La leyenda de los últimos Leónidas

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La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor xXOrbOOkXx » Vie Sep 06, 2013 3:57 pm

!Hola a todos! Hoy me halaga presentaros una cosilla que llevo haciendo mucho tiempo, que voy a presentar a un concurso. Se trata de una mini historia, protagonizada por tres jóvenes y un pelirrojo 8) . Aunque no tiene nada que ver con Kingdom Hearts me gustaría sacarla a relucir en este foro y ver vuestras críticas, opiniones, etc...
IMPORTANTE: Si os gusta leer con música os ponéis la canción de Dream Chasers, que es muy épica y le viene como anillo al dedo :bravo: .
Aquí está el link:


Aquí está la historia:
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LA LEYENDA DE LOS ÚLTIMOS LEÓNIDAS

Nota: Leer con la canción Dream Chasers.

Las historias de héroes dormidos, las historias jamás contadas… Nunca dicen la verdad.
-Yo.


PRIMERA PARTE
HISTORIAS DEL PASADO

-En un lugar muy lejano donde las montañas de nieve se fundían con la niebla y donde las canciones épicas resonaban en los bazares de madera, vivía un poderoso hombre.
>>Decían que era un hombre tan fuerte, que vencía a los osos blancos de la temible cordillera con solo pensarlo. Llevaba un atuendo de león y un abrigo de piel.
Su pelo plateado y su morena piel, resaltaban con los parajes blancos que al lado de su casa se encontraban, y sus ojos del color de la sangre relucían contra el sol de la mañana.
>>Nadie lo había visto nunca, por lo que todas estas descripciones se han ido transmitiendo de padre a hijo. Pero todos sabían una cosa: era un herrero mágico. Armaba a los ángeles y a los demonios y su cabeza estaba adornada con cornamentas de oro que relucían tanto, que con solo mirarlas de reojo podías quedarte ciego. Vivía en cavernas de esmeralda y su esposa domaba a los caballos más salvajes. Pero eso no viene a cuento.
-Sirius –exclamé-, cállate ya, intento dormir.
Sirius estaba contra una roca pardusca contando la increíble historia del Herrero Mágico a Luna, que se hallaba al lado de mí con sus ojos verdes abiertos de par en par mientras se arremolinaba en su piel de oso.
Fuera de la caverna la tormenta de nieve caía con aplomo mientras yo, tumbada en el duro suelo de la roca, arremolinada en más pieles, intentaba dormir. Los cuentos de hada no existen, son una chorrada. Lo único importante era sobrevivir en aquel páramo helado. Luna me miró con una expresión suplicante. Y yo le sonreí, compasiva.
-Puedes continuar Sirius –dije yo, poniéndome las pieles a modo de amortiguador. A pesar de ello, seguía oyendo su flamante voz.
-El caso es que, el día que el Herrero Mágico se presentó en nuestra tribu, que como bien sabéis está en la colina nevada, decidió otorgarnos las Armas Devastadoras, que hoy en día han desaparecido. Se dice que con el puñal podías matar al enemigo de un solo tajo, el arco de oro nunca fallaba y la espada de filo negro, cortaba la tierra. El chamán de la tribu, de aquella época, decidió guardar para siempre éstas armas, en pos de matar al enemigo que nos acechaba desde las sombras.
-Los Oscuros –aclaró Luna.
No pude aguantar la emoción y me destapé escuchando aquella historia. Como buena Leónidas, me gustaban las historias fantásticas. Sirius me miró un momento con los ojos pícaros y prosiguió:
-Los Oscuros eran un clan que mataba y ocupaba, todos decían que eran demonios. Pero en realidad… eran lobos. Lobos de piel negra, todos igual de hermosos y letales. Machos y hembras ocupaban sus filas. Nuestro clan: Leónidas, luchó valientemente contra los enemigos con las armas. Pero, por desgracia muchos cayeron en la batalla, cubiertos de pelo negro, de arañazos y sangre.
>>Al ver tal desfachatez, el Herrero Mágico castigó al clan quitándoles las armas y enterrándolas en algún lugar de la tierra. Entonces, al ver que no podían hacerles frente, abandonaron la colina y fueron a probar suerte al sur. No encontraron nada. Muertos de hambre y de frío, el líder del clan de Los Oscuros, se apiadó de su alma y les propuso un pacto: fusionar sus almas para ser así solo uno. Dicen que las almas de Los Oscuros habitan nuestro cuerpo, que cada noche de luna llena el alma se apiada de nuestro cuerpo.
-Qué tontería –repliqué-, no me transformo en lobo cada luna llena, eso es imposible.
Sirius me fulminó con la mirada y prosiguió.
-Eso es porque según la historia nuestros ancestros aprendieron a controlar la ira del lobo, convirtiéndonos en lo que somos ahora.
Me detuve un momento al mirar sus ojos parduscos y su pelo blanco, mientras me recogía el mío propio en una cola de caballo que me caía en una cascada dorada.
-Me pregunto… -comenzó Luna, alborotándose su pelo negro- ¿Qué tiene que ver el Herrero con toda la historia?, ¿Los lobos hablan?
Sirius se quedó pensativo un momento y después se encogió de hombros.
-Supongo que es para darle más énfasis a la historia, los lobos tal vez hablen, nunca he visto uno –me miró y desvié la mirada, incómoda-. Sólo me los he imaginado como los narran las historias.
Hasta que ni Luna ni Sirius se durmieron en aquella fría caverna, pude conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, Luna me despertó de una patada. Emití un sordo gruñido mientras me levantaba a regañadientes. Recordaba haber dormido poco en un sueño ligero, así que ahora estaba que me caía. Bostecé y salí de la caverna en la que habíamos dormido. Fuera todo era un páramo helado cubierto de nieve.
Aspiré el aire de la mañana, disfrutando el silencio. Pensando en el por qué estábamos aquí. Deseché aquellos pensamientos, la historia de nuestras vidas era demasiado triste como para contarlas. Una bola de nieve me estrelló en toda la cara, sacándome de mis ensoñaciones.
Sirius estaba delante de mí con sus vestimentas habituales: todo hecho a mano con piel de oso en lo que sería un estrafalario mono blanco, ajustado a unas botas de caña alta. Se ajustaba a su cuerpo delgaducho y alto como un guante. Por un momento pensé que se podría camuflar perfectamente en la nieve.
No me eché atrás y lancé una bola similar a la anterior, que impactó en la pierna de Sirius. Luna estaba a su lado, construyendo un fuerte de nieve.
-¡Eso no es justo! –Exclamé-. ¡Dos contra uno es trampa!
Luna se reía a carcajadas mientras que Sirius le acompañaba en una risa igual de mordaz. Cogí mucha más nieve y la lancé contra Luna, que esquivó con dificultad por la risa.
Luna, Sirius y yo, teníamos la misma edad, bueno, Luna era unos cuantos meses más joven, aunque todos teníamos dieciséis años. Los míos recién cumplidos. Sirius era el más mayor. Mientras observaba las ropas blancas de mis congéneres, reparé en algo que no había visto antes en el cinturón de Luna. Una daga.
-¿De dónde has sacado esa daga? –Le pregunté. Ella me miró confusa unos instantes y después se la sacó del cinto, cayendo en la cuenta de qué hablaba.
-Ah –respondió-, me la dio mi padre la mañana que…-agachó la cabeza, apretando el mango del puñal a través de sus guantes-. Bueno, ya sabes…
Tanto Sirius y yo agachamos la cabeza. Me era difícil no pensar en todo lo que habíamos pasado. Tanto habíamos dejado atrás…

