El Imperio, un mundo tan alejado del resto que para llegar desde el cúmulo de mundos en el que nos encontrábamos se tardarían varios meses de viaje con una Nave Gumi de las más veloces.
Tras la evacuación en el Arca, gracias al equipo de Ryan Kit yo había empezado a ser víctima de los experimentos de mi padre. Yo era el segundo que sufría aquellos experimentos. El primero no sabía quien era, pero sabía que había salido muy mal.
Aquella persona había sido la “base” para crear un dios, pero lo único que habían conseguido era no solo que aquel monstruo que habían creado empezase a destruir todo. La negatividad que aquella cosa generaba atraía hordas de sincorazón, que finalmente hundieron el mundo en la oscuridad.
Mi padre quería venganza. Por eso había querido crear algo con lo que destruir a todos los enemigos de nuestro reino de una sola vez. Pero un dios no era algo que un humano pudiese entender.
A pesar de que la venganza ya no tenía sentido, mi padre continuó sus experimentos. No solo me habían “vaciado” para que obedeciese cualquier orden, por muy cruel que fuese, me habían quitado todo ápice de bondad, cualquier sentimiento positivo.
Sin embargo, Ivan estaba ahí. Él era mi único amigo, la única persona en la que confiaba, mi único apoyo. Él había empezado a debilitar el poder que mi padre tenía sobre mí… Y eso no le gustó.
El Emperador me había ordenado asesinar a Ivan, y tras una batalla contra Graycat, Bluecat y Greencat… Que traicionaron a mi padre para rescatar a Ivan huyeron.
Tras aquello, mi mente fue totalmente corrompida. Torturas, drogas… Todo tipo de cosas me hicieron olvidar todo aquello y nuevamente volví a hacer misiones. Matar a alguien, capturar gente para nuevos experimentos… Y por supuesto, cazar sincorazón para consumir su energía y hacerme más fuerte.
Fue entonces cuando pasó algo que nadie había creído posible. Desaparecí. En realidad, yo había muerto y mi corazón había sido devorado por un sincorazón. ¿Pero qué luz iba a devorar el sincorazón si no existía algo así en mi interior? Aquello provocó una extraña reacción en él. Todos mis recuerdos, no solo los de yo como Alexander, sino también los que el sincorazón había tenido desaparecieron por el “choque” que aquella transformación nos había provocado.
Los Cat´s me dieron por muerto y nombraron a una nueva Cat que ocupó el título de Blackcat. Arabelle Edel.
***Salí de mi trance cuando sentí los fuertes golpes en mi cara. Me llevé la mano a la cara desorientado, como si hubiese olvidado donde me encontraba.
Pero cuando volví a ver
aquella camilla ahogué un grito… Y habría acabado entrando en pánico de no ser por Fátima, que me obligó a permanecer con los pies en la tierra.
—
¡Espabila! ¿No se suponía que venías tú a salvarme a mí, pedazo de arrogante?Cierto… Salvarla. Ya estábamos muy cerca del hangar. Solo había que atravesar la puerta y estaríamos allí.
—
¡Vamos a sacar a esa pobre gente de aquí, así que mueve el culo y ve a abrir la siguiente puerta!Iba a negarme en rotundo. Aquellas personas no sabía quienes eran. Había posibilidades de que fuesen al igual que yo tras los experimentos: Asesinos sin escrúpulos… O quien sabe como habían avanzado en aquel campo. Las “nuevas versiones” posiblemente eran mucho mejores que el Alexander original.
Sin embargo, Fátima no iba a permitir que nos fuésemos sin aquellas personas, y lo sabía más que de sobra.
Lancé una última mirada a la camilla mientras se me hacía un nudo en el estómago.
—
Los llevaremos hasta el hangar. Allí intentaré abrir un Portal de Luz y los llevaremos hasta la Federación Galáctica. ¿Me estás escuchando?Asentí con la cabeza, todavía algo ido.
—
¡Vamos, muévete!Obedecí corriendo detrás de Fátima hacia el pasillo de los laboratorios que había cerca del ascensor. La extraña esencia mágica que Fátima había invocado apareció en el pasillo retrocediendo por culpa de uno de los sujetos de pruebas. Su forma de moverse era similar a la de aquellos que todavía no habían recibido las instrucciones básicas para no ser un completo descerebrado y tratar de atacar todo bicho viviente a la vista.
