—N-no… Yo jamás…
—¡Nith!
El Guía aprovechó ese momento para materializarse como el niño de antes, desconcertando el ángel. A su vez, Neizan le atacó de frente, con una magia rúnica que por muchas veces que Hana hubiese visto desde su llegada al pasado, aún se le seguía haciendo muy extraña. Las Llaves Espada de los contendientes chocaron y Neizan trató de agarrarse al mango de la contraria.
—¡Suéltala ahora mismo!
—¡¡No!! ¡No volveréis a darme órdenes!
—¡Suéltala, Nithael! ¡Suéltala! ¡Va a acabar matándote!
Forcejearon. Hana intentó acercarse para ayudar, pero la piedra seguía absorbiéndole la vida y la energía que desprendían los dos adversarios era arrolladora. Se atacaban mutuamente con magia, intentando que el otro soltara la doble Llave Espada de Nithael.
Entonces, se dividió en dos.
«Las Llaves Espada no sirven para esta puerta. Necesitáis reunir las dos mitades de esa Llave y traerlas aquí. Al corazón de este mundo». Allí estaba la respuesta. Allí vieron por qué dos eran las llaves para abrirse hasta el Corazón del Mundo.
Fuera cual fuese la consecuencia, Neizan y Nithael se separaron. EL primero vomitó directamente y el segundo tenía un aspecto mucho más debilitado que antes. Hana no supo hacia cuál acercarse, pero siguió atenta y con cautela todos los movimientos del ángel, por si su locura aún no había acabado.
—Nithael...
Assur. Cómo no. ¿Es que no podía mantenerse callado? ¡Él era el culpable, maldita sea! Hana vio impasible cómo Nithael apuntaba su arma contra él. No movió ni un músculo. Pensaba que, en cierta forma, se lo tenía merecido y Nithael debía tener el derecho de hacer lo que le viniera en gana con la vida de ese hombre. En su lugar, fue Neizan quien disparó al ángel para frenarle otra vez.
—¡¡SOIS TODOS IGUALES!! ¡¡Todos vosotros, todos los clanes, todo es por vuestra culpa!! ¡PADRE NO TENDRÍA QUE HABEROS SALVADO JAMÁS! ¡Gabriel tenía razón! ¡Zephyr tenía razón! ¡Tierra de Partida está podrida, los humanos no merecéis el poder de la Llave Espada!
«Yo soy una sirena, así que no cuento», escurrió el bulto con facilidad, a pesar de que Nithael probablemente sí la incluyera en el grupo. Una parte de ella sabía que Nithael estaba actuando encolerizado por culpa del efecto de la Llave, pero eran sus sentimientos, al fin y al cabo. Si de verdad había vivido todo aquello, merecía liberarse.
Sin embargo, miró a Saeko y recordó por qué estaba allí, de nuevo. Tenían que regresar a su tiempo con el conocimiento necesario para proteger Tierra de Partida. Necesitaban a Assur. Vivo. Por desgracia.
Se dijo a sí misma que colaboraría con la paralización de Nithael, pero que en cuanto pudieran calmarle y Assur les solucionara el asunto del viaje en el tiempo, les obligaría a liberarle para responsabilizarse por sus actos. Hana no creía en la justicia. Pensaba que cada uno tenía que actuar según sus ideales y con libre elección, asumiendo las consecuencias. Nithael tendría pronto su oportunidad.
Por eso no entendió la escena que se desarrolló frente a ella. Las puertas que se abrían, el círculo a los pies de Nithael, la sorpresa de Neizan, la humareda en las piedras…
—¡¡No te atrevas!!
—Lo siento—se disculpó Assur—. Espero que, cuando despiertes, encuentres un mundo mejor.
Pudo comprender que algo malo pasaba. Que no estaban siguiendo, de algún modo, el plan original. Reaccionó instintivamente y soltó la piedra, quizá esperando que cayera al suelo y se rompiera. No obstante, no iba a pasar tanto tiempo desde que Assur pronunciara la última sílaba hasta el estallido de las piedras; y, a continuación, la brillante luminosidad que los rodeó.
Cuando la luz menguó, contempló el resultado: un Nithael esculpido en piedra, como una estatua imperecedera y eterna, ajena al ser angelical que había luchado contra ellos hacía escasos segundos.
Hana lo observó, en shock. Nunca había imaginado que se refirieran a aquello con la paralización. Lo habían… es decir, no lo habían matado, o hasta el propio Neizan se habría quejado, pero… lo habían vuelto a encerrar, esta vez, en sí mismo.
