—Y tú, ¿también eres amiga de la señora Cornelia?
—¡N-no! ¡Qué va! Mi familia es una poco importante del clan, pero como mi madre hizo buenos… Eh, ah, sí, servicios, pues me aceptaron como paje. Llevo mensajes de la señora Cornelia. Dice que algún día me entrenará ella en persona. —Esbozó una sonrisa soñadora.
—¿Es mucha molestia que alguien como yo se quede contigo?
—¿N-no?
—Parece que la muchacha que me ha traído estaba algo en desacuerdo... no sé, la he notado rara de camino aquí.
—¡Ah! B-bueno. Es que… No eres del clan, ¿no? —La recorrió con la mirada—. La señora Valeria es prima de la señora Cornelia y no le debe hacer gracia verte por aquí. Nadie que no sea… Uh… Importante entra en nuestros aposentos.
Y estaba claro que Nadhia no lo era, o no la habrían mandado a dormir con un paje.
—¡Pero no te preocupes! La señora Cornelia es muy buena y muy amable. Es sólo que los Unicornios no se llevan bien con los otros clanes…—farfulló Patricia, bajando la voz, como si estuviera diciendo algo que fuera culpa suya—. ¡Pero si la señora Cornelia te ha dicho que luches con ella, entonces seguro que cree que eres alguien muy capaz! Es muy buena, aunque de miedo. Y la gente la odie. Pero no es su culpa, ¿sabes? Tiene que hacer lo que se supone que hacen los Unicornios. Y seguro que nadie podría llevar todo lo que está pasando mejor que ella. Pero siempre están criticándola a sus espaldas porque no es tan buena como su madre…—Patricia sonrió con tristeza—. ¿Te acuerdas de ella? Me dio mucha pena que muriera en esa batalla. Pero la señora Cornelia es tan genial o más que su madre. ¡Seguro que nos saca de esta situación!
Patricia siguió parloteando un rato más, hasta que vio que Nadhia estaba muy cansada y apagó la luz. Al contrario que su compañera, no tardó más que unos instantes en dormirse.
Nadhia y Kairi
Los Caballeros patrullaban por el interior de la muralla trasladando armas, comida o heridos, a la vez que intentabana reforzar las primeras casas para cuando la barrera se viniera abajo. Miraban de vez en cuando hacia la misma con gesto suspicaz, preocupados, porque sabían que el tiempo corría en su contra.
Cuando Kairi y Nadhia llegaron a los pies de una de las torres, se encontraron con que Valeria las estaba aguardando. La Unicornio frunció el ceño y espetó:
—¿Qué haces con esta aquí? ¿No te dije que te fueras a trabajar? Y tú, ¿cómo la traes? ¡Esta es una reunión privada!
Valeria las fulminó con la mirada, exigiendo una respuesta rápida y que la convenciera, o las echaría a las dos a patadas.
Entonces Kairi notó que una mano se posaba en su hombro.
—Yo envié a la muchacha. Siento que te haya causado problemas, Valeria. Quería viniera conmigo para enviar unos mensajes después al clan de la Grulla.—Assur se había acercado, escoltado por dos Caballeros Serpientes, sin que nadie le escuchara y sonreía con amabilidad.
Valeria se cuadró y realizó un saludo militar. Aunque miró con desagrado a las dos chicas, quedó claro que no podía oponerse a Assur, por lo que se dio la vuelta y empezó a subir con rapidez las empinadas escaleras. El líder de las Serpientes dio un suave empujón a Kairi y esperó a que las jóvenes empezaran a trepar antes de seguirlas.
A medida que subían podían ver con más claridad la barrera que se desplegaba al otro lado. Acuosa, desdibujaba el cielo, las nubes y el paisaje, y cada vez que era atacada se estremecía y ondas que parecían de agua se extendían por su superficie. En el interior de la torre había una estancia de madera, simple, con algunos pertrechos y una mesa cubierta por mapas en torno a la cual había dos miembros de cada clan mayor. La presidía Cornelia, que inclinó la cabeza en dirección a Assur como saludo. Este correspondió y dijo:
—¿Alguna novedad?
—No. Estábamos discutiendo dónde podría encontrarse el Alfa, ya que no se lo ve por ningún lado.
—Precisamente se lo pregunté ayer a Catrina y me respondió que hoy no aparecería. Quizás mañana. Eso significa que está lejos.
—Su comportamiento no es natural. Los Sincorazón no son seres inteligentes. A menos que…—Hubo un silencio incómodo en la habitación—.Entonces Hjalmar tiene razón. Hay un traidor.
—¿Por qué decís eso, señora? —inquirió un Oso.
