Re: [Evento Global] Ocaso de una estrella
Publicado: Lun Jun 25, 2012 8:10 pm
-Está siendo un día muy extraño -murmuraba el joven hombre-rata, tumbado en su apacible cama, a la que se había logrado acostumbrar tras un tiempo en el que había preferido la calidez del suelo.
Pues sí, si que estaba siendo un día extraño, el Sol ya se erguía imponente en lo alto del cielo, pero ninguno de los numerosos aprendices de Tierra de partida había sido llamado a algún entrenamiento o misión. Igualmente, el tablón del Gremio se encontraba vacío de misiones, y para terminar de hacer la situación aún más extraña, ni uno sólo de los maestros se había asomado, casi parecían haberse esfumado de aquel lugar.
"¡Día libre!", eso era lo que gritaba la gente por los pasillos, lo que parecía ser causa de jolgorio para ellos. Mickael no lo veía así, para él un día libre era un día perdido, un retraso en su aprendizaje, un día menos para ser más fuerte, para poder proteger lo que él amaba. Después de andar sin dirección por el castillo y sus jardines, había decidido encerrarse en su cuarto a meditar. La idea de entrenar sin supervision no le hacía demasiada gracia, no habría nadie que le corrigiera los fallos, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Quizás podría encerrarse en la biblioteca y estudiar, o buscar a aquel gran cuadrúpedo que era Sam y echar unas carreras para mantener el físico. Hiciese lo que hiciese no pensaba perder aquel día.
Se disponía ya a levantarse y abandonar su cuarto cuando una extraña luz, como una estrella fugaz, le llamó la atención mientras miraba por la ventana. Al poco rato un inmenso ruído lleno el mundo, esa “estrella fugaz” había impactado contra los jardines. Mickael se irguió rápidamente y corrió como alma que lleva al diablo, curioso de saber que demonios era lo que se había estrellado. Al salir, el cielo era distinto, un violento atardecer, a juzgar por su color, asolaba Tierra de Partida. Los demás aprendices no habían pasado por inadvertido el accidente y se agolpaban en el lugar del suceso, algunos desorientados, sin saber muy bien qué había pasado, y otros, curiosos, rodeando la zona del impacto, observando al causante.
¿Buscas el conocimiento?
La voz retumbó por todas partes, llamando la atención de los aprendices.
¿Deseas la verdad?
Mickael ya se había olvidado por completo de la “estrella fugaz” y miraba incrédulo hacia todos los lados, buscando el origen de la voz.
Un único camino puedes entonces tomar. Y te advierto, escucha, pues en ninguno más ante ti se mostrarán. Ven y descúbrelo todo. Allí…
Nada más el extraño mensaje terminó de ser emitido, de la nada se formó un gigantesco portal oscuro que se mostraba como una gran puerta hacia lo desconocido, llamando de alguna manera a adentrarse en su interior a todo aquel que lo observabara.
-¡Un portal de oscuridad! –se sorprendió Mickael, que conocía gracias a los libros aquella estructura que permitía viajar entre mundos.
Permaneció un rato inmóvil, sin saber que hacer. Mientras tanto, algunos aprendices, los más valientes y decididos, se sumergían en el portal sin apenas pensárselo. El engreído muchacho con la cría de los pikapikas, Saxor, e incluso Sam, que en su entrada casi se había llevado por delante a otro aprendiz, habían decidido arriesgarse a conocer lo que se ocultaba tras aquella puerta.
Mickael miró fijamente al portal y no pudo evitar ser hipnotizado. Aquello era una salida, una puerta a la verdad, a un mundo nuevo y desconocido para el roedor humanoide, para algo que, sin saber por qué, deseaba conocer. La comparación fue instantánea en su cerebro, aquella puerta era un símbolo, una reminiscencia de otra puerta que el aprendiz conocía muy bien: la puerta más allá de las alcantarillas, más allá de la casa de Merlín, la que daba a Ciudad del Paso y sus distritos, aquella que durante tanto tiempo había deseado cruzar y por tanto tiempo había eludido, retardando su salida.
Así se encontraba él en aquellos momentos, parado, hipnotizado por lo que le ofrecía aquel portal, él estaba en las alcantarillas, protegido por su familia, protegido por Merlín, soñando con esa puerta, con lo que había más allá de ella, pero temiéndola al mismo tiempo. Una puerta abierta frente a él, una curiosidad creciente que lo empujaba a seguir, un miedo que contrarrestaba esa curiosidad, que lo retenía, porque al fin y al cabo, ¿para qué salir? ¿Para qué exponerse a un posible peligro cuando allí tenía una mínima tranquilidad asegurada? Pero... ¿Para qué vivir entonces? ¿Para qué vivir con miedo? Si quieres hacer algo, simplemente hazlo. Nadie debería encerrar su corazón con miedo, impidiéndole ser libre. Y en ese momento, el corazón de Mickael le gritaba fuertemente que lo dejara ser libre, que cruzara esa puerta, que descubriera que había más allá.
Por eso el roedor no tuvo dudas, no se paro a pensar en qué pensarían los maestros si se enteraban de lo que estaban haciendo sus aprendices, no pensó en las consecuencias de atravesar aquel portal, no pensó en su responsabilidad, no quiso pensar en nada, tan sólo quiso escuchar a su corazón. Y así, se dirigió hacía el portal, sumergiéndose en su densa oscuridad.
