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Vaya… Quién te iba a decir que alguien de Bastión Hueco te tendría atrapado entre la vida y la muerte ¿No?De haber tenido las manos libres, Bavol se las habría llevado a la boca. Así que ella también les había mentido antes, no era una chica normal, era un miembro del bando enemigo. El gitano fulminó con la mirada la pared que tenía justo enfrente, ¿y si todo había sido una trampa de los Maestros de Bastión Hueco?
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¡Sácame de aquí, monstruo! —exigió mientras agitaba sus brazos intentando de nuevo librarse de aquella silla.
No obstante, no recibió respuesta. Tuvo que pasarse unos minutos más en absoluto silencio gruñendo y moviendo todo su cuerpo furioso en un vano esfuerzo de escapar. Al final, aquella silla que tanto odiaba desapareció haciéndole caer al vacío, cosa que también le había ocurrido a Clive aunque él no lo supiese.
Mientras el gitano caía al vacío chillando sin hacer nada para poder evitarlo, contempló por un segundo cómo las paredes a su alrededor comenzaban a brillar y poco a poco sintió como su cuerpo también fue envuelto por una luz desconocida hasta desaparecer.
Por su parte, Freya vería como una nueva puerta se abría en la pared de la izquierda. Parecía que lo que tuviese que hacer allí ya había terminado, podía continuar su camino hacia la libertad.
***Una gigantesca compuerta redonda esperaba a Freya al fondo de la nueva habitación. Si agudizaba la vista lo suficiente, observaría que había una pequeña pantalla táctil. En ella se podía leer:
“Mostrar los puntos obtenidos para escapar”, y justo debajo podría ver también la silueta de una cerradura.
Tenían la libertad a su alcance.
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¡Aún no he terminado! O quizás no.
Ante sus ojos se materializó una enorme criatura de tres metros de altura. Se trataba de un gigantesco conejo blanco, con la peculiaridad de que estaba vestido con ropajes rojizos y además estaba maquillado de una forma muy extraña. Finalmente, Little había decidido intervenir personalmente.
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¡A nosotros nos gustan los juegos! —La voz del conejo sonaba distorsionada como si dos personas estuvieran hablando a la vez a través de él—.
¡Y todos saben que siempre hay un jefe final! ¡Recuerda, sin juego no hay vida!Little soltó una aguda y diabólica risita a la vez que sus ojos brillaban con intensidad. Si la pelirrosa quería escapar, era hora de luchar.
***Bavol no sabía muy bien dónde estaba. Estaba como flotando en un extraña nube brillante de color celeste, flotando y a la vez hundiéndose. Era una sensación muy extraña.
El gitano alzó la cabeza levemente y se percató de que una fina lámina se había materializado en medio de la nada. Sin entender muy bien cómo, en ella apareció una niña que tendrías más o menos su edad. Sus cabellos blancos enmarcaban su pálida tez y sus grandes ojos de color naranja casi inexpresivos.
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Mi nombre es Hibiki, jugador. Y soy la creadora de este lugar —anunció la chica en un tono de voz neutra—.
Ahora que tu partida se ha acabado puedes saber la verdad. Esta es la historia del No Game No Life, mi historia… Una larga película comenzó a mostrarse en aquella improvisada pantalla. Por lo que podía contemplar estaba viendo nada más y nada menos que los recuerdos de Hibiki, lo que ella había visto a través de sus propios ojos.
La pantalla mostró a un Clive mucho más joven agarrando por la mano a Hibiki. Por lo que podía ver, la pequeña alternaba constantemente la vista entre su heramno y las calles por las que estaban andando tan aceleradamente.
» Clive y yo no teníamos familia ni amigos. Nadie nos quería, estábamos completamente solos. —
Hermanito, ¿a dónde vamos? No obstante, Clive no respondió, sino que continuó andando en silencio. La imagen se volvió borrosa hasta cambiar de escenario. Esta vez mostraba la fachada de un bar como otro cualquiera. Hikibi miraba fijamente la puerta del edificio como si estuviera esperando algo.
» Como no teníamos nada, Clive buscaba siempre alguna forma para que pudiera comer todos los días. La puerta se abrió y un enorme hombre salió con Clive cargado sobre el hombro. Sin muchos miramientos agarró el cuerpo moribundo del joven y lo tiró justo delante de la pequeña.
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No vuelvas —Se limitó a decir el fortachón volviendo al interior.
El joven soltó un gruñido mientras intentaba aproximarse a su hermana arrastrándose por el suelo. Hibiki agachó la mirada para poder mirar directamente a la cara de su hermano.
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Hermanito… —
H-Hibiki —Clive sonrió débilmente mientras se llevaba una mano al bolsillo—.
H-he conseguido dinero… El chaval extendió la mano frente a la niña mostrando unos cuantos platines. De nuevo, la escena volvió a difuminarse mostrando un nuevo escenario. En esta ocasión, Hibiki se encontraba detrás de su hermano, quien estaba junto a una pequeña mesa replegable dispuesta a un lado de la calle. En ella se dedicaba a hacer los típicos juegos de manos para ganarse unos cuantos platines con los que sobrevivir.
» Al final, Clive encontró una manera de que nos ganáramos la vida. Trabajamos en las calles haciendo apuestas y trucos de manos. No conseguíamos mucho, pero al menos teníamos una forma de ganarnos la vida. —
Suerte la próxima vez —se despidió Clive del último cliente timado.
El joven se dio la vuelta con una media sonrisa pintada en el rostro y acarició la cabecita de su hermana.
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Tengo una sorpresa para ti. —
¿Para mí? —
Ajá. Se dio la vuelta y agarró una bolsa de plástico que había junto a la mesita y que había pasado desapercibida hasta ahora a los ojos de Hibiki. La chica aceptó la bolsa que le tendía y sacó de ella un extraño bulto envuelto en papel de regalo.
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Vamos, ábrelo. Hibiki obedeció a su hermano y rompió el papel con cuidado. La cara de la pequeña se iluminó al ver lo que su hermano le había comprado. Se trataba de un peluche nuevo, uno con forma de un animal muy curioso.
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Aw, ¡muchas gracias! —
Me alegro de que te haya gustado, hacía tiempo que no te veía tan contenta. Hibiki abrazó con fuerza su nuevo regalo restregando su cara con la de del conejo blanco.
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Bueno, me vuelvo al trabajo —anunció Clive volviéndose a la mesa—.
Ya sabes lo que siempre digo, Hibiki, sin juego no hay vida…