Hana y Saxor escaparon, dejando atrás a Higashizawa y la horda de Sincorazón. No habían atravesado la puerta cuando escucharon a Beat exclamar:
—¡¡Cerradla, rápido!!
Y embistió la entrada, cerrando una de las hojas. Neku hizo lo mismo con la otra, resoplando por el esfuerzo. Al otro lado podían escuchar cómo los Sincorazón arañaban la madera y buscaban la cerradura para forcejear con ella. Estaba claro que una simple puerta no serviría de mucho como barrera —y no tardarían en empezar a colarse a través de los resquicios— pero al menos el tal Scarmiglione tardaría un poco más en darles caza.
—¿Estáis tontos o qué?—Exclamó Beat, limpiándose el sudor de la frente y dándole un pequeño puñetazo a Saxor en un hombro a modo de reproche—. ¿Es que queríais que os mataran? ¿Y dónde ha acabado…?—Se volvió, buscando a Higashizawa.
Al no verlo por ningún lado, los ojos de Beat se abrieron como platos y Neku, con una mirada resentida, masculló:
—No tenemos tiempo para quedarnos aquí hablando. ¡Vamos al Ayuntamiento, ya!
El muchacho clavó los fríos ojos por un momento en Hana; estaba claro que la culpaba de todo lo que había sucedido. Sin embargo, como había dicho, apenas sí tenían tiempo: debían darse prisa.
Los chicos corrían a lo largo del Distrito 2, dirigiéndose hacia el Ayuntamiento. Atravesaron toda la plaza, iluminada por las intensas luces de los edificios, con sus pasos resonando en medio del silencio, cuando se encontraron con la peor de las visiones:
El Ayuntamiento estaba rodeado por una masa de Sincorazón prácticamente impenetrable. Muchos de ellos eran meras Sombras, pero también vieron Neosombras y algún que otro Sincorazón volador que, sin duda, podía causarles muchos problemas. Neku gesticuló, llevándose un dedo a los labios para indicarles que guardaran silencio y se apresuraron a retroceder, pegándose a las paredes para que no los descubrieran.
—¡Maldita sea! ¡El viejales tenía razón!—Beat tragó saliva, pálido ante tal espectáculo.
—No vamos a poder abrirnos pasos sin más…¡Eh, mirad a ese!
Un hombre tremendamente alto y envuelto en una capa carmesí con diseños de llamas azules caminaba entre los Sincorazón sin mostrar atisbo alguno de miedo. Es más, las criaturas se echaban a los lados para poder dejarle pasar. Así llegó sin impedimentos a la entrada del Ayuntamiento, que abrió a base de una poderosa explosión que hizo saltar la puerta por los aires.
Neku resumió la situación con un sucinto:
—Mierda.—Aguardó unos momentos, esforzándose por pensar, por decidir qué hacer. Entonces se encaró a los aprendices: —Si es verdad que veníais a salvar la ciudad, entonces tenéis que entrar al Ayuntamiento y salvar al Alcalde. Nosotros os cubriremos y los retendremos en la entrada. Y en cuanto lleguéis, decidle al Alcalde que los Villanos buscan algo en concreto.
Esperó por si querían decirles algo. Quizás desearan regresar para volver a ayudar a Higashizawa. Pero, en cualquier caso, el objetivo de Beat y Neku estaba muy claro: el chico extrajo varios pins de sus bolsillos y sonrió a Beat de lado.
—¿Vamos?
—¡Claro, tío! ¡Me estaba cansando de esperar! ¡Suerte a los dos y no hagáis ninguna gilipollez!—Beat se caló el gorro, arrojó su monopatín al frente y saltó sobre él, cogiendo velocidad—. ¡Allá vamoooooooos!
Y embistió contra los Sincorazón. Neku se apresuró a ir tras él, lanzando cortes a diestro y siniestro. Durante unos segundos, consiguieron despejar lo suficiente el camino a los aprendices, aunque a estos les iba a tocar pelear un poco y entrar a la fuerza, si es que al final decidían entrar al Ayuntamiento.
La decisión estaba en sus manos. En cualquier caso, tendrían que abandonar de forma definitiva a alguno de sus compañeros; o a Neku y Beat, o a Higashizawa.
Bastión Hueco
—¿Y cómo decías que te llamabas?
—Eres zetta tonto. No he dicho cómo me llamo. ¡Y soy Sho Minamimoto!
—Nosotros no somos Reno ni Rude, pero venimos en su nombre. Somos Alec. Y Ragun.
Minamimoto arqueó las cejas y luego esbozó una sonrisa retorcida.
—¡Eso explica muchas cosas! ¡Son todavía peores de lo que creía si envían a unos payasos como vosotros!—Y rió descaradamente, echando a caminar entre los estrechos caminos que había abierto para poder moverse entre su «arte»—. ¿Y dónde están esos dos, eh? ¿Cómo es que os han mandado si ni siquiera lleváis el uniforme de su zetta estúpido grupo?
Cuando lograron superar la apestosa y poco agradable montaña de basura, se encontraron a la espalda de un edificio que, por su estructura y, ante todo, por a campana que tenía en lo alto debió resultarles familiar si alguna vez se habían paseado por Ciudad de Paso.
El Ayuntamiento.
Casi todas las ventanas estaban apagadas y era imposible ver alguna clase de movimiento en su interior. Justo en ese momento escucharon una potente explosión que los pillaría desprevenidos. Minamimoto avanzó con las manos en los bolsillos y hablando para sí mismo hacia lo que parecía ser una puerta trasera y la abrió sin mirar atrás, como si se hubiera olvidado de Alec y Ragun.
O como si no le importaran, directamente.
Ragun y Alec podían seguirle o ignorarle, aunque para rescatar a Ilana necesitaban el arma… Y podían intentar aprovechar que Minamimoto se había alejado para robarla.
Pero fue entonces cuando se escuchó desde unas ventanas una voz que, sin duda, a Alec le resultaría familiar:
—¡Señor Kitaniji, tenemos que salir de aquí! ¡Rhyme, no te quedes atrás! ¿Dónde estarán Neku y Beat? ¡Justo cuando más los necesitamos
La puerta continuaba abierta y podían entrar por ella, si así lo querían. Con todo, parecía que el lugar era peligroso: desde la distancia les llegaron gritos, alguna que otra explosión y en el tejado se reflejaban las luces de lo que parecían ser llamaradas o incluso algún que otro ataque mágico.
¿Cuál sería la prioridad de los aprendices?