Dos meses antes
Respiré el aire otoñal, mientas Sirius, Luna y yo descansábamos en el Viejo Roble al lado del clan mientras veíamos las estrellas. Luna nos hablaba de todas las constelaciones principales mientras las señalaba con el dedo: Andrómeda, Auriga, Bootes, Canes Benatici, Coma Berenices, Corona Borealis, Lyra, Pegaso, Perseo y muchas otras. Siempre se le habían dado bien estas cosas, por lo que su orientación era excelente. Sonreí al ver la cara de Sirius, entre fascinado y confuso.
Aquella tarde habíamos cazado algunas piezas pequeñas, yo con mi arco, Sirius con trampas y Luna con una onda y piedras. Éstas, descansaban a mis pies tendidas de una cuerda.
Reíamos, comíamos manzanas antes recogidas y nos deleitábamos el intenso fulgor de las estrellas. Sí, todo perfecto. Las cabañas confeccionadas a base de pieles del clan, nos saludaban desde la lejanía, con sus cálidas antorchas encendidas y el murmullo apagado de la gente que ya entraba en sus casas. Respiré profundamente, ajena a lo que sucedería después.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
-Deberíamos volver –dije, interrumpiendo el salmodio de Luna.
Me miraron un momento y asintieron a la vez, como si notasen los dos a la vez el frío de la noche. Anduvimos hasta el poblado y algo nos detuvo en seco.
Silencio. Demasiado silencio que se veía interrumpido por el crepitar de las antorchas. Este no era un silencio cualquiera. Lo que conocíamos por silencio eran las respiraciones a través de las tiendas y uno que otro ronquido. Murmuraciones en los sueños e incluso palabras de amor en ellos.
Nos miramos alternadamente con el ceño fruncido. Sirius fue el primero en mirar en su tienda, donde se esperaba ver a su madre profundamente dormida mientras yo me dirigía a la mía para buscar alguna cosa de utilidad. El grito de Sirius rasgó el silencio de la noche como un cuchillo a merced de una piel. Lo que vi en la cara de Sirius después de que saliera a trompicones de su tienda, fue una mueca fantasmal rodeada de una piel pálida y unos ojos brillantes. Vi que Luna iba a mirar dentro de la tienda.
-Luna –le llamé, haciendo que se girase hacia mí- mejor no mires lo que hay dentro, Sirius parece muy afectado.
Sirius comenzó a llorar desconsoladamente, saliendo del shock. Tanto como Luna y yo nos acercamos a él para consolarle. Acabamos dormidos de puro agotamiento.
A la mañana siguiente vi lo que nos ofrecían las cabañas que tanto habían afectado a Sirius, el cual estaba con la mirada vacía mirando el cielo encapotado. Un espectáculo macabro se alzó ante los ojos de Luna y míos. En cada una de sus tiendas estaban todos sus habitantes con el gesto pálido y los ojos cerrados, no comprendí que es lo que pasaba hasta que vi un charco de sangre en el suelo. Me llevé la mano a la boca para no gritar.
Mi primera reacción fue apartarme a un lado y vomitar intensamente, el olor de aquel líquido escarlata se colaba por mis fosas nasales, haciendo que se me revolvieran las tripas. Luna estaba a mi lado, con el semblante vacío. Supuse que fue una pesada carga para ellos, pues mis padres murieron tiempo atrás y a Luna solo le quedaba su padre.
Los consolé lo mejor que pude hasta que las preguntas nos asaltaron la mente: ¿Por qué iba a querer nadie hacer algo así?, ¿Cuándo sucedió? Y, más importante: ¿Quién?
Estuvimos cuatro días haciendo todas las tumbas siguiendo los ritos funerarios. Vistiéndonos con la piel del oso pardo y tocando con las flautas de hueso. Después, cogimos todas las cosas de utilidad que pudimos y prendimos fuego a todo nuestro clan.
Mientras las llamas se alzaban al cielo en un intenso humo negro, vi los rostros de mis amigos. Parecían que hubieran envejecido diez años como poco. Tiempo atrás, Amy, la madre de Luna, me dijo que me había hecho adulta de golpe al morir mis padres, tal vez aquello no fuese tan diferente.
Las llamas se reflejaban en nuestros ojos, como te contemplas el rostro en un río.
-Vámonos –aventuró Sirius. Y eso hicimos. Y jamás miramos atrás.

