Había firmado mi sentencia de muerte. Las garras del monstruo descendieron directas hacia mi pecho, dispuestas a arrancarme el corazón, pero, sorprendentemente, se detuvieron en el último momento a escasos centímetros de mí.
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¿Q-Qué...?Parpadeé perplejo mientras volvía a la realidad, libre ya del encanto del monstruo, y observaba cómo el ser se había quedado congelado en el sitio. ¿Habría decidido dejarme libre en el último segundo? No, no parecía eso. La hormiga seguía con el brazo estirado, pero forcejeaba y estaba más inquieta que antes. Era como si algo invisible le agarrara su extremidad y no la soltara. De pronto, la criatura empezó a revolverse, mostrando señales evidentes de dolor aunque no pudiese chillar. La misma fuerza invisible ahora le estrujaba el brazo con fuerza y malicia, torturando al pobre bicho. Pero, ¿acaso era eso posible?
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¿Son divertidos, verdad?Detrás de mí apareció una figura. Era una niña a la que nunca había visto antes, vestida con ropas elegantes, con el pelo negro y los ojos azules. Su presencia en la playa me dejó completamente descolocado, ¿qué hacía una chica así aquí?
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¿Quién eres tú? —pregunté, contemplando a la recién llegada de arriba a abajo.
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No te faltan agallas para acercarte a ellos, ¡me gusta esa actitud! —comentó la chica.
Lo que ocurrió a continuación me dejó con la boca abierta. La desconocida señaló con uno de sus dedos a la hormiga, que seguía retorciéndose de dolor cuando, inesperadamente, le fue arrancado su brazo.
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¡Hala! —grité cuando vi el brazo caer al al suelo, con una mezcla de fascinación y susto en el cuerpo—
¡¿Lo has hecho tú?!—
¡Estos bichos están para aplastarlos, como las hormigas que son! ¿No? Aunque sería mucho mejor que gritaran...
>> Pierde la gracia si no suplican, la verdad.Yo seguía alucinando, intentando asimilar lo que acababa de ver. Aunque había sido algo macabro y cruel, ¡a mí me había parecido super guay! Por su parte la niña se sentó a mi lado, dispuesta a seguir con la peculiar tortura. Volvió a utilizar su extraño poder para levantar en el aire a a la criatura, agarrándola por una de sus antenas, que retorcía a placer.
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¿Qué le arrancamos ahora, eh? —me preguntó. Parecía emocionada por la situación, aunque sus ojos estaban llenos de malicia—
¿Las dos antenas? ¿El otro brazo? ¿Una pierna? Dudé. Habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo, y todavía estaba un poco aturdido por el pequeño trance que había sufrido al mirar los ojos a la criatura, pero empezaba a verlo todo más claro. Seguía sintiendo fascinación y curiosidad por la hormiga y me daba algo de pena que fuera torturada, pero eso no quitaba que me había intentado matar. A mí. Y Theodore Maxwell nunca perdona. Por otra parte la chica seguía siendo todo un misterio, pero parecía estar de mi parte y tal vez pudiera resolver alguna de mis preguntas sobre los seres. Además, en el fondo quería ver más del poder de la chica.
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¡El otro brazo, el otro brazo! —pedí a gritos, dejándome llevar por la emoción de la niña.