Cuando las sombras se desvanecieron se encontró en un lugar oscuro, no obstante pudo notar la presencia de otra gente, de los demás aprendices, no estaba solo. Entonces se encendieron las luces que iluminaron la sala, que lejos de aclarar las cosas, hizo que su desconcierto aumentara todavía más. Estaba en la sala del trono de Tierra de Partida… No, no estaban de regreso a casa. Era una sala muy parecida, pero mucho más oscura y tétrica. Para sorpresa del muchacho, también estaban el resto de aprendices que habían decidido ir por otras rutas.
La confusión, la duda, el miedo… Todas esas sensaciones eran palpables en el ambiente. ¿Por qué estaban allí? Muy pronto lo averiguaría.
Un hombre mayor de pelo castaño les dio la bienvenida. No tardaron en averiguar quién era, pues el responsable de todo aquello había sido él. Les hacía promesas de sabiduría, conocimiento y verdad, mientras que a la par ponía en entredicha a los maestros de Tierra de Partida, lo que incluía a su maestra… Rebecca.
Edge permaneció callado rodeado de sus compañeros, frunciendo el ceño e intentando comprender las complejas explicaciones de ese enigmático hombre. Hacía muy poco que había llegado a Tierra de Partida, de hecho muchas de las cosas le venían de nuevo. Incluso el resto de aprendices… apenas conocía a unos cuantos.
Sin embargo las visitas no habían terminado. Nuevas caras se unieron a aquel hombre, de quien Edge pudo averiguar el nombre gracias a una mujer. Se llamaba Ryota.
Algunos aprendices reaccionaron ante los que habían aparecido, lo que le hizo pensar que los conocían.
Las sorpresas no habían terminado. Tras un largo rodeo pudieron averiguar que Ryota era uno de los maestros que, teóricamente, se habían perdido en Bastión Hueco. La mujer que intervenía junto a él debía ser la otra maestra, mientras que el resto tenían que ser por fuerza los aprendices… No, había una mujer que no, pero Edge no pudo comprender los enigmas que la rodeaban.
Ryota y los demás maestros y aprendices perdidos, eran traidores, eran los amos del castillo, eran los que habían usado la llave espada con fines perversos. Por fuerza una de las que se encontraban allí tenía que ser Diana, la que había conseguido engañar a León.
—Uníos a mí —les propuso Ryota—. Podéis seguir siendo la avanzadilla de Tierra de Partida, la primera línea defensiva de una guerra, aquellos que nunca regresan a casa con vida… O podéis ser más. Podéis participar realmente en el futuro que pronto forjaré.
Había llegado un punto de no retorno. El silencio no tardó en romperse, varios aprendices empezaron a dirigirse a sus compañeros para convencerles de que se quedaran en su bando, otros para reafirmarse a sí mismos, hubo incluso varios que se dirigieron al mismísimo Ryota.
No le sorprendió ver que varios de ellos se encaminaron hacia los tronos, aceptando así su nueva propuesta. Abandonaban Tierra de Partida. Pero… ¿qué es lo que haría Edge? En Bastión Hueco apenas había podido ayudar a León, ni siquiera hacer frente a los sincorazón.
Traidores, muertes, mentiras… Él, que había creído siempre en la bondad de la gente, empezó a replantearse varios de sus principios. Tenía dudas, y ese hombre le ofrecía respuestas.
“Podéis seguir siendo la avanzadilla de Tierra de Partida, la primera línea defensiva de una guerra, aquellos que nunca regresan a casa con vida…”
Esa frase que había pronunciado Ryota resonó en su interior. No pudo evitar pensar en su vida como soldado en Port Royal, toda y cada una de las batallas libradas. Los que no vuelven a casa… Siempre había creído que luchando en primera línea podría cambiar las cosas. Pero jamás fue capaz de proteger a sus camaradas. Una batalla, una cicatriz. Una cicatriz, un amigo que jamás volvería.
Rebecca le había otorgado el poder de la llave espada. Un poder que al inicio de su viaje creyó que le serviría para cambiar las cosas. Pero no había sido así, en Bastión Hueco había sido completamente inútil, si no hubiera sido por los demás posiblemente ni siquiera seguiría vivo.
"Podéis participar realmente en el futuro que pronto forjaré".
Un nuevo futuro. Una promesa esperanzadora. Ese hombre le ofrecía certeza, seguridad. Ya había tomado su decisión.
La propuesta de Ryota les separaría en dos bandos. Luz y ¿oscuridad? Edge ignoraba tantas cosas… todo lo que había conocido desde su llegada a Tierra de Partida hasta ahora le era completamente desconocido en su anterior vida. ¿Qué sabía él para discernir qué era correcto y qué no? Algo estaba a punto de cambiar en todo aquello. Ryota había hablado de una guerra. Aquella propuesta causaría dolor, y con ello debilidad. Antiguos amigos y compañeros luchando en bandos opuestos. ¿Quiénes cederían más? Edge lo sabía bien, en una guerra había poco espacio para sentimientos como la compasión o la amabilidad.
Eso tenía que cambiar. Él siempre había intentado ayudar a los demás, incluso cuando luchaba contra piratas preguntaba primero y atacaba después. Sin embargo no siempre había sido capaz de evitar un trágico final, había llegado a matarlos. Del mismo modo que ellos habían matado a sus camaradas. ¿Qué sentido tenía todo aquel ciclo que se repetía una y otra vez? Incluso fuera de su mundo. ¿Cambiaría eso el futuro que les proponía Ryota? ¿El fin justifica los medios?
Rebecca, Hana, Maya, Zait, Fyk, Alec, Hiro, Kairi… Desde luego conocía muy poco a sus camaradas. Sin embargo… estaban vivos. Quizá no fuera gracias a él, pero lo estaban. Puede que no estuviera del todo equivocado. No sería ni aquel día ni el siguiente. No tenía la certeza de si hacía lo correcto. Pero algún día, en un futuro lejano, lo sabría.