El ocaso, la hora en la que los monstruos salen a cazar.
Sucedió en ese momento, cuando el día aún era día y la luna asomaba recelosa en un firmamento cada vez más oscuro. La noche se abalanzaba veloz como una bestia hambrienta sobre aquellos callejones de piedra, sobre los hogares y las plazas. No tan rápida, sin embargo, como la curiosidad de sus habitantes. ¡Ah, esos frágiles e inocentes aldeanos...!
Fue el ruido de botas sobre el fango lo que hizo que retrocediera al final. Se caló bien la capucha y se ocultó entre la multitud alertada por el griterío. Nadie le dedicó una segunda mirada, cegados como estaban por la lastimera escena.
—Alguien debería avisar a monsieur d’Arque...
—¡Ese pobre muchacho!
—¡Sacadlo de ahí, por el amor de Dios!
Hubo movimiento en las últimas filas, pero la morbosa fascinación se impuso sobre la gran mayoría. Sobre ella, incluso más. Le costaba respirar. Los hombros le temblaban. Un rictus le deformó los labios cuando, lejos de la luz de las antorchas y presa del mayor de los júbilos, intentaba contener la risa.
No estaba equivocada.
Aguardó con una paciencia terrible cada segundo casi sin respirar. No se atrevió a dar un paso hacia delante hasta que, por fin, unos pocos se adelantaron para inmovilizar al hombre. Hicieron falta tres para detener sus convulsiones. Con los gritos no hubo tanta suerte.
—¡¡...LA BESTIA!! ¡¡Va a matarnos a todos!! Tenemos que salir de aquí, por favor, por favorporfavor, no podemos quedarnos, no me obliguéis, por favor, n-n-no quiero volver no quiero no puedo hacerlo más. ¡¡NO!! ¡¡AL HOSPITAL NO!! ¡¡Tengo que avisarla, tengo que detenerla, no dejéis que entre al bosque, por favor!! ¡¡¡NO!!!
»¡¡HERMANA!!
Echó un largo vistazo y luego dio media vuelta. El eco de los llantos, tan deliciosamente desesperados, la acompañó durante un largo trecho.
Dos semanas después
9 de febrero de 1013
—Toc, toc. ¿Se puedeeee?~
Ronin asomó la cabeza justo cuando la lección concluía. Con una sonrisa desenfadada, el Maestro de Maestros entró en el aula y echó una mirada nostálgica al grupo de Aprendices que recogían sus pertenencias, apurados y (con toda probabilidad) hasta el cuello de trabajo.
La barrera protectora de Tierra de Partida había sido restaurada y los Sincorazón ya no aparecían dentro del mundo como antes, pero por mucho que la paz volviera a reinar, la tranquilidad, desde luego, no lo había hecho. Los Maestros estaban desbordados por las apariciones de los Villanos Finales, que traían el caos allá donde iban, y los Aprendices sentían esa tensión como un peso propio. Incluso los más novatos habrían notado que algo iba mal.
A pesar de todo, Ronin sonreía. Tenía aspecto cansado, ojeroso e incluso algo pálido, pero parecía dispuesto a seguir siendo el de siempre.
—Y pensar que hace cuatro días tú estabas ahí, entre ellos —comentó animado mientras se acercaba a Fátima, una de las Maestras más nuevas de Tierra de Partida, al cargo de la clase—. ¿Cómo te va? ¿Lo echas de menos? No seas muy blanda con las broncas, ¿eh? ¡Tenemos una reputación que mantener!
Soltó una carcajada y, tras escuchar la respuesta de la antigua Aprendiz, volvió la vista atrás, hacia la puerta. Arrugó el ceño. A la vez, les hizo un gesto a otros tres alumnos que, por la razón que fuera, todavía no habían salido del salón: Saeko, Alaric y Piko. Les pedía que no se marcharan.
—Pero no os quedéis ahí, hombre. ¡Pasad, como si estuvierais en vuestra casa!
Eso iba dirigido a Nikolai y a Saito. Ambos Aprendices habían sido llamados por Ariasu a primera hora de la mañana —y con mucha insistencia, cabía decir. Por profundo que tuvieran el sueño, la Maestra de Bastión Hueco tenía pinta de tener reservas inagotables de energía— y mandados a Tierra de Partida. Ariasu había abierto un portal de oscuridad y mencionado algo de una misión, pero no había entrado en detalles. Con la excusa de «¡Ya os contará Lyn todo lo que necesitáis saber!», se los había quitado de encima. ¡Menudo morro!
Para colmo, Lyn no estaba por ninguna parte. Ronin los había encontrado al cabo de un rato mientras daban vueltas por jardines y castillo, quizás esperando a Lyn o buscándola ellos mismos. Con una actitud paternal respecto a los dos, les había contado que la misión estaba ahora a su cargo y que les acabaría de informar cuando se reunieran con sus Aprendices.
Y ahí estaban todos. Una vez se hubieron acercado, Ronin cerró la puerta y se dirigió al grupo, sentándose sobre una de las mesas.
—De acuerdo, chicos. ¿Hacen falta presentaciones? —Enarcó una ceja en dirección a Piko y a Alaric y esperó—. Bien. Dicho esto, nos han llegado unos rumores muy preocupantes desde Castillo de Bestia —un mundo de por aquí cerca, para los que no lo sepáis. No hemos podido comprobar si son sólo cuentos o hay algo detrás, pero Lyn está que echa chispas y habría que ocuparse de ello cuanto antes.
Ronin dibujó una mueca, como si recordara algo desagradable.
—Se trata de una bestia que ronda por el bosque, de un... La gente habla de un monstruo. —Empleó la palabra con cierto desagrado—. No es que sea ninguna novedad; ese mundo está lleno de «criaturas no humanas», por así decirlo —explicó, haciendo las comillas con las manos—. El problema es que nuestra bestia parece compartir varios rasgos con un Sincorazón. No os puedo dar una descripicón muy buena, que digamos, porque nos llega información confusa.
»Y aquí entráis vosotros.
El Maestro se llevó una mano a los pliegues del kimono y extrajo un pergamino enrollado, un tanto arrugado por los bordes. Alternó la mirada, entre Fátima y Saeko, dubitativo, y se lo tendió a la primera que se acercó a recogerlo. En cuanto lo desplegaran, darían con un detallado mapa de la aldea, con una serie de notitas y flechas en algunos edificios, señalados con una tosca caligrafía que más de uno reconocería.
—Lo hizo Lyn en su día, cuando era Aprendiz. Bueno, con la ayuda de Kazuki para los dibujos —apuntó Ronin con una media sonrisa que casi no flaqueó—. No vamos sobrados de material, ¡así que más os vale tratarlo con cuidado! Os ayudará a moveros por la zona, sobre todo a la hora de preguntar a los civiles e investigar por aquí y por allá. Averiguad la naturaleza de esos rumores y si los aldeanos corren peligro, y sólo entonces entrad al bosque. Si la bestia es un Sincorazón, eliminadlo. Si es obra de los Villanos Finales, eliminadlos. Ya sabéis cómo va.
Pareció que Ronin iba a añadir algo más pero, fuera lo que fuera, se lo calló por el momento.
—¿Alguna pregunta?
Fecha límite: 22 de noviembre