dices, tortuga? Somos cinco. Tú uno.
Cagnazzo se tragó el agua. No tenía muchas más opciones.
—Me rindo.
Era la hora de las interrogaciones. Habían tenido la oportunidad única de atrapar a un Villano Final nada más entrar en el mundo: era hora de aprovecharlo.
—Creo que... Creo que dijo algo de hacer un monumento. ¿Os dice eso algo?
Sí que decía algo al pelirrojo. El joven apartó la mirada y maldijo por lo bajo al ladrón de piezas gumi, mordiéndose el labio inferior de inmediato. Negó con la cabeza y volvió a dirigirse hacia ambos aprendices.
—¡Ese cretino! ¿Sabe hacer algo además de estar trasteando y llenando las calles de mierda? —el hombre calvo se acercó a él y le colocó una mano sobre su hombro, calmándolo. El joven se zafó de él y se dirigió hacia los chicos—. Gracias por vuestra colaboración. El nombre es Reno, y mi elocuente compañero es Rude. ¿Cómo te llamas tú, chiquillo?
Reno se dirigió a Alec y le golpeó el brazo para, inmediatamente, ser atacado por una criatura de la oscuridad en la cara. Gritó y se echó atrás, más sorprendido que dolido, mientras el monstruo le arañaba toda la cara repetidamente.
—¡Ilana, para! ¡Deja de arañar cosas que no son Sincorazón!
Antes de que Alec alcanzara la cabeza de Reno, Rude tomó al animal del lomo y lo arrancó de la piel de su compañero. Este, furioso y dolorido, retrocedió hasta coger la cápsula de viaje de donde había escapado y la colocó frente a su amigo, el cual encerró al animal dentro.
—¿¡Esta cosa es tuya!? —interrogó Reno a Alec, furioso—. ¿¡Pero en qué estás pensando!? ¡Deberíais estar en el refugio! Si queréis ayudar, ¡id a proteger el ayuntamiento con la chica de la moda esa, o defended el refugio con Aeris y sus amigos para que no lleguen hasta Strife! ¡Pero no, sacas el gato de paseo en plena noche! ¡Gilipollas!
Tras asegurarse de que el animal no pudiese escapar de la cápsula, Reno lanzó esta a su compañero, que la atrapó en el aire. Apuntó en dirección contraria, hacia lo que parecía ser un edificio de cristal iluminado a lo lejos, en el quinto distrito.
—¡Nos llevamos esto, Rude! ¡Si quieres ver a tu mascota, encuentra al basurero y que nos dé la pieza que necesitamos! —gritó Reno a los dos aprendices, caminando de espaldas junto con su compañero en dirección al quinto distrito—. Conociéndole, estará creando su arte en la entrada trasera del ayuntamiento, mientras los demás hacen algo de provecho. ¡Hasta que no demostréis que podéis ayudar a esta ciudad os quedáis sin gato!
Ilana se lanzó contra la ventana de su cápsula con sus garras en alto, lo que provocó un sobresalto por parte de Reno. El pobre quedaría traumatizado para siempre.
El ayuntamiento, según las señales de la ciudad, se encontraba en dirección opuesta al quinto distrito. Debían elegir qué camino tomar: insistir a Reno hasta llegar al refugio o persistir y dirigirse hacia la misión que les acababan de encargar. ¿No debían igualmente intentar acabar con la amenaza de los Villanos Finales?