La batalla se recrudecía por momentos.
Por todas partes corrían piratas, saltaban sincorazones, se oían gritos, chillidos, euforia… Saltaba la sangre, tronaban cañones. Nunca se habría esperado que realmente le siguieran, aunque no les quedara otra. Una sensación de satisfacción le inundó el cuerpo y le imbuyó el sistema nervioso.
Malik peleaba lo mejor que podía, golpeando, esquivando, corriendo, saltando, cooperando con otros mercenarios y piratas para deshacerse de las criaturas oscuras. La adrenalina del combate le hacía insensible al cansancio, más temerario, más rápido, fuerte y ágil, pero no acusaba golpes menores… Y por supuesto, le hacía más temerario.
Otra vez.
Tras un golpe de espada contra un sincorazón, reparó, por suerte o por desgracia, en Jess más allá de sus enemigos… y al sincorazón que fue detrás de ella.
—
¡¡¡JESS!!! —gritó en medio del frenesí, al verla golpearse contra la amura, cayendo como un peso muerto.
Entonces sintió el corte, tan cerca de la garganta, y el cabezazo que le dejó sin aire, que se derrumbó de rodillas, boqueando y escupiendo sangre. Se le nubló la vista por un momento y el sentido de oído se diluyó, entre tanto ruido. No oyó nada por segundos, salvo un inconstante golpeteo. No sintió nada más que el goteo de la sangre brotando de la herida del cuello…
Aún apretaba fuerte la empuñadura de la Llave-Espada, pero los dedos estaban empezando a aflojarse.
—
¡Las sirenas! —gritó alguien entonces, tan cerca de él que recobró de pronto la orientación—.
¡Vienen las sirenas!Levantó la cabeza, llevándose la mano libre a la herida, manchándose los dedos de sangre caliente. No parecía muy profunda, pero el dolor era horrible y la sangre, aunque estaba empezando a dejar de manar, aún fluía a cuentagotas. Allí de pie sobre la baranda, vio a Faris gritar:
—
¡Todo el mundo al Sombra de Luna! ¡Rápido, gusanos de mar! ¡Vamos! ¡VAMOS!Agitaba su espada con violencia señalando al barco, y él, aturdido, consiguió levantarse por fin. Sin embargo, entre el contingente de piratas y mercenarios que retrocedía y le empujaba, y el ataque del barco volador, no pudo moverse con acierto. La cubierta tembló bajo los cañonazos del barco sincorazón, y él se tambaleó, provocando que soltara la Llave-Espada y se deshiciera en luces blancas.
«
Mierda».
Tendrían que haberlo logrado derribar, pero la imprudencia de Jess había truncado la oportunidad.
«
Jess… », barbotó en su mente.
Tenía que ir por ella… Los sincorazón, las sirenas… Tenía que…
Los recuerdos de La Red le golpearon con saña, y apretó los dientes.
—
¡Maldita sea, ¿no iban a destruirlo?! ¡Malik! ¡Vamos, muévete, ven aquí! Volvió a mirar a Faris,y aunque sabía que era desacato a su autoridad, y un acto que conllevaba un castigo por desobediencia, negó con la cabeza y dio media vuelta para correr hacia la borda por donde Jess había caído, intentando que los sincorazon no le alcanzaran. Fue difícil porque la huida de los piratas le frenaba…
Fue entonces cuando también vio a Hana… y no se lo pensó dos veces.
Ladeó la trayectoria de sus pasos e invocó la Llave-Espada, golpeando a medio camino al primer sincorazón a su alcance. Hana yacía en la cubierta, y los monstruos la golpeaban y arañaban, para pronto sacarle el corazón. No iba a permitir eso tampoco. Sin querer se mordió la lengua, tajando a diestra y siniestra para abrirse un hueco entre los monstruos. Pensó que Jess podía tener más probabilidades de sobrevivir. Pero Hana no las tendría rodeada de sincorazon, por eso había ido primero por ella. Era muy joven para morir, y menos así. Le quedaban muchas cosas por hacer como aprendiz, y quien sabía si algún día maestra.
Y qué demonios, no podía evitar no pensar en el pellejo de los demás cada vez que estaban en peligro. Era un defecto, quizá, el de lanzarse en pos de salvarle el cuello a un compañero, fuese amigo o conocido de cinco minutos. Además… Hana le había ayudado, se lo debía.
Se lo debía.
—
¡Malik! —oyó el grito de Faris a lo lejos, pero no podía perder tiempo en responder.
Pronto las sirenas…
«
¿Eh?»
