—¡Bah! Si sabes esquivar a la gorda puerca puedes sobrevivir el tiempo suficiente para echar unas cuantas partidas al parchís. ¡Eh! ¿Quieres jugar conmigo una partida?
¿Parchís? ¿Qué diantres era eso? ¿Sería algún tipo de videoconsola como aquella que Alexis llevaba encima en la Copa Phil? Ya me había modernizado mucho adquiriendo un móvil, pero aún así tal vez no conociese todo como yo creía...
—Ah, no. Yo en realidad iba a...
—¡Oh! ¿Ibas a avanzar por el laberinto? No te interrumpo. Venga, vamos —me interrumpió mostrando una dulce sonrisa. Nyx se aproximó a la muchacha para olerla un poco. Restregó su hocico por sus largas -y bonitas- piernas aunque en todo momento la miró con desconfianza. Parecía que no le agradaban demasíado los humanos. Como lo que había hecho con Nadhia en el bosque cuando esta tratara de acariciarle. Le había rugido bastante enfadado.
—Está bien, gracias —agradecí el gesto de la amable muchacha.
Eché a caminar seguido de mi mascota por los pasillos del laberinto por el camino izquierdo. Un giro nos obligó a ir hacia la derecha y volvía a girar a la derecha de nuevo por un camino que debería quedar (si no me guiaba mal) por uno pegado al anterior. Finalmente, tras caminar otro trecho encontramos otro giro más, aunque este a la izquierda. La chica se mostró resignada por un resoplido que dejó salir de su boca.
—¡Pasillos, pasillos, pasillos! Ya no saben hacer laberintos como los de antes —se quejó, dirigiendo una mirada de reojo hacia los setos—. Esta Reina... ¡Debería dejar el diseño de estas cosas a gente más capacitada! ¡Gente como yo!
—¿Eres diseñadora de laberintos o algo similar? —le pregunté, aunque no me respondió pues al final del pasillo, donde había otro pasillo que se abría a la derecha hizo que soltase un nuevo bufido indignado ante el decadente laberinto que resultaba ser demasíado sencillo.
—¡Anda! ¿Hueles eso? —soltó la chica de forma un tanto repentina. Nyz, que parecía haberla entendido empezó a olfatear también el aire como en busca de algo. Sentí un poco de envidia ante aquellas habilidades de rastreo que ambos parecían poseer aunque tal vez con mi habilidad Mímico pudiese copiarla—. ¡Huele a tesoro! ¡Huele a tesoro! ¡Vamos por allí, vamos! —señaló al camino.
—Entendido—asentí—. Vamos, Nyx.
Y me interné hacia el camino que la mujer acababa de señalarnos. Quizás hubiese algo interesante que pudiese rellenar en el informe. Ya podría escribir bastante sobre los naipes, la reina, el conejo parlante, Hein y aquella propia chica.