La conmoción y la debilidad provocaron que se derrumbara. Se dejó caer hasta acabar sentada, mirando a la nueva estatua y con el único apoyo de su rodilla. A su alrededor, Neizan, el Guía, Catrina y Assur interactuaban. Ella solo era vagamente consciente de lo que se decían.
—No. No lo hagas.
—Pero tenemos que…
—Todavía… Hay algo que hacer. ¿No es cierto, Assur?
—Por el Primero, sí, pero antes dejadme descansar un poco.
—Tenemos que darnos prisa. Hay que deshacer el Castillo.
—Catrina, ¿sabes dónde encontrar a sus amigos?
—Volveré en una hora.
¿Para qué? ¿Querían enseñarle la estatua a todo el mundo? ¿Burlarse de Nithael, de lo inofensivo que parecía ahora, amarrado bajo piedra? Aquello era aberrante. Se había convertido en un mero objeto de decoración. Hana, más recuperada, se puso en pie, mientras continuaba acumulando odio.
—¿Vais a decirnos cómo volver?
—Os haremos lo que a él, solo que el conjuro, gracias a las piedras, durará más. Mucho más. Lo suficiente para que os liberen cuando regreséis a vuestra época.
Ni siquiera eso la hizo reaccionar, y eso que después lo consideraría un asunto muy serio.
—Y me aseguraré de que lleguen hasta vosotros. No puedo dejaros aquí, en el vestíbulo. ¿Y si alguien vuelve a abrir el Castillo? Estaríais en peligro. Así que os llevaré arriba, donde estaréis a salvo.
Ya no aguantó más. Se encaminó hacia Assur y, si nadie se lo impedía, lo agarraría del cuello de su túnica para zarandearlo, con rabia.
―¿¡A qué coño juegas!? ¿¡Te crees que puedes disculparte y luego pasar de él como si nada!? ¡¡Míralo, joder!! ―Lo arrastraría hasta la estatua de Nithael, si podía; o bien se lo señalaría―. ¡Dijimos que solo lo paralizaríamos! ¡¡Y tú vas y le petrificas!! ¿¡Es que te cagaste en los pantalones porque tu perro quería quitarse la correa!? ¿¡EH!? ¡Él no estaba bien de la cabeza, pero tú no tienes nada de lo que presumir y no has tenido ninguna Llave Espada martilleándote la sesera, QUE YO SEPA! ―Después de descargarse, se separaría un poco y, algo más calmada, continuaría―. Asume las consecuencias. Libéralo.
Sabía que Assur no cumpliría la orden. Con la petrificación, lo único que habían logrado había sido congelarlo en el tiempo, como pretendían hacer con ellos. Cuando despertara, no habría pasado ni un segundo para él… por lo que tendrían que enfrentarse al mismo problema. En aquel momento, para deshacer el Castillo del Olvido y devolverles a casa, no les convenía.
―Júralo, joder. Cuando todo esto acabe, vas a liberarlo y a enfrentarte a él. Es tu responsabilidad. La de todos los que le llevasteis a ese estado. ―Incluso si este era sobre todo influencia de la Llave Espada, aunque eso no lo dijo.
Tras ese episodio, dejó en paz a Assur y se retiró a descansar tras una columna, en cuclillas. Tenía muchas dudas acerca de la forma mediante la que les enviarían a su tiempo, pero las plantearía cuando llegaran los demás. Mientras tanto, no quería montar otra escenita. Durante ese periodo en blanco, cerró los ojos y pensó en otras cosas para distraerse. Pensó en el mar.
Entonces, recordó que aún le quedaba algo por hacer.
―Guía ―le llamó, queriendo tener una conversación privada con él―. ¿Puedo pedirte un favor? Cuando Assur lo libere, quiero que le cuentes todo lo que ocurrió con Gabriel. Cómo nos manipuló para usar las piedras y dañarlo, cómo manejó al Alfa y sus intentos por matarnos a todos nosotros. Puede que no sea algo bonito de escuchar, pero la verdad siempre es mejor que nada. Lo dice una famosa mentirosa, aunque eso ya lo sabes. O lo sabrás.
Dicho esto, volvió a cerrar los ojos y, sin quererlo, se durmió.
Despertó a causa de los pasos. La sala, que había permanecido en calma tras su arrebato de ira, se llenó del resto de aprendices del futuro. Hana se desperezó y, mansamente, se unió al grupo. Los contó y se quedó estupefacta de que todos siguieran vivos. Incluso Nadhia, y eso que la habían dejado con un coloso demencial. Parecía cansada, como los demás.