El desliz de una sombra sobre él le hizo pararse, y darse la vuelta, dispuesto a blandir su arma para defenderse. Pero en lugar de ser un sincorazon, se encontró con el misterioso chico que acompañaba a Rosa y a la otra mujer, cuyo nombre desconocía. Por un segundo se sintió helado bajo su mirada. Desvió la vista hacia el filo de su espada, que levantaba para descargarla contra su cabeza. Malik siseó y frunció el ceño, a punto de levantar su propia Llave-Espada para bloquear la espada del chico.
Pero de pronto, un brusco azote contra el barco, que lo sacudió entero haciéndole alzarse por segundos largos en el aire, le desestabilizó y le hizo caer hacia atrás, justo al mismo tiempo que la espada del joven sesgaba a un sincorazón por la mitad, como si estuviera hecho de papel o humo.
«
¿Qué demonios…?»
Intercambió una muy rápida mirada con él, sin lograr discernir qué narices pensaba ese muchacho. No tuvo tiempo para pensar en nada más, era el único en pie que quedaba sobre el barco enemigo. Ese chico ya había regresado, y Hana y Jess estaban inconscientes. Al caer y rodar hacia el desliz que ya se inclinaba, Malik hizo desaparecer Llave-Espada para intentar agarrarse a algo, lo que fuera. Iba a caer al agua, estaba seguro de ello… Y entonces…
—
¡Maldito seas, ¿es que estás sordo?! Se vio levantado de un tirón por nada más y nada menos que la segunda de a bordo. Malik la miró, entre sorprendido y un tanto… ¿contento? de verla allí con él. No pensó que se arriesgaría a ir a buscarle si fallaba. Se deshizo de sus brazos, sujetándose sólo a uno para mantener el equilibrio.
—
No podía dejarlas atrás —dijo refiriéndose a sus compañeras.
Aunque la disculpa era muy pobre, no lo sentía tanto como para mostrarse compungido.
El barco sufrió otra sacudida. Las sirenas lo estaban volcando, igual que había hecho con el otro. Los sincorazon intentaban salvarse, pero era inútil, resbalaban y caían al agua. Malik intentó moverse para alcanzar a Faris, que se había lanzado en pos de Hana para evitar que cayera al agua. Con la mirada él recorrió el resto del barco, no quedaba nadie de verdad.
«
¿Dónde está Jess?», se preguntó, con miedo de que hubiera caído al agua.
Al no verla en el lugar donde la había visto por última vez, se temió lo peor, y se deslizó todo lo que pudo hacia Faris para coger fuertemente su brazo, agarrándola hasta el codo. Sacarían a Hana al menos de allí, antes de que…
La sombra del barco de guerra se cernió sobre ellos, a punto de disparar. Malik tiró de Faris para hacerla avanzar más rápido y alzó la mano para invocar su arma, y al menos… intentar parar alguna bala.
Pero antes de hacerlo, antes de que el enemigo atacase y les matara, una asombrosa columna de fuego monumental impactó contra el barco volador y el sincorazon que lo pilotaba, ante sus asombrados ojos, y los destruyó.
Un corazón brillante se elevó hacia el cielo.
—
¡Arriba los dos tortolitos, que esto se hunde! —gritó una voz conocida.
Malik giró la cabeza, atónito, sintiéndose absurdamente conmocionado al ver al Maestro Ronin sobre la amura, sujeto a una de las jarcias del barco. Sonreía con ese deje que el maestro tenía, como si aquello en realidad fuera un juego. Sostenía su Llave-Espada al hombro, en una imagen totalmente magistral. Sostenía dos cabos, así que Malik tiró y ayudó a Faris a subir hasta allí, ella cargando con Hana. Lograron dejársela a Ronin antes de cogerse al otro cabo. Asiendo el extremo, Malik contempló el salto de Ronin hasta el barco de Ana. Los piratas allí les animaban a saltar ya, no quedaba tiempo. Las sirenas se preparaban para otro embate y no podrían…
—
¡Haz los honores! —exclamó Faris, sintiendo sus brazos alrededor del cuello.
—
¡A sus órdenes, señora! —Malik respondió, con una media sonrisa espontanea, antes de sujetarse todo lo fuerte que pudo a la cuerda y saltar hacia Sombra de Luna.
Se permitió el lujo de intentar planear todo lo que pudiera por si acaso iban a caer como un plomo al agua. Una vez estuvieran a salvo en cubierta, tenía que decirle a Ronin sobre Jess. Se atrevió a mirar entre los barcos, a tiempo de ver a las sirenas en su apogeo combativo. Pero no la vio a ella…
Aterrizó todo lo digno que pudo sobre la cubierta, con el pecho lleno de orgullo. Se había salvado… ¡se había salvado! No pudo evitar reír, intentando quitarse a los demás, el brazo de Ronin y su manaza de encima. Pero a la vez que la sonrisa de Ronin desaparecía y preguntaba…
—
¿Dónde está Jess? … se le formó una expresión de culpa y miró hacia las aguas como acto reflejo.
