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diegollave: ¡Me alegro mucho de que te haya entusiasmado la historia de esa manera! Espero que la siguiente parte te guste igualmente que lo anterior ^^
Sombra: Recuerdo que escribí el cuento entero en los cuatro días de Carnaval, no paré hasta terminarlo xD, y estaba yo algo romanticona esos días (?). Sin duda, Alabastar también es mi personaje favorito en este cuento. Incluso al empezar a escribirlo no tenía una idea exacta de cómo iba a ser. Pero bueno, fueron surgiendo a medida que desarrollé los primeros capítulos.
Zero: ¡No sabes lo feliz que me has hecho con tu crítica! ¡Gracias por pasarte a leer! En realidad, todavía no sé cual es mi estilo a la hora de escribir, me lo he estado planteando cuando me lo has dicho. Sí, parece ser que le doy más énfasis a los diálogos que a las descripciones, aunque intento mejorar eso (por ejemplo, en el rol del foro). Y lo del "se" me tiene frita, porque no sé cómo corregirlo :S En fin... ¡Gracias de nuevo y espero que el final del cuento te guste! Y que no te suene "Crepuscular", ni mucho menos, porque en ningún momento he usado referencia de Stephenie Meyer. ¡Un saludo!
Sombra: Recuerdo que escribí el cuento entero en los cuatro días de Carnaval, no paré hasta terminarlo xD, y estaba yo algo romanticona esos días (?). Sin duda, Alabastar también es mi personaje favorito en este cuento. Incluso al empezar a escribirlo no tenía una idea exacta de cómo iba a ser. Pero bueno, fueron surgiendo a medida que desarrollé los primeros capítulos.
Zero: ¡No sabes lo feliz que me has hecho con tu crítica! ¡Gracias por pasarte a leer! En realidad, todavía no sé cual es mi estilo a la hora de escribir, me lo he estado planteando cuando me lo has dicho. Sí, parece ser que le doy más énfasis a los diálogos que a las descripciones, aunque intento mejorar eso (por ejemplo, en el rol del foro). Y lo del "se" me tiene frita, porque no sé cómo corregirlo :S En fin... ¡Gracias de nuevo y espero que el final del cuento te guste! Y que no te suene "Crepuscular", ni mucho menos, porque en ningún momento he usado referencia de Stephenie Meyer. ¡Un saludo!
Bueno, damas y caballeros, esto se va acabando. Aquí os dejo con los dos últimos capítulos del segundo acto. La semana que viene subiré el Epílogo y última parte de este cuento. Gracias a todos por seguir leyendo y espero comentarios ^^
VII
Elección
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Fabián observó en silencio aquel abrazo tan familiar. Sus ojos se cruzaron con los de Alabastar y apartó la mirada, renaciendo su timidez.
―Bueno, ya es la hora ―Alabastar se apartó con cuidado de Pandora y se acercó a Fabián. El joven se sorprendió cuando el vampiro rozó su cuello con sus guantes de seda―. ¿Dónde quieres que te muerda?
El pobre Fabián pegó un respingo y se ruborizó. Alabastar estalló en carcajadas. Pandora empezó a reír, contagiada por su creador.
―Inocencia. Pensé que los humanos la habían perdido con el paso del tiempo ―dijo Alabastar, entre ligeros susurros.
―Perdone, pero es que es todo tan repentino que…
―Alabastar, ¿podrías dejarnos un momento a solas? ―Pandora agarró la mano de Fabián, como si no quisiera dárselo a Alabastar.
Alabastar respetó la voluntad de Pandora y desapareció entre las campanas. Sus pasos crujían en la madera, aunque lejanos.
Pandora, deseosa de estar a solas con Fabián, lo besó con ternura. Él correspondió a su amada. Una vez que la joven se separó de Fabián, la tristeza apareció en sus ojos carmesí.
―¿Qué ocurre? ―preguntó Fabián, preocupado.
―Vas a perder el color de tus ojos. Esos ojos azules que tanto me gustan… Alabastar me dijo que los míos eran grises antes de convertirme…
―Puede que cambien, pero seguirán siendo tuyos. No lo dudes.
Los dos rieron y volvieron a abrazarse. Fabián enredó sus dedos entre los finos cabellos cobrizos de su amada. Su pelo caía en cascada hasta debajo de su delgada cintura. La esencia a flores que Pandora desprendía era tan especial, tan irreal…
―¿Te asusta el convertirte? ―le preguntó Pandora.
―No ―pero Fabián dudó de su respuesta, así que se atrevió a confiar el miedo a su amiga―. En realidad… tú me dijiste que apenas recordabas sobre tu vida en el pueblo. Si me transformo… ¿olvidaré a mis abuelos? ―recordó la demencia de su abuelo. El simple hecho de olvidar le aterrorizaba, a pesar de estar decidido a sufrir las consecuencias del cambio.
―No te preocupes.
Alabastar volvió a aparecer de entre las sombras. Los ojos de Pandora estallaron en furia.
