—¡¿Cuantas kupoveces te he dicho que no cojas nuestras kupoherramientas sin permiso, kupo?! —la aguda voz de un Moguri gritó a la vez que empujaba al intruso fuera del taller.
Dos trastabilló tras el empujón, recuperando el equilibrio al momento. Algo arrepentida, se volvió hacia el animalillo sonriente.
—Tampoco es mi culpa que haya pasado así, no había ningún Moguri en los alrededores —se excusó la droide —. Y como realmente solo necesitaba el ajustar una tuerca de mi brazo derecho, pensé que no les llegaría a molestar que tomara una simple llave inglesa para algo tan breve.
—¡Pues claro que es molesto, kupopo! —revoloteo muy alterado este —. Hemos perdido muchas herramientas en manos de aprendices manazas como tú, kupo.
El Moguri la golpeó con su manita a modo de acusación.
—Estoy cien por cien segura de que yo devolvería todas las herramientas —negó la droide meneando su cola divertida —. Como verá, tengo una capacidad de memoria superior a la de cualquier orgánico y al funcionar mi cabeza como un almacén de datos, el recordar cosas tan simples como que…
—¡Recuerda esto, kupo! —el Moguri la cortó y saltó sobre la robot — ¡No vuelvas a tocar nuestras kupoherramientas, kupo!
Y cerrando con un portazo, el animalillo dejó a una confundida Dos fuera, en el pasillo.
—Dato que añadir sobre los Moguris, son criaturas muy gritonas.