Voy a empalmar mi post con el anterior, añadiendo algunas cosas. Espero que no haya problema, pero es que de lo contrario no podría haberlas metido.
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¿Qué tal si cada uno nos vamos a nuestro castillo y lo dejamos para otro día? ―sugirió Hana, burlona, apareciendo de algún sitio detrás de Lyn. Evidentemente se sentía más segura detrás de la Maestra y eso le permitía hacerse la valiente frente a Ariasu, sin que le importaran las consecuencias―.
No es que me esté aburriendo mientras decides si nos tiramos entre todos de los pelos o no, pero el tiempo es oro y tenemos otros asuntos. Saca a tu aprendiza de aquí y dale unos buenos azotes, que molesta.—
Vaya —declaró Ariasu, poco impresionada por las palabras de Hana. Y sin embargo, parecían no haberle hecho ninguna gracia—
, parece que no tenéis bien amaestrados a vuestros aprendices, van enseñando los dientes. Aunque no debería sorprenderme, teniendo a un triste perro como mentor.El cabello de Lyn se erizó y un gruñido animal empezó a escapar de entre sus dientes.
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¡¡No juegues conmigo, Ariasu!! —rugió la mujer lobo, mostrando sus colmillos y entornando sus pupilas. Un aura eléctrica, producto de su poderosa magia, comenzó a rodear su cuerpo. Las chispas danzaban impasibles en su armadura dorada—
¡¡Vete de aquí con tu aprendiz antes de que me enfade de verdad!!La tensión era tanta que era casi palpable. En cualquier momento, ambas Maestras se enfrentarían si nadie las detenía.
Y Diana todavía estaba en sitio, con esa expresión de melancolía que me dolía en el pecho. ¿Era su poder haciendo efecto o de verdad me daba pena verla así?
Maldita sea... ¿qué hacer, qué hacer?
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No me voy a perdonar por esto nunca... —murmuré.
Guardé mi daga, materialicé mi Llave y la sujeté en mi mano izquierda. Determinado, eché a correr por el borde del claro, sin entrometerme entre Lyn y Ariasu. Era perfectamente visible, pero tenía la esperanza de que estuviesen concentradas en la otra para darme demasiada importancia.
Y llegué junto a Diana. Y, desgraciadamente, bajé la guardia. Hablé con ella, pese a que era el enemigo y pese que me tendría a su merced. Si ella volvía a hacer uso de su poder, indudablemente me doblegaría al instante.
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¿Te encuentras bien? —pregunté, sinceramente preocupado—.
Lo que hice, no... ¿no te lastimó mucho? —miré su brazo herido y me sentí terriblemente culpable; hice ademán de tocarlo para examinarlo, pero retiré la mano al último instante—.
Sólo quería salir de aquí, lo sabes... y ahora tu Maestra y la mía están aquí, maldita sea.¿No había estado pidiendo ayuda hacía unos momentos? Ahora que Ariasu y Lyn estaban a punto de enfrentarse no me parecía la mejor idea... El arrepentimiento pesaba como concreto en mi estómago. Y no pude evitar sentirme peor cuando, súbitamente, el Maestro Ronin y Fátima aparecieron en el claro.
Todos, Maestros y Aprendices, estaban reuniéndose. Y no era el mejor momento.
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¡Lyn, tranquilízate! —le ordenó el Maestro de su Maestros a su propia Aprendiza. Al escuchar la voz de su mentor, la joven relajó levemente sus músculos y sus rasgos licantrópicos comenzaron a disminuir. Sin embargo, no bajó su Llave-Espada—
Como dice la Maestra Lyn, sería mejor que os retirarais.
>>No queráis verme enfadado a mí.Una expresión fiera y aterradora apareció en el rostro del Maestro. Sin su usual sonrisa paternal, Ronin provocaba algo de miedo; pero tenerlo serio y preparado para la lucha también me tranquilizaba.
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Lo que sea que Ariasu te haya dicho, escucha... —declaré apresuradamente, volviéndome a girar a Diana. Con el Maestro allí presente, me quedaban escasos segundos para decirle lo que sentía—.
Pudiste haber tomado por tu cuenta propia la decisión de trabajar en Bastión Hueco, eso no lo voy a criticar... Puede ser tu Maestra, pero aun así no tiene derecho a reprocharte quién eres.
