Tras la batalla
Desde que Link derrotó a Ganondorf en la gran batalla de Hyrule, nada fue igual. Las gentes de la ciudadela eran felices y podían viajar desde Kakarico a la Ciudadela, pasando por las grandes y bastas praderas sin encontrar peligro alguno. Link era el Rey de Hyrule, junto a su Reina Zelda. Cinco años después tuvieron un hijo llamado Lon, en memoria del rancho Lon Lon. Vivieron felices durante más de 10 años, hasta que todo cambió. El Castillo de Hyrule era el castillo más grande de toda la región. Era espléndido e incluso la persona más infeliz del mundo lo miraría y encontraría la felicidad. Tenía cuatro grandes torreones, donde vivían, en uno, los reyes, en otro el príncipe, y en los restantes, el servicio real. Tenía dos jardines, veinticinco habitaciones fuera de los torreones, más de 700 escalones y un comedor principal, aparte de varias cocinas y un pasillo de casi un kilómetro de largo. Una mañana, Lon se levantó excitado y alegre como si algo bueno le fuera a ocurrir. El chico fue corriendo al comedor. Lon se parecía bastante a su padre. Tenía un pelo rubio y sedoso y unas orejas puntiagudas, típicas de los hylianos. Era flaco pero no muy alto, quizás más bajo que la gran mayoría de los chicos de su edad. Pero en sus ojos grandes y azules se veía el valor que cubrió un día a su padre. Link se despertó con el alba, miró por la ventana y pudo observar a las gentes de la ciudadela, panaderías y mercados abiertos para recibir a los clientes que mas tarde irían. Link no había cambiado mucho, su pelo seguía siendo rubio, seguía habiendo valor en sus ojos, y aun seguía vistiendo con orgullo los ropajes que llevó en la gran batalla de Hyrule, incluso el mismo gorro. El y su mujer la princesa Zelda, bajaron a desayunar. La princesa Zelda seguía tan guapa y radiante como el primer día. Seguía imponiendo respeto, tan alta y firme como siempre. Tenía un pelo rubio que le colgaba por los hombros. Y seguía vistiendo también los ropajes del día de su boda. Bajaron por la larga escalera de caracol que conectaba el torreón con el comedor. Cuando llegaron, su hijo ya estaba allí sentando, esperándoles.
-Vaya, parece que estas nervioso, ¿cierto Lon?- dijo la Reina con cierto tono de ironía.
-No, madre solo que no tenía sueño y...-no se le ocurrió que decir.
-Ya ya- contestó su madre.
Los tres se sentaron a comer el inmenso buffet que los sirvientes habían preparado, cuando llegó uno de los treinta y siete mayordomos y dijo:
-El carruaje espera al señorito.
Lon bajó corriendo desde el comedor hasta la sala principal. Donde se encontró con Iván. El chico corrió a darle un fuerte abrazo, cuando aparecieron sus padres.
-Que te lo pases bien hijo- dijo Link, sonriendo.
-Lo haré- contestó su hijo.
Iván y Lon montaron en el carruaje. Salieron de la ciudadela y llegaron hasta las vastas praderas de Hyrule. Cuando estaban a punto de entrar en Kakarico, Lon miró hacia atrás y para su sorpresa lo que vió detrás no fue nada bueno: cinco jabalíes gigantes con dos monstruos encima cada uno de ellos. El caballo intentó huir, pero no pudo. Lon cayó del carruaje junto a Iván y los dos cayeron por un precipicio. El río les arrastro por el cauce hasta que llegaron a una cascada, por la que cayeron. Cuando Lon abrió los ojos vió una criatura tan extraña que estuvo a punto de gritar, pero no lo hizo. Era alta y tenía unos ojos muy azules, llevaba un tridente en la mano y un traje con brillantinas azules, era un señor de los mares, era un Zora. Pero no un Zora cualquiera, era el Rey Ralis.
-¿Link?-dijo el rey.
-No, soy su hijo- contestó.
-¿El príncipe Lon?, cuántas veces hemos oído hablar de ti- dijo excitado Ralis.
Lon se levantó y miro a su alrededor: lo que vio era casi indescriptible. Miles de criaturas como el príncipe Ralis descansaban y nadaban a su alrededor. Eran bellas, muy bellas. La sala donde se encontraba era pequeña. Un lugar circular, con un pequeño lago en medio (aunque bastante profundo) con un trono al final, donde se sentaría Ralis. Lon dio un brinco.
-¿Donde está Iván?- preguntó.
-Está en el fondo del lago jugando con mi hijo.
Lon se dispuso a tirarse al lago cuando Ralis le paró y le dijo.
-Antes debes ponerte esto.
Era un traje magnífico, igual que un Zora. Era un traje Zora, el cual un día uso su padre.
-Con el podrás bucear toda la eternidad- dijo Ralis.
Lon no dudó en ponérselo y saltó al agua.
-Ya estáis bien, ¿no Lon?- le preguntó Iván.
-Sí.
-Está bien, entonces ya podemos irnos ¿no?
-Supongo- dijo el príncipe indeciso.
