—Tratad de memorizarlo para la noche, recordad que no tendremos tiempo para mirarlo cuando encontremos al ninja —opté por, igual que antes, echarle una foto con el móvil. Ya lo estudiaría con tranquilidad mientras explorase—. Si nos lo memorizamos con tal de decir por el comunicador si lo hemos encontrado en por ejemplo C-8 y se dirige a D-8 podremos saber su ubicación y por donde emboscarlo. ¿Cómo haremos los grupos?
—Iré con mi mascota; yo soy veloz, y Gengar puede tender buenas trampas desde el suelo. —anunció Saeko.
Le eché un vistazo a su "Gengar", una criatura difícil de describir. Parecía un fantasma, atravesando el suelo como si nada, pero su forma era similar a la de un muñeco de peluche. Daba grima.
—Pues yo me largo solito, no me hace falta niñera —comenté, terminando de anotar los números de mis compañeros en el móvil—. Intentad no acabar metidos en la cárcel o haciendo tratos con tíos raros.
—Sobre todo tú —añadí, señalando a Ragun.
Y salí del callejón tranquilamente, paseando a ritmo normal por la ciudad.
Tras diez minutos de caminata, ya podía asegurar una cosa: aquel sitio era primitivo. No había nada de tecnología, la ropa parecía salida de la cavernas y a la comida sólo le faltaba ir en un palo. Pero, si quería intentar que la misión saliese con éxito, tendría que intentar adaptarme.
Exploré las calles y callejones que pude, aunque me distraje bastante curioseando en tiendas artesanales e incluso probando comida en algún puesto. Estaba asquerosa.
Al pasar por una tienda de ropa, se me ocurrió una idea. No había mejor manera de pasar inadvertido que ir vestido como los demás. Tras casi una hora probándome todos los conjuntos masculinos que tenían (a cada cual más feo que el anterior), acabé comprando el más decente de la tienda.
En una ocasión conseguí ver a la gatucha de Ocus en un tejado. Intenté darle con una piedra, pero la esquivó. Suertuda.
La espera hasta la noche se hizo eterna, pero al fin llego. Aunque Ragun había propuesto reunirnos cuando anocheciese, preferí ser más práctico y ponerme ya en marcha.
Mi destino: las puertas del palacio imperial. El objetivo del dichoso ninja era asesinar al Emperador, y era prácticamente seguro que tendría que pasar por ahí de alguna forma.
Entre los guardias y los altos muros no podría entrar con facilidad, así que opté por, de momento, quedarme cerca y hacer guardia en esa zona. Escondido detrás de lo que encontrase (un árbol o una esquina), afilé mis sentidos atento a cualquier movimiento o sonido brusco.
No tardé en aburrirme, pero no me moví del sitio ni bajé la guardia.