—Los Sincorazón no tienen por qué dejar a su líder atrás, ni sincronizarse de la manera que lo han hecho. Están demasiado bien organizados. Eso significa que hay una mente inteligente detrás, teoría que no deja de afirmarse cuando pensamos que hubo Sincorazón en la misma ciudadela…—Assur entrelazó las manos y se las llevó a los labios—. Sin duda, alguien importante. Es imposible controlar sin más a un Alfa que pueda atraer a tantos Sincorazón.
Cornelia se inclinó sobre el mapa y señaló con un dedo hacia la montaña situada más al sur, de la cual brotaba una catarata.
—Este sería un buen lugar para esconderse mientras el ejército ataca. Nuestras patrullas no se atreven a alejarse tanto y además habría que sobrevolar a todos esos Sincorazón. Un escuadrón demasiado grande no podría llegar y uno demasiado pequeño es muy arriesgado… Assur, ven un segundo.
Los dos líderes se retiraron a un rincón a cuchichear. Entre tanto, los Caballeros de los clanes miraron con curiosidad —o rechazo— a Nadhia y Kairi, preguntándose qué diantres hacían allí. Entre tanto, Assur hizo un aspaviento, pero terminó asintiendo con la cabeza. Satisfecha, Cornelia se plantó de nuevo en su sitio y dijo:
—Iré yo.—Primero hubo un momento de estupor y, después, una avalancha de protestas que Cornelia detuvo con alzar una mano—. Soy uno de los Caballeros más fuertes y tengo experiencia en el campo. De modo que sabré si puedo enfrentarme o no a la criatura. En este último caso regresaré y daré la alarma. Vamos a necesitar saber a qué nos enfrentamos. ¡No podemos perder a más Caballeros! Si es necesario, tendremos que desalojar Tierra de Partida.—Se sucedió un silencio mortal. Cornelia asintió con la cabeza—. Bien, Valeria se quedará aquí como mi doble. Ya sabes dónde tengo mis ropas. Dejo a cargo a Assur, a quien todos obedeceréis hasta mi regreso. Que nada de esto salga de aquí: si es cierto que hay un traidor, no podemos permitir que sepa lo que estamos haciendo. ¿Comprendido?
Cornelia esperó y después comenzó a dar órdenes básicas. Entre ellas, que nadie la siguiera. Aceptó una capa que se echó sobre la cabeza para ocultar su melena pelirroja y después se encaminó hacia la puerta, no sin antes estrechar la mano de Assur, que le deseó suerte. Al cruzar al lado de Nadhia, le dijo:
—Ven conmigo. Tengo una tarea para ti.
Si Kairi intentaba seguirlas, sentiría de nuevo la mano de Assur en el hombro. El mago se inclinó y le susurró al oído:
—¿No teníais algo que hacer? Quizás sea el momento.
Luego la saltó y la dejó hacer. Tanto si quería quedarse, como ir detrás de Nadhia o ir de vuelta al Alcázar, era libre de hacerlo.
Nadhia, entre tanto, bajaría las escaleras con Cornelia y recorrería una parte de la calle hasta que esta dijera:
—Comprenderé que te niegues ya que es una petición egoísta, pues me baso en el hecho de que has perdido la memoria. Eso significa que no tienes lealtades y que en este momento no cumples ninguna función en la ciudela. Y yo necesito a alguien que me acompañe por si no puedo regresar para que transmita mi mensaje.—Frenó en seco y la observó con seriedad—. ¿Me acompañarías?
Nadhia sabría que era un viaje peligroso y que probablemente no daría muchos frutos. Además, la apartaba de su misión original. Sin embargo, si regresaban con éxito, ¿no se habría ganado de forma definitiva la confianza de Cornelia? Podría resultarle muy útil para el futuro, en especial si Chihiro no les abría el paso temporal, como había prometido.
Adam
—¡Ni de coña!
Cuando Adam arremetió, con Llave Espada, uñas y dientes incluídas, contra el ala del Sincorazón, este dio un giro tan violento que por poco se sacó al vampiro de encima. Este, sin embargo, era demasiado fuerte y pudo aferrarse con saña a sus escamas hasta que le desgarró el ala. La criatura emitió un rugido, mezcla de dolor y de ira, y se sacudió a Aki al volver con ferocidad el cuello y comenzar a preparar una llamarada.
En ese momento, aprovechando que no podía verle, Neizan apareció como un rayo y embistió con su glider la otra ala. En esta ocasión Adam sí que no pudo evitar caer, dando varias vueltas de campana sobre sí mismo, antes de invocar su glider. El Sincorazón pasó como un bólido a su lado, incapaz de volar, y se precipitó hacia el lago.
