por Suzume Mizuno » Lun Feb 09, 2015 9:45 pm
—Sí. —Hana se secó las lágrimas con las dos manos. No la conocía demasiado, pero había visto cómo era, una chica dura, una chica firme, y al verla tan destrozada… Sintió ganas de abrazarla. Pero se contuvo—. ¿Y tú? No tienes mucho mejor aspecto.
Sonrió de medio lado, profundamente incómoda, y se encogió de hombros.
—Entera, que no es poco—dijo con voz ronca.
Tras un silencio, Hana exclamó, con un tono forzado:
—¿Le has dado una buena tunda a tu yo interior?
Fátima bajó la mirada.
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Flashback
«Soy tu mejor amigo. Confía en mí».
«Soy tu peor enemigo. Témeme».
«Soy tú. Conóceme».
Fátima se había quedado congelada, sin saber qué hacer. Su primer impulso fue correr hacia los brazos de Malik y huir de los otros dos, que le clavaban la mirada, una insidiosa, otra vacía. Incluso dio un par de pasos en su dirección.
Pero luego sus pies parecieron echar raíces. Aquello era una prueba. Iban a someterla a algún tipo de examen desconocido. Uno en el que… tendría que enfrentarse a sí misma, de una forma u otra. Miró con desconfianza hacia Malik. ¿Y si le pedían algo a lo que no podía hacer frente?
Además… ¿No sería mejor…? ¿No sería mejor hacer frente a aquellas partes de sí misma… que más odiaba? ¿A las que más despreciaba? ¿O incluso el miedo enfermizo que le provocaba Andrei?
Se retorció un mechón de pelo, nerviosa, sin saber qué hacer. Ni siquiera sabía si había alguna clase de límite de tiempo.
En cualquier caso se acercó a Andrei y a su antiguo yo, intentando no mirar hacia Malik. Tragó saliva y alternó la mirada entre los dos. No estaba segura de qué opción le resultaba más desagradable pero, escogiera la que escogiese, sabía que diría mucho sobre ella. No tenía valor para enfrentarse a ese cabrón o no tenía fuerzas para mirarse de nuevo a la cara. No quería mirarse. Lo había dejado atrás. No quería volver, no quería verse.
Pero, ¿y si tenía que hacerlo?
¿Y si por fin lograba… deshacerse de aquel peso que la acompañaba a todas partes?
Dudó.
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Hana se alejó de Fátima y la chica se volvió a retorcer un mechón de pelo antes de seguirla. Apenas sí había podido examinar el vestíbulo antes de que viera a Lyn, que les señaló que iba a llevarlas al segundo piso. Asintió sin mucho entusiasmo. No se sentía, lo que se dice, anímicamente bien para ser testigo de los recuerdos de nadie. Pero para eso había ido, ¿no?
Así que subió las escaleras con desgana, intentando memorizar lo que veía. La puerta tenía un símbolo del rayo. Una pequeña parte de ella se preguntó por qué sería.
La otra, seguía recordando una y otra vez lo que había sucedido.
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Flashback
Conóceme.
Parecía fácil pero, a la hora de la verdad, se convirtió en una realidad aterradora. ¿Cuán feo, cuán desagradable podía ser una persona?
Fátima no quería saberlo, pero siguió adelante. Se tomó a sí misma la mano y no dejó de preguntarse si no habría cometido un error hasta el último instante.
¿De verdad necesitaba comprenderse? ¿No podía hacerlo con el paso del tiempo? ¿No podía dejarse llevar y agradecer que ahora tenía a gente que la aceptaba y quería por quien era, con sus fallos y todo?
Las otras dos ventanas desaparecieron, llevándose consigo a sus ocupantes, y sólo quedó el chico, mirándola en silencio. Fátima liberó la mano y se cruzó de brazos, apretando los labios.
—¿Y ahora qué? ¿Se supone que tenemos que pelear o sentarnos a hablar?
