Ronda #5 - Xefil
Publicado: Vie Oct 10, 2014 9:50 am
'Este sujeto va a matarme'.
Sabía muy bien que me estaba metiendo con alguien el doble o triple de mi tamaño. El "niño" —ahora su edad no me quedaba clara, puesto que los Hechiceros solían vivir mucho más tiempo— no sólo había sido capaz de sacudirse a un grupo de hombres armados como si fueran solamente molestas moscas, sino que además controlaba el viento a su alrededor sin ningún esfuerzo, casi como si fuera una extensión de sí mismo y no le costara más trabajo que levantar el brazo o caminar.
No voy a negarlo. Lo que podía hacer conmigo... era espeluznante pensarlo.
Por eso no pensaba en ello.
Le había pedido que dejara a los hombres ir, a cambio de divertirse conmigo. Tan poderoso como demostraba ser, no podía haber muchos que pudieran plantarle cara; no muchos suponían un reto para él. Y con esa falta constante de desafíos, seguramente no se divertía mucho.
Parecía el tipo de persona que encontraba diversión en esa clase de cosas. Si, para empezar, se había reído a carcajadas al lanzar a un grupo de hombre por los aires.
—¡Sea! ¡Trato hecho!
Fue, más que un trato, una invitación. Tomé la decisión correcta con tal de evitar que más vidas se perdieran. Y jugué mis cartas de la manera adecuada. El problema era que ahora tenía que sobrevivir un segundo juego y ya no tenía una buena mano.
Los Sincorazón se desvanecieron en volutas de niebla oscura. El joven Hechicero ordenó a los soldados alejarse, amenazando con acabar el trabajo si no lo hacían rápido, en ese momento. Tan honorables como pudiesen ser, sabían que no tenían probabilidades; si se quedaban, serían probablemente sacrificios sin valor. Se fueron. Y el niño y yo nos quedamos solos.
—¡Ya he cumplido con mi parte! ¡Ahora te toca a ti! —apreté la empuñadura de mi Llave con nerviosismo. ¿Se notaba? —¡Soy Ahren, de las Ciénagas, aprendiz de Maléfica, próximo Señor del Viento! Y voy a averiguar cómo te has librado del hechizo de tu reino, Xefil~
'Sí. Cuando lo logres, asegúrate de pasarme el mensaje', pensé con ironía. Sin embargo, sus palabras me demostraron que yo había elegido las mías correctamente. Había desencadenado la curiosidad en él y ahora yo había ascendido en su lista de prioridades. Justo como lo quería.
La pelea empezó de manera espontánea y natural. Sin ningún aviso previo o algún monólogo que avisara su llegada; los ataques sencillamente volaron en mi dirección. Una vez más, tuve que poner especial atención a la suciedad y basurilla que el viento cargaba, para así localizar los hechizos que Ahren me había lanzado. El método no era por completo en eficaz, en especial con el amplio alcance que tenían las corrientes de aire que el Hechicero producía. Si verlas ya era de por sí costoso, esquivarlas era una proeza heroíca.
Uno de sus hechizos me golpeó en el pecho y me empujó varios pies hacia atrás, derribándome al suelo. La vegetación de la pradera amortiguó un poco mi caída, pero aun así me lamenté de que ésta no fuese más abundante. Mientras recuperaba mi posición, me percaté de que el niño se había elevado un par de metros en el aire, sosteniéndose sobre la nada con ayuda de su magia.
—Ay, eso es trampa —pronuncié sin pensar, a la par que iniciaba a correr hacia el chico tan rápido como podía en aquel irregular terreno. Intenté zigzaguear un poco, pero era inevitable que Ahren me viera venir desde varias yardas de distancia. En el momento preciso en el que intenté pegar un salto, me rechazó con un certero golpe de viento que volvió a rechazarme. Sentí mi piel rasgarse como si hubieran deslizado una cuchilla por encima.
—¡Dos minutos!
Era peligroso y casi inalcanzable. Necesitaba atacarlo desde lejos, ¿pero qué opciones tenía? Seguramente había algún arco allí abandonado, pero ya había tenido malas experiencias con Nadhia intentando enseñarme a usarlo. Y lanzar mis dagas para no volver a recuperarlas tampoco era una opción.
'Si tuviera alguien para cubrirme las espaldas...'
La idea cruzó a mi mente como un veloz rayo. Ahren no tenía por qué saber que me encontraba solo.
—¡Aleyn, dispárale ya!
Alcé mi mano libre en dirección al Hechicero, fingiendo que le hacía una señal a mi compañero imaginario, que se encontraba en algún sitio a espaldas de mi oponente. Si Ahren se giró (o si se desconcentraba, al menos) para protegerse de un posible proyectil, aproveché entonces la oportunidad para saltar de nuevo y asestarle un mandoble vertical. Estaba volando bastante alto, así que no importaba dónde le pegara: con tal de que la punta de mi Llave lo alcanzara, me daría por satisfecho.
Aterricé con una voltereta, intentando reacomodarme para tener a Ahren de vuelta en mi campo de visión. No busqué esquivar su próximo ataque; en cambio decidí recibirlo de lleno, extendiendo un MicroGrav a mi alrededor para tornarlo menos dañino. No sólo me serviría para medir sus golpes, sino que además me permitiría mantenerme a una distancia prudente para volver a la carga con otro ataque. Sólo esperaba que una vez actuara la gravedad reducida, sus ráfagas de viento no fuesen capaces de levantarme.
