¿Cómo sería usar la magia de la Llave Espada y prender fuego a partir de la nada? Ragun me habló sobre los miles de hechizos que podía invocar nuestra preciada arma, y el hecho de que me dijese que seguramente se me diera bien... tenía unas ganas enormes de probarlo.
Ike saltó del árbol con habilidad y llegó hasta donde estábamos nosotros, ofreciéndonos la mano. Yo gustosa se la di, aunque algo tímida y sonrojada, al tenerle ahora tan cerca.
"¿C...cómo...?"
Su temperatura corporal era muy superior a la mía. No es que fuese cálida: ardía. Aunque él no parecía tener fiebre, ni estar sudando por el caluroso día. Más bien todo lo contrario, había energía en cada uno de sus gestos.
—Vamos a divertirnos. ¿Vale? —dijo Ike, con un tono tranquilo.
Aún así, noté algo extraño cuando apretamos las manos. Un sentimiento triste, lejano... pero lo notaba.
Temerosa de que el causante fuese de nuevo el broche de plata, terminé de darle el apretón a Ike y observé la joya. No. Esta vez no había sido el medallón que adornaba mi rebeca. ¿Entonces...de dónde provenía esa tristeza? ¿De Fran? ¿Ike quizás? El corazón de plata me había dejado tranquila durante un par de días desde el incidente de mi Glider, al igual que los cuchicheos de los aprendices sobre mi curiosa llegada. Todavía recordaba aquella terrible pesadilla que tuve antes de conocer a Ragun y a Mogara. Sin embargo, no había vuelto a soñar con esas espantosas criaturas... algo que agradecía enormemente.
—¿Queréis sacar vuestras armaduras para comparar colores o algo? Para pasar el rato antes de que el Maestro Kazuki no haga entrenar.
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—Mmm... ¿y si nos vamos preparando... hasta que vaya llegando el Maestro Kazuki? Quiero decir... calentando o algo...
Hice aparecer mi llave espada, acordándome de los movimientos de Ragun, las posturas que me enseñó durante mi primera noche en Tierra de Partida.
—Mmm... Ike, ¿de qué mundo eres? Fran y yo somos de Villa Crepúsculo. Por tus ropas... debe de ser...bueno... un lugar muy... místico —pregunté, intentando que no se me notara la vergüenza y la timidez en la voz.
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