Freya—
Eso no será necesario.Las dos pistolas que desenfundó Freya crearon una conmoción aún mayor en el mercado, sacándoles gritos de congoja a la marabunta de mirones. Aunque también consiguió atraer la atención del orondo mosquetero, que puso los ojos como platos por el repentino giro de los acontecimientos.
El caso, es que esos segundos en los que miraba a la aprendiza fueron más que suficientes para que el joven espadachín se le acercase a una velocidad apabullante, asestándole un tajo ascendente en la mano que sostenía la pistola. El gato aulló de dolor, soltando a la chica de cabellos dorados, y retrocedió con torpeza hasta perder el equilibrio y caerse de culo. El corrillo de gente se apartó de inmediato para que el corpachón del animal no les aplastase, llevándose solo por delante un tenderete de fruta que destrozó por completo.
—
Han atacado al capitán…Los murmullos de temor por parte de los transeúntes se apoderaron de la plaza, clavando sus miradas en Freya y en el otro muchacho, que le dedicó una sonrisa socarrona a ella y a la otra chica. La segunda se limitó a rehuirle la mirada, no tan contenta como cabía esperar y compartiendo el temor de los demás mientras se frotaba el brazo por el que la tenían presa.
—
¡Niñatos del demonio! ¡Os vais a enterar!El felino golpeó con el puño el suelo y se incorporó hecho una furia, cubierto de restos de fruta por todas partes y despedazándoles con la mirada. Hizo amago de desenvainar su estoque, pero justo antes de que sus dedos rozasen la empuñadura, una bola de fuego le pasó por detrás el hombro y se cayó de culo del susto. El chico castaño ahogó una exclamación y pegó un brinco hacia atrás antes de que el proyectil le diese de lleno. ¿Qué había sido eso?
—
¡Oh, dios mío!Entonces, una persona ajena apuntó al cielo con el índice, aterrorizado. El motivo de su pánico no era nada menos que una decena de criaturas rojizas con forma de campana y ojos amarillentos, con las puntas de sus cabezas cargando pequeñas bolas ígneas. Cómo no, Freya ya las conocería.
X10 —
¡Son los demonios!Y el caos se desató: una estampida de mamíferos, aves y otras especies animales corrían de un lado para otro, ya fuese para huir de los Sincorazón o de los proyectiles que llovían desde arriba. Al estar en mitad de todo aquello, Freya acabó más perdida que antes. Empujones y codazos de gente desesperada le venían por todos lados. No se veía por ninguna parte ni al gato ni al joven espadachín entre tanto desastre, pero…
—
¡S-socorro!Reconocería la débil voz de la chica de antes. Con un poco de esfuerzo lograría dar con ella, agazapada en el suelo y cubriéndose con los brazos para que nadie la pisase. Sin embargo, con la cara tapada no dio cuenta de que justo encima suya tenía a uno de los Nocturnos rojos, acumulando fuego en su cabeza para preparar un nuevo hechizo con el que atacarla.
Si Freya no actuaba rápido, las consecuencias serían terribles, pero… ¿Qué hacer? ¿Se arriesgaría a intentar deshacerse del Sincorazón con tan solo sus pistolas? ¿O se atrevería a usar la magia o la Llave Espada? Lo mismo nadie se percataba cuando se esforzaban en salvar sus vidas, y con tanta bola de fuego volando de un lado para otro…
*****MakotoMakoto no se lo pensó dos veces y optó por la opción que creía más efectiva contra los Sincorazón. La Llave Espada apareció en su mano con un chasquido metálico, y ante eso el ratón reaccionó dando un respingo y con los ojos tan abiertos que parecía que se le fuesen a salir de las cuencas. Estaba claro que le había pillado por sorpresa, aunque más que asustado, denotaba… ¿asombro?
Lo primero que hizo el aprendiz fue disparar un Electro al Soldado más cercano, derribándolo en el acto y aprovechando para rematarlo con un par de estocadas. Sin embargo, su plan de acabar con ellos de uno en uno se vio frustrado cuando los otros tres se abalanzaron a por él cual animales rabiosos. La gran desventaja de usar la Llave Espada es que actuaba como un imán para los Sincorazón, y con ello solo consiguió atraer la atención de todos, para mal.
Pronto se vio abrumado por la superioridad numérica y le fue imposible contener a los tres, llevándose un zarpazo en el hombro izquierdo que le escocería como mil demonios. A ese paso no tardarían en echársele encima y destrozarle entre cuchilladas de dolor.
—
¡Perla!Hubo un fugaz centelleo, y uno de los Soldados se volatilizó en una explosión de luz, dejando tan solo un corazón que flotó hasta los cielos. Los dos restantes ni siquiera tuvieron la oportunidad de reaccionar, en ese instante sus cuerpos se partieron de súbito en dos y sufrieron el mismo destino que la anterior.