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En nuestra travesía por la nieve, lo que más encontramos, fueron las posadas. Normalmente, se hallaban cerca de los clanes, pero algunas estaban en medio de la nieve. Usábamos el trueque como medio de intercambio, y, en muchos casos, podíamos llevarnos artículos de gran calidad, además de una noche de descanso en cómodas camas. No sabíamos lo que buscábamos exactamente. Tal vez, a algún otro clan, donde poder establecernos, o quizá alguna señal.
Anduvimos hasta entrada la tarde cuando nos topamos una pequeña posada. Sirius bendijo a los dioses, ya que hace rato que estaba muy hambriento. Entramos.
La posada era pequeña pero acogedora. Estaba hecha de la madera clara de los árboles de hielo y entre la barra y las mesas, una hoguera chisporroteaba alegremente. Sólo había un hombre en una mesa, tomándose un chocolate caliente con la capa calada.
-¡Buenas tardes! –exclamó una hombre saliendo de una puerta de detrás de la barra.
Era alto y fornido, llevaba un paño blanco en las manos manchado de grasa y sus ojos azules no hacían más que derrochar simpatía. Supuse que era el posadero.
-¿Les puedo servir en algo?
Iba a responder cuando Sirius se me adelantó.
-Sí, buscamos alojamiento y por qué no, algo para comer que no sea carne.
-Un largo viaje, ¿eh? –el posadero no paraba de sonreír hasta que su rostro se ensombreció ligeramente-. ¿Tenéis noticias?
-¿Noticias? –preguntó Luna, que había dejado su macuto en una mesa y se había sentado en una silla.
-Sí -respondió el posadero asintiendo con la cabeza, dejando ondear su pelo negro-, el clan Leónidas. Los primeros en verlo fueron unos viajeros. Está todo destruido, se rumorea que…
-Basta –interrumpió Sirius, suave, pero firmemente-. Sabemos de sobra lo que sucedió. Vivíamos allí.
Acto seguido, se remangó un poco la camisa para que viese el tatuaje de su muñeca, una luna menguante en tinta negra. Toda gente que se precie y que se considere Leónidas hasta la médula, lleva este tatuaje. Paralelamente, los demás clanes llevaban tatuajes diferentes, en distintas partes del cuerpo. Siempre nos lo recordaba la difunta madre de Sirius.
-Ya veo -repuso el posadero-, entonces, no os importará contármelo, ¿no?
Nos sentamos en una mesa, dejando nuestros macutos en ella, mientras Sirius lo relataba todo. Cuando Sirius acabó, el posadero nos miró con una mirada grave.
-¿Por qué debería creeros?, ¿Cómo sé que no habéis sido vosotros?
Esa afirmación nos dejó totalmente descolocados, tanto, que se me acabo la paciencia de golpe y me levanté, pegando a la mesa con mi mano enguantada.
-¿Cómo se atreve –comencé, visiblemente enfadada- a juzgarnos por sobrevivir a lo que ha sido una masacre en gran escala?, ¿No ha escuchado la historia?
-Sol, tranquilízate –intercaló Luna sombríamente.
Oír mi nombre… No, oír aquel nombre de los labios de Luna, fue peor que cualquier reproche que ella pudiera darme.
Mi nombre no era algo de lo que estar orgulloso, sobre todo para una o un Leónidas. Mi madre me lo puso en honor a su abuelo, que era tan reluciente como el Sol mismo. Pero el Sol era malo. Derretía la nieve y convertía el invierno en verano. El nombre del Sol estaba prohibido, a pena de muerte. Amábamos la noche, el frío y la Luna. Mi madre había muerto por ello. Mi padre había sido renegado del clan, pero yo lo daba por muerto para ahorrarme dolor.
Tragué saliva y me senté como un robot. Sirius miraba con cara de reproche a Luna. Ella replicaba con una mirada desafiante.
-No he podido evitar oír la historia y me gustaría ayudaros –una voz masculina me sacó de mis pensamientos. El hombre de la otra mesa, se había girado hacia nosotros y nos escrutaba debajo de la capucha con sus ojos azul marino.
Entorné los ojos.
-¿Cómo vas a ayudarnos, si puede saberse? –Inquirí con un tono amenazante.
Él me miró, pero no fue una mirada normal. Por primera vez en mi vida sentí un miedo demasiado punzante como para describirlo. Sus iris eran hipnóticos, ese azul era tan intenso que podías perderte en ellos. De repente todo comenzó a girar, no permitiéndome ver nada a mí alrededor.
Y de repente todo cambió. Ya no le miraba a él, sino que estaba en medio de lo que parecía una herrería. Un forjador, trabajaba sobre un yunque con un martillo, es lo único que pude ver, ya que todo estaba borroso. En ese yunque, se trabajaba una espada de filo negro.
Todo cambió de nuevo, y, esta vez, se veían a un hombre y dos mujeres encima de una colina mirando hacia el alba. Por lo que yo sólo pude ver sus espaldas.
Por ultimo vi a un hombre entre las sombras siendo perseguido por borrones negros. Mi padre, el día que desertó. Perseguido por mi clan.
Parpadeé simultáneamente y me aferre a la mesa, mareada. Veía a Sirius vagamente, a Luna y al posadero. Pero sobretodo, veía sus iris, tan cerca que parecía que estuviese mirando a un charco de agua.
-¿Cómo has…?-comencé.
El desconocido se apartó de mí, quitándose la capucha, dejando caer un reguero de pelo ondulado y pelirrojo. Las pecas de sus mejillas contrastaban con pálida piel, parecía que era más joven que Sirius a causa de ellas. Miré a los demás, que me miraban con cara interrogante.
-Me llamo Sombra –dijo el pelirrojo- y tengo mucho que contaros…
Sirius se acomodó en la silla, Luna lo miraba fijamente y el posadero volvió a sus quehaceres.
Yo no sabía en qué pensar. Las visiones me habían dejado demasiado aturdida.
-Veréis –empezó-, yo no soy mucho de hablar. Pero hace cuatro meses que me pasó lo mismo que a vosotros. Mi clan, Eurotas -dicho esto, se bajó el cuello de la camisa dejando ver un tatuaje de espinas-, está a unos cuatro kilómetros al este de esta posición. Yo volvía de caza y lo encontré todo destrozado. Todos muertos. Por tu expresión -me miró-, deduzco que vuestro clan era Puro.
-¿Puro? –Intervino Nuxal con el ceño fruncido.
Sombra sonrió enigmáticamente.
-Es el nombre que usamos para los que aún no han descubierto su… don. Veréis, cuando vuestra amiga…
-Mi nombre es Sol –interrumpí, tragando saliva ante aquel nombre tan poco apropiado. Tal vez lo odiaba. Pero era mi nombre, al fin y al cabo.
Sombra me miró con severidad, posando un mechón pelirrojo tras su oreja.
-Cuando Sol –recalcó la palabra con un ademán-, se había quedado como… traspuesta, es cuando le he enseñado mi don: compartir imágenes a través de la mente, del pasado, presente y futuro.
Nos quedamos en silencio asimilando las palabras. Es decir, que aquel sujeto tenía… ¿Poderes mágicos? Aquello sonaba demasiado infantil.
Sirius tomó la palabra, visiblemente incómodo y enfadado.
-No veo en que puede beneficiarnos. Y no sé por qué nos cuentas esta sarta de estupideces.
El pelirrojo mostró una media sonrisa.
-Tú lo sabes -adujo mirando fijamente a Sirius, que, incómodo, tragó saliva ruidosamente.
-¿De qué está hablando? –Preguntó Luna con gesto preocupado.
-Eso –aduje yo, mirándole con la mirada sombría-, se te da bien contar historias. Dínoslo.
Sirius expiró todo el aire de sus pulmones.
-Básicamente, cada clan tiene una leyenda clave. En ella, cuenta cómo lograron nuestros antepasados conseguir los dones de los que habla. Está insinuando que tenemos un don especial, como el suyo, solo que aún no sabemos manejarlo.
-Bingo –dijo Sombra haciendo un ademán de disparo-. Mi objetivo es conseguir que… Dominéis ese don que tenéis.
-¿Y… cuál es? –Vaciló Luna.
-Una leyenda clave… –dije yo-. Solo así podremos saberlo. Pero, ¿para qué?
-Necesitáis controlarlos para llegar al oráculo… Y preguntarle quién fue el asesino.
El oráculo era una de mis historias favoritas, él podía ver el futuro, el pasado y el presente. Se ocultaba en el castillo de hielo, pero eso solo era una historia… ¿O no?
-Mi padre –continuó Sombra,- era de vuestra tribu. Cuando era pequeño me prometió llevarme, jamás pudo.
-¿Cómo… como de nuestra tribu? –Murmuró Luna, confusa y asustada.
-Era un renegado.
Me miró de reojo, pero nadie pareció notarlo. Antes de que pudiese replicar, Sirius se levantó y pidió camas al posadero a cambio de la caza de hoy.