—¡GENIAL!—gritó Aki, que también había invocado su glider, y elevaba un puño a modo de victoria.
—¡No os detengáis! ¡Rápido, a la Montaña!—gritó Neizan.
Apenas sí había terminado la frase cuando otro dragón se fijó en ellos y echó a volar tras su nueva presa. ¡Más les valía acelerar! Recorrieron en un suspiro los cien o doscientos metros que los separaban de la muralla pero, entonces, vieron que no les esperaba ninguna entrada. Neru había cumplido su orden.
—¡Arriba!
Adam tendría que realizar un frenazo y un cambio de sentido brutal, aunque también el Sincorazón, que se dio de bruces contra el escudo, lo cual les otorgó unos segundos preciosos. Y, de repente, sin venir a cuento, Neizan se detuvo y se puso en horizontal, extendiendo las manos hacia el frente. Comenzó a murmurar algo a toda velocidad y, alrededor de su palma, se materializó un círculo dorado, decorado por runas indescifrables para Adam. A sus pies escucharon un rugido que reverberó en sus huesos y vieron que el dragón volaba hacia los tres, abriendo las mandíbulas y preparando una llamarada.
—¡Rápido! ¡Rápido, joder!
Neizan terminó su mantra y, quizás para sorpresa de los dos, se abrió un agujero —lo cual provocó una cascada de luz en la barrera— suficiente para que entraran todos. En ese momento Aki embistió a Adam y a Neizan, obligándoles a entrar, justo a tiempo para evitar la lengua de fuego que, sin duda, los habría calcinado. El golpe fue tan fuerte que Neizan se golpeó contra un tejado y su glider se desvaneció, mientras el muchacho rodaba hasta golpearse la cabeza contra la pared rocosa de la montaña. Adam, por su parte, se llevó por delante un puente de madera colgante y por poco se ahorcó con las cuerdas. Aki fue el único que quedó cerca de la entrada y soltó un alarido cuando el dragón metió la cabeza y dio un mordisco al aire.
—¡Mierda!—Con la cabeza cubierta de sangre, Neizan alzó una mano frente a la cual apareció una nueva runa. Hizo un movimiento brusco.
El agujero se cerró, descabezando al Sincorazón, cuyo cuerpo se desvaneció entre volutas de humo negro. Tras unos segundos de incertidumbre, Aki dejó escapar un aullido de victoria y saltó al tejado donde se encontraba Neizan, saludando a Adam con la mano. Sonreía de oreja a oreja mientras le indicaba que aterrizara a su lado.
—¡Eso ha sido impresionante! ¡Creía que nos íbamos a convertir en moguris a la brasa!—Rió, una mezcla de histerismo y alivio, y después le dio un suave puñetazo a Adam en el pecho—. Gracias por lo de antes, pero te he vuelto a salvar la vida. Estamos en tablas.—Escuchó su respuesta sin dejar de sonreír. Su sonrisa, con todo, se desvaneció cuando se volvió y vio que Neizan yacía inconsciente a pocos pasos de ellos—. ¡Mierda!—Corrió a su lado y lo puso boca arriba. Respiraba con normalidad, sólo estaba un poco pálido. Seguramente había sufrido una conmoción por culpa del golpe—. ¿Has visto lo que hizo? ¡Invocó runas y rompió la barrera! Eso es… Creo que es algo que sólo podría hacer alguien al menos a la altura de Catrina o de los líderes…
Entre tanto, Adam podría echar un vistazo a su alrededor. Había una muralla que subía como una espiral hacia la cumbre de la Montaña, que se encontraba a unos ciento cincuenta metros de distancia. A ella se accedía o bien siguiendo la muralla, cuyas torres se asomaban hacia el exterior para dejar una distancia mínima de protección con los edificios —si bien no se podría volar en glider—, o bien trepando por las escaleras que salían de la pared o los puentes colgantes que unían diferentes edificios de piedra y madera. No parecía que estuvieran habitados, tenían un aire severo y de paso. Quizás fueran para descansar durante el largo ascenso.
Desde ahí podría ver que en lo alto de la muralla había una especie de bastión, por el que caminaban unas cuantas figuras. Guardianes, sin duda. El templo no podía andar muy lejos, quizás Aki lo supiera.
Aun así, ¿era la mejor oportunidad para cogerlo? Adam era un desconocido y, además, tendría que dejar atrás a un Neizan herido cuando él mismo no tenía ni idea de runas. Quizás si llevara al joven líder hacia abajo, donde debía haberse reunido el resto del escuadrón, se ganara su confianza. O puede que Adam lo considerara una pérdida de tiempo. En cualquier caso, Aki parecía muy preocupado por Neizan y seguramente fuera complicado convencerle para que subiera.
