El juego lo es todo. Al menos para ella, el juego lo era todo. Se lo había tomado como un ideal de vida, así pues no podía tener nada más, vivía absolutamente para el juego. Un monstruoso juego sin nombre, a veces llamado deporte, donde todo el ser interior salía a relucir, o más bien a morir. Perder significaba perder la vida, y la victoria era el sinónimo de una fama y una riqueza inigualable. Por eso tanto riesgo, al final todo recae en lo mismo: el dinero. El juego la había hecho ser como era ahora, falta absoluta de sentimientos, toda una psicópata. Porque el principal objetivo era matar al oponente, y aquí las falsas ilusiones, que algunos llamaban sentimientos, no tenían cabida. No era un juego de supervivencia, todos sabían a lo que iban y en ningún momento se veían obligados, había trabajos más denigrantes que este. Así que mucha gente lo aceptaba, con el sueño de ser famoso y una gran cantidad de dinero de manera rápida, pero la mayoría no solían durar ni dos semanas, aun jugando en equipos no muy famosos. Pero siempre había sustitutos, el ansía del hombre hacía que no pararan de presentarse voluntarios.
Esta actividad apenas tenía nombre, ya que era tan monstruosa como para definirla en una sola palabra. Aun así, la mayoría de gente de todo el universo la veía con normalidad, aislados totalmente al otro lado del televisor. Sin duda alguna, este “deporte” crece de los lloros y la ira de la gente que aun vivía en la Tierra, cuando la superpoblación llegó a tal nivel que unos cuantos se montaron en un cohete de dudosa calidad, y después de muchos años consiguieron construir algo que llamarían una colonia espacial. Por supuesto era una colonia puramente artificial, pero que gracias al avance asombroso, gran parte obtenido a partir de una nueva religión —una que no creía en Dioses, pero que creía en el progreso del ser humano—, lograron que fuera completamente habitable. Y desde entonces, más de ciento cincuenta colonias poblaron el sistema solar, con miedo a salir de él por lo que el hombre pudiera encontrar. También lograron adaptar las atmósferas del resto de planetas, para que la humanidad pudiera habitarlos, pues el ritmo de nacimiento crecía exponencialmente. Aunque parecía que con la creación de colonias artificiales todo se podía remediar.
Pandora estaba ahora en la primera colonia creada, la que nombraron capital de todo el sistema, llamada Magnum, simplemente para demostrar poder. La gente comúnmente la llamaba el Nexo, ya que era el punto de unión de todo el sistema, y además no les hacía gracia que también tuviera el nombre de un bombón helado. Pandora había nacido en Marte, era de esperar que después de cientos de años de progreso, algunas personas ya se las pudiera calificar literalmente como Marcianas. Pues realmente lo eran. Aun así, el aspecto de Pandora estaba muy alejado de lo que la humanidad imaginaba como extraterrestre. Sus rasgos eran muy bellos, a la par que sutiles, no era una chica muy exuberante —pues no tenía muchas curvas—, pero parecía tan sumamente delicada que creías que se pudiera romper en cualquier momento. Es una de esas mujeres, que sin duda nadie deja escapar. Llevaba el pelo largo, ondulado y de un color azul muy claro, casi llegando al blanco. Aunque tenía treinta y dos años, aparentaba veinte. Esto era gran parte de su atractivo como jugadora, parecía tan inocente, tan justa, parecía una Diosa, pero cuando la veías pegar patadas para rematar a un adversario o aporrear la cabeza de alguien con una gran maza, no te lo podías creer. Lo más anecdótico es que seguía manteniendo su elegante figura.
Ella jugaba ya en la Liga profesional, de hecho casi había acabado la temporada, únicamente faltaba la final y por ello estaba en el Nexo. En la Liga todo era diferente, la gente no se lo tomaba en serio, se lo tomaba como si le fuese la vida en ello, y es que era así. Gente preparada desde pequeños para ser uno de los mejores, gente dispuesta a hacer de todo para llevarse dinero. ¿Y cómo es que acabó Pandora en este deporte? Y además justo en el centro del meollo, en la Liga profesional. Ella también lo veía una manera de ganar dinero, había gente que simplemente lo hacía por poder desfogar su ira, incluso habían partidos benéficos, toda una ironía. Pero a parte del dinero, ella sentía que lo hacía por algo más, no encontraba palabras para ello. No era su deseo de sangre, no era su deseo de venganza por tantos años de maltrato que le había aplicado su padre, quizás sólo fuese porque este era el pleno motivo de su existencia, quizás sólo había sido creada para esto. <<Si así es —pensó Pandora—, si ese es el papel que tengo que cumplir, lo haré. Igual que un perro se menea para poder morderse la cola, igual que el mar carga furiosamente contra los barcos pesqueros, si ese es el motivo por el cual yo tengo que vivir, lo tengo claro: cumpliré con él. ¿Verdad?>>.