―¡¡Alabastar!! ¡Deja de espiarnos! ―aún siendo una vampira, Pandora conservaba los sentimientos de una chica experimentando el primer amor, y le daba vergüenza ser espiada por al quién podía considerar su hermano mayor.
―Fabián, ¿sabes cómo se accidentó? ―éste negó con la cabeza―. Cayó por las escaleras de caracol, dándose un fuerte golpe en la cabeza. Su sangre derramada por los escalones me atrajo hacia ella, pero sus ojos hicieron que me compadeciese de su vida. La transformación sanó sus heridas. Aún así, perdió la memoria. Ni siquiera recuerda su verdadero nombre. Yo la bauticé como Pandora ―Alabastar mostró una mueca de dolor, recordando aquella terrible escena―. Bueno, con eso te quiero decir que no olvidarás tu vida anterior.
Fabián se dirigió a una de las campanas más relucientes del piso y contempló su reflejo por última vez. Podía sentir las miradas de Pandora y Alabastar clavadas en su espalda. A pesar de estar detrás de él, sus rostros no aparecían. Sonrió… ¡Era tan extraño volver a sentirse vivo y feliz! Se giró hacia ellos, dejando atrás su reflejo. Se quitó la cazadora y la dejó caer en el piso de madera. Seguidamente se desabrochó el botón de la muñeca izquierda y levantó la manga de la camisa. Dejó al descubierto su brazo, a los ojos del vampiro.
―¿Estás preparado?
―Sí.
―Bueno, ya es la hora ―Alabastar se apartó con cuidado de Pandora y se acercó a Fabián. El joven se sorprendió cuando el vampiro rozó su cuello con sus guantes de seda―. ¿Dónde quieres que te muerda?
El pobre Fabián pegó un respingo y se ruborizó. Alabastar estalló en carcajadas. Pandora empezó a reír, contagiada por su creador.
―Inocencia. Pensé que los humanos la habían perdido con el paso del tiempo ―dijo Alabastar, entre ligeros susurros.
―Perdone, pero es que es todo tan repentino que…
―Alabastar, ¿podrías dejarnos un momento a solas? ―Pandora agarró la mano de Fabián, como si no quisiera dárselo a Alabastar.
Alabastar respetó la voluntad de Pandora y desapareció entre las campanas. Sus pasos crujían en la madera, aunque lejanos.
Pandora, deseosa de estar a solas con Fabián, lo besó con ternura. Él correspondió a su amada. Una vez que la joven se separó de Fabián, la tristeza apareció en sus ojos carmesí.
―¿Qué ocurre? ―preguntó Fabián, preocupado.
―Vas a perder el color de tus ojos. Esos ojos azules que tanto me gustan… Alabastar me dijo que los míos eran grises antes de convertirme…
―Puede que cambien, pero seguirán siendo tuyos. No lo dudes.
Los dos rieron y volvieron a abrazarse. Fabián enredó sus dedos entre los finos cabellos cobrizos de su amada. Su pelo caía en cascada hasta debajo de su delgada cintura. La esencia a flores que Pandora desprendía era tan especial, tan irreal…
―¿Te asusta el convertirte? ―le preguntó Pandora.
―No ―pero Fabián dudó de su respuesta, así que se atrevió a confiar el miedo a su amiga―. En realidad… tú me dijiste que apenas recordabas sobre tu vida en el pueblo. Si me transformo… ¿olvidaré a mis abuelos? ―recordó la demencia de su abuelo. El simple hecho de olvidar le aterrorizaba, a pesar de estar decidido a sufrir las consecuencias del cambio.
―No te preocupes.
Alabastar volvió a aparecer de entre las sombras. Los ojos de Pandora estallaron en furia.
―¡¡Alabastar!! ¡Deja de espiarnos! ―aún siendo una vampira, Pandora conservaba los sentimientos de una chica experimentando el primer amor, y le daba vergüenza ser espiada por al quién podía considerar su hermano mayor.
―Fabián, ¿sabes cómo se accidentó? ―éste negó con la cabeza―. Cayó por las escaleras de caracol, dándose un fuerte golpe en la cabeza. Su sangre derramada por los escalones me atrajo hacia ella, pero sus ojos hicieron que me compadeciese de su vida. La transformación sanó sus heridas. Aún así, perdió la memoria. Ni siquiera recuerda su verdadero nombre. Yo la bauticé como Pandora ―Alabastar mostró una mueca de dolor, recordando aquella terrible escena―. Bueno, con eso te quiero decir que no olvidarás tu vida anterior.
Fabián se dirigió a una de las campanas más relucientes del piso y contempló su reflejo por última vez. Podía sentir las miradas de Pandora y Alabastar clavadas en su espalda. A pesar de estar detrás de él, sus rostros no aparecían. Sonrió… ¡Era tan extraño volver a sentirse vivo y feliz! Se giró hacia ellos, dejando atrás su reflejo. Se quitó la cazadora y la dejó caer en el piso de madera. Seguidamente se desabrochó el botón de la muñeca izquierda y levantó la manga de la camisa. Dejó al descubierto su brazo, a los ojos del vampiro.