Siempre quedaba la fuerza, claro. Era algo que a Adam se le daba bien, ¿no?
Neru
—¡Los sincorazones nos siguen! ¡Hay que cerrar el escudo, órdenes de Neizan!
Neru atravesó la entrada sin demasiados problemas para encontrarse cerca de una torre donde varios Caballeros se miraron entre ellos. Tras un momento, asintieron y comenzaron a trastear con los círculos de hierro que envolvían el cristal de la torre. Apenas sí pasaron unos instantes antes de que la superficie del escudo volviera a ser lisa.
Estaban a salvo. Uno de los Caballeros, que por una banda que llevaba en un brazo parecía ser algún tipo de oficial, le hizo gestos para que se acercara.
—¡Baja de ese glider, sólo los capitanes y oficiales de rango superior pueden usarlos aquí! ¿Qué es lo que está sucediendo en la ciudadela? Hemos visto que salía un primer grupo de cebo, ¿la señora Cornelia estaba entre…?
—¡Están volviendo! —chilló una mujer, señalando con un dedo.
Los Caballeros se precipitaron a mirar. Si Neru miraba con atención vería que, a unos doscientos metros por debajo, un grupo de gliders se precipitaba hacia el interior del escudo, perseguidos por una bandada de inmensos Sincorazón. Al momento les llegaron gritos de victoria y comprendería que habían llegado a salvo. Casi al momento, una onda, una cascada de luz descendió a toda velocidad. El Caballero que había hablado con él levantó la vista con el ceño fruncido.
—¿Habrá pasado algo arriba…?
Neru quizás pudiera imaginarlo. En cualquier caso, el Caballero comenzó a ladrar órdenes para que la gente volviera a sus puestos. Así, daría tiempo al joven para echar un vistazo a su alrededor.
Estaba en una zona más o menos poblada, aunque no había tantas casas como en las partes inferiores de la Montaña. Los clanes menores habían construido una ciudad vertical de casas colgantes, en su mayoría con tejados cónicos o a dos aguas. Los más robustos y grandes eran de piedra, pero en general abundaba más el ladrillo, la madera, y los batientes fuertes para proteger del mal tiempo. Innumerables cuerdas, puentes y escaleras de piedra que salían de la pared unían los hogares, algunos de los cuales se elevaban sobre salientes o se hundían en cuevas. Muchos tenían emblemas de animales, representando a qué clan pertenecían. A medida que se ascendía había menos edificaciones y a su vez eran más pequeñas. Lo único que parecía mantenerse sin cambios era la muralla que, cual serpiente, se enrollaba entorno a la Montaña, desde los pies a la cumbre.
Parecía que, ya que no había demasiado espacio para usar el glider y que tampoco era un capitán, Neru iba a tener que desarrollar unas buenas piernas.
—El resto de su grupo ha bajado, probablemente a reunirse con los líderes de los clanes. Tú también deberías —le dijo el capitán.
Hjalmar y Zacharias se encontrarían en las zonas inferiores, sí, pero, ¿y Adam y los demás? Neru no tenía ni idea de si habían conseguido entrar en la barrera —aunque podía sospecharlo—. Lo más lógico sería informar a los líderes y no irse a la aventura, pues luego quizás no pudiera reunirse con Adam. Pero, claro, tenía una misión. ¿Querría arriesgarse a ir solo a la cima? Podía, por supuesto, aunque era posible que si contara con el apoyo o la confianza de un líder todo fuera diferente…
Además, todavía era de día. ¿Convendría que la gente testificara, en caso de que lograra robar las piedras, que había visto a un chico sin emblema subir hacia la cima…?
Saeko
La envolvió un intenso olor a papiro, papel, cuero, tinta y madera. A la vez, la claridad la cegó por unos instantes. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, se encontró en una estancia gigantesca, repleta de libros. Las paredes estaban cubiertas por estanterías que albergaban toda clase de volúmenes, gordos y finos, altos y pequeños, organizados por grandes carteles con las letras del alfabeto. Había dos pisos a los que se podía acceder por escaleras de mano y balcones que uno podía recorrer durante metros y metros. En lo alto había cristaleras que dejaban entrar la luz del sol.
Buscar un papiro concreto, sin saber ni siquiera dónde estaba, iba a ser como buscar una aguja en un pajar. Nunca lo encontraría sin ayuda.