—
¡¡Ana!!—
Maestro, yo…Pero se calló, igual que todos los demás, al oír la voz de Ana Lucía, que avanzaba al parecer recuperada del ataque. Ronin debía de haberla curado. Si era capaz de conformar esa gran masa de fuego de antes, quién sabía qué más podía hacer…
—
¿Qué ocurre, maldito viejo loco de…? ¿Ronin?—
¡La chica pelirroja, Jess! ¡Ha caído en el mar la muy tonta! Por favor, Ana.Malik pensó que de ser necesario él estaba dispuesto a ir, sin embargo, la intensidad con la que se miraban Ronin y Ana le amedrentó, y le impidió hablar. Se mantuvo callado y quieto, a la espera.
—
Sólo porque me has curado.«
Alá, gracias…».
* * *Malik observaba junto a todos los demás cómo las sirenas terminaban de destrozar lo que quedaba del galeón enemigo, sobre el que él había estado tiempo antes. La fiereza de esas criaturas le encogió el estómago, y se alegró en parte de no haber caído al agua. Constantemente miraba hacia el agua, como si en cualquier momento Jess pudiera aparecer, tosiendo y escupiendo en la superficie. Era poco probable, y a medida que pasaba el tiempo, se iba poniendo cada vez más nervioso.
¿Dónde estaba, dónde?
Se llevó una mano al cuello. Aunque le habían curado aún le dolía, y se sentía débil. En descanso y parado acusaba el cansancio físico y mental del combate y se sentía como si fuera a desplomarse. De vez en cuando le costaba respirar, y se le emborronaba la vista… Cuando volvieran a Tierra de Partida pensaba meterse en la cama y no salir en días, aunque Lyn fuera a buscarlo echando la puerta de su cuarto abajo.
Se apoyó en la borda, manteniéndose todo lo erguido que pudo, con los ojos fijos en el agua, con el fragor de las sirenas de fondo en los oídos.
—
Si le ha pasado algo… —murmuró
No se lo perdonaría nunca.
Se estaba adormilando sobre la borda cuando de repente oyó gritos de júbilo, y chapoteos. Al abrir los ojos vio que Ronin bajaba por una escalerilla de cuerda y recogía el cuerpo inerte y moja de Jess, de manos de Galatea, la líder de las sirenas. Bastante más despacio de lo que le gustaría, se despegó de la borda, sintiéndose mortalmente aliviado, y corrió —o lo intentó—, hasta Ronin, que dejaba ya a la muchacha junto a Hana sobre la cubierta. A Hana Ronin ya la había curado, igual que a él y se encontraba mejor, pero Jess estaba… tan pálida. ¿Cuánto tiempo había pasado en el agua?
Se acercó todo lo que pudo, para comprobar de más cerca todo lo bien que podían estar, y suspiró, pasándose la mano por el pelo. Estaba claro que para líder no servía… No quiso agobiar a las chicas, más de lo que Ronin podría hacerlo, así que se retiró por la cubierta, entre los tripulantes, para asomarse de nuevo a la borda. A su espalda tronaba la risa de Ronin, y sonrió débilmente. Estaba tan cansado…
Por una vez no prestó demasiada atención a las sirenas que estaban allí abajo, tras haber peinado las aguas y limpiado de sincorazón las olas. Galatea estaba entre ellas, y hablaba con la capitana. Malik se acercó un poco más, simplemente curioso.
—
He cumplido tu petición, Ana Lucía —oyó que decía Galatea, seria—.
La muchacha está a salvo.¿Habían sido ellas, cuando?
—
Y yo os lo agradezco, Galatea —respondió Ana Lucía a su vez—.
Habéis luchado con bravura, mi señora y me alegra ver que faltan pocas de las vuestras. Pero al fin hemos dado caza a esa malnacida. Una exclamación quiso nacer en su garganta, porque no recordaba haber visto a ninguna chica en el bando enemigo en el barco, y a menos que hubiera estado en el primero que volcaron… Pero no lo recordaba, le dolía mucho la cabeza. Por alguna extraña razón no se sorprendió cuando Galatea negó a las palabras de Ana. Sintió un nudo en la boca del estómago, y un regusto agrio en la boca.
—
Te equivocas, Ana Lucía. No había otro ser vivo en esos galeones que vosotras y vuestros hombres.
»No había ninguna otra mujer. En ninguno de los dos barcos.Malik se dio la vuelta, apoyado aun con una mano en la borda. La sensación agria se transformó en una ácida y le quemó por dentro. Eso significaba que no volverían pronto a casa…
Y que todavía les quedaba por pelear mucho más.