Al entrar en la madriguera, tuvieron que descender un poco antes de llegar a una especie de casa de una habitación. Los armarios empotrados, las teteras, la camita... Todo parecía hecho a escala para un ratoncito. Había cinco posibles salidas visibles, pero Guilmon no se centró en eso: Como era costumbre, empezó a olisquear la zona.
―¡Anda, si estabas aquí! Justo a tiempo. ¿Te dijo algo ese loco? Ya hemos encontrado a la chica. Ahora es una rana y… ¡eh! Tú también podrías valer… ― Daichi estaba planteándose convencer a Ike, que estaba allí sentado por circunstancias desconocidas, para que besara a Hime. Guilmon, debido a que solo había escuchado la voz de Ike unas pocas veces, se acercó a él para registrar su olor, mientras estaba respondiéndole.
─ No pero si prefieres quitar carteles calladito mientras escuchas las habladurías de Hein, tu mismo.
Segundos más tarde, Daichi señaló una de las cinco salidas al azar, y todos se dirigieron por ese camino.
―Estoooo… ―se dirigió a Fyk―. Te he notado antes un poquito… un pelín… un pellizquito… enfadado. Eso creo, ya sabes, suele ser difícil entender de emociones si no se tienen por uno mismo. Si sigues comiendo cosas que te ofrecen desconocidos, algún día acabarás envenenándote.
Guilmon escuchó algo confuso aquello de "suele ser difícil entender de emociones si no se tienen por uno mismo". El pequeño dinosaurio estuvo dándole vueltas al coco durante todo el trayecto, intentando "no tener emociones". Cuando divisaron la salida al exterior ya se había rendido al no tener éxito.
Volvieron a confirmar con sus ojos que eran del tamaño del césped. Unos cuantos árboles gigantes imperaban la zona, había una charca generada por un "pequeño" chorro de agua y muchos agujeros ocultos por rocas o plantas. Guilmon se preguntaba a dónde se dirigirían, incapaz de relacionarlos con la madriguera de la que habían salido.
A unos metros pudieron ver a Hine y al Lirón, la primera peleándose por calmar al segundo, Aunque al principio no parecía tener resultados, el Lirón acabó calmándose, y siguió con una canción.
Estrellitas en el cielo
y ahí arriba están volando
con alitas de murciélago.
Guilmon tarareó al son de la canción, con los ojos cerrados y moviendo lentamente una de sus uñas, como si fuera el compás. Debido a esto, se llevó el infarto de su vida cuando oyó el chillido. Un sincorazón con el aspecto de un auténtico dragón estaba descendiendo hacia su posición... Y el tamaño era igual de comparable.
El segundo chillido no pilló desprevenido a la mascota de Xayim. Es más, parecía que su personalidad había cambiado completamente por el de una fiera.
El monstruo, mientras tanto, había comenzado a caer en picado hacia la muchacha. De mientras, el Lirón ya había escapado hacia el interior de su casa.
―¡Corre, princesa! ― El enorme sincorazón entonces se lanzó a por Hime, quien había hecho caso a la orden de Daichi y había "saltado" como alma que lleva el diablo hacia la madriguera. Sin embargo, tuvo que desistir y se escondió entre dos rocas.
El dragón solo parecía tener ojos para Hime, ya que estaba buscándola con la mirada sin prestar atención a ninguna otra cosa. ¿Por qué estaría tan centrado en ella? Guilmon desconocía la razón al haber ignorado la charla con Hime en la fiesta del té, aunque su mentalidad no estaba dispuesta a ninguna otra cosa que no fuera pelear en esos instantes.
―¡Es gigantesco! ¿Qué hacemos? Si se la come, adiós misión. Si nos come a nosotros, adiós misión. ¡Se suponía que esto era fácil!
Tras los gritos de Daichi, que si no fuera un incorpóreo podrían haber sido catalogados de frustración, metió las manos en los bolsillos y pareció tener una idea.
―Vale, ya sé lo que voy a hacer. Pero necesito estar más cerca y que no se la coma mientras tanto. ¿Habéis guardado algo para agrandarnos? Porque yo… no. Y somos demasiados como para iros agrandando yo de uno en uno. Ya he gastado algo de magia. He pensado que podría empequeñecerle a él para igualar las cosas. Creo que aún seguiría siendo lo suficiente grande como para no caber en las madrigueras y mantendríamos esa ventaja. Subiré por el otro extremo de las rocas para elevarme y alcanzarle. ¿Qué os parece? ─ Habría olvidado el trozo de seta que Xayim le había dado antes de irse? Si Xayim hubiera estado allí, seguramente tendría trozos para todos, ya que se había llevado un buen puñado de la seta.
Era un misterio si Guilmon estaba prestando atención a Daichi. Parecía más interesado en enfrentarse al enorme sincorazón que cualquier otra cosa. Le hubiera escuchado realmente o hubiera sido por azares del destino, corrió hasta que el dragón estuviera entre las rocas y él, y le lanzó un Piro, como si quisiera distraerlo.
─ Grrrrrrrr...
―Ajá, me sacas los colores ― El Sombrerero se sonrojó ante los halagos de Xayim al té. Sonrió para sus adentros: Los tenía en el bote.
―¡Una taza entonces! ¡Debes tomar una taza de té! ― La Liebre de Marzo llenó una taza de té y se desbordó durante varios segundos. Xayim habría apostado que había echado más té en la mesa. El sincorazón aceptó gustosamente la taza de té. Si estaban tomando de ese té constantemente, dudaba que hubiera algo raro en ella... ¿O no? Le dio un sorbo y volvió a dejarla en la mesa. Pronunciando un sonido de satisfacción por el sabor.
<<Le falta azúcar.>> Pensó para sus adentros.
―¿Pastitas?
─ No, gracias. No tengo hambre.─ Rechazó educadamente.
El Sombrerero se sentó en una silla, y en cuanto escuchó la pregunta del gato pareció indignarse, cosa que desconcertó a Xayim.
―Por favor… Los gatos no toman té. Eso lo sabe todo el mundo.
―Sólo en las ocasiones especiales…
Una mueca de extrañeza se dibujó en la cara de Xayim, ya que una sonrisa flotante había aparecido sobre el sombrero de copa. Unos ojos aparecieron encima de la sonrisa, y finalmente una cabeza flotante de gato se había completado.
―Preguntas por una criatura… ¿enorme?... ¿y haciendo fechorías?... Jujuju. Aquí esos conceptos son muy comunes con nuestra estimada Reina… ―comentaba el gato pícaramente―. Pero no necesitáis preguntar. Ya sabéis todo lo necesario para encontrarla.
―¿Quién ha dicho eso?─ El Sombrerero ignoraba completamente la cabeza que había encima de su Sombrero.
―La respuesta la tiene uno de vosotros. Pero os señalaré el camino si la queréis ― Y desapareció más rápido de lo que apareció.
―¿Uno de nosotros? De acuerdo, gracias.─ Tras las palabras de Nadhia huellas de gato aparecieron una a una, mostrando el camino que tenían que seguir. Xayim, ignorando al lirón que acababa de entrar, siguió las huellas.