—
¡Eh, eh, eh, calma, no vamos a hacerte daño!Fátima se apresuró a meterse entre los dos, sin embargo el individuo no iba a obedecer si ni siquiera entendía lo que estaba pasando. Aquella persona no era muy diferente de un sincorazón. Se movía por “instinto” y si tenía hambre comería cualquier cosa, aunque fuese otro humano… Y si no tenía hambre probablemente quisiese cazar para alimentarse cuando sí lo necesitase. El instinto de caza estaba dentro de nosotros.
El hombre se lanzó contra Fátima tratando de agarrar su cuello, sin embargo contra una portadora experimentada sus movimientos carecían de lógica. Era como si se moviese simplemente por impulso. La Maestra lo dejó fuera de combate de un golpe tras realizar una llave de judo (o algo parecido).
Un Umbrío apareció por una de las puertas tratando de atacar por la espalda a la gente, sin embargo la criatura mágica de Fátima la derrotó con bastante facilidad. Y momentos después… Un muchacho de unos doce años salió de una de las habitaciones. Su aspecto era el de un humano, pero su piel parecían escamas y sus ojos eran similares a los de una serpiente. Una Quimera.
Corrí hacia una de las habitaciones, había una mujer de piel grisácea y ojos totalmente negros. No tenía pelo y su boca estaba torcida en una siniestra sonrisa. Aquella persona había intentado ser transformada en sincorazón, pero había salido mal… Y ahora no era ni una cosa ni la otra. Aún mantenía su corazón dentro, pero era oscuro. Si se recuperaría o no era cuestión de su fuerza de voluntad. Sin embargo, cuando intenté desconectarla de la máquina… Su cuerpo se deshizo entre mis manos y una bruma oscura se deslizó entre mis dedos, cubriendo el suelo de la habitación. Su corazón salió en dirección al cielo.
<<
Lo siento...>>
Cuando salí de la habitación, con los ojos enrojecidos pude ver como el ascensor se ponía en marcha.
—
Mierda, mierda, mierda. Los Cat´s ya venían… Y era obvio que no llevarían a los laboratorios a soldados. Ellos mismos vendrían en persona a matar a Fátima.
De un vistazo conté a diez personas. Tres de ellos estaban inconscientes por lo que los dos hombres y yo los cargamos. El problema era… Que no sabía si merecía la pena llevarlos. Sabía lo fuerte que eran aquellas drogas más que de sobra, y probablemente hubiesen mejorado la fórmula después de demostrar que era ineficaz si la persona encontraba a alguien que apreciase, que lo “debilitase”.
Fátima dejó a su invocación en el pasillo junto a una neblina que ocultó nuestro rastro, aunque no les costaría mucho deshacerse de ambas cosas.
Viendo a Fátima, entendía por qué ella era una Maestra y yo no. Ella era capaz de sobreponerse a situaciones de aquel tipo y actuar en consecuencia. Sin embargo yo… ¿Qué había conseguido?
Nada.
Solo me había quitado a un lado. Yo simplemente quería parecer fuerte, ¿pero lo era realmente? ¿Todo yo era una fachada en realidad para ocultar mi miedo?
—
¡Vámonos!—apresuraba a los niños, que no tardaron en obedecer—.
¿Está muy lejos el hangar?—
No, está al otro lado de… —No continuar y responder “la sala donde experimentaron conmigo”—-
Corramos.Dicho aquello. Todos empezamos a correr. No volví a mirar aquel lugar como antes, mis ojos se clavaron en la puerta que había al fondo. Se abría con huellas dactilares.
Coloqué mi mano sobre el escáner, deseando que no hubiesen borrado del registro mis huellas, por suerte no lo habían hecho por lo que la puerta se abrió para todos nosotros.
Nos recibió un lugar enorme del mismo tamaño que los hangares llenos de naves gumis que Fátima había visto al entrar, pero con la diferencia de que estaba completamente vacío y sin luces a la vista, por tanto nos recibió una profunda oscuridad.
En el centro del lugar, sin embargo había un enorme ordenador (lo único que emitía algo de luz) con unas placas de piedra al lado de apariencia antigua. En el ordenador había un texto que traducía el lenguaje desconocido en el que estaban escritas las runas sobre las tablillas de piedra.
No me paré a leerlo, pero hablaba sobre algo en el fondo del mar por lo que pude ver.
Con las compuertas del hangar cerradas, sería imposible abrir un portal de luz para evacuar a la gente por lo que cerré las pestañas y empecé a buscar donde estaba la aplicación para el desbloqueo de la puerta.