La curiosidad había matado al gato, pero... ¿mataría también al ratón?
Pues sí, si que estaba siendo un día extraño, el Sol ya se erguía imponente en lo alto del cielo, pero ninguno de los numerosos aprendices de Tierra de partida había sido llamado a algún entrenamiento o misión. Igualmente, el tablón del Gremio se encontraba vacío de misiones, y para terminar de hacer la situación aún más extraña, ni uno sólo de los maestros se había asomado, casi parecían haberse esfumado de aquel lugar.
"¡Día libre!", eso era lo que gritaba la gente por los pasillos, lo que parecía ser causa de jolgorio para ellos. Mickael no lo veía así, para él un día libre era un día perdido, un retraso en su aprendizaje, un día menos para ser más fuerte, para poder proteger lo que él amaba. Después de andar sin dirección por el castillo y sus jardines, había decidido encerrarse en su cuarto a meditar. La idea de entrenar sin supervision no le hacía demasiada gracia, no habría nadie que le corrigiera los fallos, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Quizás podría encerrarse en la biblioteca y estudiar, o buscar a aquel gran cuadrúpedo que era Sam y echar unas carreras para mantener el físico. Hiciese lo que hiciese no pensaba perder aquel día.
Se disponía ya a levantarse y abandonar su cuarto cuando una extraña luz, como una estrella fugaz, le llamó la atención mientras miraba por la ventana. Al poco rato un inmenso ruído lleno el mundo, esa “estrella fugaz” había impactado contra los jardines. Mickael se irguió rápidamente y corrió como alma que lleva al diablo, curioso de saber que demonios era lo que se había estrellado. Al salir, el cielo era distinto, un violento atardecer, a juzgar por su color, asolaba Tierra de Partida. Los demás aprendices no habían pasado por inadvertido el accidente y se agolpaban en el lugar del suceso, algunos desorientados, sin saber muy bien qué había pasado, y otros, curiosos, rodeando la zona del impacto, observando al causante.
La voz retumbó por todas partes, llamando la atención de los aprendices.
Mickael ya se había olvidado por completo de la “estrella fugaz” y miraba incrédulo hacia todos los lados, buscando el origen de la voz.
Nada más el extraño mensaje terminó de ser emitido, de la nada se formó un gigantesco portal oscuro que se mostraba como una gran puerta hacia lo desconocido, llamando de alguna manera a adentrarse en su interior a todo aquel que lo observabara.
-¡Un portal de oscuridad! –se sorprendió Mickael, que conocía gracias a los libros aquella estructura que permitía viajar entre mundos.
Permaneció un rato inmóvil, sin saber que hacer. Mientras tanto, algunos aprendices, los más valientes y decididos, se sumergían en el portal sin apenas pensárselo. El engreído muchacho con la cría de los pikapikas, Saxor, e incluso Sam, que en su entrada casi se había llevado por delante a otro aprendiz, habían decidido arriesgarse a conocer lo que se ocultaba tras aquella puerta.
Mickael miró fijamente al portal y no pudo evitar ser hipnotizado. Aquello era una salida, una puerta a la verdad, a un mundo nuevo y desconocido para el roedor humanoide, para algo que, sin saber por qué, deseaba conocer. La comparación fue instantánea en su cerebro, aquella puerta era un símbolo, una reminiscencia de otra puerta que el aprendiz conocía muy bien: la puerta más allá de las alcantarillas, más allá de la casa de Merlín, la que daba a Ciudad del Paso y sus distritos, aquella que durante tanto tiempo había deseado cruzar y por tanto tiempo había eludido, retardando su salida.
Así se encontraba él en aquellos momentos, parado, hipnotizado por lo que le ofrecía aquel portal, él estaba en las alcantarillas, protegido por su familia, protegido por Merlín, soñando con esa puerta, con lo que había más allá de ella, pero temiéndola al mismo tiempo. Una puerta abierta frente a él, una curiosidad creciente que lo empujaba a seguir, un miedo que contrarrestaba esa curiosidad, que lo retenía, porque al fin y al cabo, ¿para qué salir? ¿Para qué exponerse a un posible peligro cuando allí tenía una mínima tranquilidad asegurada? Pero... ¿Para qué vivir entonces? ¿Para qué vivir con miedo? Si quieres hacer algo, simplemente hazlo. Nadie debería encerrar su corazón con miedo, impidiéndole ser libre. Y en ese momento, el corazón de Mickael le gritaba fuertemente que lo dejara ser libre, que cruzara esa puerta, que descubriera que había más allá.
Por eso el roedor no tuvo dudas, no se paro a pensar en qué pensarían los maestros si se enteraban de lo que estaban haciendo sus aprendices, no pensó en las consecuencias de atravesar aquel portal, no pensó en su responsabilidad, no quiso pensar en nada, tan sólo quiso escuchar a su corazón. Y así, se dirigió hacía el portal, sumergiéndose en su densa oscuridad.
La curiosidad había matado al gato, pero... ¿mataría también al ratón?