¿Pero cumpliría de verdad? Esa última cuestión era lo que le hacía dudar, y siempre le había hecho dudar. Dudaba si hacía lo correcto o no, si estaba bien que aunque matase a personas no sentía nada por ellos, sólo sentía pena por sí misma, que era incapaz de ser humana. Incluso un androide de última generación tendría más sentimientos que ella, aunque ciertamente fueran falsos, muchos de los humanos también los eran y nadie se daba cuenta. ¿Entonces qué diferencia hay entre un sentimiento y la ilusión de este? ¿La duda que le atormentaba en ocasiones era lo suficientemente fuerte como para decir que en realidad sentía lo que estaba haciendo? Ella prefería engañarse y dejar de pensar en estos temas tan filosóficos, pues a la hora de la verdad siempre lo había hecho, y el arrepentimiento —este que, de todos modos, no sentía— no es suficiente después de haber cometido el crimen. ¿Podía decir con seguridad a cuantas personas había matado? O peor, ¿podía decir a cuantas personas había visto morir frente a sus ojos? No podía responder a estas preguntas, y sin embargo le daba igual, para ella no eran más que simples números, al igual que ella misma no representaba vida alguna. Los trataba a todos como si fueran igual que ella, seres sin alma.
La bocina sonó, ya era la hora de entrar al campo y jugar la final tan ansiada por todos. El campo de la capital era sin duda uno de los más extremos, pues se trataba de un campo normal el cual más de la mitad estaba completamente destruido y daba paso a un acantilado de cientos de metros. Todo esto, claro está, es a propósito. El objetivo del juego era simple, se tenía que atravesar un aro colocado a un metro y en vertical. La gracia de esto era que tenías que meterlo con la mano, no era valido lanzarlo, así que un jugador tenía que ir allí, a las puertas del bando enemigo, y meterlo delante de ellos. No había más reglas. Se podían utilizar cualquier tipo de arma, mientras no fuese de fuego, ya que no daba espectáculo alguno. La final era entre Marte y La Tierra. La gente estaba claramente a favor de La Tierra, para muchas personas los marcianos seguían siendo gente rara, aunque en realidad eran completamente igual a ellos. Pandora siempre elegía una maza con cadena, su habilidad junto con la brutalidad de esta arma, la hacían letal. El mangual tenía tanto habilidad punzante —gracias a sus púas—, como obviamente habilidad aplastante, además permitía un gran alcance. Así que este látigo de guerra era su arma favorita.
La bocina sonó de nuevo, dando comienzo al partido. Los marcianos comenzaron su ataque. Como lo hacían normalmente, se dispersaban hacia ambos lados, así el otro equipo quedaba rodeado. Pero esta vez era distinto, en el lado izquierdo del campo estaba el acantilado, por lo que la confrontación directa era inevitable. Cuando ambos equipos llegaron al centro, la masacre se hizo evidente. Allá por donde pasaba Pandora, quedaban miembros y cabezas aplastados contra la tierra, sin embargo, gente de ambos equipos moría por igual. Pues la agresividad de algunos los hacía tan efectivos como la “sutileza” de Pandora. Entonces se dio cuenta de que nadie estaba prestando atención al balón, seguía en medio de la pista, nadie lo había tocado. Y esto era exactamente lo que significaba el juego: absolutamente nada. El juego para ellos no era nada, lo único que importaba era la matanza, y la pelota sólo estaba ahí para que al final tuviese que quedar uno, que se llevaría toda la gloria y sin embargo al día siguiente bien podría no existir. Después de unos minutos ya sólo quedaban tres personas, una era ella y otro compañero más de su equipo, el adversario que faltaba era el capitán. Desde luego, el capitán parecía toda una bestia, medía al menos dos metros y medio, y en sus ojos nos se veía otra cosa que ira y un pequeño destello que indicaba placer. Porque por encima de todo, disfrutaba haciendo esto, disfrutaba masacrando. Sin embargo ella, no sabía si lo que sentía era disfrute, pero desde luego no era pena.
Ambos se dirigieron hacia él, dispuestos a acabar ya con esto. El capitán ni siquiera tenía armas, pero tenía una fuerza inhumana. Agarró a su compañero y lo partió por la mitad, justo en medio. Después de unos segundos, este dejó de agonizar y finalmente murió. A Pandora le daba igual. Entonces se dio cuenta. Se dio cuenta de todo. Aquel tipo no le inspiraba ningún sentimiento, por lo que miedo no sentía. Se dirigió y acabó con él dándole un golpe en el estomago, y luego cuando se agacho para agarrárselo, le partió el cráneo. No resultó excesivamente difícil, pues le daba igual si moría, le daba igual también si mataba. No sentía nada hacia nadie, ni siquiera hacia ella misma. Así que se acercó al acantilado y finalmente se tiró, esbozando una sonrisa y susurrando:
—Al fin.