El chico se acercaba al majestuoso castillo en la colina, siempre lo había visto en sus sueños, cálido,imponente y hermoso. De paredes blancas y cinco torres que se elevaba tras una muralla esplendida con enredaderas de rosas espinosas. Entre mas se acercaba mas nervioso se ponía, y es que su música había sido contratada por la reina de ese castillo, su fama de excelente juglar había sido reconocida al fin por la realeza. Sujetando con firmeza su banjo el chico avanzaba ondeando alegremente su capa de viaje colorida, sin perder detalle de la naturaleza que lo rodeaba; un pájaro aquí, el otro allá, árboles llenos de frutas de colores y millares de flores adornaban el paisaje.
-Espero gustar en el palacio
-Anda deja de preocuparte enano, obviamente triunfaras asi como lo has hecho hasta ahora
-Uhm ¿tú crees? Es decir ¿no será algo de suerte?
-De hecho, la suerte de conocerme a mi
-Tu siempre tan humilde, bueno ya calla, que estamos casi allí
Dos caballeros de gran tamaño, vestidos con armadura negra y adornos dorados esperaban de pie uno en cada extremo de la entrada principal, cuando el chico trato de pasar, le cerraron el paso con sus lanzas, el chico hizo una pequeña reverencia quitándose su sombrero adornado con pequeñas plumas y les mostró un sobre que contenía una invitación a una fiesta, firmado por la mismísima reina. Las lanzas se hicieron a un lado y el chico se adentro en el castillo guiado por una doncella que lo esperaba con una dulce sonrisa, caminaba feliz hacia el salón del trono, y visualizaba cada detalle del lugar: los escudos y adornos de oro, las banderas de tela fina y la calidad de la madera de las puertas, la comida puesta y la decoracion de cada aposento.
-Sería genial tener todo esto …
La doncella lo dejo en la entrada de la sala del trono, le sonrío de nuevo y se alejo del lugar mientras el chico un tanto extrañado se puso a curosear, el lugar estaba completamente adornado con flores silvestres y lazos, al parecer habría un gran fiesta, entonces fue cuando la vio, una muchacha pelirroja vestida con un traje bastante elaborado blanco estaba poniendo unas flores dentro un jarrón, pero una resbaló de su delicada mano, el chico se apresuro a levantar la flor pero su mano encontró la de la muchacha y sonrojado empezó a disculparse, ella soltó una carcajada y lo miro a los ojos, el chico enrojecido aun no pudo dejar de notar la tiara dorada en su cabeza e inmediatamente lo comprendió
-Su majestad
Hizo una reverencia profunda pero aun con la cara roja de vergüenza, e intentó salir del salón sin embargo la reina lo agarro por la mano y lo llevo cerca del trono, ahí ella se acomodo en el trono y viendo al chico con una dulce mirada le pidió que le dedicara alguna tonada, el chico obedeció con gusto, se aclaro la garganta y acomodo los dedos en las cuerdas de su banjo y empezó a hacer una canción hermosa conforme sus sentimientos lo dictaban, la reina aplaudía y trataba de seguir la canción, al finalizar ella estaba muy contenta y lo abrazo de improvisto. El chico sin pensarlo la abrazo también y luego de un instante, ella le agradeció y lo invitó a la celebración de la noche, debía amenizar la velada puesto que era un día muy importante, el cumpleaños de la reina. El chico hizo una reverencia de nuevo con una sonrisa en la cara y se retiro a sus nuevos aposentos guiado por la doncella que fue llamada por la reina en el acto.
-Te gusta la reina ¿eh?
-¿La verdad? Muchísimo
-¿Porqué no se lo dices? Ella también se veía feliz de conocerte
-Bah soy menos que ella, no se fijaría en mí
-Solo hazlo anda, si te hace rey todo esto seria tuyo también
-Lo pensaré, ya déjame en paz quieres
La celebración del décimo quinto año de vida de la reina dio inicio, el chico caminaba de un lado a otro cantando y entonando melodías que le salían del corazón, los invitados le pedían que repitiera mas de una y el con gusto les complacía, sin embargo no dejaba de ver a la reina cada vez que podía, ya para el final de la celebración ella se le acerco y lo cogió de las manos suavemente.
-Dedícame una canción
El chico sin dejar de mirarla entono la mas dulce melodía y la reina espero al final para darle un beso, desconcertado el chico enrojeció y la reina le sonrió, mientras volvía a su trono feliz. Todos lo veían desconcertados y en seguida rompieron en aplausos y gritos de júbilo, al fin la reina se había enamorado. Luego de ese día tan especial, el chico empezó a vivir en el castillo enamorándose cada vez mas de la reina, le cantaba siempre que podía y la llevaba a dar paseos al jardín ella por su parte lo rodeaba de regalos caros y comidas deliciosas, aunque ya todos sabían que se amaban, la verdadera declaración ocurrió un día de primavera, donde el con una canción le confesó su amor y ella con un ramo de rosas en las manos lo aceptó. La boda se planeo para el próximo cumpleaños de la princesa el cual seria su décimo octavo año de vida, el chico se puso nervioso, no sabia como sobrellevar la responsabilidad que pronto estaría en sus hombros, en realidad seria rey.
-Cuando lo seas mátala
-¡¿ESTAS DEMENTE?!
- Si lo haces serás el rey de todo, y no tendrás que compartir con nadie tu riqueza
-Aun asi la amo, jamás podría …
-¿Prefieres gastar todo en sus lujos? ¿prefieres ser su sombra toda tu vida? ¿prefieres seguir siendo menos incluso cuando ya eres rey?
-no pero …
-solo hazme
-no quiero...
La boda se efectuó con una gran fiesta llena de comida, música y payasos de corte, la reina se veía plenamente feliz mientras el chico la llevaba al altar de la mano, las damas de compañía lloraban y el chico de los anillos los perdió y los volvió a encontrar entre su ropa. Luego del “ya puede besar a la novia” ella se abalanzo sobre el chico de una manera sorpresiva, él apenas pudo sostener el peso de ambos y la abrazo con fuerza mientras continuo el beso. Luego de esto la reina se aparto para que el sacerdote terminara la otra parte de la celebración, este con agua bendita y un aceite especial juramentó al nuevo rey y deposito una corona magnifica en su cabeza, el chico no se lo podía creer, realmente se sentía feliz, abrazo a su nueva esposa de nuevo y se la llevo cargada a los aposentos destinados de la luna de miel, cerro la puerta y sin mas traspazó el pecho de su esposa con la espada que sus vestiduras de rey contenian. Ella lo miraba con lagrimas en los ojos, pero empezo a cerrarlos lentamente y se desplomó sobre el frío suelo, enrojeciendolo. El rey no creía lo que acababa de hacer, miraba la espada roja de la sangre de su amada y luego la veia a ella, solto la espada y empezo a caminar tambaleandose por el aposento hasta llegar a un espejo desde el cual su imágen le sonreía tranquilamente.
-Bien hecho enano, !que viva el rey!