Y allí estaba yo, en mi nuevo mundo, en mi nueva casa, en mi nueva habitación, en mi nueva cama. Estaba tumbada boca arriba, con las manos en la nuca, con la mirada hacia el techo, perdida. Desde allí podía observar la nueva vida que me habían puesto en bandeja de un día para otro, era como si me hubieran abierto la puerta a un mundo muchísimo más amplio, con muchísimas más oportunidades y muchísimos más caminos. Todo eso me hacía sentir feliz, feliz por estar en ese nuevo mundo llamado Tierra de Partida y con ese gran poder, la Llave Espada. Aunque también me sentía algo triste por haber dejado a los míos atrás, en esa ciudad oscura y tenebrosa... Espero sacarlos algún día de allí. Quizás cuando acabe con el misterio de mis padres. E iba pensando en todo, todo en general. Yo, una mezcla de sentimientos, como siempre.
Suspiré de una forma ruidosa y exagerada, luego giré mi cabeza hacia mi derecha, hacia la ventana. Algo de luz empezaba a penetrar mi ventana. Me levanté de un salto y me senté en la cama. -¿Luz? ¿Luz del Sol? ¿Pero cuántos años hacía que no veía el precioso amanecer?- Pensé. Me brillaban los ojos, estaba realmente ilusionada, tenía ganas de más, ver más. ¡Estar despierta al alba después de tanto tiempo me hacía tan feliz!
Me puse de pie y caminé hasta estar delante de la ventana y la abrí completamente, dejando entrar la brisa matutina por ella, rozando mi cara, junto con los primeros colores del alba en el cielo que empezaban a iluminarlo todo, aunque aún no se veía el sol. Cerré los ojos y sonreí. Era increíble volver a vivir esa sensación, espectacular.
Me giré apoyándome un poco en la ventana y miré mi nueva habitación. delante tenía una cama baja, que al lado tenía una mesita de noche con una lámpara pequeña de color blanco. Siguiendo la pared había un escritorio y una silla. A mi derecha tenía un armario empotrado a la pared y al lado la puerta de la habitación. El suelo era de madera y la pared blanca. No había dormido nada en toda la noche, así que había tenido tiempo suficiente para pensar como decorarla, me traería recuerdos de otros mundos y los guardaría como un tesoro. Más otras cosas por supuesto. Quería libros, ¡muchos libros! Y un montón de cosas para dibujar. Le preguntaría a alguien más tarde sobre cómo conseguir esas cosas.
Me volví a girar hacía la ventana y vi que cada vez era más claro, así que me vestí rápidamente, ya que apenas llevaba una camisa blanca, abrí la puerta y me fui a buscar a Paul, no podía permitir que no viese un tan precioso amanecer, además, aún quedaba pendiente preguntarle sobre su padre y si estaba bien, la verdad es que me había quedado preocupada y le había estado dando vueltas durante la noche.
Iba caminando por el pasillo, no se oía nada, solo silencio. La mayoría de puertas estaban cerradas pero llegué a una que estaba medio abierta, así que me asomé un poco para ver si dentro estaba Paul. Discreta y tímidamente abrí un poco más la puerta...
-¡Oh dios mío Paul!- Grité. Paul estaba tumbado en su cama, en calzoncillos. Me llevé la mano a la cara tapándome los ojos.
-¡Pero tápate! - Me giré y empecé a reír a carcajadas.