SEGUNDA PARTE
COMIENZA EL VIAJE

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha hacia el oráculo. Según Sombra quedaba bastante lejos, por lo que podríamos averiguar los dones por el camino. Yo no me fiaba de él. No sé qué era, pero la forma de comportarse, como hablaba con Luna y se reían mientras andábamos. Era frío y reservado con los demás.
Mientras tanto, Sirius no dejaba de darle vueltas a la historia que nos concedería nuestros dones, comentándolas por las noches en las hogueras.
-Tal vez –dijo un día-, nosotros no tengamos ningún don.
-Todos tenemos un don –aseguró Sombra.
Se instaló un largo silencio.
-Creo… -corroboró Luna-, que sé qué historia es.
La miré de hito en hito mientras ella miraba la Luna, abrigada con pieles en la fría noche de invierno.
-No puede ser –repliqué, intentando pensar que sólo era una broma de mal gusto. Que todo era una horrible pesadilla de la que no podía despertar.
-Mira la Luna –objetó Sombra con una risilla.
Reacia a obedecerle, giré la cabeza instintivamente.
-Es… -continuó- La leyenda del herrero, de nuestros orígenes.
Mi mente hacía un gran esfuerzo por no escucharla, pero la Luna me llamaba con su cantico, con su pureza. Y no pude evitar mirarla.
Lo último que recordé antes de que un dolor punzante me atravesase la espina dorsal, fue ver tanto Sirius como Luna hipnotizados con su esplendor.

Me desperté desorientada. Lo único que veía, era el cielo completamente nublado y mi cuerpo se sentía entumecido. Alcé una mano y, con horror, vi que estaba manchada de sangre reseca.
Me levanté a duras penas, mirando el páramo helado que se extendía ante mí. Miré mis ropas desgarradas, haciendo que el frío se colase en mis entrañas.
Pensé en lo que había ocurrido, pensé en donde estaba y pensé en Luna y Sirius. Maldije a Sombra no sabía muy bien por qué. Me levanté y mire a mí alrededor.
Nieve. Todo nieve. Ni un camino, ni rastro de mis amigos. Estaba demasiado en shock como para que me importase. Comencé a andar, a toser por el frío. Mi vista se tornó borrosa. Mis pulmones ardían. Los pies descalzos se resquebrajaban sobre el frío manto de nieve.
Y lo vi, vi una cabellera pelirroja asentada sobre aquella alfombra blanca. Sentado, vi aquellos ojos azules, burlones, mirándome con una pícara sonrisa. Sentí una furia desmesurada, por lo que me había hecho. No sé muy bien lo que pasó a continuación.
Corría con las cuatro patas hacia él. De mi garganta salían ruidos guturales y aullidos como un animal salvaje.
Como un animal hambriento.
Me abalancé sobre él, con uñas y dientes por delante. Sentía un agudo dolor en la columna, pero no importaba, lo único que quería era matarlo por lo que me había hecho. De repente unas afiladas uñas se me clavaron en la espalda haciendo que diese un giro de ciento ochenta grados con un gruñido. Delante de mí se mostraba la criatura más hermosa que habían visto mis ojos. Era una mole de pelo negro, de cuatro patas y ojos tan verdes como un rubí pulido, tenía una cola larga y negra, su cara era alargada, con un hocico, era como los perros de la tribu, pero mucho más grande.
Me paré en seco, contemplando esos ojos. Eran de Luna. Aquellos ojos que me miraban desde aquel animal, eran de Luna. Se me erizaron todos los pelos de la nuca y miré mis manos. O lo que quedaba de ellas. Delante de mí solo había dos garras del color del oro, como mi pelo.
Miré con aprensión a Luna, pero ella me miró con confianza, con empatía. Intentaba hablar, pero lo único que salía de mi boca eran aullidos descontrolados. Vi como Sombra se acercaba lentamente a Luna.
-Por fin habéis descubierto vuestro don –comenzó, pero, como una exhalación la mole de pelo que antes estaba delante de mí, se convirtió en Luna. Estaba totalmente desnuda y sus manos estaban cubiertas de sangre. Sombra le prestó una capa, pasándosela por los hombros.
-Lobos –susurró Luna, con la cabeza baja, pero con una sonrisilla.
Intenté hacer lo que había hecho Luna, convertirme de nuevo en la persona que debía ser. Pero no pude, mis músculos estaban tensos, mi respiración agitada. No era de extrañar. Supuse que, el animal que Luna era antes era un lobo, haciendo referencia a la historia. Relajé mis piernas y me tumbé sobre la nieve. Poco a poco el dolor de mi espinazo iba disminuyendo hasta que cesó del todo. Me quedé tumbada en la nieve, con mi forma original, pensando en lo que había pasado, sintiendo el gélido aliento de la nieve en mi cuerpo.
Sentí un abrazo cálido en mi espalda y me giré alarmada, Sirius estaba arropándome con un trozo de tela. Le sonreí débilmente, notando como todo el cansancio se me echaba encima. Quedándome dormida en el acto.