Para cuando Makoto diese cuenta de lo que había ocurrido y los cuerpos de los Sincorazón se desvaneciesen del todo, vería al pequeño ratón a un par de palmos de donde estaba, no empuñando su estoque, sino un arma bastante peculiar que el aprendiz reconocería de inmediato: una Llave Espada.
—
¿Te encuentras bien?El roedor le tendió una mano para ayudarle a incorporarse e inspeccionó la herida de su hombro. Nada más comprobar que no era nada grave, soltó un suspiro de alivio. Lanzó una mirada furtiva en derredor y desmaterializó su Llave Espada, para luego indicarle con un gesto a Makoto para que hiciese lo mismo.
—
Cielos, no me esperaba para nada toparme con otro Portador por París. Me has dado un buen susto. —Se cruzó de brazos y le dirigió una mirada de reproche—.
Aunque deberías ser más prudente al invocar la Llave Espada o puedes acabar en apuros como el de antes. Pero supongo que una emergencia es una emergencia. —Ladeó la cabeza e hizo una mueca—.
Ah, sí, perdona mis modales, me llamo Mickey. ¿Qué tal si me explicas que te trae por aquí? Makoto no se hizo demorar y le contó al ratón que le llevaba siguiendo desde la taberna, cuando le pidieron avisarle. Mickey chasqueó la lengua y se dio una palmada en la frente, como si se hubiese acordado de algo importante de sopetón.
—
Aaaah, cierto… El capitán Treville dijo que se iba a reunir con un hombre que le ha estado ayudando en… —De pronto, los ojos se le iluminaron, consciente de una revelación, y señaló a Makoto con el dedo—.
T-tú no irías con ese hombre, ¿verdad? No será por un casual un maestro de vuestra Orden. —Le revelase o no Makoto que, en efecto, con quien iba acompañado era un Maestro, Mickey prosiguió—:
Vale, lo primero de todo es volver a la taberna. El capitán se debe estar preguntando dónde nos hemos metido.Acordando su plan de acción, Mickey le indicó que le siguiera por el callejón desde el que llegaron. Sin embargo, un problema bastante gordo les iba a impedir dar un paso más hacia la dirección pensada.
—
¿Pero qué…? —La sorpresa del ratón fue que el despachar a los Sincorazón deshizo las barreras que trajeron consigo… en parte. La de la otra salida ya no estaba, pero la que bloqueaba el camino que les llevaría a la taberna seguía allí. Le dio un ligero golpe al muro de luz con los nudillos y bufó—.
Estarás de broma. ¿Y ahora cómo vamos a…?Calló y frunció el ceño. Acto seguido, pegó la oreja en la barrera y aguardó cinco segundos en vilo hasta que se giró a Makoto con aires de preocupación y declaró:
—
Se acerca alguien. Creo que son dos por las pisadas.Miró por encima del hombro la otra salida y posó sus ojos en Makoto, comunicándole e silencio cuál era su intención. Su expresión le dejaría claro bajo ningún concepto estaba dispuesto a arriesgarse a que los encontrasen al llevar consigo a un novato. Bien podían abandonar el callejón por el único camino disponible, o si lo prefería, esconderse en alguna parte y esperar que los que viniesen no los encontrasen. Había unas cuantas cajas y barriles que les podían servir.
Makoto
VT: 9/12
PH: 6/8
Te explico: el valor de tus PH viene determinado por tu nivel multiplicado por 2. Al ser cuatro (aunque pone que eres cinco, pero no has actualizado ese nivel), tus PHs totales son 8. Te he contado solo el Electro.
*****Maya y Lawrence—
Como os he dicho, tenemos un problema bastante gordo para controlar a los Sincorazón de por aquí. Supongo que habréis escuchado los rumores de unos demonios negros que han estado causando desastres por diversos puntos de la ciudad —comentó, rascándose la sien un tanto preocupado—.
Pues han sido bastantes. Más de los que nos podemos hacer cargo. —
Tampoco te pases. Ni que fuésemos unos inútiles —le reprendió Donald, poniendo los ojos en blanco. Aunque su expresión agria no le duró mucho cuando Goofy le dirigió una mirada cansada, y esbozó una mueca de sumisión—.
Pero… andamos limitados cuando lo único efectivo que tenemos contra los Sincorazón es la Llave Espada del rey. Y tampoco es que podamos usar la magia tan a la ligera en un mundo en el que las acusaciones de brujería están a la orden del día. —
Y, bueno, respecto a lo del rey…Goofy y Donald intercambiaron miradas de complejidad, sin saber muy bien como continuar con el pequeño asunto de Mickey. Al parecer, habían topado con un tema delicado.
