Por una parte, Xefil esbozó una amplia sonrisa, aceptando Danza de la Insanidad. ¿Tanto le había afectado las palabras de alguien como yo? La invocó, alzándola al cielo y provocando que su brazo fuese cubierto de sangre, la cual se deslizaba desde el mango, desapareciendo a los pocos segundos mientras goteaba en el suelo. A pesar de ser un efecto que podría considerarse tétrico y aterrador, para mí, desde un primer momento, sólo me pareció algo curioso e interesante. No había visto maldad alguna en Xefil. Un chico que parecía tener grandes ideales, al igual que Light, quien, aunque bien sabía que odiaba la Oscuridad y dudaba sobre el equilibrio de ambas, siendo predominante la luz en su corazón, también me animó, haciéndole prometer que, la próxima vez que me encontrase con Ragun, no combatiese sola.
—Si... si no he hecho n-nada —dije, al recibir un gracias por parte de Xefil, con las mejillas rojas. Luego, me dirigí a Light—. Lo prometo, no te preocupes.
Mentí. No les pondría peligro ante una amenaza como la del otro Ragun. Si acaso volvía a batirme en duelo con él, sería cuando estuviese preparada. Ellos no tenían por qué sufrir lo mismo que yo.
Entramos en una especie de zona completamente oculta al exterior, ni un atisbo de luz la iluminaba. A lo lejos, se divisaba una casa rodeada de agua, o al menos eso era lo que parecía haber. Para llegar hasta ella, era necesario saltar por un camino de rocas que sobresalían en el pequeño lago... ¿serían aguas de las cloacas de Ciudad de Paso? "Bastante asqueroso será entonces tropezar y caer al agua", pensé.
Seguida por Xefil y Light, saltando de roca en roca, agradecí que los entrenamientos me hubiesen otorgado mayor habilidad para emplear saltos más largos y ágiles. Pero tuve que maldecir el imperioso hechizo que salió de la chimenea de la casa, iluminando por completo las ventanas de su interior y parte del exterior. Me fui tropezando, pero conseguí mantener el equilibrio.
—¿Qué ha sido eso? —dije, aunque sabía que tanto Light como Xefil no sabrían la respuesta.
Cuanto más nos acercábamos a la casa, se oían unas voces a lo lejos, aunque con el gran número de hechizos que salían de la casa a través de la chimenea era difícil distinguirlas.
Una vez que llegamos al islote, me dispuse a tocar la puerta cuando escuché un pitido familiar, uno que pude esquivar tiempo atrás en el Distrito 2. ¡Un hechizo!
—¡Agachaos! —exclamé, apartándome de la puerta. Un conjuro de fuego, bastante poderoso, impactó sobre ella, destrozándola y saltando cientos de astillas sobre nuestras cabezas. Una vez que la explosión finalizó, no pude evitar toser por el humo que se había formado en el lugar— ¿Chicos, estáis bien?
Comprobando que Xefil y Light habían esquivado el hechizo, me vi sorprendida cuando otro ataque mágico, esta vez un Hielo mucho más impresionante que el que podía conjurar yo, atravesó una de las ventanas cercanas. Por suerte, los cristales no llegaron a darnos. Miré a Xefil y a Light, bastante confusa. ¿¡Qué es lo que estaba pasando allí dentro!?
—¿Sincorazón? —fue la primera idea que pasó por mi cabeza, aún agachada en el suelo, esperando algún tercer ataque. ¿Sería posible que el mago Merlín estuviese en problemas? Sólo había una forma de averiguarlo.
Invoqué de nuevo a Ángel Forjado. Llena de escombros y polvo, no me molesté en limpiar mis hombros, pues mis sentidos estaban centrados en entrar por la puerta y defender a cualquier inocente de los sincorazón.
Sin embargo, la imagen que me encontré al entrar fue de lo más peculiar:
—¡Por favor, kupó! ¡Te lo ruego, kupó! ¡Para yaaaa, kupó!