—
¡Bloquead la puerta! —exclamé refiriéndome a que tirasen una taquilla llena de armas (y que además de ser grande pesaba mucho) sobre la puerta para que no pudiese abrirse y hacernos ganar tiempo mientras.
Los hombres dejaron a los inconscientes en el suelo y se apresuraron a empujar el mueble sobre la puerta que habíamos atravesado mientras que los niños se pegaban a Fátima muertos de miedo.
Por fin, encontré la carpeta que contenía cosas como encendido de luces (algo que no dudé en pulsar) y la apertura de las puertas.
Al momento, las compuertas empezaron a abrirse. Un fuerte viento frío entró dentro del hangar levantando varias hojas de papel sueltas en el aire, que acabaron en una pared al fondo del hangar.
—
¡Fátima, ahora! —informé. Antes no podría abrir el portal, pero ahora que la puerta se estaba abriendo ya no había impedimento alguno.
Pero no todo iba a ser tan bonito.
Una potente explosión lanzó la taquilla lejos, golpeando por muy poco a uno de los inconscientes. Los hombres se apresuraron a cargar encima a aquellas personas para llevarlas tras Fátima.
El primer Cat en aparecer fue Redcat, un hombre de unos treinta años con el cabello peinado hacia un lado que vestía un traje azul. En su mano conjuraba algún tipo de energía roja que parecía haber sido la causa de aquella explosión. Su cabello carmesí parecía un incendio descontrolado a punto de devorarlo todo.
Pero no fue el único. Purplecat también estaba allí. Llevaba un traje negro, con corbata amarilla y camisa azul claro. Fumaba un cigarrillo y ocultaba sus ojos violetas tras unas gafas de sol de lente negra. Su cabello oscuro parecía levitar levemente, y un aura púrpura rodeaba su cuerpo.
Y finalmente, tras unos instantes… Whitecat, El Emperador hizo acto de presencia. El líder de los Cat´s, mi padre.
El hombre nos observó a todos. En su rostro llevaba una imborrable sonrisa, como si aquello no fuese con él o le acabasen de contar un chiste que tan solo él conocía. Whitecat se colocó entre ambos Cat´s y clavó sus ojos carmesíes en mí.
—
Alexander…—saludó—.
Esperaba que volvieses a mí, que vinieses a ayudarme en mi ardua tarea antes de heredar todo lo que he construído…>>
Pero mi corazón llora de tristeza al ver lo que has provocado./[b]
Whitecat miró a los supervivientes de los experimentos con una expresión de falsa tristeza. El hombre se mostraba tranquilo en todo momento, frente a él había una barrera mágica que le protegía.
—[b]Me temo que no puedo dejar que os llevéis a esas muestras. Hemos invertido mucho tiempo para convertirlos en lo que son.El Emperador clavó sus ojos en mí y sonrió nuevamente.
—
Alexander. Befolgen Sie mich. Abführen.—
Ja. Kaiser —respondí al instante mientras hincaba una de mis rodillas en el suelo.
Sin embargo, abrí mis ojos como platos al darme cuenta que acababa de obedecer una orden de él. Me llevé la mano a la boca, y tras unos segundos en los que me veía tentado a invocar mi llave espada y “purgar” a la intrusa de la nave me mordí con fuerza, haciendo que un hilo de sangre negra se deslizase por mi mano.
El dolor me haría concentrarme más. No me dejaría pensar en que todavía quedaba “algo” de lo que me habían hecho en mi cabeza. Whitecar pareció sorprenderse al ver que había sido capaz de resistir su control mental, pero no dijo nada al respecto.
—
Fátima.Ésto no tiene nada que ver contigo. Yo los contendré. Pide ayuda en Tierra de Partida.Materialicé mi Llave Espada y me puse en pie. No siendo Alexander. Sino el Lado Oscuro.
Whitecat hizo un gesto y entonces, una “esfera” púrpura me rodeó tirándome contra el suelo. Un hechizo gravitatorio. Mi respuesta fue utilizar una Evasión Sombría saliendo cerca de Purplecat, contra quien provoqué una explosión de oscuridad causada al salir de las sombras.
El hombre, pese a recibir la explosión no tuvo ninguna herida grave… Sin embargo, aquello había sido suficiente como para que la barrera que protegía a mi padre se desactivase.
Redcat empezó a correr en dirección a Fátima y los demás. Su cuerpo se empezaba a “encender”, como si fuese a explotar en cuanto los alcanzase.