[12.04.14.]
Apenas había cabida en sus pulmones para el aire. Comenzaba a sentirse demasiado débil… Pero la debilidad no debía salir a flote en un momento como ese. Porque, que la debilidad supere a la desesperación, implica el fin de toda esperanza.
-¡¿Hola?! ¡¿HOLA?! ¡Alguien! ¡Por favor!
Las súplicas y lamentos a la nada no surtieron ningún efecto. Roland se sentó, exhausto. Había agotado demasiada energía corriendo por las calles de aquella supuesta Yatsunova verdosa. En ese momento, se encontraba en una plaza en cuyo centro se alzaba una majestuosa fuente despidiendo unos chorros de agua de un sorprendente color cristalino que cubrían el cielo que alcanzaba a distinguir sobre sí mismo con majestuosidad. Las voces de los otros resonaban en su cabeza. Cercanas. Lejanas. Los sentidos comenzaban a fallarle. El miedo se estaba apoderando de él definitivamente. No sabía dónde estaba. No sabía por qué estaba allí. Y, sobre todo, no sabía por qué merecía aquello.
“Vamos.”
-¡Vamos!- gritó Hajiime. -¡Aquí parado no vas a conseguir nada!
Roland sacudió la cabeza hacia los lados, confuso. Se encontraba en un extraño estado de semi-trance. Se incorporó de un salto. La desesperación le había llevado, al parecer, a abandonarse, sentado en aquella fuente, hipnotizado por el sonar del agua cayendo junto a sí.
Se acarició la cara, para cerciorarse. No, no había rastro de lágrimas. Sólo había miedo, pero aún estaba sellado.
-Vale, tíos… -dijo, procurando que su voz sonara firme y clara.- No sé dónde estamos… Ni cómo hemos llegado aquí… Sólo sé… Que tenemos que salir de este sitio.- fue todo lo que le vino a la mente en ese momento para tratar de mantenerse firme.
-¡Oh, no jodas!- dijo Hajime, elevando un poco el tono de voz.- ¡Vaya, debería habérseme ocurrido antes!
-Calmaos… ¿Queréis?- aparentemente, Seth tampoco podía mantener demasiado la compostura.-Vamos a tratar de pensar con claridad. Para empezar, creo que deberíamos volver al instituto. No sabemos si van a aparecer más de esas cosas por aquí, y lo más apropiado es buscar una solución en un lugar seguro.
-¡Aquí no hay lugares seguros! ¿Puedes decirme dónde estamos, eh?- Hajime estaba perdiendo los estribos.- ¿Acaso sabes qué son esas cosas? ¡Has dicho que ya estuviste aquí antes! ¡Vamos, ¿cómo saliste?!
-¡Cálmate, joder!- explotó Roland. –Mirad, tenemos que intentar no perder la compostura. Sí, no sabemos dónde estamos ni cómo salir de aquí, pero podemos intentar razonarlo. Seth- dijo a continuación, con un tono más firme.- Dinos, ¿cómo fue exactamente la última vez? ¿Cómo volviste al instituto?
-Yo… Aparecí aquí, pero era más bien… El baño, el baño del instituto…- respondió el otro con voz entrecortada.
-Mierda, el baño…- dijo Roland con un hilo de voz.- Seth tiene razón, debemos volver al instituto. Probablemente, allí encontraremos la solución a todo esto.
-No estoy alterado ni nada, pero fuiste tú el que salió corriendo sin rumbo fijo en cuanto dejamos atrás a esos monstruos.- le reprochó Hajime, con un claro tono acusador.
-Está bien, lo siento, no sé qué me ha pasado… Ahora volvamos, antes de que vuelvan esos monstruos, si es que hay más…
-Vale, vamos.- dijo Seth.- Este sitio me da escalofríos…
Los chicos emprendieron la marcha. Sin embargo, apenas hubieron dado dos pasos, una macabra voz resonó en sus cabezas, y un inquietante sentimiento se apoderó de ellos.
“Roland…”
Pudo sentir el frío penetrando en sus carnes. Era como si la desesperación personificada les estuviera rogando que se abandonaran a sí mismos para escuchar su canto.