De hecho, la aprendiza se acercó precisamente a Saeko y a Hana:
—¿Os encontráis bien? Derrotamos al Alfa. ¿Qué ha sido de Gabriel?
―Está muerto ―Hana se cruzó de brazos. Era la única buena noticia que podían dar―. El mérito es de Saeko. En cuanto a qué tal estamos, tú dirás. La última vez que te vi tenías por enemigo a un sincorazón capaz de usarte de mondadientes. A ninguna nos ha ido tan mal.
Dada la nefasta situación a la que se habían enfrentado, podían dar gracias de estar enteras.
—El Guía os llevará a la planta más alta del Castillo del Olvido. Allí os petrificaré con la ayuda de las piedras y del Libro de Zephyr. También os lo entregaré, como pago por todo lo que habéis hecho y… Porque no queremos que Tierra de Partida desaparezca bajo ningún concepto—explicó Assur. Hana puso los ojos en blanco—. Por lo que hemos visto, se han perdido muchos conocimientos en el futuro. Quizás gracias a este Libro seáis capaces de traer una época de esplendor a Tierra de Partida. Quién sabe.
—Quiero aclarar algo—interrumpió Diana—. Nunca he escuchado de una petrificación que dure más de mil años. ¿Cómo sabemos que no despertaremos dentro de cien o doscientos años?
Inmediatamente, captó al vuelo otro detalle. Si Assur rehuía su petición, Nithael despertaría por sí mismo en una centena o más. En cierto modo, le apenaba que fuera a suceder algo así. Ya había asumido que no volverían a verse, pero no podía creer que fuera a vivir en otra época en la que no conocería nada, ni a nadie. Sería el mismo sentimiento que habían experimentado los aprendices cuando pisaron por primera vez aquella Tierra de Partida. Pero peor, mucho peor.
—¿Acaso tenéis otra opción? ¿Alguno de vosotros conoce una técnica de tiempo lo suficiente fuerte como para llevaros de regreso al futuro? ¿O es que preferís quedaros con nosotros?—Hana maldijo en silencio a Chihiro― Seríais bien recibidos, claro. Pero no temáis. Si despertáis dentro de cien o doscientos años, llevaréis el Libro con vosotros y podréis volver a petrificaros si es necesario~.
Eso no sonaba nada bien.
―Qué bien, no tendremos que preocuparnos por el insomnio.
―Deberíamos darnos prisa —dijo el Guía—. A cada momento que pasamos aquí, la oscuridad refuerza a los Sincorazón.
El Guía señaló el camino que tomarían hasta la parte superior del castillo, donde les petrificarían para despertar vete tú a saber cuándo, atravesando el portal de la sala contigua y subiendo una cuesta sin fin a simple vista. Sin embargo, antes de dejarles continuar, quiso agradecerles su ayuda:
—Gracias por proteger Tierra de Partida. En el pasado y en el presente.
Hana se encogió de hombros.
―Gracias a ti.
Había evitado hacerlo durante la hora de espera, pero dado que el momento del final se acercaba, no podía seguir retrasándolo más. Se despidió de Neizan con un gesto y un par de palabras de agradecimiento, ya que no lo había conocido mucho, pero habían compartido la misma preocupación por Nithael. Fue a este quien se acercó para darle su despedida final:
―Siento que todo haya acabado así. Tendría que haberte contado unas cuantas más de esas historias del futuro. Y… vaya, supongo que ahora no tiene ningún sentido ocultarlo. Mi nombre no es Lirio. Soy Hana.
Era un monólogo ridículo, ya que Nithael no podía escucharla. Sin embargo, era la única forma que se le ocurría de resarcir su parte de culpabilidad. Al igual que Assur, podría haber hecho mucho más por él, pero el tiempo se le había agotado. Tenía que regresar.
Apretando con fuerza la pluma que guardaba en su bolsillo, siguió las instrucciones del Guía hasta su dormitorio durante los próximos mil años. Por desgracia, tendría que compartirlo con los otros aprendices. Y por suerte, ninguno roncaría.
Si le dejaban, se petrificaría haciendo un corte de manga. Vaya que si lo haría, sería divertido ver la cara que ponía quien la desmovilizara (¿Ronin? ¿Rebecca? ¿Derhe Yeno?). Aún le quedaba algo de sentido del humor.