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Pues es una fiesta como la de aquí:



En la que coinciden personas de muchos reinos en el centro cívico de Duscae, porque había canapés gratis y se pagaba el transporte y el alojamiento. Postead como invitados, interactuad entre vosotros y quién sabe en algún momento quizá pase algo...

Entró en la sala un animal anaranjado de pelos rojizos. aminaba con elegancia y ciertos aires de prepotencia mientras alzaba firmemente la cabeza, subiendo y bajándola de vez en cuando para saludar a algunos de los presentes. Sin duda su aspecto y rasgos llamaban la atención de los asistentes pero, todos aquellos que sabían quien era, le respetaban, incluso alguno podía temerla, ya que era conocido por la brutalidad con la que podía tratar a los intrusos en su territorio.

— Bonita fiesta— balbuceó — Aunque es una pena que no traiga la ropa adecuada— Claramente era una broma, ya que no llevaba ropa, siempre iba desnudo a todos lados.

No tardó en oler las exquisiteces que portaban los camareros en las bandejas, eran, sin duda, unos canapés suculentos que hacían salivar al apuesto chucho.

— Disculpe— comentó a uno de los camareros — ¿Sería usted tan amable de lanzarme dos o tres de esos exquisitos y sabrosos manjares?— El camarero, algo desconcertado por ver a un animal hablar, tardó un poco en reaccionar y cumplir su petición. Red devoró sin piedad alguna los canapés que su nuevo amigo camarero le había dado tan amablemente.

—¿Qué hace esta bestia en una fiesta? —le preguntó Dolores a algún guardia o vigilante en cuanto vio pasar a un perro de lo más llamativo. ¡Qué mal gusto!

Y ella, como era perfecta, no soportaba la imperfección que representaban aquellas criaturas.

Se sentó en una linda silla y llamó con un gesto a algún camarero para que acudiera.

—Un Bloody Mary, por favor~

Una vez le sirvieran y lo saboreara, suspiraría profundamente mientras observaba las bellas vistas de la ciudad a través de las ventanas. Eran bonitas, pero no tanto como ella.

Y desde ahí, esperó a que alguien interesante se acercara a hablar con ella: la perfecta.

—¡Ay, por favor, todo es divino!

Con uno de sus vestidos favoritos, Emilia entró a la fiesta danzante y alegre. Miraba a su alrededor encantada y fascinada por la elegancia de aquel lugar.

—Seguro que prende muy bien.

Poniendo cara de perturbada, se puso a oler una pared. Era uno de sus métodos para saber si algo ardía bien o no (aunque su eficacia era dudosa). Acto seguido, miró a un lado, donde no había nadie ni nada, y una macabra sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Tú qué crees, Andreíta? Oye —Continuó hablando a la nada—, ¿vamos a robarle el dinero a alguna de estas fulanas?

Emilia miró a su alrededor, examinando a todas las mujeres que habían asistido a la celebración. Vio a una bastante peculiar en la barra. La expresión de su cara denotaba altanería y soberbia, y un poco de enajenación mental también (y mira que que alguien como Emilia pensara eso de alguien era preocupante). Era perfecta.

—¡Oye, chica, cuidado! —exclamaría la rubia acercándose corriendo a la mocosa de la barra—. Creo que ese camarero te ha echado unas pastillas misteriosas en la bebida.

Y así comenzó la táctica que Emilia tituló como "Plan para desplumar a la zarrapastrosa poligonera de la fiesta".

—Creo que ese camarero te ha echado unas pastillas misteriosas en la bebida.

—Vale.

La niña se levantó rápidamente de la silla con un rostro de perturbada y se acercó al camarero que supuestamente le había echado las pastillas.

—Qué has hecho con la bebida, asqueroso. ¿Me quieres drogar?

Esperaría una respuesta con mucha impaciencia.

¡Era el momento oportuno!

Mientras la chica enojada estaba distraída con el camarero, Emilia buscaría un bolso o algo por el estilo, y si estaba colgado en el hombro de la muchacha robaría directamente de él.

—Ayúdame, Aramís —susurró Emilia, de nuevo a la nada, mientras buscaba.

Durante su búsqueda sentiría la imperiosa necesidad de dar una voltereta hacia el otro lado de la barra para abrir la caja aprovechando que el camarero estaría distraído con la tía aquella, pero pensó que iba a ser más divertido si lo dejaba para después y primero saqueaba a aquella pazguata.

—Qué dura es la vida de la choriza —pensó en voz alta.

-¡WOW, menudo sitio!

Sozoshi llegó con una sonrisa en los labios admirando el entorno. Nunca había estado en una fiesta de ricos. Y claramente no pegaba con el ambiente. Uno se preguntaría quién había invitado a un joven tan escandaloso como él. Creo que será más fácil deciros que efectivamente, nadie le había invitado. Se había colado, y ni él sabía cómo.