El otro sonrió con tristeza.
Hablar estaría bien. Nunca lo has hecho. Siempre me has odiado. Me apartaste y me diste la espalda. Y yo no tengo la culpa de haber nacido como soy.
Fátima abrió y cerró la boca, apretando todavía más los brazos.
—Esto es ridículo, es como hablar con otra persona.—Pero sabía que no era otra, sino que se trataba, simple y llanamente, de una parte de ella que había intentado ignorar y enterrar en lo más profundo de su mente. Crispó los puños y exclamó—: ¡Y nunca te he apartado! ¡Nunca, nunca he podido olvidar qué soy! ¿De acuerdo? ¡Siempre he sabido que estabas allí!
Él la miró con tristeza, pero no dijo nada. Fátima realizó un gesto de frustración.
—¿Vas a quedarte callado? ¡Fantástico! ¡Si la prueba sólo consiste en esto, entonces genial! ¡Sé que existes y que siempre existirás! ¡Lo vivo todos los malditos días! ¡Cuando me cambio de ropa, cuando voy al baño, en todo maldito momento sé quién soy! Y sí. Lo odio. Te odio. Yo tampoco he tenido la culpa de estar encerrada en este… En este cuerpo.—Gesticuló para abarcarse de la cabeza a los pies—. Toda mi vida me han dicho cómo tenía que ser culpa de ti. Si no… Si no hubiera hecho como que no era verdad, si no hubiera tenido valor para fingir que no existes… Entonces todo seguiría igual. ¡Sería como tú, maldita sea!
Y lo señaló. Desdichado, sin fuerzas, hundido en la miseria por ser diferente y por saber que nunca nadie aceptaría que quisiera ser una mujer. ¿Vestidos? ¿Flores? ¿Que te gustan los hombres? ¡Sandeces! Es algo que se te pasará. Todos los niños pasan por períodos. ¿Cómo va a gustarte ser una mujer? ¿No ves que eso es enfermizo, que no es natural? Venga, venga. Date unos años y compórtate como un hombre. Deja de mirar a las niñas con envidia. Si es que al final te vas a merecer que los chicos no te hablen.
Nunca se había atrevido a decírselo a nadie excepto a su hermano, pero sabía que esa sería su respuesta. Lo sabía porque veía cómo trataban a las mujeres, porque veía cómo se burlaban de la gente diferente.
No se dio cuenta de que estaba llorando. Las lágrimas rodaban furiosas por sus mejillas.
—Soy yo quien no tiene la culpa de haber tenido que ser tú, cuando no me identifico contigo—gimió.
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Lyn atravesó la puerta del rayo sin decir nada, quizás respetando sus silencios. ¿A quién se habría enfrentado ella? ¿O las pruebas eran diferentes para cada persona…?
Imitó a la Maestra y traspasó el portal. Al otro lado se encontró en una oscuridad muy familiar y pegó un grito ahogado de alarma.
¡No, otra vez no…!
Pero, antes de girar en redondo y salir escopetada de vuelta a las escaleras, se dio cuenta de que el lugar no era el mismo. Frunció el ceño y con voz temblorosa preguntó:
—¿Qué es… Esto? ¿Es donde están las memorias…?
—¿Ese es Zephyr?—preguntó en voz baja, pensando en las palabras que había leído en la placa, al lado de la puerta, donde, por cierto, se le había aclarado la fecha de construcción del Templo.
Casi un milenio guardando las memorias de tantas generaciones… De todas esas personas que ya no volverían… No podía evitar que esa frase resonara en su interior una y otra vez. Al menos, si tenían algo que contar, podrían quedar de ellos su memoria. Suponía que era algo por lo que alegrarse. Y eso sólo la incitó todavía más a contemplar los recuerdos que todas esas personas les habían dejado, para que no cayeran en el olvido.
¡Gracias por las firmas, Sally!Awards~