Los tres aprendices se reunieron finalmente y volvieron de nuevo a los jardines donde aquella chica les estaba esperando, sentada en la pulcra hierba del suelo mientras se deleitaba con la presencia solitaria de ella misma. Enok la estuvo observando desde que apareció en su campo de visión. Era un chica bella y lo por lo que podía deducir, introvertida en el aspecto mas interior. El aprendiz sonrió para sus adentros. Fuese quien fuese si pretendía acompañarles en su viaje sería una agradable compañía, quizás la verdadera y mas adecuada ayudante en aquella misión.
Cuando el grupo hubo alcanzado el área en la que descansaba la joven, esta se incorporó y con una muy agradable sonrisa comenzó a explicar pequeños detalles de lo que se avecinaría aquel día.
—Es un mundo hermoso, es... es uno de mis preferidos. Selva Profunda, —Enok asintió débilmente ante las cuidadas palabras de la muchacha, como intentando, de alguna manera, disculparse por errores pasados —la llamamos y es... bueno, ya lo veréis. Hay tantos árboles, y son altísimos... y el agua es tan fresca y cristalina... Los animales son preciosos, desde las coloridas mariposas hasta... hasta los salvajes jaguares —continuó relatando la muchacha mientras volvía a sonreír, esta vez a uno de los aprendices, Sorkas. Mientras tanto, Enok volvió la vista al cielo, deslumbrado por un rayo de sol— Algunos dicen que es peligrosa, pero... mientras no molestes a la selva, la selva cuidará de ti. Y te, umm... te aseguro que te encantará.
>>La Maestra Yami cree haber visto a un hombre-bestia las últimas veces que ha estado allí —De repente, Enok sintió una mirada. Agachó instintivamente la cabeza, arrepentido aun mas mientras un intenso rojo se coloreaba por todo su rostro—. Tiene sus momentos peculiares, Yami, pero... sus ojos no engañan. Si ella vio algo, y si lo hizo en varios viajes, es porque es cierto.
>>Hay exploradores en ese mundo de vez en cuando. Científicos, biólogos, cazadores... Pero... ¿un nativo? —prosiguió la chica mientras negaba con la cabeza. Enok recordaba algun que otro momento de su anterior y breve viaje aunque estaba seguro de que en aquel lugar era prácticamente imposible el vivir o incluso el supervivir. —No ha habido tribus en esa selva desde hace siglos. La última fue... — añadió mientras realizaba un gesto con sus labios y levantaba la vista al azul del cielo. Un par de mechones de pelo descubrieron una parte del rostro de la joven que habían mantenido oculto, manchado por un color oscuro, quemaduras. Enok no pudo mas que fruncir el ceño. En ningún momento imaginó que algo así pudiese haber estado oculto en aquel armonioso rostro.— Si la esclavitud interplanetaria terminó en el... umm... en el año... Oh, no lo recuerdo Hay muchos... libros en la biblioteca y... y... algunos incluso los escribieron Portadores. Maestros.
Enok miró hacía el punto en el que la muchacha había centrado su atención tras finalizar su discurso. Tras ellos, una nueva figura hacía acto de presencia. Se trataba de la Maestra Yami aunque con un atuendo diferente al que acostumbraba. Sobre su cabeza reposaba divertido un peculiar sombrero de paja. El tradicional kimono tan característico había sido cambiado por un vestido de una tonalidad similar aunque con una apariencia mucho mas ligera sobre el que ondeaba una capa de tela roja de pequeñas dimensiones. En sus brazos portaba una cestita semiabierta donde seguramente guardaría todos los objetos extravagantes que pudiese encontrar en su viaje.
—¡Partamos de Tierra de Partida! — exclamó sin mas dilación al grupo. Todos, incluida aquella dulce chica que les había estado narrando un primer acercamiento hacia el mundo prepararon sus Glider y abandonaron Tierra de Partida.
La amplia y mullida selva que formaba aquel mundo fue cada vez mas visible a los ojos de Enok. Tras un largo periodo de tiempo, volvía a aquel mundo. Quizás fuese aquella una nueva oportunidad para enmendar errores del pasado y no defraudar de nuevo a su Maestra. Se mentalizó una y otra vez de que aquel día no debía ser como antaño mientras descendían a un lugar específico acordado por Yami.
<<¡La guarida del hombre-bestia!>> — exclamó Yami en una voz difuminada aunque suficientemente audible. Enok volvió a sonreír débilmente e interrumpió la línea de sus pensamientos para centrarse en seguir al grupo hacia el lugar acordado por la Maestra.
Los aprendices aterrizaron sobre el suelo de lo que era la entrada a una cabaña localizada sobre un gigantesco árbol. A simple vista, aquel lugar apartado del bosque se encontraba perfectamente posicionado a los ojos de cualquier persona que se sintiese atraída, oculto entre la vegetación y muy difícilmente accesible.
—Esto será una buena práctica para misiones de exploración —manifestó la chica que les acompañaba cuando todos se encontraron en tierra. La Maestra Yami se había adentrado hacia la casita de madera con un semblante feliz y muy decidido. A la plataforma de madera pálida se accedía a través de unas escaleras pegadas al tronco del árbol además de por una especie de ascensor que lo mas seguro funcionase como un comunicador con la superficie.
—Bueno, parece que esto nos llevará algún tiempo —comunicó Sorkas mientras se acercaba hacia sus compañeros.— Así que mejor empezar cuanto antes, ¿no?— añadió y se abalanzó hacia las improvisadas escaleras sobre la corteza dura del árbol.
—¿Eh? No, no, espera... —correspondió Fyk apresurado. Al ver que no parecía haberle escuchado, se volvió y miró a la joven que les estaba acompañando. —¿Cómo sabe la Maestra Yami que esta es la guarida del hombre bestia? ¿Es aquí donde lo vio? — le preguntó intentando recabar la mayor información posible. Acto seguido, dirigió su mirada hacia Enok buscando su atención. —¡¡Sorkaaaas!! —exclamo el pequeño acto seguido, instando a regresar a su compañero.— Um. ¡¡Creo que deberíamos explorar primero por aquí!!— propuso meditando sus planes.— Uh... Creo que es la mejor pista que tenemos por ahora, ¿no? Digo yo. Luego ya nos separaremos si no lo encontramos. Enok, iré a donde tú vayas.
El rubio aprendiz no pudo evitar sonrojarse débilmente. Suspiró y miró en el interior de la cabaña intentando encontrar su mirada con Yami, pero le fue imposible. Indudablemente necesitarían mas referencias a la hora de buscar aquello que se suponiese que estaban buscando. Un hombre-bestia, que idea mas descabellada. No obstante si se enfocaba desde otra perspectiva quizá tuviese sentido. ¿Se trataba acaso de alguna clase de animal de dimensiones similares a las de una persona que pudiese haber confundido la ya de por si atrofiada percepción de Yami? Fuera como fuese, debían de encontrarlo por el simple y llano hecho de satisfacer la peculiar sed de misterio de su Maestra.
Enok volvió la mirada hacia su azulado compañero y afirmo con un murmullo.
—Yo...estaré...dentro. Busca...algo por aquí fuera.— comenzó el aprendiz en una especie de sugerencia a su compañero. — Si no encuentras nada...ven conmigo hacia...la cabaña y ayudamos...ya sabes...a Yami...— finalizó Enok mientras su sangre hervía de la vergüenza que sentía al exponerse hacia cualquier persona.