Sabía muy bien que me estaba metiendo con alguien el doble o triple de mi tamaño. El "niño" —ahora su edad no me quedaba clara, puesto que los Hechiceros solían vivir mucho más tiempo— no sólo había sido capaz de sacudirse a un grupo de hombres armados como si fueran solamente molestas moscas, sino que además controlaba el viento a su alrededor sin ningún esfuerzo, casi como si fuera una extensión de sí mismo y no le costara más trabajo que levantar el brazo o caminar.
No voy a negarlo. Lo que podía hacer conmigo... era espeluznante pensarlo.
Por eso no pensaba en ello.
Le había pedido que dejara a los hombres ir, a cambio de divertirse conmigo. Tan poderoso como demostraba ser, no podía haber muchos que pudieran plantarle cara; no muchos suponían un reto para él. Y con esa falta constante de desafíos, seguramente no se divertía mucho.
Parecía el tipo de persona que encontraba diversión en esa clase de cosas. Si, para empezar, se había reído a carcajadas al lanzar a un grupo de hombre por los aires.
—¡Sea! ¡Trato hecho!
Fue, más que un trato, una invitación. Tomé la decisión correcta con tal de evitar que más vidas se perdieran. Y jugué mis cartas de la manera adecuada. El problema era que ahora tenía que sobrevivir un segundo juego y ya no tenía una buena mano.
Los Sincorazón se desvanecieron en volutas de niebla oscura. El joven Hechicero ordenó a los soldados alejarse, amenazando con acabar el trabajo si no lo hacían rápido, en ese momento. Tan honorables como pudiesen ser, sabían que no tenían probabilidades; si se quedaban, serían probablemente sacrificios sin valor. Se fueron. Y el niño y yo nos quedamos solos.
—¡Ya he cumplido con mi parte! ¡Ahora te toca a ti! —apreté la empuñadura de mi Llave con nerviosismo. ¿Se notaba? —¡Soy Ahren, de las Ciénagas, aprendiz de Maléfica, próximo Señor del Viento! Y voy a averiguar cómo te has librado del hechizo de tu reino, Xefil~
'Sí. Cuando lo logres, asegúrate de pasarme el mensaje', pensé con ironía. Sin embargo, sus palabras me demostraron que yo había elegido las mías correctamente. Había desencadenado la curiosidad en él y ahora yo había ascendido en su lista de prioridades. Justo como lo quería.
La pelea empezó de manera espontánea y natural. Sin ningún aviso previo o algún monólogo que avisara su llegada; los ataques sencillamente volaron en mi dirección. Una vez más, tuve que poner especial atención a la suciedad y basurilla que el viento cargaba, para así localizar los hechizos que Ahren me había lanzado. El método no era por completo en eficaz, en especial con el amplio alcance que tenían las corrientes de aire que el Hechicero producía. Si verlas ya era de por sí costoso, esquivarlas era una proeza heroíca.
Uno de sus hechizos me golpeó en el pecho y me empujó varios pies hacia atrás, derribándome al suelo. La vegetación de la pradera amortiguó un poco mi caída, pero aun así me lamenté de que ésta no fuese más abundante. Mientras recuperaba mi posición, me percaté de que el niño se había elevado un par de metros en el aire, sosteniéndose sobre la nada con ayuda de su magia.
—Ay, eso es trampa —pronuncié sin pensar, a la par que iniciaba a correr hacia el chico tan rápido como podía en aquel irregular terreno. Intenté zigzaguear un poco, pero era inevitable que Ahren me viera venir desde varias yardas de distancia. En el momento preciso en el que intenté pegar un salto, me rechazó con un certero golpe de viento que volvió a rechazarme. Sentí mi piel rasgarse como si hubieran deslizado una cuchilla por encima.
—¡Dos minutos!
Era peligroso y casi inalcanzable. Necesitaba atacarlo desde lejos, ¿pero qué opciones tenía? Seguramente había algún arco allí abandonado, pero ya había tenido malas experiencias con Nadhia intentando enseñarme a usarlo. Y lanzar mis dagas para no volver a recuperarlas tampoco era una opción.
'Si tuviera alguien para cubrirme las espaldas...'
La idea cruzó a mi mente como un veloz rayo. Ahren no tenía por qué saber que me encontraba solo.
—¡Aleyn, dispárale ya!
Alcé mi mano libre en dirección al Hechicero, fingiendo que le hacía una señal a mi compañero imaginario, que se encontraba en algún sitio a espaldas de mi oponente. Si Ahren se giró (o si se desconcentraba, al menos) para protegerse de un posible proyectil, aproveché entonces la oportunidad para saltar de nuevo y asestarle un mandoble vertical. Estaba volando bastante alto, así que no importaba dónde le pegara: con tal de que la punta de mi Llave lo alcanzara, me daría por satisfecho.
Aterricé con una voltereta, intentando reacomodarme para tener a Ahren de vuelta en mi campo de visión. No busqué esquivar su próximo ataque; en cambio decidí recibirlo de lleno, extendiendo un MicroGrav a mi alrededor para tornarlo menos dañino. No sólo me serviría para medir sus golpes, sino que además me permitiría mantenerme a una distancia prudente para volver a la carga con otro ataque. Sólo esperaba que una vez actuara la gravedad reducida, sus ráfagas de viento no fuesen capaces de levantarme.
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