Una exclamación de horror atraería la atención de Saeko hacia el suelo. Había muchas mesas donde quedaban libros abiertos, tinteros volcados, plumas dejadas sin cuidado y también papiros a medio desenrollar. Las sillas estaban fuera de su sitio. Parecía que la gente había salido escopetada del lugar.
O no…
Unas pocas manchas de sangre les dieron la pista que necesitaban. Las Llaves Espada desperdigadas por el suelo dejaron claro lo que había sucedido.
—Mierda —dijo uno de los Caballeros que había entrado con Saeko—. Rápido, buscad supervivientes…
No lo dijo con demasiada confianza. No parecía, por lo que habían comentado, que los Sacerdotes fueran grandes guerreros. Nadie creía que fueran a encontrar nada. Si Saeko bordeaba las mesas vería que la biblioteca tenía un descenso de nivel, seguramente que hicieron los propios Sacerdotes para poder ampliar hacia abajo las estanterías.
Entonces fue cuando escuchó un gemido. Quizás al principio creyó que provenía de otro de los Caballeros, pero luego quedó claro que no:
—Ayu...
Sólo tendría que bajar por una de las escaleras para ver que, pegado a las patas de una mesa, había un hombre en un charco de sangre. Vestía una túnica larga, de mangas anchas, y con el diseño de un ala en la parte inferior.
—Ayuda…—gimió, extendiendo una pálida mano hacia Saeko. Tenía la mirada borrosa y parecía que se fuera a desvanecer de un momento a otro. Necesitaba ayuda inmediata.
El hombre dejó caer la mano y todo su cuerpo se estremeció. Tenía un horrible corte en el torso que no dejaba de sangrar y no bastaría con un único Cura. Tendrían que ayudarle entre varios.
Saeko podía pedir a otros que se encargaran de él, aunque, en tal caso, no podría enterarse de qué había sucedido. Además, tenía toda la pinta de ser un Sacerdote. Quizás era la persona que necesitaba.
Hana
Los compañeros de Hana no dejaban de comentar con sarcasmo que los Sacerdotes habían cumplido muy bien su labor de protección del Templo. Estaba claro que les había indignado encontrarse con el lugar vacío. Al menos estarían bien arremolinados entorno a las reliquias —o más les valía—.
Las escaleras que llevaban al sótano eran amplias y podían avanzar los seis codo con codo. A su paso se encendían unas esferas de las paredes que contenían volutas de luz. Sus pasos resonaban en medio de los cuchicheos. En las paredes había diseños de seres angelicales, así como de Caballeros luchando contra los Sincorazón o alzándose victoriosos, alzando Llaves Espadas que desprendían luz.
—Eh… Mirad eso.
La puerta, de dos hojas, estaba entreabierta y por el resquicio se colaba un hilo de luz. Se miraron los unos a los otros, extrañados, ya que no escuchaban ningún sonido que viniera del otro lado. Una de los Caballeros llamó en voz alta a los Sacerdotes. Nadie respondió. Todos prepararon sus Llave Espada.
Al acercarse e iluminarse las luces, vieron que las puertas estaban cubiertas de largos y profundos zarpazos. Cuando las abrieron, hacia dentro, encontraron lo que parecía ser un almacén. La tranca estaba caída a un lado, sin un rasguño. Había estatuas del Primero, aunque también de diferentes Caballeros que posaban con severidad clavando sus Llaves Espada en la tierra. Había vitrinas con diferentes objetos en su interior, así como estanterías algo roñosas en las que había gruesos tomos sin nombre. También había unas cuantas mesas con cachivaches de cristal que contenían diferentes líquidos o incluso luces de variadas tonalidades. Había cuatro puertas, además de la que habían atravesado, bastante pequeñas y que parecían dar a secciones inferiores del templo.
Y el suelo estaba cubierto de sangre… Así como de Llaves Espada. De un solo vistazo podrían contar hasta quince como mínimo. Parecía que muchos Sacerdotes habían ido a reunirse a aquel lugar, pero no había servido de mucho.
Los Caballeros se distribuyeron por el lugar, buscando aquí y allá. Entonces Hana escucharía un golpe suave, seguido de un gemido. Parecía provenir de una puerta que había cerca de ella. Estaba entreabierta y descendía hacia una oscuridad insoldable.
¿Qué haría? ¿Investigar? No parecía que hubiera ninguna piedra a la vista, de modo que tendría o bien que regresar a pedir ayuda —los Caballeros no parecían dispuestos a ir por ningún sitio y discutían en voz baja qué hacer— o bien investigar. Tarde o temprano tendría que bajar, ¿no?
Aunque quizás no sería muy inteligente ir sola…
Fecha límite: domingo 21 de junio a las 23:59