Sus dos magias impactaron sin piedad contra el Sincorazón gigante, exterminándolo al fin. No le quedaban energías para regenerarse ni siquiera, estaba destinado a desaparecer.
Alec tiró de él, apartándole del peligro. Cuando giró la cabeza, se dio cuenta de la razón: las flores impostoras todavía seguían vivas y se lanzaban a por los aprendices en aquel momento, con sus últimas fuerzas. Desgraciadamente para ellas, la línea de fuego creada por el mago de Ciudad de Halloween bastó para destruirlas a todas: Light no tuvo que mover ni un solo músculo porque el aprendiz del bando opuesto se encargó de todo.
Inevitablemente causó un incendio. El hermoso campo de flores que hace unos minutos habían contemplado ahora estaba siendo destruido sin remedio. Al menos el Sincorazón desapareció: el corazón que escapó de su cuerpo para elevarse hacia el cielo se lo confirmó.
«
Al fin», se pasó la mano por la frente llena de sudor y soltó un soplido. No había resultado una batalla demasiado complicada por suerte.
Gaomon, tras ayudar a su amigo, simplemente se desmaterializó. Alec, por su parte, se apoyó momentáneamente en Light, bastante exhausto. Tras coger un poco de aire, se separó de él y se sentó sobre el césped.
—
Mi...sión cumplida, su...pongo. Light asintió y, apenado, desvió la vista hacia las armas de los naipes, situadas cerca de las hileras de fuego que se habían formado.
—
¡Vosotros! Una voz muy aguda y claramente femenina, seguramente de niña, le desconcertó. Una curiosa muchacha comenzó a andar hacia ellos; pudieron notar en seguida que estaba de morros, incluso inflaba los mofletes. Teniendo en cuenta los curiosos (y locos) habitantes que vivían en aquel mundo, su indumentaria podía considerarse bastante normal; aunque a Light, que apenas conocía el País de las Maravillas, le resultaba llamativa sin lugar a dudas.
Vestía con un traje azul que rememoraba a los pétalos de una flor abierta y unos bombachos rojos; además, sobre su cabeza, lucía un sombrero con forma de hongo. La muchacha de unos diez años también destacaba por el tremendo nenúfar que traía consigo, bastante más alto que Alec incluso. También tenía un peluche de rana, que pasaba inadvertido al lado de la gran planta.
(imaginaos el nenúfar más largo xD)
De la nada, surgió una gran ola de agua que empapó todo el terreno, extinguiendo las llamas mágicas que habían aparecido. Aparentemente había sido obra de la chica, pero no tenían la completa certeza: el conjuro fue invocado sin la necesidad de recitar palabra alguna.
—
¿¡Cómo os atrevéis a provocar un incendio en mi bonito jardín!? ¿¡Eh!? —exclamó, sin cortarse un pelo. Cuando se acercó a ellos, pudieron contemplar sus ojos húmedos y sus labios temblorosos. Light se quedó sin habla y no pudo evitar intercambiar miradas incrédulas con Alec—.
¡Sois unos matones destrozaplantas! ¡Asesinos! Enrabietada, intentó contener un berrido, en vano.
—
¡Estoy muy enfadada, os voy a dar una paliza! —soltó, agitando sus puños cerrados. Su amenaza iba muy en serio.
Se subió las mangas, preparada para darles aquella supuesta paliza. Light inmediatamente intervino, agitando la cabeza y las manos en señal de negación.
—
¡Eh, relájate! Aquellas flores inmediatamente nos atacaron, sin dejarnos opción. Y además suponían un peligro para el bosque. —
¿Qué? ¿Cómo puedes decir algo así? ¡No puedo creerte! —contestó con contundencia—.
Las flores de este bosque son amables y muy buenas, jamás harían daño a nadie. ¿Es que tu madre no te ha dicho que no se deben decir mentiras, matón? —le abroncó, no intimidada a pesar de que Light le sacaba bastantes cabezas.
—
Pero… —
¡Y tú! —No permitió que Light le rebatiera y se dirigió a Alec. Algo de él le sorprendió. Le recorrió con la mirada de arriba abajo, interesada en su ropa—.
Tú eres el brujo que amenazó a una de mis amigas con una bola de fuego para que hablara —Se refería a la flor de antes, obviamente—.
¡Eres… muy cruel…! «
La verdad es que sí...».
La muchacha parecía estar muy bien informada, seguramente su amiga le había hablado sobre el aspecto físico de Alec. ¿Cómo reaccionaría éste ante la rabieta de aquella cría? Light, algo irritado, era consciente de que debían aclarar el malentendido para quitársela de encima cuanto antes. Estaba cansado y lo último que le apetecía era escuchar a aquella niña defensora de la naturaleza.