por Suzume Mizuno » Vie Sep 08, 2017 4:01 am
Tomó la mano que le ofrecía Malik, maldiciéndose por no haber tenido el suficiente cuidado.
—¿Estás bien, te ha hecho daño? —preguntó, con la voz cansada y grave.
—No, gracias a ti.
Lo miró de reojo. Parecía tan cansado. Se sintió culpable por no haber sido más paciente con él pero, a la vez, se preguntó si algo así no serviría para… Sacudió la cabeza. Tenían una misión que cumplir. Después se encargarían de sus propios problemas.
Fátima no distinguió bien a la mujer, pero le sorprendió que no aparentara ser muy mayor. No había podido evitar imaginarla como una señora resentida y arrugada. Se avergonzó un poco de sí misma, pero apretó los labios y trató de pensar qué hacer.
—¿La curamos o esperamos a que se despierte sola?
Devolvió la mirada a Malik, sin saber bien qué responder.
—¿Y si traemos a Hilda? Debe ser la única persona a la que no quiere hacer daño. Quizá se esté quieta si la chica está delante.
A Fátima no le hacía mucha gracia la idea pero, la verdad, parecía relativamente probable. Al menos por cómo se preocupaba Hilda por aquella mujer, asumía que tenían una buena relación.
—De acuerdo, pero saquémosla fuera. No quiero que vuelva a aprovecharse de la oscuridad para ganarnos ventajas.
Ató a la tía de Hilda con rasgadura de su propio vestido y después la vigiló cuando le tocó a Malik cargarla, hacia el exterior de la cueva. Por si acaso, decidió invocar de nuevo a Ondina. Entre tanto, pensaba. Hilda había dicho que estaba segura de que su tía no era una bruja pero ellos habían visto cómo hacía magia. O, al menos, parecía dominar la oscuridad. No tenían respuestas para sus preguntas pero resultaba evidente que era consciente de que manipulaba a los Sincorazón y que los estaba enviando contra sus enemigos. Ahora ¿qué se suponía que deberían hacer con ella? No podían matarla sin más.
Pero quizá…
—¡Tía!
Hilda corrió hacia ellos, preocupada, y se puso blanca al ver el estado en el que traían a la mujer. La verdad es que podría ser bastante peor, pero Fátima prefirió callarse. A la luz del exterior, que tampoco era mucha si bien casi cegaba en comparación con el interior, Fátima vio que tía y sobrina eran bastante parecidas. La diferencia más grande era que la mujer adulta era más fuerte, ancha de hombros y con un rostro tostado por el trabajo bajo el sol.
—¿Señor Vaan?
Fátima se llevó un dedo a los labios e hizo retroceder un poco a Hilda. Dejaron a la campesina contra un árbol, todavía atada de pies, y Fátima manifestó algo agua en la mano para mojar su rostro y espabilarla. Todavía sangraba por la nariz, aunque ya casi se había detenido por completo.
Cuando la bruja abrió los ojos, se quedó paralizada. En especial al ver a Hilda, momento en el que se puso pálida y, después, para sorpresa de Fátima, compuso una expresión de culpabilidad y apartó la mirada.
Hilda se echó a llorar y, antes de que Fátima pudiera detenerla, se arrojó contra su tía y la abrazó con fuerza.
—¡Me alegra tanto que estés bien!
La mujer alzó una mirada desesperada y Fátima la observó con seriedad, pero no dijo nada. Rozó la mano de Malik por si quería comentar algo, pero dudaba que lo hiciera. Puede que así pudieran solucionarlo. Puede.
—Tía, sé que… Que… ¿Por qué?—gimió entonces Hilda—. ¡Tú no eras una bruja!
Fátima se cruzó de brazos, aunque preparada para contraatacar si resultaba necesario. También quería escuchar lo que la mujer tenía que decir.
—A todas las mujeres nos llaman brujas —respondió, rencorosa, al cabo de un rato—. Sabía cosas que se han transmitido de generación en generación. Sé de hierbas. He ayudado a nacer a niños. He curado heridas. Pero eso no importaba. ¿De donde vosotros venís importaba? Sí, ¿verdad? Por eso os largasteis.
—Nosotros no atacamos a otros humanos, señora, a menos que intenten hacernos daño.
La mujer esbozó una sonrisa rota.
—Entonces somos iguales.
¡Gracias por las firmas, Sally!Awards~