>>Puedes haber elegido la Oscuridad, pero eso no te vuelve la sombra de lo que alguien más pretende que seas. Diana, creo que puedo decir... Diana Thorn, en ti veo...Sacudí la cabeza y descarté lo que estaba a punto de decir. En cambio, extendí la mano al frente.
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Tregua —dije simplemente, señalando mi gesto con la mirada—.
Diez minutos. Tregua y saldremos de aquí.No sabía en lo que me estaba metiendo. Directamente en la trampa de Diana. Si aquello eran lágrimas falsas, entonces yo solo me había acorralado.
Pero, para ser justos, la compasión era una de mis mayores debilidades.
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Diana, nos vamos.Aunque la Maestra Ariasu llamó a su Aprendiza, Diana no pudo evitar sostenerme la mirada. En su rostro había… sorpresa; similar a cuando la había insultado, pero desprovisto de toda la negatividad que habían llevado aquellas palabras. Era una sorpresa… buena.
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¡Diana!Ante la insistencia de su Maestra, la chica masculló algo entre dientes, algo que no alcancé a comprender. Pero no se movió; nuestros ojos seguían clavados en los del otro.
Y luego… me abrazó y se acercó a mi oído. Pero las palabras que me murmuró ya no estaban llena de seducción, ni de engaños. Eran sentimientos sinceros que, sin necesidad de que Diana usara su talento mágico, me hicieron estremecer:
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Si tuviera la oportunidad de vivir una fuga fantasiosa, sería contigo, mi caballero.Sus labios acariciaron mi mejilla por última vez. Y tras aquel gesto, desapareció junto con su Maestra en la Oscuridad.
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Hasta luego… mi ángel de la tentación. * * *—
¿¡Qué pretendes haciéndote la gallita cuando he venido a salvarte, eh!?No pude evitar hacer una mueca de dolor cuando los nudillos de Lyn se estrellaron con fuerza en la coronilla de la pobre Hana. No podía realmente decir que la chica no se lo merecía, pero al menos yo nunca había sido parte de semejantes reprimendas físicas y por ello me resultaba extraño. En mi mundo no era extraño, sin embargo, sencillamente había estado demasiado apartado de él y había perdido la costumbre de ver aquella clase de escarmientos. Por lo tanto, aunque estuve a punto de hacerlo, no dije nada.
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¡Ay! ―se quejó Hana, para luego sostenerle la mirada a la Maestra Lyn e intentar defenderse, a la par que ella también comenzaba a enfadarse―.
¿Qué pretendo? ¡Demostrar que no somos unos pardillos! ¡Hacer ver por una vez que Tierra de Partida también tiene su orgullo! ¡Algo en lo que nadie se esfuerza!―
Estoy algo de acuerdo con Hana ―intervine, mientras el Maestro Ronin intentaba calmar a sus Aprendizas―.
Esta es la tercera vez que Bastión Hueco hace lo que se le antoja conmigo. Merecemos ganarnos un poco de respeto ―me crucé de brazos y miré al suelo, sintiendo que mi estómago se encendía con frustración―
. Sí, somos sólo un par de muchachos, pero seguimos siendo Aprendices. Portadores. ¿O debo recordarnos a todos que la Maestra Lyn y el Maestro Akio son menores que nosotros?—
Les advertimos de no venir al bosque, y aún así ella y el otro...―
¡Yo-! ―estuve a punto de intervenir para excusarme. ¿Pero qué iba a decir? Incluso cuando Diana me había manipulado, yo mismo había caminado al bosque. Solito, sin que nadie me tomara de la mano (al menos lo literalmente).
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En primer lugar, estoy de acuerdo con que Hana no debería haber venido al bosque , está infestado de sincorazón y le advertimos del peligro inminente —coincidió Ronin, mirando a la chica algo afligido.
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Yo… Ya había hecho lo que me pedisteis… No es que el bosque fuera tentador, pero era una forma más fácil de averiguarlo… Si hubiera muerto… Bueno, es mi vida...Aparté la mirada; lo cierto era que ver cómo la decepción de Ronin hacía más efecto en Hana que el regaño de Lyn era algo impresionante y sobrecogedor. ¿Qué me tocaba a mí? ¿Iba a irme mucho peor, por haber caído en la trampa de Diana?