Lon e Iván se dirigieron hacia el rey Ralis y dijeron:
-Perdona, rey, ¿cómo podemos llegar hasta Kakarico?
-¿Kakarico?-se preguntó indeciso- bajad por la cascada y seguid el caudal del río, hasta llegar al curso alto del río Zora, allí encontrareis un cabaña donde se alquilan barcas, coged una y bajad por el río hasta llegar al Lago de Hylia, tened cuidado con los rápidos, allí hablad con Tobías y preguntadle como llegar a Kakarico.
-Muchas gracias por su hospitalidad, Rey Ralis.
-Para eso estamos- contestó con simpatía.
Los chicos emprendieron su viaje, salieron de la región de los Zora y llegaron a la gran cascada Zora. Era un lugar inmenso, donde la luz del sol se reflejaba sobre el agua. Los Zora hablaban entre ellos, otros nadaban, otros descansaban. Era un lugar circular, como un pequeño lago encerrado en alguna montaña. Lon no dudó un momento y se tiró por la cascada de cabeza, cayó en el agua.
¡Salta, Iván!- gritó
Iván indeciso, saltó. También cayó al agua.
Los dos sabían nadar y siguieron el curso del río hasta que llegaron al Curso Alto del Río Zora. Era lo que se podrían llamar un descanso del río. Donde este tomaba varios caminos, por un lado iba hacia la cabaña, por otro a las praderas y por otro a la cascada de los Zora, aunque allí no podía llegar nadie, porque sería nadar a contracorriente, y esta era muy fuerte. Allí vieron la cabaña, y entraron. Dentro había un Zora y una mujer. La mujer era baja y regordeta. Con ojos claros y pelo castaño.
-Bienvenidos a la Cabaña de Flora- dijo la chica-¿Queréis llegar hasta el Lago?, solo os costara 20 rupias.
-¿Rupias?-dijo Lon extrañado- no traemos rupias.
-Chico, pues entonces me parece que no podréis bajar al Lago.
-P-pero, es muy importante-Lon contó toda la historia.
-Oh, pobres- dijo Flora-está bien, debido a las circunstancias, os dejare bajar gratis.
Lon e Iván subieron a la barca, y Lon cogió el remo, su amigo se dispuso a mirar el paisaje. Al principio, el viaje no fue muy movido, pero más tarde empezó a haber corriente, y la barca comenzó a deslizarse hacia los lados.
-¡CUIDADO!-gritó Iván.
Una gran roca se disponía a derribarlos.
-¡SALTA!- aconsejó Lon.
Los chicos saltaron de la balsa, justo antes de que esta se rompiera en pedacitos.
Aunque no sabían que hubiera sido peor. Porque ahora estaban ahogándose entre los rápidos. Lon consiguió agarrar una gran piedra antes de caer por una pequeña cascada, pero Iván cayó. El príncipe no se pudo sujetar durante mucho tiempo y también cayó. Cuando estuvo a punto de perder la respiración, una catarata les dejó en el Lago de Hylia. Al bajar la catarata, los chicos cayeron fuertemente contra el agua, y salieron a flote. Lon tomó aire, al igual que Iván. Nadaron hasta la orilla y allí cayeron al suelo rendidos. Cuando al fin pudieron levantarse, vieron antes sus ojos un hermoso y grandioso lago, con árboles y rodeados por una montaña y mirando al cielo, podían observarse el Gran Puente de Hylia, el cual cruzaba el Lago de lado a lado. Una pequeña cascada hacia subir por el gran río Zora. Y en el centro había una extraña casa de colorines y al lado una plataforma de varios pisos. Fueron hacia la casa.
-Bienvenidos, soy Tobías, ¿en qué puedo ayudarte?- dijo un hombre extraño. Era pequeño y gordo, tenía un peinado afro de color rosa y la cara pintada de blanco: era un payaso.
-Buenas, señor, queremos saber por dónde se llega a Kakarico.
-¿Kakarico? Es imposible llegar hasta allí si no tienes un ave que pueda ascender hasta la pradera.
-Es importante llegar hasta allí- dijo el príncipe.
-Pues, hay una manera, pero es muy arriesgada, ¿Queréis intentarlo?
-¡SI!- gritaron los dos a la vez.
-Está bien, os explicaré como llegar. Con un cañón podréis llegar hasta el Desierto Gerudo, cruzarlo, y llegar al Templo Gerudo. Cuando lleguéis, debéis enfrentaros a la familia de espectros. Cuando la derrotéis podréis entrar en el corazón del templo, donde descansa El Alma del Lobo. Aunque a lo mejor hay alguien custodiándola…-explicó Tobías- Si la conseguís, podréis convertiros en lobo y teletransportaros hasta cualquier lugar de Hyrule, Kakarico incluido. Habéis tenido suerte de que tengo un cañón, os llevaré hasta el desierto.
Los chicos se introdujeron dentro del cañón y Tobías se puso detrás de este, la pólvora hizo el resto. De repente, se oyó una explosión, y Lon e Iván desaparecieron de la vista.
Continuará