—
¡Ah! Deberíamos usar el Power Up que recibimos ayer, ¿no? —
Deberíamos, sin duda —coincidí, alargando la mano para que Maya me lo pasara en cuanto terminara de usarlo. Una vez lo tuve entre mis dedos, la imité y lo usé en mi frente, intentando recobrar alguna de mis antiguas habilidades. Pese a ser una copia de mi viejo yo, aun era el mismo, sólo ligeramente cambiado, con nuevas experiencias. Era evidente que me sentía más seguro con mis poderes espaciales.
De tal manera que, tras utilizar el PowerUp para fortalecernos, Maya y yo continuamos por la ruta que habíamos decidido. Íbamos un poco atrasados a comparación de las otras dos parejas, pero si nos apresurábamos podíamos llegar a tiempo para cumplir la misión. ¿Era necesario, sin embargo...? A fin de cuentas, sólo se necesitaban dos parejas, y aquéllas ya iban frente a nosotros.
¿Y por qué había sido tan sencillo? ¿Una Misión tan corta y tan fácil de cumplir...? Había gato encerrado.
¿Entonces, si era tan obvio, por qué nadie dijo nada?
La respuesta era sencilla... lo deseábamos. Seguir en el Reapers' Game. Luchar. Probar nuestra existencia.
Porque sólo éramos copias. Intentábamos olvidar que no éramos más que arreglos de datos sin sentimientos. Intentábamos probarnos a nosotros mismos y al resto del universo de lo que éramos capaces: de vivir.
Venganza.
Cuando alcancé a leer por sobre el hombro de Maya el mensaje que había llegado a los seis móviles que habían alcanzado los límites del bosque, no le di mayor importancia. Ni siquiera saqué mi propio teléfono.
Una breve sonrisa apareció en mi rostro, mientras una palabra lo hacía simultáneamente en mi mente.
Reapers.Una brisa innatural recorrió el bosque, sacudiendo levemente las hojas y ramas de la tupida arboleda, convirtiéndose su sonido en el único que envolvía tan temible ambiente. Lentamente, las hojas comenzaron a secarse, cayendo con suavidad como una lluvia de muerte al suelo. El bosque entero se estaba marchitando.
Los árboles a nuestras espaldas se movieron, de una u otra manera, bloqueando la única salida posible, aquélla por la que habíamos llegado. Con precisión, las raíces del suelo se movieron como serpientes y envolvieron nuestras piernas, evitando que pudiésemos movernos de nuestro sitio.
Aquellas habilidades sólo podían corresponder a una persona.
Mi Ángel de la Muerte.
Pero quien apareció de entre los árboles no fue la persona que esperaba, sino alguien completamente distinto. Una niña cuyo aspecto se alejaba de toda concepción de lo humano; de piel gris, acartonada, llena de cortes y suturas. Sus ojos purpúreos y contrastante cabello en punta hacían su aspecto todavía más temible, sumado a la escalofriante ironía de su infantil vestimenta. Aprendiza de Bastión Hueco... Alexis.
—
Mira, Alexis, hemos cazado a tres. ¡Tres! Aquella voz sí que la reconocí. Dulce, femenina y tentadora, y más importantemente, ajena y lejana a Alexis. Nos observaba con diversión desde las altas ramas de los árboles, aunque luego decidió bajar de un salto para observarnos más de cerca.
Inmediatamente, sentí el afecto surgir dentro de mi pecho. Y no pude evitar que mi mente repitiera mil veces su nombre:
Diana. Diana... Diana...—
No os lo toméis como algo personal, cariñines —sentenció, juguetona, mientras se acariciaba el cabello. ¿Y ahora se atrevía a ignorarme...?—.
Excepto vosotros dos, que no me hizo gracia lo que hicisteis. ¿Sabéis lo que cuesta curarse de heridas como esas? —¿por qué les hablaba precisamente a ellos? ¿Qué tenían de especiales? Y la sonrisa que les dedicó...
¿Cómo podía seguir amándola, cuando lo único que hacía era lastimarme...?
La respuesta es simple, Felix. Espabila.—
Tú... —la intervención de Alexis, sin embargo, evitó que mi mente intentara resistirse—.
Tú, niña... Y tu compañero... —sus ojos violetas se posaron en mí; y cuando le sostuve la mirada, noté la ira reflejada en sus pupilas—.
¡Vosotros matasteis a Andrei!—
Para ser justos, el golpe de gracia corrió por parte de Ragun —me burlé, con una sonrisa de autosuficiencia dibujada en mi rostro. Sin embargo, ésta desapareció en cuanto Alexis hirió a Maya en la mejilla con su paraguas, que parecía llevar una hoja en la punta.
El gritito de Maya dolió más que el de Diana, en cuanto Alexis cortó las plantas para empujar a mi compañera. Estiré el brazo, intentando tomarla, pero la Reaper probó ser más rápida, colocándose en horcajadas sobre la niña. Y luego, con una fuerza tremenda, clavó su cuchilla en el hombro de la pequeña.
