Estaba empezando a cansarme de estar sentado con el trasero sobre la fría placa de metal de la armadura. No hacíamos más que pasar por delante de diferentes mundos una y otra vez, y en una ocasión nos pasamos un buen rato navegando en círculos.
Tendríamos que haber pedido un mapa estelar portable o habernos fijado mejor en el que usamos para guiarnos, pero por suerte ya estábamos cerca y el mundo quedaba a simple vista.
—¡Ya llegamos!— exclamé.
Una gran calabaza con una cara esculpida y aparentemente iluminada desde el interior flotaba en mitad del cosmos, con una extensa ciudad asentada sobre el inmenso territorio que esta ocupaba. Tal y como habíamos escuchado sobre ella, ahí estaba Ciudad de Halloween.
***
Estaba tranquilamente aquella mañana rondando por la biblioteca de Tierra de Partida, buscando en las estanterías cuando escuché a unos cuantos aprendices reunidos en una mesa charlando.
—¡Venga ya!— oí exclamar a uno —Te han vuelto a tomar el pelo con otro cuento de viejas.—
—¡Te digo que no!— protestó su compañero —¡Se mueve solo y cambia de sitio!—
—No sabría decirte si es mentira. Ciudad de Halloween es un mundo de loooocos.— La tercera hizo un gesto con el dedo en su sien y puso cara de chiflada, gesticulando.
Agarré el primer libro que aún no había leído y me acerqué a la mesa, sentándome junto al cuarto aprendiz, que estaba con la cabeza sobre la mesa, al parecer algo aburrido y somnoliento. Afortunadamente conocía lo bastante a un par de ellos como para poder entrar en la conversación sin que me mirasen con mala cara.
—Qué, ¿Volvéis a sacar los tanques?— bromeé, aludiendo a sus constantes discusiones.
—Qué va.Simplemente va diciendo por ahí que hay un muñeco viviente que ataca a la gente en Ciudad de Halloween.—
—¡Un espantapájaros, sordo!— le corrigió —Y sí, dicen que cambia de sitio solo o que incluso ha atacado a algunos.—
La chica suspiró al ver que aquello no llevaba a ninguna parte, y se levantó de la silla para luego encaminarse a la salida. No estaba en absoluto interesada en aquello.
—Se mueva o no, no es más que un montón de paja.— movió una mano, quitándole importancia —Y os recuerdo que tenemos entrenamiento con Lyn. Si no os movéis, no respondo de lo que pueda pasar...— y se marchó, tan pancha.
Los dos se levantaron horrorizados por la advertencia, y salieron corriendo sin decir nada más acerca de aquel asunto; dejándose las suelas en llegar a los jardines lo antes posible... me había quedado solo con el cuarto joven, que seguía con la cabeza apoyada en la mesa.
Y... tenía orejas y cola.
—Pues vaya— me coloqué las manos en la nuca —Suena como la típica leyenda urbana, ¿no cres? Aunque por otra parte... Nunca he estado en esa "Ciudad de Halloween"—