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Pero Xefil ha luchado por no venir aún sabiendo lo que sabía, y de mantener la cordura al lado de Diana. Ya sabes que su poder es algo inusual y difícil de contrarrestar. Volví a mirar al Maestro Ronin, algo impresionado por su comportamiento. ¿No... no iba a decirme nada? ¡Pero si había desobedecido! Y no sólo eso, había apoyado al enemigo en el momento menos indicado, en un enfrentamiento entre Luz y Oscuridad. ¿Cómo me merecía sencillamente darme la vuelta cuando a Hana iban a darle un castigo? No era justo.
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Xefil, me gustaría que me contaras ahora de camino a la taberna lo que has experimentado, y si has podido contrarrestarlo en algún momento. Sé sincero conmigo, es para... obtener información del enemigo. No voy a medir lo que vales de Caballero por algo como esto.La última frase me tomó por sorpresa, así que no pude decir nada al respecto. Fue Lyn quien continuó la conversación en mi lugar:
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A la taberna no.Ronin no le dio importancia a aquella prohibición. Se acercó a Lyn y, afectuoso, volvió a cubrirla con su capucha. Volví a recordar, con aquel gesto, que seguían siendo Maestro y Aprendiza.
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De acuerdo. Entonces, volvamos a casa.—
Es su talento, lo juro —expliqué, mientras los cinco caminábamos en dirección a la villa. El bosque ya había dejado de ser tan escalofriante, alojando árboles más jóvenes con mucho más espacio entre ellos y la luz solar de alguna manera comenzaba a regresarme un poco de mis energías—.
Es... increíble. Increíblemente peligroso, en realidad. Sencillamente vino hacia mí con una sonrisa coqueta y de pronto... estaba en el bosque.Dejé escapar un suspiro y luego miré la Llave-Espada que todavía llevaba en la mano. Con una mueca de decepción, la hice desaparecer en un charco de sangre. Dijera lo que dijera Ronin, aquello sí era una muestra de que podía llegar a ser un pésimo miembro de la Orden.
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Lo lamento, Maestro Ronin, Maestra Lyn. Diana me manipuló tan fácilmente que perdí de vista mi objetivo —me disculpé, agachando la cabeza. Al final, había terminado por caer en sus redes y eso me decepcionaba bastante. Comenzaba a cuestionarme si desde lo de Bastión Hueco realmente estaba mejorando como Aprendiz—.
Aunque pude escapar de ella al final, se las arregló para llevarme a donde quería. ¡P-pero no me sacó información esta vez, lo juro! —agregué rápidamente, esperando no decepcionar a Ronin de nuevo. Para intentar salvarme de un posible reproche, señalé—:
E-en realidad, diría q-que fue todo lo contrario...
>>La manera de escapar —continué, explicándole al Maestro Ronin mis hallazgos—
parecería sencilla, pero no lo es. Tuve que mantener en mente todo el tiempo lo que Diana podía hacer conmigo y no bajar la guardia ni un segundo. Incluso al final, cuando creí que tenía la mente clara —sacudí la cabeza. ¿Cómo se me había ocurrido acercarme a ella así y decirle semejantes tonterías? ¡Era el enemigo, maldita sea! —
...me traicionó mi propia tentación. Qué vergonzoso... Mi padre estaría desilusionado.
>>Pero al final me parece que el secreto, Maese Ronin, es precisamente el afecto y el cariño que Diana usa como su arma —sentí cómo mis mejillas enrojecían, pero continué hablando tan tranquilamente como me fue posible, intentando no perder la formalidad y la seriedad del asunto—.