―¿Estás preparado?
―Sí.
Promesa
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Alabastar se quitó los guantes y rozó con sus dedos la suave piel del joven. Fabián se estremeció por sus gélidas caricias, observando a Pandora, quien se colocó detrás de él, abrazándolo.
La joven le quitó las gafas y las dejó caer en el suelo de madera.
―Ya no las necesitarás ―le susurró al oído.
De repente una punzada de dolor atravesó los nervios de Fabián y éste cayó al suelo, siendo amortiguado por su amada. Sus rodillas habían cedido. Intentó no gritar. No. No podía preocupar a Pandora. Pero podía sentir los colmillos atravesando la piel de su antebrazo. Alabastar sujetaba con firmeza el brazo de Fabián, por lo que los reflejos humanos de la joven presa no pudieron alejarse del cazador. Pandora, a pesar de parecer débil por su apariencia, demostraba tener una fuerza que no era capaz de controlar, puesto que abrazaba con demasiada rudeza a Fabián. Pero él no se quejó. Porque todo ese dolor desprendía amor.
Fabián empezó a gemir, respirando con dificultad. El cambio era tremendamente doloroso. Sus venas lo sentían. El veneno del vampiro se había trasladado a los demás miembros de su cuerpo, a las piernas, al brazo derecho… hasta culminar en el centro de su pecho. Su corazón ardía. Pareciera que ese sufrimiento no tuviese fin.
Pero algo inesperado ocurrió. Su mente empezó a nublarse. Sus músculos, hasta ahora tensos, se relajaron y adormecieron. Sus párpados le pesaban. Entonces lo comprendió.
―A…Alabastar…
Alabastar dirigió su mirada a la de Fabián, una vez terminó su trabajo. Mientras que el joven era vencido por la hipnosis, el vampiro lo tapó con la capa de su abuela. Fabián reconoció el olor de aquella tela y una pequeña lágrima bajó por su mejilla.
El vampiro corrigió la conclusión de Fabián.
―No… es Pandora.
La joven vampira secó la lágrima de su amado con besos y siguió acunándolo entre sus brazos, mientras utilizaba por primera vez su poder para calmar el dolor de Fabián.
―Pan…dora...
―Dime, mi amor…
―No vuelvas a irte, por favor… prométemelo…
―Lo prometo.
Y así fue como Fabián se dejó vencer por tal apacible sueño. En la lejanía, podía escuchar a Pandora cantar.
Pequeño pajarito, ahora dormido entre mis brazos
Yo te cuidaré, no tengas miedo
Pronto podrás volar, libre de toda maldad
Mi pobre pajarito, mi pequeño pajarito
La joven le quitó las gafas y las dejó caer en el suelo de madera.
―Ya no las necesitarás ―le susurró al oído.
De repente una punzada de dolor atravesó los nervios de Fabián y éste cayó al suelo, siendo amortiguado por su amada. Sus rodillas habían cedido. Intentó no gritar. No. No podía preocupar a Pandora. Pero podía sentir los colmillos atravesando la piel de su antebrazo. Alabastar sujetaba con firmeza el brazo de Fabián, por lo que los reflejos humanos de la joven presa no pudieron alejarse del cazador. Pandora, a pesar de parecer débil por su apariencia, demostraba tener una fuerza que no era capaz de controlar, puesto que abrazaba con demasiada rudeza a Fabián. Pero él no se quejó. Porque todo ese dolor desprendía amor.
Fabián empezó a gemir, respirando con dificultad. El cambio era tremendamente doloroso. Sus venas lo sentían. El veneno del vampiro se había trasladado a los demás miembros de su cuerpo, a las piernas, al brazo derecho… hasta culminar en el centro de su pecho. Su corazón ardía. Pareciera que ese sufrimiento no tuviese fin.
Pero algo inesperado ocurrió. Su mente empezó a nublarse. Sus músculos, hasta ahora tensos, se relajaron y adormecieron. Sus párpados le pesaban. Entonces lo comprendió.
―A…Alabastar…
Alabastar dirigió su mirada a la de Fabián, una vez terminó su trabajo. Mientras que el joven era vencido por la hipnosis, el vampiro lo tapó con la capa de su abuela. Fabián reconoció el olor de aquella tela y una pequeña lágrima bajó por su mejilla.
El vampiro corrigió la conclusión de Fabián.
―No… es Pandora.
La joven vampira secó la lágrima de su amado con besos y siguió acunándolo entre sus brazos, mientras utilizaba por primera vez su poder para calmar el dolor de Fabián.
―Pan…dora...
―Dime, mi amor…
―No vuelvas a irte, por favor… prométemelo…
―Lo prometo.
Y así fue como Fabián se dejó vencer por tal apacible sueño. En la lejanía, podía escuchar a Pandora cantar.
Pequeño pajarito, ahora dormido entre mis brazos
Yo te cuidaré, no tengas miedo
Pronto podrás volar, libre de toda maldad
Mi pobre pajarito, mi pequeño pajarito