Desperté en una cueva cuando la luz de la mañana iluminó mis rasgos. Me sentía desorientada y aturdida, por no hablar de la jaqueca de mi cabeza, pero, a pesar de todo eso, conseguí recordar lo que había pasado. Iba a levantarme cuando una mano se posó en mi pecho, haciéndome descender suavemente.
-Descansa –reconocí la voz de Sirius, que, curiosamente, me estaba poniendo de los nervios ante ese tono de voz.
-¿Dónde está Luna? –Pregunté, no haciendo caso omiso a la orden del peliblanco e incorporándome débilmente.
Al ver que no respondía y se iba a llenar un caldero de agua, me alarmé. ¿Le había pasado algo malo?
-¿Qué pasa? –Insistí, con una nota de pánico en la voz.
-Luna… -vaciló-. Se ha ido con sombra al oráculo, nos esperarán allí.
Me sorprendió el tono de su voz, jamás había oído hablar a Sirius en un tono tan ácido. Pero me preocupó la seguridad de Luna. No me fiaba de Sombra.
-Pues vamos -dije, confiada-, les llevaremos un día de ventaja.
Una pregunta atenazó mi mente.
-Un momento… ¿Sabes el camino?
-Si –respondió, con una media sonrisa y el semblante preocupado-. Sombra me lo mostró con… Sus poderes. Está a una semana de nuestra posición.
Me quedé callada, pensando en lo que me pasó la otra noche, >>lobos<<, -pensé. Habría sido divertido ver a Sirius convertido en uno: me lo imaginaba blanco, perfecto para camuflarse. Mientras Sirius desayunaba la sopa, aproveché para hablar.
-Andando.
Desayunamos a toda prisa y recogimos nuestras cosas. Marchamos hacia el oráculo.

Podría describir todo el trayecto hacia el oráculo, pero sería malgastar tiempo. Solo puedo resumiros esos siete días como en los peores de mi vida. Sirius no era benevolente al aflojar el paso y la nieve nos calaba las botas. La comida escaseaba por momentos, dando paso a criaturas mucho más peligrosas, tanto, que hirieron a Sirius en un brazo, retrasando nuestro viaje. A medida que avanzábamos, las montañas se iban haciendo más empinadas y nos costaba respirar. Sólo, en la noche del séptimo día vi como la niebla se hacía espesa, dando paso a columnas blancas semiderruidas en la cumbre de la montaña. Me contuve para no llorar de alegría.

Anduvimos por un camino de grava hasta lo que me pareció un arco de cuarzo. Sin pensar, acaricié su pulida aunque antigua superficie a través de mis guantes. Sirius me puso una mano en el hombro.
-No es momento para eso –me dijo afablemente. Concedí con ello.
Vi lo que tenía a mí alrededor, el suelo estaba forrado de una hierba verde y habían casas de cuarzo semiderruidas por toda la explanicie, una fina capa de nieve lo cubría todo, antojando al paisaje, un aire invernal. Al fondo de todo aquello, había una nueva casa, pero esta parecía estar en perfectas condiciones, una cálida luz salía por las ventanas.
-¿Esto es el oráculo? –Pregunté a Sirius- Pensé que vivía en un castillo de hielo.
-Ya no me creo nada de lo que dicen las historias.
Se acercó a una puerta de madera de los árboles de hielo, y tocó unas cuantas veces. Pasado unos minutos, se abrió la puerta. En el umbral, había una niña pequeña, ataviada con un vestidito rosa, en su mano tenía un oso de peluche. Miró interrogante a Sirius con sus inocentes ojos esmeralda.
-¡Oh! –Exclamó, echándose un mechón de pelo caoba detrás de la cabeza-. Vosotros debéis ser los amigos de Luna y Sombra.
-Exactamente –murmuré, extrañada de aquella joven y su voz cantarina.
-Pasad, hoy es una noche fría.
El interior de la casa era muy acogedor, en una de las paredes una chimenea crepitaba alegremente, el suelo estaba forrado con parqué que sostenía pesadas alfombras rojas. En el centro había una mesa redonda provista con un mantel de flores y las paredes eran de un blanco que se me antojó demasiado antiséptico. Nada de esto me sorprendió a excepción de una estantería provista de innumerables figuritas de cristal, delicadamente talladas.
-No era lo que os esperabais, ¿Verdad? –inquirió la niña, que miraba a Sirius, éste lo escrutaba todo con sus ojos pardos. Entonces, caí en la cuenta.
-Tú eres el oráculo –afirmé, mientras ella se sentaba en una silla y se servía té en una taza de hueso, había dejado al osito de peluche sobre la mesa. Me había imaginado al oráculo como una mujer mayor y sabia. Pero en los ojos de esa niña, sabías la verdad.
-En efecto, y tú eres la hermana de aquel demonio que se hace llamar Sombra. El enviado por los dioses para destruiros.