No estoy seguro si el afecto hacia cualquier ser querido, como un amigo o un familiar, sea suficiente, pero sí puedo demostrar que una inclinación romántica hacia alguien es conveniente para detener el hechizo de Diana.* * *—
Nosotros fuimos jóvenes una vez, y la curiosidad pretendía desgarrarnos por dentro —dijo en cierto momento el Maestro Ronin. No pude evitar poner los ojos en blanco. Lo menos que me esperaba de alguien como él era un discurso de hombre anciano. Resignado, tuve que escucharle hablar—:
Pero, como se dice, la curiosidad mató al gato. Yo aprendí de ello en mis años mozos, y Lyn también. Más de una vez me dio un quebradero de cabeza, creedme.>>
Pero por haber desobedecido, Hana, vas a tener que fregar mañana el comedor. ¡Ah! Nada de quejarse. Ese castigo tiene mucha historia detrás. Lyn alguna que otra vez tuvo que hacerlo, yo también, y mi Maestro, y el Maestro de mi Maestro...De acuerdo, tal vez ya no se sentía tan injusto que Hana tuviese un castigo y yo no. ¡De la que me había salvado!
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Nos vamos ya, ¿no? ¿Habéis averiguado todo lo que queríais? ―preguntó entonces la chica, volviendo a su usual comportamiento―.
Por mi parte, sé que los sincorazón no han llegado a la aldea, pero sí han atacado a lobos y otros animales en los caminos. Además, pastores y otras gentes ya los han avistado y hacen correr historias sobre ellos. Lo que no me queda claro es por qué no han alcanzado aún a la población. ¿Algo se lo impide?―
No escuché nada diferente ―agregué, coincidiendo con Hana―.
Hablé con unos pastores, una villana y un librero. Y todos dijeron lo mismo: unas "bestias con ojos amarillos" ―ilustré las comillas con mis dedos―
han convertido a los lobos a sus presas... ¿Los animales tienen corazón? ―cuestioné de pronto, recordando que me había preguntado lo mismo hacía unas horas―.
No, perdón, quiero decir... claro que lo tienen. Pero a lo que me refiero es... ¿a los Sincorazón les da igual, mientras puedan devorar?
>>Son implacables... Entonces realmente todos están en peligro...Recordé a la joven Bella y me pregunté qué habría sido de ella. Me había ido sin despedirme realmente y todo por culpa del
doppelgänger de Nadhia. Y aunque la busqué con la mirada mientras recorríamos la villa una vez más, no me la volví a topar.
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Ah, también... ¿Maestro Ronin? ―llamé, haciendo ademán de añadir algo más―.
Hablé con pocas personas en realidad, así que no me gustaría considerarlo una muestra significativa pero... nadie sabía nada sobre el castillo y la bestia.
>>Lo lamento, Maestro, se me salió en un descuido. Pero no le dieron importancia, así que asumí que... bueno, que el príncipe se esconde bien.Y continuamos caminando. Parecía que los Maestros miraban en todas direcciones, buscando algo fuera de lugar. Si era obligatorio hacer eso después de cada misión o si era sólo una medida preventiva tras encontrarse a Ariasu, no lo sabía; de cualquier manera, determiné que yo también tendría que participar, por lo que me obligué a estar atento a cualquier irregularidad durante todo el camino.
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Por cierto, Lyn. Puedo decirte que Fátima ha demostrado tener mucho coraje hoy —señaló Ronin un poco más tarde, captando el interés de la otra Maestra—.
Vino Nanashi. Le ofreció unirse a Bastión Hueco. ¿Y sabes lo que le dijo? "Tengo una nueva Maestra. No voy a traicionarla."Un escalofrío me recorrió al escuchar el nombre de mi vieja mentora. Ronin había dicho que había estado allí, seguramente junto con Saavedra y Fátima...
Volvió por Fátima... y ni siquiera me dedicó una mirada...
Apreté los puños, enfadado. Y aquella era la mujer que había decidido nombrarme Aprendiz.
Pero no tenía más dudas sobre mí mismo, no... Estaba orgulloso de lo que había logrado; a Bastión Hueco le dolería que un Aprendiz fuese capaz de controlarse frente a Diana. Ahora sólo me quedaba... rencor.
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¡Maestro, no tenía por qué decir eso! —reprochó Fátima, avergonzada. El Maestro Ronin sólo le guiñó el ojo, travieso, y eso me sacó una sonrisa.
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Fátima. Gracias... por confiar en mí.—
No es nada, Maestra. Sólo… Sólo decía lo que pensaba.Parecían más un par de nuevas amigas que Maestra y Aprendiza.
Kazuki y yo, por otro lado...
Suspiré. Bueno, quedaba un largo camino por delante.