—Decidme quién de vosotros tres me atacó y perdonaré a los demás.
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Estaban atrapados, Edge no podía escapar, lo que significaba que Zait tampoco podía. Habían atacado a aquella reaper con la intención de liberar al chico del gorro, pero el plan no había salido tal y como ellos habían imaginado y ahora pagarían por sus errores… ¿o no? Le bastó una sola mirada de Zait para adivinar lo que estaba pensando el chico. Podía resultar innoble y cobarde, pero, si la reaper cumplía con su palabra, era la única salida ante aquella situación. Pero… no podía, quién era él para condenar la vida de otra persona a la muerte, iba en contra de todos sus ideales, en contra de todo aquello que predicaba, aquel muchacho no tenía la culpa, no podía pagar injustamente por unos errores que no había cometido. Si se declaraba culpable moriría en aquel mismo instante, estaba seguro de ello, y con ello condenaría a Zait en aquel maldito juego, a menos que pactara con el otro jugador. ¿Estaba dispuesto hacerlo? ¿Tenía que hacerlo? Todos esos pensamientos pasaban fugazmente por la cabeza de Edge, atormentándolo. Fue entonces cuando el silencio se rompió.
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El otro chico no tardó en delatar a su amigo, Zait Laind, como el verdadero culpable. Al fin y al cabo lo era, pero… Fue seguramente aquella mirada y desagradable sonrisa que les dedicó lo que hicieron que Edge se decidiera. Parecía que les culpara por la muerte de su compañero. Entonces comprendió que aquel muchacho estaba lleno de odio. Ellos habían huido, intentando cumplir la misión de aquel día, sin embargo aquellos dos aprendices no habían analizado suficientemente bien sus capacidades y habían decidido afrontar al enemigo de cara. Y como resultado uno de ellos estaba ahora muerto. Su valor no les había servido para nada, los débiles mueren y los fuertes sobreviven. Aquella era la única constante que se repetía una y otra vez. Ellos aún eran de los débiles, debían persistir en el presente para ser fuertes el día de mañana.
Ante aquella acusación, Zait, no dudó ni un solo instante en salir en su defensa. Ahora era él quien acusaba al otro jugador de haber atacado a Alexis, aunque los tres supieran que era mentira.
En otras circunstancias Edge no habría dudado ni un solo instante en presentarse como el verdadero culpable, al fin y al cabo, no quería condenar a ningún inocente ni tampoco estaba dispuesto a ver como otro amigo suyo moría sin más delante de sus ojos. Y entonces se dio cuenta de algo… no conocía aquel jugador, ni siquiera de vista… Lo que significaba que era, nada más ni nada menos, un aprendiz de Bastión Hueco. ¿Merecía la pena por alguien así? Él pretendía construir algo, salvaguardar los mundos, no destruirlos, como habían hecho ellos.
“Todos los seres perversos deben ser destruidos, aniquilados inmediatamente”.
Estaba decidido, no podía permitirse el lujo de morir allí, pero tampoco de que aquella niña acabara con Zait, aquel zagal aún tenía cosas que hacer en su vida, tenía que salvar a un amigo, y tenía que ganar aquel juego pasara lo que pasase. Y Edge le ayudaría.
―Témome que no puedo permanecer callado ―anunció Edge, quien levantó la cabeza, totalmente serio. Incluso hablar le costaba en aquellas condiciones, bajo el hechizo de Alexis―. Pero quien dice la verdad no es otro que mi compañero ―apoyó un brazo en el hombro de Zait y con el otro señaló al aprendiz de Bastión Hueco con el dedo índice―. Sois vos quien cegado por la ira y la venganza atacó a la reaper con sus sombras y ahora… ahora pretende culparnos de su temeridad. Mas sois vos el único e indiscutible culpable.