-¡Holaa! ¡¿Alguien de aquí quiere pelear?! ¡Vamos, no seáis tímidos y mostrad un poco de agallas!

Alzó el puño, y como si lo tuviera preparado, se formó una pequeña explosión de colorines a su alrededor.

—Ayúdame, Aramís.

Emilia no conseguiría nada, puesto que aunque Dolores llevaba un bolso, solo contenía una cosa en su interior: pescados bien muertos. Dejó que buscara en el interior del bolso para encontrarse aquella cosa horrible.

—Vaya, qué predecible, sabía que intentarías robarme a mí, la perfecta —le dijo de manera cool tras arreglar aquel asunto con el camarero, y se alejó un poco de ella—. Una pena —agitó su cabello de manera linda como hacían las modelos de anuncios de champú.

—¡Holaa! ¡¿Alguien de aquí quiere pelear?! ¡Vamos, no seáis tímidos y mostrad un poco de agallas!

—Vale, yo.

Materializó su arma favorita: la caña mistica, y apuntó a su rival improvisado con ella. ¿Qué pasaría…?

Como era perfecta y sabía que iba a ganar, no se esforzaría de momento, dejaría que hiciera el primer movimiento: con sus reflejos intentaría esquivarle con elegancia.

El grito fue suficiente para que mucha gente mirase a Kawatta, tanto curiosos como... ¿asqueados, quizás? Pero eso a Sozoshi no le importaba. ¡Porque no se daba cuenta! Solamente estaba en una "pasada de sitio" con un montón de oponentes potenciales. ¿Aunque quién encontraría un adversario si no eran los guardias?

—Vale, yo.—¡Pero sorprendentemente, una voluntaria! Parecía una niña con ojos que mareaban de solo verlos. Pero Sozoshi no le prestó atención. Solo veía una chica con agallas y una caña de pescar. Sobre todo agallas.

—¡Ese es el espíritu!—el chico se crujió los dedos, preparándose para el combate. Colocó los pies en posición, y retrocedió uno de ellos. Ya tenia uno de los puños cargado hacia atrás. Solo quedaba su frase estrella—. ¡¡¡PUÑO INCREÍBLE!!!

Y dirigió el puño al frente, a bastantes metros de distancia de Dolores. Lo que pasó os sorprenderá: Una explosión salió desde la superficie del puño, que no solo hizo volar hacia los lados a los que tenía cerca, sino que las explosiones aumentaron cual bombas conforme se acercaba a Dolores. Se encontraría frente a un muro de explosiones al frente.

Le había funcionado esta vez, y por una razón muy obvia: estaba a nivel 15, no a nivel 1.

Una fiesta interesante, la de Duscae, aunque enseguida se le hizo solitaria. ¡Qué lástima que sus hermanas no hubieran podido acompañarle! Mula había insistido e insistido en que seguía siendo un día laborable y alguien tenía que llevar la tienda, o pronto se dormirían en los laureles y acabarían todos viviendo bajo un puente con deudas de millones de guiles. O algo así. Tina, por su parte, consideraba que ya había tenido su dosis de diversión acompañándole a comprar un buen traje y arreglándole. Además, quería estrenar una nueva paleta de colores con su entrega más reciente.

Pictor se alisó el traje —rojo, por supuesto, aunque demasiado ceñido para su gusto— y comprobó su imagen en uno de los espejos. Todo en orden. La coleta no se había despeinado y el maquillaje seguía intacto. Tina tenía un verdadero don para jugar con las luces. ¡Cualquiera diría que ya conocía la ambientación de la fiesta!

Con una sonrisa animada se encaminó a la barra y pidió una copa. Mientras esperaba a que le sirvieran observó divertido a su alrededor: había toda clase de personas por ahí. Incluso un animal. ¡Qué curioso! Y una pelea tenía pinta de dar comienzo. Pictor no era muy dado a la violencia, pero todo aquello parecía más un espectáculo para entretener a los invitados que un auténtico enfrentamiento. Se sentó y esperó a ver con qué le sorprendían sus anfitriones.

—Oh, muchas gracias —dijo en cuanto le sirvieron el pedido. Se relamió los labios y aprovechó para sacar su diario y anotar todo cuánto ocurría. No encontraba a nadie con quien conversar. Preferiblemente un ser humano.

Si bien Duscae no es mi región predilecta, esta fiesta parece ser el principio de una reconciliación entre la ciudad y yo. O al menos eso quiero pensar. La fiesta empieza a animarse y ansío ver qué me depara el día de hoy. A ser posible, antes de que todo se anime demasiado. Empieza una pelea y, aunque no hay apuestas oficiales, mis guiles va por la chiquilla de la caña de pescar.

