Próxima fecha límite: 11 de Abril
Faltas: Mickael (2/3)
Saxor (2/3)
Saxor: 32/32 VIT
16/22 PH
Mickael: 14/24 VIT
4/18 PH
Mick continuó avanzando, pues en ningún momento cambió su decisión de seguir adelante sin importar qué ocurriese. Así pues, abrió la puerta que tenía al frente y salió del gimnasio de la nave. Inmediatamente se encontró en un pasillo que, como todos, era muy poco interesante: a su izquierda se encontraba una puerta que, por el letrero que colgaba de ella, llevaba a los baños. Aparte de eso, el sitio no tenía nada más que destacar.
De tal manera que el muchacho abrió la siguiente puerta, detrás de la cual podía ver, aunque todavía algo lejos, la salida de la nave. Cuando dio el primer paso a la siguiente habitación, se dispuso a admirarla, como había hecho con el resto.
Sin embargo, tuvo que interrumpirse cuando un proyectil pasó frente a su rostro e impactó en la pared, dejando saltar un montón de chispas, de las cuales el joven tuvo que protegerse. ¿Había sido eso una bola de fuego? ¿Había sido eso un hechizo
Piro?
El primer instinto, por supuesto, fue retroceder. Antes de que pudiese hacerlo, no obstante, un nuevo ataque lo sorprendió por atrás. Curiosamente, éste tuvo un sonido característico acompañándole, y no tuvo el mismo efecto al impactar: aquello había sido un disparo. Una bala.
─
No he fallado ninguna de las dos. Han dado justo donde quería que dieran para meterte un buen susto, asquerosa rata come-mierda.Si Mickael se giraba hacia el origen de aquella insultante voz, se encontraría con un fornido e imponente hombre joven. O más bien, gordinflón; pero no por ello menos intimidante. Iba ataviado con ropas completamente negras: un pantalón, un largo abrigo y un sombrero de piloto. Miraba al Aprendiz con fuego en sus ojos, uno tan crepitante como el que llevaba suspendido en el interior de su mano izquierda, levemente flexionada para alojar el hechizo. Con la otra mano sostenía un revólver blanco, cuyo cañón apuntaba directamente a la frente de Mickael.
─
Tienes dos opciones, bola de pelo. Te das la vuelta, tomas a tu compañero ─el hombre apuntó con su revólver a la puerta por la que Mickael había llegado para ilustrarse, y luego volvió a apuntarle─
, te esfumas de mi nave y le dices a tu Maestro que no se meta en mis asuntos.El hombre le puso el segurillo a su arma y luego se lo quitó de nuevo, para darle dramatismo a la situación con el característico sonido que todos conocían.
─
O te hago estallar el ojo con una de éstas. Tú decides.Aquel individuo iba en serio. Nunca dudes de la seriedad de alguien que le ha quitado el seguro al arma. Mucho menos si te tiene en la mira.
Pero aquel no era el escenario de una película de acción (sólo Dios sabría si Mick había visto una). Era una batalla de verdad. Una en la que, curiosamente, Mickael tenía una oportunidad. No llevaba la Llave-Espada consigo, así que materializarla podía darle una ventaja. Además, su oponente no era el único que podía usar magia; y no sólo eso, parecía que el hombre era adepto con el fuego, un elemento al que, afortunadamente, el Aprendiz le tenía algo de afecto.
¿Debía intentar superarle? ¿O aceptar su oferta de paz y salir de la nave?
***¿Qué podía Xayim hacer? ¿Reclamarle a su compañero? ¿Maldecirlo a él y a sus familiares? ¿Quejarse con el universo? ¿O intentar salir?
Las primeras tres opciones eran aceptables; pero no la última. Los barrotes de la rejilla que habían bloqueado la escalera estaban muy juntos para que alguien, por más delgado que fuese, pasara por entre ellos. Además, con sólo mirarlos el joven sabría que era imposible romperlos antes de que alguien llegase; no se necesitaba ser muy astuto para saberlo, y Xayim sin duda era mucho como para quedarse a pensar en tonterías en lugar de concretar un plan.
Había un panel de control con un teclado. Diez dígitos y unos cuantos botones más, de los cuales sólo necesitaba conocer el de Aceptar y Cancelar. ¿Podría intentar adivinar la contraseña? Aunque no sabía cuántos números debía introducir... Tal vez podía contactar con su compañero para que buscara la manera de ayudarle desde el otro lado. ¿Llamarle por el móvil, tal vez? Pero, pensándolo bien: ¿tenía Mickael un teléfono o algo parecido? Es más... ¿había recepción en el espacio?
Aunque el teléfono sí que podía servirle de algo... ¿No guardaba Saxor a su mascota allí dentro?
─
¡Oh!Cualquier pensamiento que Xayim tuviese en aquellos instantes fue interrumpido por un femenino gritito saliendo del otro lado de la habitación. El Aprendiz probablemente reaccionó de una manera agresiva como era típico de él, lo que de inmediato provocó una nueva respuesta del nuevo individuo: un haz de luz y un sonido característico.
La chica que se alzaba frente a él en la armería había materializado una Llave-Espada. Una de tonos morados y rosados, bastante apropiada para el aspecto femenino y frágil que tenía la desconocida frente a él. Lo primero que el joven notaría era que llevaba puesta la misma armadura violeta con la que él y Mickael se habían topado hacía un rato, pero sin el casco, lo que sólo dejaba ver su rostro. La mitad derecha de su rostro se hallaba oculta completamente (o casi) por su largo y liso cabello de color oscuro, aunque era posible ver que lo que había debajo eran cicatrices.
¿Era aquella la supuesta Maestra Rebecca?
Los ojos violetas de la joven no pudieron mantenerse más de un segundo en Xayim, mientras la chica balbuceaba.
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¿S-Saxor...? Me has... asustado... ¿Cómo has llegado a la nave? ¿Estás bien, no te ha pasado na--?Pero era inevitable: finalmente, las miradas de ambos se cruzaron. Y cuando la chica se topó con los ojos amarillos de Xayim, no los apartó más. Una expresión de súbito entendimiento apareció en su rostro, y luego, completa serenidad. Sujetó con un poco más de fuerza su Llave.
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Impostor. Traidor ─acusó, apuntando con su mano a su propio izquierdo, como para demostrar qué había revelado la diferencia entre Saxor y Xayim─.
Quise pensar, por un momento, que el pobre había visto su error y había vuelto a la Luz. Pero veo que eso no pasará mientras tú estés presente, ser de la oscuridad.La chica alzó su mano derecha, la que tenía libre, y comenzó a envolver el guante de su armadura con una capa de agua que apareció del mismísimo aire. Poco a poco el líquido se acumuló hasta que llegó a su codo, cubriéndola con un magnífico hechizo que, desgraciadamente, era imposible de predecir qué efecto tendría.
─
Al menos quiero saber tu nombre y tus motivos... antes de... deshacerme de ti.La Llave-Espada de la Maestra Rebecca apuntaba sin titubear a Xayim, aunque aquellas últimas palabras evidentemente le habían costado un esfuerzo psicológico. Estaba atrapado entre la espada y la pared: nunca mejor dicho. Sólo podía intentar ganar un poco de tiempo al responder a las preguntas de la Portadora de la Luz... o podía luchar. ¿Pero era sabio enfrentarse a una Maestra...?
Pronto lo descubriría. No habría manera de aplazar lo inevitable.