TERCERA PARTE
LAS ARMAS

Apenas se sorprendió cuando di aquel golpe en la mesa.
-No puedes estar hablando en serio –le recriminé- ¿Dónde están?
Una mano consoladora se apoyó en mi hombro, calmando mi agitada respiración. Giré la cabeza y vi a Sirius con expresión sombría.
-En realidad… Él me lo dijo mucho antes. Eres su hermana, pero nunca encontré el momento adecuado para decírtelo.
Sentí un mareo repentino e intensas náuseas. Pero todo tenía sentido, mi padre debió acabar en el clan Eurotas y enamorarse de otra mujer. Me sentía sola y traicionada por Sirius, miré a los ojos al oráculo, que yacía tranquilamente bebiendo su té.
-Tu padre desertó de tu tribu –dejó la taza sobre la mesa-, y… Llegó al clan de Eurotas. Y ahora vosotros estáis aquí, para preguntarme quién fue el asesino de vuestro clan. La respuesta, es ese endiablado Sombra.
-No… No lo entiendo –dijo Sirius que se había acercado al oráculo-. Él nos mostró nuestro don, nos condujo hasta ti. ¿Por qué traicionarnos?, ¿Por qué matar a nuestro clan?
El oráculo vaciló, mordiéndose el labio inferior.
-Todo lo tenía preparado…
-¿Dónde está Luna? –corté. Tenía ese sexto sentido que te dice, que cuando tu amiga está sola con un asesino sanguinario, no puede estar muy a salvo.
El oráculo entornó los ojos, se levantó y se dirigió al mueble de figuritas de cristal. Cogió una delicadamente y comenzó a hablar.
-Seguramente habéis oído la historia del herrero mágico –dijo, admirando una sirena de cristal, con sus verdes ojos-. Pero no sabéis toda la verdad. Las Armas Devastadoras, que tontería. Sólo yo conozco la verdad, y sólo yo, os puedo contar la verdadera historia. Sentaos.
Hice lo que me ordenaba, y Sirius me imitó. Su tono no dejaba a discusiones. Era frío como el hielo y, curiosamente, maternal. Dejó la figurita y se sentó de nuevo, retomando el té.
-Hace mucho tiempo, vivió un herrero que forjaba armas muy poderosas. A diferencia de otras historias, este no era como el “Herrero Mágico”, era alguien normal que vivía en auténtica soledad. Sólo los más valientes se atrevían a ir a su cueva, encima del monte más frío de toda la tierra.
Tomó un sorbo de su té, e hizo una mueca al comprobar que estaba frío. <<Tan frío como la cueva del herrero>>-Pensé.
>>Pero un día, una jovencita llegó a su cueva, pidiendo; no, rogando, que forjase un arma para luchar contra… Los Oscuros. Sí, aquella joven, era de vuestro clan, temeraria como ella sola. Su nombre, era el nombre prohibido; y en cuanto llegó al herrero, él se enamoró profundamente de ella, hasta el punto, de forjar un arma de filo negro. Mortal para aquellos lobos, que ahora habitan en tu cuerpo, Sol.
Me dirigió una mirada y yo bajé la cabeza, debí haberlo supuesto. El oráculo lo sabía todo, hasta mi nombre.
>>El herrero la forjaría con una condición, que le concediese un hijo, el único que podía doblegar a la espada. Aceptó, y tras nueve meses, nació una niña de pelo blanco. La verdadera heroína que derrotó a Los Oscuros, invocando a todos los clanes contra ellos. Pero, la única forma de derrotarlos, era fusionar cada alma, con otros cuerpos. Todo el clan se ofreció para guardar el alma de Los Oscuros en su propio cuerpo. La chica, se quedó con el herrero, esperando ansiosamente el regreso de su hija, que se quedó en el clan.
>>Los dioses, al ver el delirio de la espada, la robaron, y el alma de aquella niña fue custodiada, hasta que decidieron reencarnarla en un bebé de su mismo clan. La leyenda cuenta, que si ejecutas a esa niña en la misma cueva del herrero, la espada volverá, y el verdugo, será el nuevo portador.
-Pero, –comentó Sirius-, ¿Para qué quiere Sombra una espada que puede destruir lobos?
Me quedé blanca como el cuarzo de los muros. Así que eso era lo que quería Sombra. Matar a la hija del herrero, para convertirse en el nuevo portador de la espada. Pero, ¿Cómo sabe quién es la hija del herrero?, ¿Para qué quiere el arma?, como bien había preguntado Sirius.
-Para que no se cumple la profecía –afirmó la niña.
Tragué saliva, levemente acongojada.
-La espada –me miró a los ojos, jugueteando con la cucharilla del té-, sirve de llave. Para unir a todos los clanes, en contra de Los Oscuros. Como ya se hizo una vez. Es decir, que si sombra consiguiese invocar la espada, estaríais en grave peligro. Desea destruiros. Sombra es un enviado de los dioses para mostrar vuestra valía, y quiere la espada para traer muerte y desdicha a nuestro mundo, empezó asesinando a su propio clan, y no parará jamás.
-¡Tenemos que encontrarle! –Exclamó Sirius, ya de pie.- Y evitar que encuentre a la hija del herrero.
-Sirius –murmuré-, creo… que ya la ha encontrado.
Puso sus ojos pardos sobre mí, rogándome que no dijera lo que le atormentaba y que en realidad sabía de sobra.
-Es el alma de Luna reencarnada –dije, con lágrimas en los ojos-, no llegaremos a tiempo.
-Permíteme discrepar –replicó el oráculo, seguidamente, sacó un ópalo azul de su cuello, que depositó en la mano de Sirius-. Piensa en tu amiga, cogiendo el ópalo y aparecerás más cerca de ella de lo que crees.
No perdimos tiempo, tocamos el ópalo, y pensamos en Luna.
Todo daba vueltas, mi visión se tornó borrosa y caí sin remedio al suelo.

-Sol, despierta.
Una voz me sacó de mi ensañamiento, devolviéndome a la realidad, comprobando que era Sirius, que me zarandeaba incansablemente. Me incorporé de inmediato y escruté a mí alrededor. Nos encontrábamos en una cueva, Sirius tosió por el polvo y entornó los ojos hacia un punto de la pared rocosa. Allí había un yunque. Sirius se acercó y lo escrutó con la mirada. Un yunque, nada fuera de lo normal. Pero cando Sirius lo tocó, una inmensa entrada resurgió de la tierra, coronada por un gran arco de obsidiana.
Sin pensar, avanzamos por el oscuro pasillo, tan solo iluminado por la luz de mortecinas antorchas. Era como descender al subsuelo, pensé. Cada vez el túnel iba más hacia abajo y la visión, era más difícil. Ambos sabíamos que esa era la casa del herrero y ambos sabíamos que, si no llegábamos a tiempo, Luna moriría a manos de Sombra. Sabía que no era de fiar.
Anduvimos hasta un nuevo arco, esta vez de cristal, que desembocaba a una caverna ovalada y en el centro estaba Luna. Tumbada sobre una mesa, estaba inconsciente, y sobre su pecho, Sombra levantaba un puñal. Llevaba una túnica del rojo de la sangre y Luna tenía todo el pecho descubierto y unos pantalones rajados.
Inconscientemente, adopté mi otra forma y corrí hacia Luna, interponiendo mi propio cuerpo entre el puñal y su cuerpo. Oí a Sirius gritar mi nombre y a Sombra susurrarme en el oído:
-Vaya, hermanita… Veo, que le tienes mucho aprecio, permíteme decir que tu sacrificio no ha servido para nada…
Descargó el puñal sobre mi pelaje dorado.
Y todo se volvió negro.