—
Siendo francos, la idea principal del rey era ir solo. Tuvimos que ser nosotros los que le convencimos para acompañarle, y vaya si nos costó. Parecía querer a toda costa que nadie más se enterara de su viajecito, ni siquiera los de vuestra Orden —confesó, en cogiéndose de hombros.
Y eso sería lo único que podrían sacar sobre Mickey. Ni sus dos compañeros podían explicarles el por qué el ratón estaba tan empeñado en lidiar con los Sincorazón sin que nadie más lo supiese. Lo única opción que les quedaba era preguntárselo a él mismo cuando lo viesen.
—
Por cierto, chicos, teníamos pensado reunirnos con el rey para llevarle una pista que nos podría acercar al misterio detrás de los Sincorazón. ¿Os parece bien si antes le echáis un vistazo? —Pasó a mirar a su compañero—.
Vamos, Donald. Son Portadores, sabrán mejor que nosotros de estas cosas.El pato se mostró un tanto reacio al principio, rascándose por debajo del pico, pero al final acabó por ceder y darle el visto bueno con un gesto. Goofy rebuscó en uno de los bolsillos del uniforme y les mostró a los chicos lo que se había sacado: un pequeño guijarro de tono azabache que tintineaba. A Lawrence le costaría percibirlo, pero el ojo experimentado de Maya detectaría unos finos hilos de oscuridad rezumando de la piedra.
—
Lo encontramos por los alrededores del último lugar en el que aparecieron los Sincorazón. ¿Qué os parece?Maya y Lawrence no tendrían ocasión de formular sus preguntas o de inspeccionar el guijarro de más cerca cuando una pelota del tamaño de un puño cayó a sus pies y estalló, liberando una inmensa nube de humo que se los tragó. Los ojos les empezarían a escocer, y la humareda les dificultaría respirar (las toses de Donald y Goofy podían escucharse).
Entonces, algo empujó a Lawrence por la espalda y lo envió de morros contra el suelo. Maya también se llevó un codazo que la apartó hacía un lado. Ninguno logró atisbar por donde le vinieron los golpes con todo ese humo.
—
¡Eh! ¡Para! ¡¿Qué estás haciendo?!Una mano les agarró de la muñeca y consiguió sacarlos del humo, para su alivio. Resultó ser Goofy, con los ojos llorosos por ese ataque a traición. Donald también andaba cerca, con la mano en el pecho y sufriendo un estridente ataque de tos. Aun desorientado, logró alzar la cabeza y dio un respingo nada más percatarse de un ligero detalle y le señaló para que diesen cuenta los demás.
No estaban solos.
Una figura alta, muy alta, cubierta de arriba abajo por ropajes oscuros y una siniestra máscara de metal les vigilaba desde la distancia. Bajó la vista hasta la palma de su mano, en la que sostenía una piedra negra muy familiar y jugueteaba entre sus dedos. Goofy exclamó y se llevó la mano a los bolsillos, ansioso.
No halló lo que buscaba. Era su piedra.
—
¡Ladrón! ¡Eso es nuestro! —le acusó Donald, iracundo.
El enmascarado se mantuvo en silencio y alzó la piedra. El aura oscura que la rodeaba se intensificó, haciéndose más notable, y dos portales negros aparecieron en su frente, trayendo consigo a dos
Grandullones que les obstaculizaron el paso al grupo. Donald y Goofy retrocedieron, asustados, mientras que el tipo de negro aprovechó para dar media vuelta y alejarse de la escena.
X2 Dependía de los aprendices como afrontar este problema de tal “envergadura”, puesto que los dos compañeros del rey estaban demasiado aturdidos para reaccionar a tiempo. Esa clase de Sincorazón destacaba por su fuerza y resistencia, pero eran lentos de narices. Podrían ocuparse de ellos, aunque eso significaría dejar escapar al enmascarado con la piedra y perderle la pista.
*****SimbadMilady acentuó su sonrisa de porcelana ante la afirmación de Simbad. Meneó la cabeza para indicarle que le siguiera a la salida, avanzando con paso grácil. El gitano daría cuenta de que todavía tenían pegadas algunas de las miradas de los comensales de la taberna, un poco menos cantosas que cuando se montó el embrollo de antes con los dos individuos de la guardia. Al salir, la mujer procedió a explicarle:
—
Iremos a investigar por las cercanías de uno de los puntos en los que se vieron recientemente a vuestros queridos demonios. No han vuelto a aparecer por allí desde la semana pasada, pero nunca está de más tener un par de aceros para prevenir —añadió con un ligero vaivén de su índice—.
