En mi caso, los Tyrell del Dominio y los Baratheon de las Tierras de la Tormenta.
[*]Spoilers: Choque de Reyes. Tormenta de Espadas.
[*]Relevancia: media-baja.
[*]Personajes: Robert B. Renly B. Stannis B [Alloy]. Willas Tyrell [Ignorance]
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Les había visto crecer y luchar, convertirse en hombres. Le hubiera gustado hacer más por ellos, por sus pobres chiquillos abandonados.
Robert era pura energía, con su maza en alto, correteando sin prestar atención, riendo alto, bebiendo vino hasta el salir del sol. No había nada que no pudiera hacer; y si lo había, lo derribaba a base de fuerza bruta. Cabezón e insensato, vivía para sentirse vivo. Nunca encontraría un lugar en ese mundo que quería construirse, no sería más feliz que en combates y batallas. Se había ido demasiado pronto como para que le pudiera enseñar a gobernar.
Renly era demasiado pequeño, demasiado parecido a su hermano. Cortés y alegre, criado por desconocidos, se había vuelto un hombre vacío, fingiendo alegría, vendiendo su interés. Todos le querían, sabía hacerse amar, pero jamás tuvo el amor que necesitaba, la aprobación de su propia familia. Él también se iría demasiado pronto, pretendiendo asumir un papel que no le correspondía.
Stannis era demasiado serio, demasiado recto para un lugar como aquel. Su vida era triste y miserable, fría, luchando por aquello que era justo, enfrentándose al mundo en soledad. Le había enseñado bien, le había criado como a su propio hijo, pero por mucho que le quería, sentía cómo lo perdía, se alejaba de aquello que defendía. Y dolía saber que había fracasado con ellos, que no había hecho de ellos los hombres que deberían ser.
Robert era pura energía, con su maza en alto, correteando sin prestar atención, riendo alto, bebiendo vino hasta el salir del sol. No había nada que no pudiera hacer; y si lo había, lo derribaba a base de fuerza bruta. Cabezón e insensato, vivía para sentirse vivo. Nunca encontraría un lugar en ese mundo que quería construirse, no sería más feliz que en combates y batallas. Se había ido demasiado pronto como para que le pudiera enseñar a gobernar.
Renly era demasiado pequeño, demasiado parecido a su hermano. Cortés y alegre, criado por desconocidos, se había vuelto un hombre vacío, fingiendo alegría, vendiendo su interés. Todos le querían, sabía hacerse amar, pero jamás tuvo el amor que necesitaba, la aprobación de su propia familia. Él también se iría demasiado pronto, pretendiendo asumir un papel que no le correspondía.
Stannis era demasiado serio, demasiado recto para un lugar como aquel. Su vida era triste y miserable, fría, luchando por aquello que era justo, enfrentándose al mundo en soledad. Le había enseñado bien, le había criado como a su propio hijo, pero por mucho que le quería, sentía cómo lo perdía, se alejaba de aquello que defendía. Y dolía saber que había fracasado con ellos, que no había hecho de ellos los hombres que deberían ser.
- is your new best friend -
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Se decía que los Tyrell descendían por línea materna del último rey Gardener, pero aquello poco le importaba. ¿A caso no habían demostrado su valía? Esas palabras no eran más que excusas para ennoblecerse.
Pero aún así les miraban con desprecio, haciéndolos sentir pequeños, aunque sus raíces eran fuertes, creían profundas, prestas para florecer, deslumbrarles a todos con su luz. Sus hermanos serían un capítulo dentro de la larga historia de aquel viejo Poniente, rubricarían con su sangre hazañas infinitas, harían valer su apellido más allá de todo honor o deber. Su hermana brillaría más aún que el sol; hermosa e inteligente, la reina más capaz y querida.
Su padre había alcanzado la gloria para su casa; de ser unos meros sirvientes a gobernar desde el recóndito norte hasta el salvaje sur. De oeste a este, todos conocerían sus nombres, sus proezas, todos cantarían sus gestas.
Y ya no importaría que sus orígenes fueran humildes, unos meros mayordomos; sus nombres perdurarían en la memoria, más allá de sus vidas, en la eternidad escritas.
Pero aún así les miraban con desprecio, haciéndolos sentir pequeños, aunque sus raíces eran fuertes, creían profundas, prestas para florecer, deslumbrarles a todos con su luz. Sus hermanos serían un capítulo dentro de la larga historia de aquel viejo Poniente, rubricarían con su sangre hazañas infinitas, harían valer su apellido más allá de todo honor o deber. Su hermana brillaría más aún que el sol; hermosa e inteligente, la reina más capaz y querida.
Su padre había alcanzado la gloria para su casa; de ser unos meros sirvientes a gobernar desde el recóndito norte hasta el salvaje sur. De oeste a este, todos conocerían sus nombres, sus proezas, todos cantarían sus gestas.
Y ya no importaría que sus orígenes fueran humildes, unos meros mayordomos; sus nombres perdurarían en la memoria, más allá de sus vidas, en la eternidad escritas.