por Denna » Lun Ene 04, 2016 3:34 pm
Por una vez, mi deseo se cumplió. Ragun ejecutó un ataque brutal que golpeó a Orthos repetidas veces. Me mantuve fuera de su alcance, asombrada, y vi cómo el cíclope echaba las cabezas hacia atrás para expulsar la Oscuridad que lo había poseído. La nube negra se dispersó en el aire, y Orthos se desplomó, inerte.
Suspiré aliviada al escuchar sus estruendosos ronquidos. Por fin. Habíamos estado muy cerca de fallar, pero habíamos evitado una masacre. Mientras Ragun se aseguraba de que Orthos no moriría mientras dormía, miré a mi alrededor. A la mayoría de los ciudadanos ya se les había pasado el susto y habían vuelto a reunirse a una distancia prudencial del gigante, cuchicheando con una mezcla de nerviosismo y admiración.
Incómoda, me volví hacia Ragun.
—Parece que ya está —dijo, sonriente.
—Sí, hemos tenido suerte. —Asentí y luego le lancé una de mis pociones—. Toma, ésta te la debía.
Le devolví la sonrisa, más calmada. No me gustaba dejar asuntos sin resolver.
—Buen trabajo, ¿qué me dices si nos pasamos por los Baños para descansar y luego vamos a dar una vuelta? Así haces un poco de turismo y conoces el mundo.
—¿Seguro que deberíamos dejarle aquí? Ahora que está dormido, cualquiera se vuelve un valiente y se pone a atacarlo —razoné, mirando en dirección al grupo cada vez mayor de gente congregada—. Para qué negarlo, yo lo haría en su lugar. No deja de ser un monstruo, y Diana dijo que le quería vivo.
—Incluso si hemos hecho que la corrupción de su cuerpo se haya ido, no podemos hacer nada más por él —dijo con cuidado—. Lo que ocurra de ahora en adelante son asuntos del mundo, no podemos intervenir. Deberíamos alejarnos de aquí.
No objeté nada más. Al fin y al cabo, él era el Aprendiz veterano, ya se habría encontrado con situaciones parecidas. Y tenía parte de razón, nosotros ya habíamos cumplido nuestra parte. Lo que ocurriera de ahora en adelante ya no era asunto mío.
Esperé a que nos alejáramos un poco para volver a hablar.
—Antes... antes de que Orthos diera con nosotros —empecé a decir, buscando las palabras adecuadas— hiciste algo. Te comiste un Sincorazón. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que no llevo mucho tiempo en Bastión Hueco, y me pareció... —¿Qué? ¿Monstruoso, anormal, una locura?—. Bueno, me pareció extraño.
Lancé una mirada precavida a su brazo.
—No eres humano, ¿verdad?