Ah, sí. Debo deciros que contaremos con más compañía. Milady avanzó un par de pasos e irguió su cuello de cisne para otear los alrededores. Se detuvo nada más dar con tres figuras enfundadas en los uniformes de la guardia cardenálica. El más alto de los tres, dándoles la espalda, parecía discutir con los otros y los despachaba. Si Simbad se fijaba, reconocería a las dos comadrejas de antes, yendo calle abajo.
El que quedaba se dio la vuelta y descubrió a Milady, que le llamaba con la mano. Al acercarse, se le distinguió como un lobo antropomórfico de pelaje pardo y con dos afilados colmillos que le sobresalían de la mandíbula inferior. Hizo ademán de intercambiar palabras con Milady en cuanto se percató de la presencia de Simbad, dirigiéndole una fiera mirada y mostrando un poco más sus afilados dientes.
—
¿Qué hace él aquí? —cuestionó con voz ronca. Por su tono despectivo y directo, el gitano podía hacerse a la idea de que las comadrejas debían de haberle mencionado el altercado de la taberna, y que él estaba inmiscuido.
—
Vendrá con nosotros, Gilles. Más vale prevenir que curar. El tal Gilles frunció el ceño y gruñó por lo bajo, vigilando por el rabillo del ojo al aprendiz.
—
Me han encargado vigilarla a usted, no a un jaranero que ha encontrado en una taberna de mala muerte. —
¿Me vais a hablar vos de jaraneros cuando he tenido que bajarles los humos a vuestros hombres? —se jacto con tono agrio, dedicándole una expresión adusta—.
Vuestro capitán solo os ha mandado seguirme, eso seguirá así. Seré yo la que se haga responsable del muchacho. Pasó a mirar a Simbad y le mostró una de sus aterciopeladas sonrisas. Gilles negó con la cabeza y chasqueó la lengua, reprobando la idea de la mujer. Al final se dio la vuelta y apuntó hacia una calle con la barbilla.
—
De acuerdo, no perdamos más tiempo. —Volvió a clavarle los ojos a Simbad—. Y tú mantente en donde pueda verte.
Así pues, la mujer y el lobo emprendieron la marcha. No obstante, antes de que Simbad comenzase a caminar, notaría cierto movimiento por los tejados de la calle. Solo fue por un escaso segundo, pero percibió algo granate moverse a una velocidad apabullante y desaparecer en el acto. ¿Habría sido su imaginación?
No podría pararse a pensarlo. Los otros dos ya se estaban alejando demasiado.
***Llevarían no más de diez minutos andando. El mayor detalle que llamaría la atención del aprendiz es que las calles por las que deambulaban eran más desoladoras que la avenida por la que comenzó a husmear: todos y cada uno de los establecimientos estaban entablonados, y no con mucha delicadeza, como si lo hubiesen hecho con prisas. Eso sin contar que también se apreciaba un mayor número de destrozos en aquellos por los que se podía husmear.
Entonces llegaron hasta un enorme caserón en mitad de una plazoleta, con las ventanas tapadas por más tablones, y la puerta principal cerrada a cal y canto por un candado. Mientras Gilles se adelantaba a toquetear el susodicho, Milady aprovechó para contarle a Simbad que aquel edificio se utilizaba como hospital militar, antes de que el altercado de los
yeux d’ambre hiciera mella en el bulevar.
—
Hasta la fecha es el caso más grave que hemos sufrido. Los mosqueteros no tardaron en aislarlo por completo por miedo a que más demonios apareciesen y la ardua tarea de controlar un lugar tan grande en caso de que se diese el caso —argumentó—.
Por eso apenas se investigó, y ahí es donde entramos nosotros. Al cardenal le interesará saber si hayamos cualquier pista que nos lleve hasta la aparición de los demonios. Milady se quedó observando al oficial de la guardia pelearse con el candado. Simbad podría aprovechar para formular cualquier pregunta que le viniese a la cabeza. Eso sí, no serían muy largas porque su vista detecto a algo escurrirse por la parte trasera del caserón como alma que lleva el diablo. Y le llamaría la atención de que dejó tras de si una estela rojiza, similar a la que vio por los tejados mucho antes.
¿Coincidencia? Podría ser, pero también podía probar a echar un vistazo por detrás para asegurarse de que su mente no le estaba jugando una mala pasada. Eso sí, tendría que ingeniárselas si pretendía separarse del grupo. Gilles no le iba a quitar el ojo de encima (echaba de vez en cuando un vistazo fugaz por encima del hombro mientras se encargaba de la puerta), y se supone que estaba allí para hacer de guardaespaldas de Milady.
Por supuesto también tenía la opción de hacer caso omiso a lo que hubiese visto y esperar para entrar por la puerta principal.
Fecha límite: Sábado 20 de febrero