—
¡¡¡AAAAAAARGH!!! —
¡Maya! ¡Detente, déjala en paz, no es culpa suya!—
¿Sufres? No lo suficiente, créeme. No es ni la mitad de lo que le hicisteis a Andrei, niña...—
¡No pretendíamos acabar con su vida! ¡Si nos hubieseis dicho la verdad en lugar de seguir este estúpido juego...!—
¡¡Alexis!!Diana dejó salir un repentino chillido sin ninguna razón aparente. Para cuando Alexis se incorporó para obedecer la advertencia de su compañera, la amenaza ya había salido de su escondite. Un ser que parecía estar hecho de metal se materializó de algún lugar del suelo, casi como una Sombra, y se acercó a la Reaper por detrás. Dispuesto a atacarla, alzó sus largos brazos, provistos de múltiples espinas.
Alexis se giró e intentó defenderse con su paraguas, pero la criatura no se estremeció siquiera cuando la hoja atravesó su carne. No dudó ni un segundo: con sus peculiares garras, envolvió a la niña en un mortal abrazo.
Repentinamente, las raíces bajo nuestros pies fueron cortadas, para mala suerte de Diana. Y para nuestra sorpresa, quien nos había liberado era otro de aquellos monstruos.
¿Eran nuestros aliados?
—
¿¡Qué son estas cosas!? ¿¡Por qué...!? ¡¡Avatar!!¿Avatar...? ¿Es así cómo llamas a tu dios?Dispuesta a ganar aquella pelea, Diana saltó hasta la cima de los árboles, donde las lianas se encargaron de protegerla.
—
¡Hoy vais a morir! ¡Conoceréis los peligros de la naturaleza!—
¿¡En serio todos vosotros tenéis que ir por el aire?Dispuesto a dar pelea, materialicé mis dagas. Si intentaba concentrarme en la lucha y en mis sentimientos verdaderos, era posible que pudiese evitar la hipnosis de Diana. La desventaja era que, de nuevo, me era imposible atacar desde mi posición. Habría intentado utilizar mis habilidades, pero no sabía qué tanto podrían protegerle sus plantas.
Para mi sorpresa, Alexis volvió a levantarse. Sin perder ni un instante, atacó al compañero de Crow, quien se hallaba más cerca de ella en ese momento, seguramente dispuesto a rebuscar alguna recompensa en su cadáver.
—
¡¡Zait!!—
No es posible matar a quien nunca vivió —declaró simplemente Alexis, incorporándose. Como si alguien la hubiese sanado, las heridas de la Reaper comenzaron a cerrar. ¿Qué clase de monstruosidad era aquella niña? ¿Un no-muerto? ¿Cómo vencerla, entonces?
Aquello nos ponía en una situación bastante desagradable. Con decir que Andrei nos había costado tanta sangre, aún cuando habíamos sido un equipo que lo superaba por mucho en cuestión de número (siete contra uno), era evidente que la pelea contra Diana y Alexis no podía tener mejor pronóstico. Ahora íbamos cortos de una persona, y nos enfrentamos contra dos poderosas Reapers, no uno, de las cuales una se hallaba en su elemento.
Una victoria imposible. ¿Cómo superar a la temible pareja, cuando nos hallábamos completamente rodeados, y afectados por todos los acontecimientos del día anterior? Sencillamente no me hallaba listo para luchar. Nos habían atrapado sin esfuerzo. Indudablemente, una victoria imposible.
Y no obstante, muchas cosas en aquel mundo virtual eran ya imposibles de por sí.
La mirada de Maya se encontró con la mía y ambos asentimos con la cabeza, llenos de determinación. No íbamos a rendirnos tan fácilmente. Íbamos a ganar nuestra libertad.
—
¡Separaos! ¡Atacad las plantas! —grité, echándome a correr en dirección a Alexis, a la par que Maya enviaba su sombrero. Esperaba que los otras parejas pudiesen encargarse de Diana.
Me gustaba empezar los combates así, con ataques de diferentes flancos. Lo bloquease o no, el ataque de Maya aumentaba por mucho mis probabilidades de golpear a Alexis. Y yo mismo podía servir de cortina de humo para alguien; por ejemplo, si alguno de los demás Jugadores decidía seguirme para atacar detrás de mí.
Intenté atacar a la Reaper por dos puntos diferentes: la clavícula y la cintura, de los costados contrarios. Para evitar dejar un hueco antes del ataque, decidí cruzar los brazos sobre mi pecho y, una vez llegara hasta ella, mover las hojas en una diagonal hacia afuera, en lugar de dejarlas caer desde el exterior, lo cual habría dejado mi pecho vulnerable.
Se encontrara el filo con su paraguas o con su carne, me permitiría dirigirle unas palabras rápidas a la Reaper:
—
¡Luchamos por lo mismo! ¿No quieres darle su merecido a Avatar? ¡La muerte de Andrei ha sido culpa del titiritero, no de sus marionetas!
>>¡Nos ha manipulado a los dos! —añadiría finalmente, antes de retroceder de un salto, preparado para agacharme o saltar para evitar cualquier contraataque.