La espada de madera no solo era ineficaz. Sino que Piko ni siquiera sabía blandir una, su manejo con el Combate con Armas Blancas era literalmente un cero patatero. La extraña criatura no dudó en desarmar a Piko con un simple zarpazo, sino que cuando intentó defenderse se dio cuenta de que tampoco sabía luchar desarmado. ¡Su Combate Cuerpo a Cuerpo era un tremendo cero! Por poco se da un puñetazo a sí mismo.
Tampoco era capaz de hacer hábiles movimientos que le ayudasen a esquivar, pues su elasticidad también era nula y su puntería... Mejor no hablar de ella.
Piko no tenía ni pajolera idea de demasiadas cosas, no era rival para aquella aparentemente inofensiva criatura.
La Sombra se lanzó sobre Piko, que vio como las garras de la criatura provocaban leves heridas en sus brazos. De pronto, Lyn arrojó su espada desde su posición atravesando a la criatura, que acabó empalada contra una pared.
La mujer híbrida suspiró y atrajo con algún misterioso poder su arma, que se desvaneció y reapareció en su mano. La mujer ayudó a que Piko se pusiese en pie.
—Cura —apuntó la mujer con su mano a Piko, cuyas heridas sanaron casi de inmediato—. Has sido bastante valiente, pero deberías haber escapado. Podrías haber muerto.
La mujer no parecía hablar en broma.
—Las personas normales no tienen ninguna posibilidad, ni siquiera contra el tipo más débil de los Sincorazón; las sombras. Deberías irte a casa. Encontraré a ese niño sola, eres demasiado débil.
La extraña extranjera había soltado aquellas duras palabras sin filtros. Parecía una mujer muy directa, tal vez demasiado. Lyn hizo amago de marcharse. ¿Qué debería hacer Piko?