Desperté en una habitación blanca. No, una habitación no. Estaba en medio de la niebla. Flotaba. Miraba hacia un lado y hacia otro, pero no veía otra cosa que no fuera niebla. Cerré los ojos con fuerza.
Pero, de pronto, pisé algo material. Abrí los ojos. Una cúpula blanca se extendía sobre mi cabeza, y sobre mis pies había una plataforma de piedra. Delante de mí habían dos personas. Un hombre y una mujer. La mujer era extraordinariamente bella, su pelo era la misma noche y sus labios eran rojos como si acabase de beber sangre. Sus ojos eran de un verde intenso. El hombre era muy alto y musculado, su cara estaba enmarcada por mechones de pelo blanco y sus ojos eran del mismo color que los labios de la mujer. Ambos llevaban pieles doradas y me escrutaban con sus ojos.
-Si estás aquí, significa que eres Sol –Afirmó el hombre. Su voz parecía estar hecha de truenos.
-¿Sois… -vacilé- los dioses?
La mujer rió con una risa cantarina, llevándose el dorso de la mano a sus labios.
-Somos… Los verdaderos padres de Luna. Si quieres llamarlo así –dijo. Su voz era el susurro de las olas del mar-. Si estás aquí, significa que estás muerta.
-¡Pero no puedo estar muerta! –Grité al borde del llanto-. ¡Tengo que ayudar a Luna y a Sirius!
El hombre alzó un brazo y, disipando la niebla de la cúpula, me mostró lo que ocurría en la caverna. Luna estaba consciente intentando quitarse mi cuerpo de encima, ya humano. Mientras que Sirius estaba enzarzado en una lucha contra Sombra, pero no estaba transformado.
-Sirius –comenzó el herrero-, es el portador de arma. El oráculo no os mintió, pero fuisteis tan necios para no saber la verdad. Luna es nuestra hija, es verdad, pero la verdadera esencia del portador, está alojada también en su alma. Al igual que la de nuestra hija, él puede portar… Las Armas.
-Pero… -repliqué- La espada será portada por el asesino de Luna.
La mujer arqueó una ceja, con una sonrisa divertida.
-No hablamos de la espada.
Perdió su mano en su túnica, y de ella, sacó un puñal deliciosamente tallado. Asimismo, el hombre, sacó un arco dorado.
-Vuelve a tu cuerpo –dijeron los dos a la vez-, te entregamos el don de las Armas, para que puedas destruir a Sombra, el enviado de los dioses y a sus malévolos planes. A cambio, te quitaremos tu don, el tuyo y el de Luna. Pues Sirius jamás llego a transformarse en un Oscuro.
Me empujaron y sentí que caía y caía…

Y desperté, en mi mano llevaba el arco y la daga. <<Las Armas Devastadoras>>, pensé.
-¡Sol!
Luna me dio un abrazo de oso mientras lágrimas caían de sus ojos.
-Hay que ayudar a Sirius –dije- ¡Sirius!
En el forcejeo que Sirius y Sombra llevaban, él se giró hacia mí y le brillaron los ojos de alegría. Le lancé el puñal, que lo cogió al vuelo. Mientras se defendía como podía, tuve una revelación. El asesino de Luna tendría la espada, pero y si fuese ella la que…
-Luna –capté su atención mientras sacaba el puñal de su “padre” de sus ajados pantalones-, perdóname.
Cogí su mano y puse su daga en ella. Clavé el cuchillo en su vientre, sujetando su mano con el puñal, creando una herida profunda, mientras me miraba perpleja.
-¡NO! –Oí gritar a Sombra.
Un rayo de luz iluminó toda la sala, cegándonos a todos. Cuando pude abrir los ojos un poco, vi a los padres de Luna, medio transparentes y a Luna sonriendo con ellos. Ellos le tendían una espada de filo negro mientras que la herida que le había infringido desaparecía. Ella empuñó la espada, dando las gracias a sus verdaderos padres.
Otra estela de luz me cegó y cuando abrí los ojos vi a Luna empuñando el arma y apuntándola directamente a Sombra.
Aturdida, tensé el arco de mi mano, las flechas eran rayos que salían de su mismo centro, lo cual, fue una suerte, ya que no poseía flechas en ese momento.
Sirius empuñó su daga hacia el pecho de Sombra, que estaba atontadísimo ante el fulgor de luces.
El primero en clavar su daga fue Sirius. Solté la flecha. Y por último Luna clavó su espada en el corazón de Sombra, cerca de su tatuaje de Eurotas. Nada ocurrió.
Se oyó un chasquido y cayó un trozo del techo de la cueva.
Lo único que recuerdo, fue correr hacia la salida aferrada al arco dorado. Me guiaba por la luz de las antorchas, y, antes de que la cueva se derrumbase por completo, conseguimos salir.
-¿Estáis todos bien? –Preguntó Sirius, medio tosiendo por el polvo de la roca y ruborizándose ante el pecho desnudo de Luna. Ella se lo tapó con mi capa.
-Mirad –susurré, señalando hacia el cielo.
Estábamos sobre la montaña más alta y el amanecer se veía más hermoso que nunca, el Sol nos bañaba con sus cálidos rayos. Por una vez en mucho tiempo, el cielo estaba completamente despejado. Lo que creíamos del Sol, eterno villano, había desaparecido. Calentaba nuestra piel, y los dioses nos decían con voz grave:
>>Sois los Guardianes de las Armas Devastadoras, guardarlas y protegerlas, a ellas y a vosotros mismos. A cambio, os damos un mundo cálido y apacible. Disipando la nieve, pero no la perderéis, pues en invierno nevará, recordando esta triste época de pesar>>.
Sirius cerró los ojos, yo cerré los ojos, Luna miraba el horizonte, pero sus párpados cayeron también. Éramos los Guardianes de las Armas Devastadoras, capaces de cortar la tierra, de matar al enemigo de un sólo tajo y de no fallar nunca. Habíamos derrotado a Sombra, enviado de los dioses para descubrir nuestro cometido.
Mientras el alba se alzaba sobre nosotros, hicimos el juramento de permanecer juntos para siempre, de guardar las Armas y proteger la cueva, la tumba de Sombra, para que nadie osase interrumpir su eterno descanso.