El sorbo que dio sabía tan dulce que le hizo arrugar la nariz.

A Auriel le gustaba divertirse, pero pasar su único tiempo libre en una fiesta… Vale, era una fiesta, pero no era el tipo de ocio que más le encandilaba. Sobre todo cuando todos los presentes eran desconocidos y Dyne se había escaqueado para no acompañarle.

Y es que su madre le había insistido en ir y que estuviera atento por si se tramaba algo en el centro cívico de Duscae, pero todo parecía de lo más normal. Gente y criaturas varias comiendo, bebiendo y discutiendo, nada fuera de lo común.

Suspiró y se acercó a la barra, a un par de asientos de distancia de donde parecía estar a punto de liarse bien gorda, y es que desde su posición observó como uno de los presentes buscaba pelea, pero enarcó una ceja y se limitó a esperar. Quizá fuera un fantasma, o un borracho. O quizás ambas cosas.

Por suerte para él no estaba de servicio, y conseguir información no iba ligado de la mano de darse de hostias con nadie. Aunque alguien había respondido a la llamada, y parecían dispuestos a pelear en serio… qué más daba. Total, lo de «Puño Increíble» no podía ser algo demasiado letal, al igual que la caña de pescar de su rival.

Observó la bebida que le habían traído a la persona que tenía al lado: un muchacho vestido con un traje rojo y con el pelo recogido en una coleta.

—Lo mismo.

Y mientras esperaba, cogió un tentempié y pensó para sus adentros que aquello seguía siendo mejor que hacer guardia nocturna.

Sonaron trompetas de algún lado, y entre la pelea que se había formado por varios invitados por culpa de sus discrepancias políticas (obviamente), apareció un príncipe, galán y encantador, para unirse a la fiestuqui.



—Hola —dijo Noctis.

Todos se inclinaron porque era de la realeza y había que mostrarle respeto, leñe. Era el príncipe de Lucis y más valía que los soldados presentes le protegieran con su vida si hacía falta porque sino podían ser expulsados de la sala y del mundo.

Red no se arrodilló, porqué creía en la democracia y la libertad del pueblo para elegir a sus representantes, así que se alejó y siguió asaltando despiadadamente las bandejas de delicias que había por el lugar.

Su epopeya terminó en el momento que decidió sentarse en uno de los acaudalados sofás de la casa, bueno, quien dice sentarse dice adueñarse de él y tumbarse para que nadie más se sentase.

El tiempo que había consumido para ir a aquella desquiciada fiesta no compensaba en absoluto, y al parecer su tocado de macho alfa sexy no estaba surtiendo el efecto que esperaba...

—Hola —dijo Noctis.

Había estado oculto tras las cortinas, pues mi belleza era tan grande que temía que estando allí desatase una guerra. Había gente variopinta, desde un tipo raro que parecía un comunista hasta personas con aspecto de estirado.

La belleza del príncipe Noctis era pequeña en comparación a la mía, pero sin duda era bello.

Salí de las cortinas y me abrí paso entre la plebe para llegar a donde estaba Noctis. La mayoría de asistentes se arrodillaron excepto el que parecía un comunista. Por respeto también me arrodillé, pero solo unos instantes.

Me puse en pie y me acerqué a Noctis con una atractiva sonrisa.

—Sea bienvenido, principe. Es peligroso ir solo, yo seré su guía. Mi belleza hará que nadie se fije en usted, así no correrá peligro con esta gentuza.

—Madre mía, tía, eres una maldita enferma —se quejó Emilia al descubrir el contenido del bolso de Dolores—. ¿Qué clase de perturbada lleva eso ahí?

—Vaya, qué predecible, sabía que intentarías robarme a mí, la perfecta.

Mientras la loca que se creía perfecta decía esas palabras, Emilia se giró y la ignoró, muy molesta, y comenzó a alejarse de ella. No solo no había podido birlarle nada, sino que para colmo había sufrido una disgustante experiencia.

—Necesito despejarme un poco. Vicenta, vamos a bailar.

Emilia estuvo bailando sola, trepando paredes y dando saltos mortales en el aire mientras cantaba una misteriosa canción originaria de tierras lejanas que rezaba "Dime qué es lo que puedo hacer, como te puedo tener, en mi vida", durante cerca de diez minutos.

Una vez se aburrió, decidió que lo mejor iba a ser darle un buen cierre a aquel muermo de fiesta. Así pues, se quedó pensativa durante unos segundos, y acto seguido salió del edificio para ir a recoger todos los útiles necesarios para llevar a cabo su genial idea.

Acababa de comenzar la "Operación: volar el centro cívico por los aires con todos dentro".