Y entonces apareció, junto a la fuente. Emergió lentamente del suelo como una sombra, acallando el latido de sus corazones por unos instantes. Tan sólo tenían ojos para contemplar cómo todos sus temores cobraban forma frente a ellos, a un ritmo inquietante, convergiendo en una silueta humana.
Roland tragó saliva con dificultad. El miedo comenzaba a apoderarse de nuevo de él. Pero había un detalle que le resultaba más escabroso de lo normal. Aquella criatura tenía su misma estatura. Su misma postura habitual de indiferencia. Su mismo pelo. Su misma ropa. Sus mismos ojos.
Aquella masa era una sombra de sí mismo.
-Seth, haz que vuelva. El tío de antes. Haz que lo mate, por favor…- titubeó Hajime.
Roland sintió un escalofrío. Lo veía claramente. Aquello, fuera lo que fuera, le estaba mirando directamente a él. Podía sentirlo. Le inquietaba. Siempre aguantaba la mirada de aquel que osara desafiarle, pero en esa ocasión el miedo no le permitió hacerlo.
“Vamos, mírame. Hasta ahora, lo has hecho siempre. Nunca has bajado la cabeza ante nadie. El orgullo siempre por delante.”
Decía la verdad. Pero en ese momento, todo era distinto…
Roland alzó la mirada con indecisión. Ya no había rastro de aquella figura misteriosa. En su lugar, frente a él se encontraba una especie de cangrejo del tamaño de media persona, en cuya parte frontal sobresalía una cabeza de forma humana, cubierta por una especie de casco de roca grisácea, del cual sobresalían dos largos cuernos, uno de ellos roto por la mitad.
“No busques preguntas. Yo sólo soy respuestas.”
Todo a su alrededor se volvía confuso. Pudo distinguir a Seth a su izquierda gritando algo y colocando su lanza en posición ofensiva. También escuchó cómo Hajime repetía una y otra vez una frase que, pese a todo, no llegó a entender.
“Y la respuesta es la verdad. La verdad es tu realidad. Tú eres quien eres, no un simple chico más entre un gentío de niños pijos. ¿Acaso mereces ser quien fuiste? ¿O acaso lo que no mereces es estar actuando de esta forma? Piensa qué es lo que realmente quieres.”
Le hablaba a él, lo sabía. Por algún motivo, no alcanzaba a distinguir lo que decían sus dos compañeros, pero aquella voz sonaba firme y clara, y estaba dejando huella en él.
-… ¿Pretendes renunciar a tu pasado, Roland?
-¡Márchate!- gritó Seth, haciendo un gran acopio de valentía.
-¿Piensas seguir perdiendo el tiempo con esta gente?- la voz de aquella extraña criatura sonaba potente, furiosa y serena, amenazante y apaciguadora.
-No… Yo soy quien soy, yo…
-¿Qué hay de William? ¿Pretendes seguir engañándote a ti mismo fingiendo que nada ha pasado?
-¿Will? Tú… ¿Qué sabes tú de eso…?- dijo Roland casi sin respiración. Se sentía como si acabaran de derramar todo su pasado, presente y futuro por la ventana.
-Tan sólo piensa: ¿quién eres tú para merecer seguir pisando este mundo? No mereces vivir después de todo lo que hiciste. No mereces ninguna oportunidad. Tan sólo mereces sufrir. Igual que lo hicieron otros.
-Sufrir…- titubeó Roland. Una extraña sensación comenzó a abrasarle por dentro, mientras se revolvía su estómago. Aquello no podía estar pasando…
-Basta.
Hajime se apoyó en una pared, para evitar caerse al suelo. La escena que estaba presenciando resultaba más extraña a cada segundo que pasaba.
Seth se había plantado frente a aquella monstruosidad, apuntándole amenazante con la lanza directamente a los ojos.
-Seas quien seas, es suficiente. No queremos problemas. Márchate y no pasará nada.- dijo, con dudosa seguridad reflejada en su voz. La extraña criatura se limitó a mirarle, impasible.
-Roland… ¿Ahora te mueves con esta clase de gente?- soltó la criatura.- Qué patético. Y pensar en cómo eras antes sólo lo empeora. Es simplemente penoso.