Y esta, fue nuestra historia.



EPÍLOGO
EL GUARDIÁN

Y durante más de un siglo, la leyenda de Los Guardianes se ha transmitido de padres a hijos, empezando claro está, por el hijo de Sirius, llamado Sombra, Guardián de la Daga, el Arco y la Espada. Y os diréis, ¿Quién fue su madre?
Podría decíroslo, pero ésa, es otra historia.

FIN


!Ah! Y quería agradecer a 15nuxalXvi por ayudarme con el título 8) .

PD: Espero ganar de verdad T_T
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor 15nuxalxv » Sab Sep 07, 2013 6:45 pm

Siii, me has nombrado! Aunque hayas puesto mi nombre mal... (xD, no te lo reprocho porque me dejas llamarte Orbok).

Bueno, mi opinión ya la sabes. Me encanta el personaje de Luna (por razones OBVIAS), y Sirius, y Sol, y Sombra, y el Oráculo... ¡me gustan todos! :D

Me parece que el misterio del epílogo es obvio y aunque no lo admitas, sabes que es Sol aunque a lo mejor sólo son mis delirios.

En cuanto a como está escrito, a mí me parece que está bien, ya criticarán personas con más criterio que yo :P y que no sean chantajeadas emocionalmente por la autora.

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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor xXOrbOOkXx » Dom Sep 08, 2013 4:46 pm

En realidad no es exactamente Sol :3, pues sólo tendría el arco y la daga :). El oráculo se me ocurrió después de ver matrix :3
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor Naxid » Dom Sep 08, 2013 5:51 pm

Qué narrativa.
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor 15nuxalxv » Dom Sep 08, 2013 11:45 pm

Orbok escribió:En realidad no es exactamente Sol :3, pues sólo tendría el arco y la daga . El oráculo se me ocurrió después de ver matrix :3


Entonces cómo narices... POR EL AMOR DE JÉNOVA, QUE ASCO :shock: :shock: :shock:
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Sep 09, 2013 10:50 pm

Naxid escribió:Qué narrativa.


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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Sep 09, 2013 10:51 pm

[quote="]

Entonces cómo narices... POR EL AMOR DE JÉNOVA, QUE ASCO :shock: :shock: :shock:[/quote]

Tranquila, no es lo que tu piensas
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor Naxid » Lun Sep 09, 2013 10:57 pm

xXOrbOOkXx escribió:
Naxid escribió:Qué narrativa.


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No no, era una expresión para decir que tú narrativa es sublime. Te doy mis dieces compañero.
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Re: La leyenda de los últimos Leónidas

Notapor xXOrbOOkXx » Mié Sep 11, 2013 4:09 pm

No no, era una expresión para decir que tú narrativa es sublime. Te doy mis dieces compañero.[/quote]

Vaya, muchas gracias. De verdad estoy contenta por que alguien comente mi post :)
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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Tercera Saga:

Prólogo de Simbad
"Bastión Hueco" Choque de culturas (Encuentro)
"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
"Islas del Destino" ¡Buscad a mi perro! (Misión)
"Castillo de Bestia" Solos entre lobos (Primer encuentro - Saga Délaissé)
"La Cité des Cloches" Los miserables (Encuentro)
"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
"Selva Profunda" Día de monos (Encuentro)
"Port Royal" Los muertos no cuentan cuentos (Trama)
"Tierra de Dragones" Linda Flor (Misión)
"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)
"Evento Global" El esclavo del olvido
"Evento Global" Ruta de los perdidos

Evento Halloween 2014
"Especial libre" El laberinto de los corazones
"Especial libre" San Valentín III
"Islas del Destino" Yincana veraniega
"Evento libre" La Mansión Encantada II: La Venganza

Cuarta Saga:


"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
"Port Royal" De copas con la muerte (Encuentro)
"Bastión Hueco" De magdalenas y vicios franceses (Encuentro)
"La Cité des Cloches" Insomnia (Primer encuentro - Saga La Musique du Silence)
"La Cité des Cloches" Somnia (Segundo encuentro - Saga La musique du Silence)
-"Port Royal" El barco que desaparece en la niebla (Misión)
"Tierras del Reino" Donde duermen los gigantes (Trama)
"País de los Mosqueteros" Todos Para Uno (Trama)
"Ciudad de Paso" Un nuevo Crepúsculo (Trama)
"Ciudad de Halloween" El ataque de Boogieman (Trama)
"La Cité des Clochés" Fuego Infernal (Trama)
"Espacio Profundo" Planta 313 (Encuentro)
"Mundo Inexistente" Pasajes Oscuros (Trama)
"Tierra de Partida" Penúltima Parada (Encuentro)
"Evento Global" El principio del fin
"Atlántica" Perdona pero quiero casarme contigo (Encuentro)

"Especial libre" El laberinto de los corazones II: Escape
"Especial libre" World War Christmas
"Especial libre" El San Valentín está aquí
"Especial libre" ¡Exámenes finales
"Especial libre" La inocencia perdida
"Especial libre" Misión: Salvar la Navidad

Timeskip (Finales 1013-1017)

"Tierra de Partida" Examen de Maestría (30 Diciembre 1013)
"Jardines de Tierra de Partida" Doomsnight (Libre) (31 Diciembre 2013)
"País de las Maravillas" El último regalo (Minitrama) (Julio 1014)
"Jardines de Tierra de Partida" El Regreso (Libre) (Finales de Marzo de 1017)

Saga final:

"La Cité des Clochés" Santuario (Trama)
"La Cité des Clochés" La última noche en París (Libre)
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