Cogí con cuidado aquel objeto que me había pasado Rebecca. A pesar de que parecía un simple trozo de metal, posiblemente me permitiera obtener a mí también una armadura de la misma forma que Rebecca acababa de hacer. Lo observé atentamente. Seguía tremendamente maravillado por tan avanzada tecnología. ¿Cómo demonios podía algo tan pequeño esconder algo tan grande? Desde luego, seguro de que algo así no podía haber salido de Tebas, por lo que cada vez estaba más convencido de que realmente existían otros mundos muy lejos de este.
Coloqué el trozo de metal en el centro de mi cota de malla y lo apreté convencido, con todas mis fuerzas y mi espíritu. Entonces, hubo un fuerte resplandor que me cegó momentáneamente y, cuando pude abrir los ojos, me encontraba cubierto por una armadura que me tapaba de pies a cabeza.
Se trataba de una armadura negra que se adaptaba perfectamente a mi cuerpo, como si de unas mallas se tratase. A pesar de que al verla parecía muy fina, desde dentro se podía apreciar que era dura y resistente, y que sin problemas podría resistir muchos impactos. Además, contaba en las partes más sensibles del cuerpo, tales como la cara o y el estómago, de piezas de protección aparte de un impoluto color blanco, que aparentaban ser incluso más duras que el revestimiento sobre el que se encontraban. Y todo ello, adornado con pequeños detalles de un color rojo brillante, que combinado con los anteriores daban un perfecto acabado a la armadura.
Me observé de arriba a abajo, sorprendido. Decir que el diseño de mi armadura me encantaba era decir poco, muy poco. Desde la punta de los pies a la parte superior del casco, adoraba mi nueva protección.
Después de eso me disponía a invocar mi Glider, cuando de repente, me di cuenta de que para ello necesitaba la Llave-Espada, y se la había devuelto a Rebecca. Me quedé mirándola dubitativo, sin saber qué hacer y esperando a que me diera una respuesta. Pero entonces, al ver que ella se encontraba montada sobre la suya, me acordé de cómo la había hecho aparecer en su mano como por arte de magia. Convencido de que también funcionaría conmigo, y creyendo al cien por cien en lo que hacía, extendí mi brazo y abrí mi mano. Entonces deseé con todas mis fuerzas que la Llave-Espada viniera a mí, que se presentara frente a uno de sus portadores. Me concentré y lo deseé tanto como pude, con el corazón y, de repente, hubo un destello y una Llave-Espada apareció en mi mano.
No obstante, no se trataba de la misma que tenía Rebecca. Esta tenía un cuadrado mango dorado y el filo de color plateado que acababa formando en los huecos que había en su punta algo similar a una corona. Colgaba de ella un llavero en el que se apreciaban tres perfectas esferas, una grande y dos más pequeñas que salían de ella. Desde luego, se parecía muchísimo más a una llave que la anterior. Pero, el hecho de que hubiera varios diseños, ¿significaba también que habría distintas Llaves-Espada? Es una duda que no podía quedar sin resolver
—Rebecca, —tras darme cuenta de mi error, cesé mi discurso de repente y, pensando mejor mis palabras, volví a empezar—:
Maestra Rebecca, ¿el hecho de que haya distintos diseños significa también que hay distintos tipos de Llave-Espada? ¿Y tienen cada una una habilidad y unas características distintas?A pesar de que acababa de formularle la pregunta, era incapaz de esperar una respuesta. Lancé mi arma al aire y observé como, tras envolverse en un brillante fulgor, se convertía en un majestuoso pegaso metálico con dos enormes alas, que bajó hasta donde yo me encontraba de una forma suave y grácil. Sorprendido, lo acaricié en busca de alguna señal de vitalidad, pero parecía ser que se trataba simplemente de un robot inanimado. Aun así, mi ilusión y mi felicidad seguían siendo mayúsculas.
Nota: mi Glider no es un animal vivo, simplemente un trozo de metal con forma de Pegaso que vuela moviendo las alas. ¿Hay algún problema en que no tenga la forma "convencional" de un glider?
Me subí a él emocionado y miré feliz a mi Maestra, dispuesto a partir al nuevo mundo que me esperaba.