Aquél prometía ser un día interesante.
Para Alec Ocus, en realidad, había comenzado como otro cualquiera. Despertar en su habitación con la promesa de un nuevo entrenamiento, como de costumbre. Aunque, si mal no recordaba, añadida a su rutina usual, su Maestro había decidido añadir una hora extra y poco más para estudiar un poco de teoría. Eso, por supuesto, si esta vez decidía presentarse; no sería la primera vez que a Alec se le había hecho aquella proposición, para al final quedarse aburriéndose en una habitación con otros Aprendices de Kazuki, pero sin que éste se presentara.
¿Tal vez aquella vez sería diferente? Tal vez, para variar, su Maestro se presentaría completamente despierto, dispuesto a enseñar a sus Aprendices... Hmm... No, aquello era muy alocado. Tal vez en un episodio de sonambulismo, si Alec prefería ser realista. Y optimista, recordando que se trataba de Kazuki.
Así que, como todos los días, se preparó como usualmente para su almuerzo y para su entrenamiento físico. Ya podía rezar para que no le tocara con Lyn esta vez...
Pero fue cuando el aprendiz de brujo estuvo a punto de salir de su habitación, cuando alguien tocó la puerta. ¿Visitas o algún mensaje por parte de los Maestros? Muy seguramente la segunda opción, sabiendo lo que iba a ocurrir ese mismo día. Tal vez un recordatorio por parte del simpático Mail. "¡Cartita, kupó!"; ay, cómo no amarlo.
Para su sorpresa, sin embargo, quien se encontró con él tras cruzar la puerta fue con un compañero suyo, otro Aprendiz de Kazuki. Varias veces lo había visto, de eso estaba seguro, pues frecuentemente coincidían en los entrenamientos. ¿Y cómo no reconocerlo, con aquellas ropas tan destacables? Xefil, el Aprendiz de Reino Encantado, ni más ni menos.
—Shh, detente —fue lo primero que dijo apenas Alec abrió la puerta. Sin embargo, al instante se detuvo, para luego limpiarse algo de sus ojos y dirigirse a su compañero con algo de prisa—: ¡Oh! ¡Buen día, Alec! Ey, erm... ¿recuerdas eso que nos avisó Kazuki? ¿Sobre la clase de teoría sobre la magia o algo así? —después de que el joven mago respondiera, Xefil continuó—. Bueno, como sea, parece que la ha movido de hora. Empezará dentro de poco en una de las aulas de estudio. Quiere que, eh... estés presente para evaluar una prueba de afinidad o algo así, me parece.
>>Bueno, tengo que correr. A mí me toca que Ronin me rompa un par de huesos hoy, así que... ¡hasta luego!
Y tras aquello, Xefil echó a andar con prisa por el pasillo, frotándose los ojos como quien se ha quedado dormido. Qué chico más raro, ¿no?
Para Myxa, por otro lado, no había muchos días con los cuales comparar el que estaba por vivir. Después de todo, sólo hacía unos pocos que había sido reclutada por el Maestro Ronin; tan pocos, en realidad, que apenas estaba acostumbrándose a su nueva vida. Ayudaba haber conocido a un par de Aprendices anteriormente, pero debía admitir que, para gran parte de los que allí se encontraban, ella seguía siendo la chica nueva. Y también para ella misma, ¿para qué negarlo?
Era tan nueva, en realidad, que no reconoció a la Maestra Rebecca cuando ésta se presentó en su habitación esa mañana. Tocó la puerta con delicadeza, tal que, de no haber estado despierta la chica, seguramente jamás la habría escuchado. En cuanto la abrió, muy seguramente pensó que la joven con la que se había topado era una Aprendiza más, como ella. Y es que, siendo ésta tan joven y tan tímida, ¿cómo no pensarlo? Por suerte, Myxa no había tenido la 'fortuna' de toparse con Lyn y Akio, quienes eran todavía más jóvenes. Eso se lo depararía el futuro.
—Umm, hola... Buen día... —saludó la joven, acomodándose inconscientemente el flequillo sobre uno de sus brillantes ojos violeta; el derecho—. Supongo que para esto esperarías a un... a un moguri, pero quería conocerte en persona. Debes ser la nueva... la nueva Aprendiza del Maestro Ronin.
>>Soy Rebecca. Es un gusto conocerte, Myxa.
