Oscuridad, rodeaba mi ser en medio de aquel denso bosque. Era de noche y en mis manos llevaba una Llave Espada Oscura. Pero aquello no era lo importante.
Escuchaba los aullidos de los lobos, uno en concreto me seguía de cerca, un simple cachorro que sin duda era mucho más poderoso que sus progenitores al ver que era el único capaz de seguirme la pista.
Por un momento me tentó atravesarlo y hacer lo que solía hacer para cumplir con mi deber. Pero no. Cuando lo vi caer en aquella trampa cambié de opinión. Animal tan bello... En cierto modo me recordaba a mí mismo, ¿por qué dudaba entonces? Era mi misión hacer aquel tipo de cosas.
De su pata, atrapada por un cepo salía abundante sangre. El pobre aullaba de dolor y yo... Me vi obligado sin saber por qué a liberarle.
Sí... Lo acababa de recordar. Aquellos días siguientes estuve cuidándolo en una vieja cabaña en medio del bosque y al final... Nos separamos, pero algo había cambiado. Una especie de conexión, un lazo invisible entre nosotros dos.
Y ahora...
Él me volvía a necesitar.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Abrí los ojos de golpe, como si hubiese tenido una pesadilla y me levanté concentrándome solo en la voz que pedía ayuda. Ahora podía sentir donde estaba, en un claro del bosque no muy lejos.
Observé un momento la estancia. El fuego ya no estaba encendido y solo quedaban cenizas en la chimenéa pero aún así permanecía la agradable temperatura, que se vio notablemente mermada por un momento cuando una fría brisa de aire me dio un escalofrío. Aquella corriente de aire venía de una puerta abierta por la que se filtraba la luz del sol gracias a la cual se podía ver sin problemas en el interior de aquel lugar.
—
Hitori —llamé a mi compañero, el único en aquella sala a parte de mí. ¿Dónde se había metido Nadhia?—.
Tengo que ir al bosque. Hay algo que tengo que hacer —le miré fijamente intentado transmitirle la seriedad de mis palabras. Tras aquello me levanté y me quité la cálida manta para quedar nuevamente en calzoncillos. Rapidamente, mientras el frío me apremiaba apurar me vestí colocándome como mi último detalle la oscura hombrera que no era más que una parte de mi armadura.
Salí de la estancia encontrándome con el enorme vestíbulo, me dirigí directamente a la gran puerta a la izquierda de nuestra improvisada habitación y salí por ella. El sol me cegó por un momento aunque casi al instante me recuperé, al fin y al cabo, después de tanto tiempo la luz del sol ya no me hacía tanto daño como cuando había llegado.
Vi a Nadhia sentada al lado de la puerta, en unos escalones bastante deteriorados. Había una enorme plaza con cuatro estatuas esparcidas por todo el lugar y suelo agrietado, como si allí se hubiesen realizado arduas batallas.
—
Tengo que ir al bosque. Hay... Algo me está llamando. Creo que si voy recordaré algo —le expliqué corriendo hacia la salida del castillo sin esperar a nadie ni nada.
Tenía que llegar, no podía dejarle morir. Su voz se hacía débil... No podía permitirlo, tenía que salvarle.
Corrí por el bosque esquivando árboles y sorteando pequeños obstaculos que me impedían ir hacia mi objetivo. Sentía su presencia muy cerca, en poco tiempo conseguiría alcanzarle.
El claro estaba allí, no era muy grande, pero lo suficiente como para que entrasen en él veinte personas, aproximadamente. Tenía hierba bastante alta, que llegaba hasta las rodillas y al fondo, veía un pelaje.
—
Has... venido... —jadeó el animal. Parecía un lobo, o algo así. Me aproximé a él cuando escuché algo, una especie de
"clank" en ese momento algo se clavó en mi pierna haciendo que soltase un alarido de dolor. Bajé la mirada para ver que acababa de pisar una trampa; un cepo para cazar animales salvajes. Era muy doloroso y sentía como aquellos dientes metálicos me habían desgarrado la piel llegando a rozarme los músculos. Un espero líquido rojo caía de mi pierna ensuciando toda la tela del pantalón.
Me agaché y agarré con ámbas manos aquella trampa para usar todas mis fuerzas para poder liberarme. Rugí de dolor mientras los dientes metálicos se retiraban dejando mermar más sangre todavía.
Tenía que llegar a él...
—
Te salvaré —aseguré aproximandome a él cojeando. Me tiré al lado del cepo del animal, que pude reconocer como un lobo. El mismo de mi sueño.
Abrí el cepo aplicando todas mis fuerzas. LO había conseguido. Pero el animal cayó al suelo, había perdido demasiada sangre.
—
Es... ¿Demasiado tarde? —dije con voz ahogada. Lo había recordado, aquel animal, era mi amigo. Un amigo que tuve antes de perder la memoria... Ambos teníamos un lazo tan fuerte que podíamos hablar entre nosotros aun sin entendernos realmente, como si pudiesemos hablar el mismo idioma. Era extraño. ¿Por qué me dolía tanto el pecho? ¿Qué era aquella sensación tan dolorosa? Lo que sentía en mi pierna no era comparable, preferiría clavarme cien cepos antes de sentir aquello...
Aquel dolor era incurable, una herida en el propio corazón.
Una lágrima resbaló por mi mejilla casi de forma imperceptible.
—
No... ¡No te mueras! —Grité, ahora las lágrimas salían a chorros por mis ojos. Era la primera vez que lloraba desde que tenía memoria—.
Tú eres mi amigo, te recuerdo. Por favor, no mueras. ¡No me dejes!Un latido.
El animal abrió sus ojos mostrando unos hermosos y azules como zafíros. Estaban llenos de vida, como si su cuerpo hubiese sanado de forma milagrosa. Sus heridas habían cerrado sin más, como el efecto de una Cura. ¿Había sido mi voz?
Me di cuenta, en cuanto se puso en pie de que en su oreja colgaba un pendiente de plumas bastante extraño. ¿De qué me sonaba?
¡Claro! Había sido durante aquellos días, lo había hecho yo mismo y se lo había puesto como símbolo de nuestra amistad.
Su pelaje negro se hacía claro mientras más se acercaba a su cara hasta volverse totalmente blanco, sí. Lo recordaba.
—
Nyx... —susurré antes de caer el suelo de bruces por culpa de la herida de mi pierna. Dolía muchísimo.
Aquella cabaña del bosque en la que me alojaba durante aquella época que no recordaba, una época en la que solo sabía que había sido nombrado Caballero de Llave Espada, una época en la que había conocido a mi fiel mascota... No, a mi fiel amigo; Nyx. A pesar de que lo había conocido siendo tan solo un cachorro, muchos años atrás y que ahora era bastante grande e incluso imponente, todavía recordaba que era él. No había un animal mejor que aquel.
Sonreí satisfecho. Le había salvado. Aunque ahora que lo pensaba... ¿Cómo podría llevarlo a Tierra de Partida con el Glider? Si tuviese una Nave Gumi aquello sería mucho más sencillo.
Era conocedor, de que entre los aprendices Ivan Kit era dueño de una y que Simon también tenía una, aunque jamás había hablado con él. Tal vez...
Saqué de mi bolsillo del pantalón un móvil que había conseguido poco tiempo atrás. Me había costado bastante aprender a usarlo, pero al final me había resultado bastante útil, como crear la cuenta de Tuipper o para comunicarse con quien fuese.
¿Cual era el número de Transportes Galaxiano? Me serían muy útiles...