De pronto, la criatura comenzó a sufrir otra transformación. Se estiró, incrementando su altura hasta ser similar a la de los chicos. Dos de sus patas dejaron de sostenerle, se volvieron más gruesas y de sus extremos brotaron dos pinzas, a modo de brazos.
-Y sabes perfectamente que fuiste lo que fuiste y que ahora tan sólo estás fingiendo ser lo que no eres.- sentenció con un macabro tono.
Seth se echó hacia atrás. Sin embargo, no dejó que el miedo lo poseyera. Con determinación, dispuesto a asestar el golpe a la criatura, apretó con fuerza la lanza, hasta no sentir apenas los dedos. Su pulso se aceleró. Era hora de pelear por sus amigos.
Una intensa luz lo cubrió todo durante un instante. Seth observó su mano. La lanza había desaparecido. En su lugar, se encontraba el mismo orbe de antes. De algún modo, supo lo que debía hacer. Con decisión, lo apretó, hasta romperlo. Entonces, hubo un pequeño estallido. Y después, de nuevo luz. Una cálida y confortante luz, que lo llenó todo de esperanza por un instante.
Tsuguri se encontraba frente a ellos, lanzas en ristre, dispuesto a enfrentarse a la inquietante criatura. Era el rayo de luz que hacía falta para apagar las sombras.
Roland se mantuvo quieto, en silencio, sintiendo una intensa opresión tanto en el estómago como en la cabeza, mientras un flujo de recuerdos desfilaba ante sus ojos, destapando momentos que no quería revivir.
Como un experto guerrero, Tsuguri blandió las lanzas contra el horrible monstruo, el cual las detuvo con las pinzas, para después empujarle, haciéndole retroceder. Seth y Hajime observaban el encuentro, atemorizados.
Se arrodilló. Todas aquellas escenas, aquellas palabras, aquellas miradas, aquella gente eran todos los fantasmas que deberían haber quedado sepultados en el fondo de sus recuerdos, saliendo ahora a flote, martirizándole.
Había ido a aquella isla obligado por su padre, después de todo ese tiempo reconstruyendo su vida a golpes. Tras aquel incidente, todo lo que le quedaba era abrirse paso a la defensiva, encerrado en su pese a todo inestable burbuja. En realidad, el haberse trasladado allí había sido la oportunidad perfecta para la redención. Nuevo instituto, nueva gente, nuevos amigos. Y todo lo que quería era disfrutar de la vida que su tierra natal le negaba.
Todo parecía perdido. Los fantasmas habían vuelto. Ésa era la realidad. El pasado no es algo que pueda cambiarse.
Tsuguri acertó a asestar un golpe en la cabeza a la extraña criatura con la lanza. Ésta, dolorida, retrocedió, para luego embestir violentamente contra su agresor. Sin embargo, éste se mantuvo firme, con la lanza fuertemente asida, y en cuanto le tuvo al alcance de su filo, asestó otro golpe con un corte horizontal. El monstruo fue herido en su coraza, y, tras tambalearse levemente, devolvió un golpe más. Realmente era resistente. Agitando una de sus pinzas, golpeó a Tsuguri en el casco de la armadura, haciéndole caer sobre el hueco interior de la fuente, hundiendo la mitad de su cuerpo en el agua. Acto seguido, dirigió la mirada hacia Roland y emprendió un lento caminar hacia él.
Pero era cierto. Él estaba fingiendo ser quien no era. Todo lo que estaba haciendo era engañarse a sí mismo, intentando cerrar los ojos ante la realidad. Y su pasado era su realidad. Siempre había sido un tipo duro, siempre se había movido con gente peligrosa, siempre le había plantado cara a los problemas. Y aquel incidente había resultado ser el mayor de sus problemas. Y había decidido huir.
Y lo había hecho porque era lo mejor.
La monstruosa criatura se detuvo de pronto, a la mitad de trayecto, ante las aterrorizadas miradas de Seth y Hajime. Frente a ella se encontraba Roland, arrodillado. Le observó detenidamente. Y hubo una reacción.
Roland alzó la mirada y miró directamente a los ojos al monstruo. Sin apenas dificultad, se incorporó y permaneció en silencio durante unos instantes, manteniendo la desafiante mirada, reflejo del pasado.