Era bastante curiosa, eso no necesitaba decirse. Apartaba su mirada de vez en cuando, como si se distrajera. Aunque en realidad, era más que obvio que lo que no podía hacer era mantener sus ojos en Myxa. ¿Sería autista o algo así? No había manera de saberlo si no lo preguntaba. ¿Y esas cicatrices que le cubrían el rostro (y por lo que se podía ver, la mano también), de dónde habían salido? Eran quemaduras, sin duda alguna. No tan feas, pero sí un poco perturbadoras.
—Lamento molestarte... El Maestro Kazuki quiere verte para tu prueba de Afinidad. Es una costumbre que... umm, tenemos aquí. Ya verás de qué trata en un rato más... Estaremos esperándote en un aula de estudio. Están... están a un lado de la biblioteca.
Rebecca hizo ademán de retirarse, pero quedaba tiempo para que Myxa pudiese preguntarle algunas cosas. "¿Dónde está la biblioteca?", "¿De quién eres Aprendiza?", "¿Cómo mantienes tu cabello tan brillante?". Lo que se le ocurriera, pero mientras fuera pronto. O tal vez... o tal vez podía dejarla ir y prepararse para su Prueba de Afinidad. Sonaba interesante. ¿Sería una especie de examen?
Para Enix, las cosas sucedieron de una manera similar a como sucedieron con Myxa. Después de todo, él también era, de una u otra manera, "el chico nuevo". Recién había sido salvado por la Maestra Lyn en un aprieto bastante grave, el cual incluso involucró algunas muertes, y apenas había comenzado a adaptarse como Aprendiz en Tierra de Partida. Sin embargo, en su caso una Maestra bonita no fue la que lo despertó de su sueño, sino unos fuertes golpes en la puerta de madera, los cuales resonaron con fuerza en la habitación del chico.
Y estos siguieron durante un buen rato, en caso de que decidiera ignorarlos. Cuando finalmente se decidió a saber qué demonios pasaba, escuchó una voz aguda detrás de la puerta:
—¡Hola! ¿¡Hay alguien en casa!? ¡Toc, toc! ¡El Gran Maestro Akio, Rey del Paintball, Conquistador del Gremio y Pesadilla de los Sincorazón requiere de tu presencia inmediatamente!
¿Quién era ése? ¿Un niño haciéndose el gracioso, a semejantes horas de la mañana? ¿Por qué no salía nadie a darle su merecido? Era un atrevimiento y una falta de educación llegar a tocar a una puerta al azar, y gritar con una fuerza tan tremenda que despertaría incluso a los Maestros en sus aposentos. Incluso así, había dicho "Maestro", ¿no...?
En cuanto Enix abrió la puerta, se topó con un niño de unos diez años de edad. Era un poco alto para su edad, pero lo inmaduro no se lo quitaba nadie, eso era seguro. Tenía cabello rubio y unos brillantes ojos esmeraldas, y un par de rodillas que gritaban "¡Mira lo travieso que soy!", visibles gracias a los pantalones cortos que llevaba.
—Hola, Enix —saludó con una enorme sonrisa—. Soy el Gran Maestro Akio y seré tu jefe de ahora en adelante y probablemente hasta el resto tus patéticos días. ¡Es un gusto!
...de alguna manera, aquellas palabras no coincidían muy bien con la expresión amable en su rostro y su tono de voz juguetón. ¿Qué pretendía aquel mocoso? Antes de que Enix pudiese reclamarle, sin embargo, Akio continuó:
—Kakazuki quiere verte para hacerte la Prueba de Afinidad, en una de las aulas al lado de la biblioteca —explicó, acomodándose su corbata carmesí sin mirar al Aprendiz a los ojos—. ¿Estás listo? ¿Nos vamos ya? Un Aprendiz tiene que estar listo en todo momento, así que no me decepciones.
¿Una prueba? ¿En ese momento? ¡Pero si Enix jamás había escuchado sobre eso! Estaba seguro que no existía ninguna clase de examen de admisión o algo por el estilo... ¿Lo estaba, sí estaba seguro? Oh, demonios, ¿ahora qué iba a hacer? ¿Obedecer al supuesto Maestro Akio? ¡No, seguro que no, si era sólo un niño! ¡Muy seguramente estaría jugándole una pésima travesura!