Un pequeño moguri, el cual me recordó a la pequeña Mogara por unos instantes, se hallaba en el centro de la habitación. Bueno, si es que aquello podía llamarse habitación: parecía un vertedero. Me recordó al viejo desguace de Sendh, cuando, poco antes de que yo le ayudase a ordenarlo, se encontraba hecho un desastre.
Sin embargo, lo que lo diferenciaba era el olor a chamusquina. Un montón de libros se encontraban desperdigados por el suelo, algunos más quemados que otros. Aquella imagen me dolió, pues los amaba y me parecía horrible destrozarlos.
—¡El mago Merlín me matará, kupó! ¡Nunca debí hacerte caso, kupó! —lloraba el pequeñajo, que en cuanto se dio cuenta de mi presencia, saltó del sitio con su nariz moqueada— ¡No, kupó! ¡N-no es lo que parece, kupó! ¡Yo no estoy con él, kupó!
—¿Con él? —me pregunté, algo impresionada por la escena formada en lo que podía ser la casa del mago Merlín— Un momento, ¿el mago Merlín no está en casa?
—¡N-no, kupó! ¡Pero en cuanto vea lo que él está haciendo, kupó, me colgará, kupó!
—¡Tonterías, Mogkú, kupó! —una voz cantarina, risueña e inesperada surgió de entre una gran estantería, donde salió disparado un libro. El pobre Xefil no pudo esquivarlo, dándose un fuerte golpe en la cabeza—. ¡Merlín no se atreverá a volver con el gran hechicero, tan, tan, taaaaaaan!
Otro montón de libros salió en avalancha, pero el llamado Mogkú fue rápido y se apartó. Sin embargo, la mesa y el sillón colocados en el centro de la sala fueron atacados.
—¡A ver, a ver, kupó, kupó! —decía el misterioso moguri, escondido entre los libros de la estantería, cantando mientras— ¡Necesito un hechizo más poderoso, kupó! ¡El de un gran hechicero como yo, tan, tan!
Miré confusa a Xefil y a Light, sin saber muy bien qué hacer en aquel momento.
—¡Ayudadme, kupó! —Mogkú se agarró a mí, desesperado— ¡Yo he sido travieso, kupó, pero nunca le haría esto a Merlín, kupó! ¡Está destrozando su casa, kupó!
Una vez dicho esto, el moguri escapó de la casa por una de las ventanas rotas. Estaba demasiado asustado como para detenerlo.
Otro libro salió disparado, esta vez contra Light directo a su estómago. El joven tampoco pudo esquivarlo.
—¡Jujuju, lo encontré, kupó! —dijo el misterioso personaje, saliendo por fin de su escondrijo y llevando entre sus brazos un enorme libro, volando con él— ¡Mil y un hechizos prohibidos, kupó! ¡UUff, cómo pesa, tan,tan!
El moguri no se lo pensó dos veces y soltó la enorme enciclopedia, la cual impactó contra la mesa de madera del centro provocando un levante de humo desagradable.
Cuando éste se disipó y pude limpiarme los ojos, percaté una figura muy parecida a la del patriarca de los moguris en Ciudad de Paso, Montblanc. Pero a diferencia de éste, el moguri con aspecto de conejo llevaba un atuendo más sencillo, era algo más pequeño y en su cuello llevaba dos cascabeles que me atrajeron sobremanera desde un primer momento. Desprendían una magia muy poderosa, quizás demasiada concentrada para que la llevase puesta un moguri de su tamaño.
Los ojos del moguri brillaban con intensidad mientras abría entusiasmado el libro.
—¡Esto va a ser bueno, jijij! —exclamaba, feliz, aunque con una sonrisa maliciosa que no me gustaba un pelo. ¿Cómo era posible que me recordara de repente al Maestro Akio? ¿O no era una locura pensarlo?
Fue entonces cuando el moguri se dio cuenta de mi presencia y la de Xefil y Light.