-Sí, ya no soy lo que era. Sí, ahora soy una persona totalmente distinta a como era entonces. Sí, sé que he cambiado.- dijo con la determinación brillando en sus ojos.- Pero sé algo mucho más importante que eso.
La criatura permaneció en silencio, sin apartar tampoco la mirada. Sin realizar ni un solo movimiento. Tan sólo se limitó a escuchar.
-Los únicos cambios que debemos afrontar… Son aquellos que se hacen ver tras nuestros errores.- sentenció Roland firmemente.- Y yo ya he dado el paso. Todo eso forma parte de mí. Y lo sé porque gracias a eso he cambiado. Porque gracias a eso he conocido a mis nuevos amigos. Porque gracias a eso, ahora soy feliz.
Seth y Hajime miraron a su amigo, atónitos. El chico parecía totalmente seguro de sí mismo. Era digno de admiración.
-…¿Quién eres, Roland?- preguntó con voz neutra la extraña criatura.
-Soy quien debo ser. Y no quiero olvidar nada de lo que pasó. Tan sólo quiero una cosa ahora. Ser feliz.
Frente a Roland, el monstruo bajó la mirada y emitió un suave sonido, que sonó como una risita.
-Sí. Soy Roland Agna. ¿Y sabes por qué?- dijo el chico, con magnificencia.- Porque 17 años de experiencias lo demuestran. Ya sean estas buenas o malas.
El misterioso ente alzó la cabeza de nuevo, dirigiéndole nuevamente la mirada. Roland la sostuvo, orgulloso.
Todo sucedió muy rápido.
Con un destello de luz relampagueante, la criatura se desvaneció entre chispas y un fulgor violeta.
Roland observó su mano. Algo se había materializado en ella de improvisto. Se trataba de un orbe de color dorado, que ocupaba toda la palma de su mano. Sintió un fuerte impulso que le obligó a presionarlo con fuerza hasta romperlo.
“Thalos.”
De nuevo, una intensa luz lo cubrió todo. Roland sintió calidez, seguridad, y esperanza emanando de su propia mano. Cuando quiso abrir los ojos, se dio cuenta de que todo eso se había materializado, dando forma a una especie de tritón cuya cabeza era el mismo casco de la criatura de antes. Una coraza cubría todo su torso, hasta los hombros. Sus brazos, que tenían la forma de los de un humano, eran de piel morena, y en el derecho podía apreciarse el tatuaje de un ancla. Sus manos sujetaban una espada cuyo filo era como un diente de tiburón gigante y un ancla de extremo afilado. Cargaba con otro ancla, de aspecto pesado, en la espalda.
Ambos intercambiaron miradas durante un largo rato. Ni una sola palabra asomó a los labios de ninguno. Seth y Hajime permanecían quietos, sin saber muy bien qué pensar.
Tsuguri, por su parte, se había incorporado y había salido de la fuente, pero permanecía tranquilo también. Era como si, de algún modo, aquella monstruosa criatura de antes se hubiera transformado, dando paso a un ser pacífico.
-…Thalos.- fue lo único que dijo Roland.
Acto seguido, la misteriosa aparición se desvaneció con un nuevo destello. Roland sintió cómo, de nuevo, algo pesado aparecía en su mano. Sin embargo, esta vez eran las dos las que lo habían notado.
Dos pistolas bañadas en oro fue lo que se encontró sujetando cuando bajó la mirada. Su diseño, clásico pero rompedor, les aportaba un toque de seriedad y elegancia, como si le estuvieran aportando más madurez a él mismo.
Roland alzó la mirada, buscando la de sus amigos. Ambos le miraban sorprendidos, todavía sin llegar a comprender lo que había sucedido en apenas unos segundos.
-Bueno... parece que ya no soy el único al que le pasan cosas raras…- acertó a decir Seth entre titubeos.
Por algún motivo, sentía como si hubiera retirado una pesada ancla de su interior, como si hubiera deshecho un nudo que le había estado oprimiendo todo ese tiempo. Había reconocido lo que fue. Había reconocido lo que hizo. Había reconocido que había cambiado. Había reconocido que ahora estaba buscando nuevos horizontes. Había reconocido que había emprendido su camino hacia la verdadera felicidad.