—¡Oh, intrusos, kupó! —dijo. ¿Intrusos? Él mismo había irrumpido en la casa de Merlín. Al menos, eso era lo que daba a entender Mogkú— ¿Qué queréis del poderoso hechicero de Ciudad de Paso, kupó? ¡Seguro que habéis oído hablar de mí, kupó! ¡El todopoderoso...!
El moguri con aspecto de conejo pareció verse interrumpido a la hora de mencionar su nombre. ¿Se lo estaría pensando dos veces?
—¡Bueno, no importa mi nombre, kupó! ¡El vuestro sí, kupó! ¿Qué hacéis aq...?
De repente, el intruso se fijó en el paquete que llevaba en la mano. Su rostro se tornó preocupante durante unos instantes, como si aquello que llevase le asustara sobremanera.
—¿¡Quién te ha dado eso, kupó!? ¡Devuélvemelo, kupó! —gritó, lanzando un hechizo Perla contra mí.
Sin embargo, Ángel reaccionó a tiempo, que por reflejo se alzó para protegerme.
—¡Oh, vaya, kupó! ¡Caballeros de la luz, kupó! —exclamó el maligno moguri, sorprendido del poder que desprendía Ángel, incluso con ojos curiosos fijándose en mi aspecto— ¡Ya lo sé, tan, tan!
>> ¡¡Sois súbditos del mago Merlín, y venís a destronarme de aquí, el supremo hechicero de Ciudad de Paso, tan, tan! ¡¡Pero no lo conseguiréis!! ¡Tan, tan, taaan!
¿Realmente podía tomarle en serio? Se comportaba como un niño. Enarqué una ceja, recordando la insoportable aptitud de Akio en sus momentos de gloria y ego, tan propios de él y que me tenían acostumbrada a tratar ese tipo de personalidad. Pero lo que más me impresionaba era su poder mágico, para qué engañarme. Incluso habiendo sido protegida por Ángel, había notado una luz muy potente en el filo. Si me hubiese alcanzado de lleno, no lo habría contado.
—Así que, niña, ¿podrías darme ese paquete, kupó? —dijo el moguri, amenazante— Te prometo que tus caballeros no sufrirán daño alguno, kupó.
Ante esa propuesta, puse una cara algo incrédula y giré hacia Light y Xefil, bastante confiada. Quizás divertida por la situación, no iba a caer en su juego. No iba a permitir quedarme sin mi preciado arco.
—En primer lugar, me llamo Nadhia —me presenté, a la vez que seguí con mi discurso:— estos son Xefil y Light, y no somos súbditos de Merlín. Se nos ha mandado para entregarle este paquete al mago Merlín. Así que lo siento, no puedo dártelo. Así que, te pongas como te pongas, no voy a...
Más tarde, me arrepentiría de aquellas palabras que salieron de mi boca. El rostro del moguri se ensombreció, mostrando una sonrisa maligna, que denotaba que algo malo estaba a punto de ocurrir.
—¿Q-qué..? —dije, notando cómo mi confianza se desplomaba. Esa sonrisa daba mala espina.
—Así que, me ponga como me ponga, ¿eh, kupó? —dijo, pasando las páginas del libro, buscando algo en particular. Una vez encontró lo que buscaba, soltó un "¡Bingo, kupó"!:— Dime, Nadhia, kupó...
El moguri alzó sus manos, concentrado en lanzar un ataque mágico. Me preparé con Ángel Forjado para cubrirme:
—¿Te gusta ser deseada, tan, tan?
Dos bolas de un brillante y vistoso color rosa se formaron en ambas manos del moguri, y cuando estuvieron lo suficientemente concentradas, salieron disparadas..
.. pero no iban contra mí. Me giré hacia ellas, viendo cómo cada una impactaba en los pechos de Light y Xefil, haciendo que ambos saltasen por los aires hasta volver a caer al suelo, inconscientes.
—¡Xefil! ¡Light! —exclamé asustada, acercándome a quien se encontraba más cerca, Light— ¿¡Qué les has hecho!?
El moguri volvió a esbozar una sonrisa malévola:
—En cuanto despierten, lo sabrás, kupó. Tan, tan, tan.